Post Breve: En defensa de Leo Harlem

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Hoy estaba dispuesto a redactar una lista de cosas sórdidas en plan hater que probablemente atraería mucho odio de ofendidos y generaría muchas críticas. Pero no me apetece cultivar la inquina. Al menos no hoy. En su lugar, voy a escribir un artículo basado en el amor que me va a traer mucho odio de ofendidos y generará muchas críticas.

Porque esto será internet, pero también hace tiempo que no pongo la foto que señala que llevo haciendo cosas de cara al público tanto tiempo que en años de perro se traduciría en MOMIA.

Contra todo pronóstico, sigo vivo, cabrones. Como Vicisitud y Sordidez.

Como esto no es una web de click bait y ya habréis leído el título, ya sabéis que me voy a lanzar sin paracaídas desde diez metros de altura a una jaula llena de tigres, leones y consultores. Pero es que ya sabéis que siempre estoy ojo avizor a tendencias culturales. No me refiero a lo de qué se lleva este verano (por mí, todos con chilabas por la calle, que lo del cambio climático va a doler) ni, líbreme dios, tendencias culinarias (por mí, croquetas para todos y, sin ánimo de ser exagerado, pena de muerte por Gran Comilona a todos los chefs estrella que tienen a trabajadores sin pagar y luego te cobran 100 euros por un calabacín que acaban de sacarse del orto). Estoy hablando de temas de cultura popular y sobre todo lo que en su momento bauticé como ‘El Chiste Común’. Esto es, la cosa que está de moda odiar y ridiculizar simplemente porque se genera una corriente más fuerte que una eyaculación de Peter North. Ahí, que se note mi edad en mis referencias.

El caso es que he notado de un tiempo a esta parte un estado general entre cierta gente que se considera sofisticada pero que bebe mahou como todo dios de condescendencia hacia Leo Harlem. El cuñao español. El cómico sin gracia. El ejemplo de todo lo malo del cine español. No, joer.

El ejemplo de todo lo malo son los fans de Carla Simón y Santiago Segura, así en general, pero eso es otro tema.

Si se anuncia una nueva película de Leonardo, todo el mundo salta a declarar que la cultura española está en las últimas. Que si humor cuñado. Que si chistes viejunos. Todo en ciertas burbujas de eco, claro. Porque a mi señora madre, por ejemplo, le trae al pairo lo que se diga en redes sociales. Generalmente se la trae al pairo todo mientras pueda tomar la sopa sin derramarla toda y cada día entre semana se vea LA NOVELA (por favor, que no se pierda ese término para los culebrones, que esa acepción huele a papilla de plátanos pasados con galletas maría, nostalgia y, sí, a tabaco, que en los XX se fumaba mucho).

Vale. Ya he dicho que no hacemos titulares click bait. Pero sí puedo soltar una frase para joder muchísimo y que así alguien que haya leído por encima llegue a ella y me ponga en su Dead Pool personal. Con su punto y aparte como he hecho ya dos veces en este artículo para epatar:

Leo Harlem es el Chiquito de la Calzada de una nueva generación.

Ahí. Con dos cojones.

Pensadlo bien. Chiquito era un pobre cantaor que contaba chistes para amenizar a los espectadores. Le dijeron que era gracioso y un buen día le ofrecieron probar como cómico. Cuando ya tenía una edad, le llegó la fama.

Leo Harlem era un camarero de un bar (el Harlem) que animaba a sus comensales siendo naturalmente gracioso. PORQUE ES GRACIOSO. Así que sus amigos y el dueño del bar le animaron para que probara a ser cómico. Cuando ya tenía una edad (40 años en este caso), le llegó la fama. Eso le jode a mucho humorista que lleva sin comerse un anuncio de televisión (que ahí está la pasta, sobre todo si estás pasando de moda pero vuelves a la palestra si has pillado un cán

Perdón.

Eso jode a mucho humorista modernuqui de los que despiden a su representante cuando les llega una oportunidad de tele o piensan que son alguien por haber actuado en El Club de la Comedia. No: eres alguien si mi madre, entre LA NOVELA y el Telediario, sabe tu nombre. Si no, eres uno más al que aplauden mucho sus amigos de Malasaña.

Yo no puedo odiar a Leo. Primero porque es imposible hacerlo con una persona que se llama Leonardo González FELIZ. En serio. Mirad Wikipedia. Como fan de Rocky, tampoco puedo tener nada en contra de un tío sin contactos que empezó dos carreras aburridas y ha acabado siendo uno de los personajes más populares de España ya con sus más de cincuenta años. Que por todo esto veo mucha gerontofobia. Y ya sabéis lo que opino de eso.

Los fancistas me pueden comer el látigo: yo no puedo dejar de emocionarme viendo a Harrison repartiendo leña con 80 años.

También hay cierto clasismo por aquí subyacente. Harlem es un cómico más bien asociado con un público muy abierto. No hace humor de élites, sino costumbrista. He de reconocer que soy un público muy agradecido con los humoristas a no ser que sean Comedias Francesas del Año, que entonces entro en modo Boyero Berserker y me cago en todo lo que se menea. Sobre las Comedias Alemanas del Año no hablamos porque no creo que ninguno de esos términos tengan sentido juntos. Cada vez que he visto extractos de Harlem me ha parecido gracioso. No olvidemos que es un tipo que superó una gran máxima que nos enseñó ‘El Príncipe de Bel Air’ cuando Will intentó ser cómico de pie y falló. Porque no es lo mismo que te diga tu madre “Ay, qué arte tiene mi niño’ (como vea otra vez el anuncio de Joaquín ese me estrangulo con mis propios intestinos) que tener un material trabajado y ponerse delante de un puñado de personas dispuestas a NO reírse, que suele ser el público habitual de la comedia. Bueno, al menos de la de cine. No voy demasiado a clubes de stand up porque mi ocio se circunscribe a los Cines Ideal, ir a comprar un disco a Bangla Desh (la tienda, que no ando tan lejos), pillar refrescos de té verde en Leganitos y volver a casa a hacer directos. Está claro que nunca podría apellidarme “Feliz” como Leonardo.

Leo sí que consiguió lo que el personaje de Will no pudo. Pasó de ser “el graciosete” a ser “el gracioso”. Ahora toca hacer algún chiste con lo mucho que Smith nos hizo reír hace año y medio en los Oscar, pero tampoco me gusta ser tan predecible. Que todo este artículo va de sorprender con una afirmación que no esperabais de mí. Es como si hubiera dicho “Llevo veinte polvos en cinco semanas y he ganado un partido de baloncesto”. No computa en Paco.

Pero, claro: hace humor blanco para gente que hay que mirar un poquito por encima del hombro. Esa gente sin gusto que va a ver ‘humor cuñado’ al cine. Pues mirad: yo me reí con el tráiler de su primer éxito, “El mejor verano de mi vida”. Con la peli ya no, porque misteriosamente los chistes que funcionaban en dicho tráiler no furulaban en el metraje en sí. Le echo la culpa al montaje y la dirección. O las gracias al editor de la promo. Y sé que es humor que sale de un personaje que desconozco si se ajusta a cómo es él (en qué lugar se enamoró de ti) en la realidad y, sinceramente, me importa un carajo. Son chistes de señor de cierta edad (que diría Marlow) con pinta de pillar el micrófono en una boda. Lo sé. Pero los que miran altivamente ese tipo de comedia son los mismos que tratan con condescendencia a ciertas clases sociales tal y como nos avisó Owen Jones en su libro ‘Chavs: La demonización de la clase obrera’.

¿Alguien esperaba que en un artículo de V&S polemista sobre Leo Harlem se citara un libro político paradójicamente fundacional de Podemos y que luego los propios miembros de ese partido han obviado? Espero que la respuesta sea “Paco, si ya da igual lo que digas, que estamos yendo a tu casa con antorchas”.

Ni olvido ni perdón / Al tocapelotas de Paco Fox

Que está bien que no os guste Leo Harlem (parece mentira que a estas alturas de Internet así en general como concepto haya que aclarar esto, pero ahí vamos). El humor es el arte más subjetivo. Por encima incluso de la música. Pero lo que no es de recibo es que gente que mira con nostalgia y habla entre risas de las películas de Pajares y Esteso diga que alguien como Leo Harlem es el apocalipsis de la cultura. Digámoslo ya: “Los bingueros” tiene una estructura de mierda y “Yo hice a Roque III” nos parecerá entrañable, pero el chiste de las libras hoy en día no pasaría ni el control de calidad de un programa de Zapeando.

Bueno, ahí creo que me he pasado de frenada.

Pues bien. Que esto era un post breve. Que, existiendo Quique Peinado, no entiendo por qué el objetivo del odio sea un señor al que hay que admirar. El Balboa del humor patrio. Un hombre con cara de buena persona cuya vocación nunca fue ser famoso (al contrario que el 90% de cómicos), sino hacer reír a los parroquianos del bar en el que curraba. Eso lo tengo que respetar por encima de todo. E incluso es mejor actor que Chiquito y Esteso. Que no habrá inventado palabras ni será tan mítico, pero al menos se defiende delante de una cámara.

Ahora bien, por favor, Leo, no hagas más pelis de estas que caga Segura cada año. Que fue ver este póster y querer hacer lo mismo que cada vez que me trago el puto anuncio de Joaquín de ‘Saca tu mejor cara’.

¿Dije que era un post de amor? Bien. ODIO TODO EN ESTE CARTEL. PERO TODO. ES QUE MERECE UN POST INSULTÁNDOLO PUNTO POR PUNTO.

Porque Segura es un tipo que iba de freak, se tiró años haciendo sólo una misma saga de pelis y ahora básicamente perpetra la misma comedia sin parar en lugar de poner parte de su pasta en proyectos más interesantes en vez de en comprar edificios. No es FELIZ. Va a lo SEGURO.

Lo siento.

Hacer humor es difícil.

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