Las 14 mejores versiones rumberas de la historia

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Aquí Paco Fox: Vuelve Belisaurio, el Colaborador Guadiana, también conocido como «El copromelómano de guante blanco». Esta vez con un tema muy querido en Vicisitud y Sordidez, donde consideramos que una canción es buena sólo si se puede nonainizar. Os dejo con él:

Si tuvieran ustedes que escoger el género musical más ej-jpañol que haya existido jamás, ¿cuál elegirían? Muchos mencionarían de inmediato el flamenco, antes de percatarse de que su marcada adscripción al Sur de la Península y el profundo elitismo de sus aficionados no hacen de él realmente un género común al conjunto del país. ¿El pasodoble entonces? Los jóvenes ya no lo bailan, al menos desde que volvió la democracia. ¿El rock español, quizá? A pesar de seguir siendo invariablemente el segundo pase de la noche de cualquier fiesta de pueblo que se precie (el primero ya se lo he dicho), no presenta características que lo distingan claramente del rock que se ha hecho en otros países. ¿Con qué nos quedamos entonces? El trap no cuenta, aunque dudo que haya nadie menor de veinte años leyendo esto para rebatirlo…

¿Se les ha ocurrido ya? Está más que claro: LA RUMBA. Y eso que originalmente no es un tipo de música española. De hecho, la rumba es un ejemplo perfecto de lo absurdo que resulta buscar cualquier atisbo de pureza o identidad cultural cerrada en la música. Engendrada en Cuba, emigró a EsP-P-Paña para ser consagrada por gitanos catalanes que la acabaron llevando a las cuatro esquinas de la piel de toro. La rumba es el único ritmo capaz de mover a cualquier español, sea cual sea su ideología política, lengua materna, gustos estéticos u orientación sexual. Se baila con la misma alegría en Madrid o Barcelona, se oye en los coches tuneados de Algeciras como de Baracaldo, y hasta un asturiano antipático y sin talento puede cantarla con relativo éxito, a pesar de que, como dirían sus paisanos, “podría ser cantante si no fuera por la voz”.

Si Ramón pudo ser rumbero, tú también puedes.

La rumba es una de las pocas cosas que nos unen como país, dentro de una lista muy cerrada en la que entra poco más que las tapas abundantes en los bares, los chistes de Chiquito o el gol de Iniesta en el minuto 116. En una sociedad capaz de montar otra guerra civil por cuestiones tan trascendentales como si echar o no cebolla a la tortilla (asunto en apariencia trivial que acaba dividiendo familias), algo que pueda juntarnos en amor y armonía, y además ponernos a bailar, debería ser celebrado como tesoro nacional. Más aún, se trata de una forma de entender la música pero también la vida, y una de las pocas cosas que podemos compartir sin que exista la sospecha de estar incomodando u ofendiendo al otro. Seguramente sea lo único que podría unir a Inés Arrimadas, Gabriel Rufián e Ignacio Garriga bailando al mismo son en la misma fiesta de pueblo sin que aquello terminara como la escena final de «Y si no, nos enfadamos». Es también la mejor forma de terminar cualquier perorata que se precie, como queda demostrado en el discurso de Ben Yusuf IV a sus emires en la ampliamente olvidada pero gozosamente sórdida «El Cid Cabreador».

Pepe da Rosa siempre en nuestro equipo

Pero el motivo de este artículo no es glosar la rumba como género ej-jpañol por antonomasia, capaz de llevarnos a una nueva era de esplendor en la unidad (como mucho nos lleva en grupo a la verbena de barrio, que ya es bastante), sino explorar cómo a través de la rumba se puede comprender la manera en que los españoles entendemos la música en general y cómo hemos asimilado las influencias extranjeras en la misma. Esto es así porque existen cientos de versiones rumberas de canciones foráneas de todas las épocas, que constituyen una especie de reacción española a los influjos de fuera y, como tal, dan testimonio de lo que nos ha ido interesando a nivel nacional en cada era. Y, sobre todo, son versiones muchas de ellas maravillosas y a menudo también bastante sórdidas, motivo por el cual al autor de estas líneas no se le ha ocurrido mejor idea que elaborar un TOP 14 para deleite de neófitos y aficionados.

Huelga decir que la selección y clasificación son subjetivas y personales y blablablá… todas esas cosas que uno suele mencionar para intentar que no le den pal pelo en los comentarios. El mero hecho de redactar un artículo cualquiera ya es meterse hasta el cuello en la subjetividad y, si no fuera así, poco interés tendría el texto resultante. Desconozco hasta qué punto habrá consenso en la comunidad sordidófila acerca de la relevancia cultural de la rumba y su importancia dentro de nuestra cosmovisión nacional, eso es algo que se verá en las eventuales reacciones, o la falta de ellas. Lo que sí rogaría a los benévolos lectores cuando lleguen al final –si es que lo consiguen– es que juzguen si acaso no hemos sabido adaptar la música más célebre que se ha hecho fuera de EsP-P-Paña a nuestro propio estilo más cañí. Que el resultado les parezca algo positivo o todo lo contrario es un terreno en el que ya no me atrevo a meterme.

La rumba: compendio de seres peculiares de diversa pluma y pelaje

14. Kiko Veneno – Memphis Blues Again

Comenzamos el listado con un músico tan conocido como respetado, cuya trayectoria está íntimamente ligada a la rumba. A pesar de sus numerosas peripecias vitales, que le llevaron a conocer el flamenco mientras recorría Estados Unidos, a crear el primer disco de flamenco blues de la historia y a colaborar durante años con los músicos más relevantes de las distintas escenas españolas, tan sólo logró el ansiado éxito comercial que durante mucho tiempo se le había escapado cuando abrazó plenamente la rumba y canalizó a través de ella su talento como compositor. Prueba de ello es la versión que se marcó de un clásico de Bob Dylan, recuerdo de su periplo americano, plasmada en un videoclip de un noventerismo exacerbado lleno de invitados ilustres y planos extraños. Nunca el amargado Premio Nobel de Literatura a su pesar había sonado tan alegre, enrollante y bien adaptado.

13. Tomasito – Back in Black

El artista conocido como Tomasito es un poco el equivalente masculino de Lola Flores: no es realmente un bailarín ni tampoco un cantante, pero hace de todo y es un show. Un servidor lo vio zapatear acompañando a Kiko Veneno en el apéndice musical a un mitin de Podemos (atchón burikes de la vida) y lo cierto es que se mete a la gente en el bolsillo en cuestión de segundos. En el ámbito estrictamente musical se podría decir que su producción es un tanto irregular, pero tiene alguna que otra cosilla simpática, como esta versión rumbera de AC-DC que, sin despegarse demasiado de la original, sí le imprime un irresistible encanto gaditano que la hace merecedora de figurar en esta lista. Como canción es objetivamente mejor la de Kiko Veneno, pero aquí hay más vicisitud y eso puntúa doble.

12. Gipsy Kings – Hotel California

El éxito de un grupo como los Gipsy Kings es un tanto desconcertante: ¿Cómo puede ser que algo tan sumamente flamenco y racial haya triunfado en el mundo entero? La clave tal vez radica en la dimensión internacional que han tenido desde siempre, ya que se trata de un grupo de descendientes de gitanos españoles afincados en Francia y acostumbrados a girar por todas partes. Su forma de hablar y cantar es un perfecto multilingüismo en el que ningún idioma es correcto pero todos fluyen con armonía y desparpajo. Su música mezcla la rumba con otros géneros bailables, lo que desde el principio les garantizó presencia en las radios y pistas de baile, pero nada de lo dicho podría explicar por sí solo la grandeza de lo que viene a continuación.

No solamente es que sean unos monstruos de la guitarra con habilidades muy superiores a las de los Eagles, o que conviertan el lánguido soft rock de los californianos en una rumbita irresistible, es que hacen lo que quieren con la letra original y también con la gramática española en su conjunto, sin que ello le reste un ápice de encanto y ritmo a la canción. La versión tuvo tanto éxito que es prácticamente tan conocida como la original, no solo en los países hispanohablantes sino también en el mismísimo corazón del Imperio. Eso explica la mitiquísima escena de «El Gran Lebowski» en la que suena, uno de los momentos cumbre de la película, con una gloriosa cámara lenta que saca todo el partido a la magia de los Reyes Gitanos.

11. Los Manolos – Strangers in the Night

Con su estilo animado y sus pintas de mafiosos de Miami, este grupo es sin duda la imagen más característica de la nueva Barcelona que emergía a principios de los 90 a lomos del desarrollo económico, pasando de la urbe sórdida y violenta retratada en Makinavaja a la capital ibérica de lo moderno y lo hortera (dos caras de la misma moneda, en realidad) que conocemos hoy. Para quien suscribe, Strangers in the Night es la mejor canción de Los Manolos por tres motivos: (1) no está tan trillada como All My Loving o Amigos para siempre y por ello conserva más frescura, (2) tiene más versos en inglés para que los destroce alegremente en solitario, con su acento del Poblenou, el Jeff Goldblum con coleta que hacía las veces de cantante y (3) el estribillo se corona con un épico “NAINONAINONAI” que, como ya veremos más adelante, es el súmmum de la rumba como estilo musical. Todo ello con un teclado de jazz latino muy bien metido y una fantástica percusión, sin que le falte de nada.

10. Azúcar Moreno – Paint It Black

Esta canción ya apareció en un artículo no muy antiguo de Paco Fox, pero es tan sublime que no me puedo resistir a incluirla también en este listado. En la época en que todavía hacían música potente y con tronío en lugar de darse a la rumbita facilona o despellejarse una a la otra en diversos platós de televisión, las hermanas Salazar se marcaron un tremendo cover del clásico de los Rolling en el que gitaneo, megalomanía orquestal y hard casio al estilo moruno se dan la mano para un resultado espectacular. La original está ya tan manida y se ha quedado tan vieja con el paso de los años que este toque de futurismo racial es un bálsamo bienvenido para rescatarla y, de paso, llevarnos de vuelta a lo mejor del proto-punchi punchi noventero. Atención al remate final, digno del mismísimo Luis Cobos.

9. Azuquita – Así me gusta a mí

¿Hemos dicho ya que la rumba es capaz de asimilarlo absolutamente todo? Un ejemplo insuperable es la versión del jitazo de Chimo Bayo que se marcó un chavalín con el cinturón tan apretado que amenazaba con fagocitarlo en cualquier momento. Que sus pasos de baile a caballo entre Chiquito de la Calzada y El Fary sufriendo convulsiones no les engañen: Azuquita, el creador del concepto “rumbakalao”, moló muy fuerte durante un corto espacio de tiempo a mediados de los noventa. Lo cierto es que el “chiquititan tan tan que tun pan pan” se prestaba tan bien a su rumberización que no extraña demasiado que esto lo petara casi tanto como la original. Lamentablemente el talento de este artista tenía sus límites, algo que quedó bastante claro en posteriores aventuras, como un temerario cover de Gansta’s Paradise que aún a día de hoy produce escalofríos en quien se atreva a escucharlo.

8. Junco – Gloria

Esta no es estrictamente una canción de rumba, pero en una lista de estas características me parece ineludible destacar el aporte de Don Ricardo Gabarre al panorama, no solo rumbero, sino de la música en general durante la década de los ochenta. En sus flirteos con el pop y tecnopop, el artista conocido como Junco fue, junto a Remedios Amaya y Tijeritas, un claro precursor de la tecnorrumba, ejerciendo de puente entre el estilo más canónico de los sesenta-setenta y la escuela camelesca que vendría después. Pero otra faceta suya menos reconocida es la de cantante melódico a la italiana, que tan bien supo fusionar con su inconfundible aura de cantaor gitano para acometer varias versiones aflamencadas de temazos italianos, entre los que destacan el Gloria de Umberto Tozzi o el Stand By Me por vía de Celentano. Lo mejor de dos mundos que se dan la mano en un solo titán.

7. Albert Pla – El lado más bestia de la vida

Albert Pla i Álvarez es un personaje que no deja a nadie indiferente. Como ocurre con los auténticos bufones, bajo su lograda imagen de yonqui pasadísimo se esconde un certero polemista que consigue remover y provocar con el mínimo gesto o declaración. Junto a sus facetas de actor de cine y de teatro, se ha desempeñado principalmente como músico, cultivando entre otros el género rumbero tan sólidamente enraizado en el ADN catalán, con tanta maña para componer como escasa potencia vocal. Además de prodigarse en colaboraciones con reconocidos artistas de todo el espectro musical alternativo, Pla se ha dejado tentar en alguna ocasión por el vicio de los covers, acometiendo la que probablemente sea la mejor versión con diferencia de uno de los grandes clásicos de Lou Reed, con una letra en español y un videoclip totalmente a la altura de las expectativas más ambiciosas.

6. Tony Lomba & Elio Dos Santos – Me la meto toda

Es un tanto difícil identificar este tema como una versión, hasta que uno llega al estribillo y se percata de los paralelismos con el Breathe de The Prodigy. Incluso la formación que lo perpetró resulta aún desconocida para mucha gente, a juzgar por las atribuciones erróneas que todavía se ven en YouTube, y eso que la mezcla de tecnorrumba ratonera y chulerío vocal son únicos en su clase, sobre todo viniendo de Galicia. El grupo llevaba en sus inicios el sutil nombre de “Los Tres Sudamaricones”, que probablemente se cambió no tanto por presiones biempensantes como porque en algún momento pasó a ser un dúo: Tony Lomba & Elio Dos Santos. El segundo se encarga de la música; el primero, una especie de gemelo perdido de Núñez Feijoó con alma de crooner, es un verdadero animal de escenario capaz de cualquier cosa, que improvisa las letras en sus conciertos y nunca se sabe por dónde puede salir. Buen ejemplo de ello es su estelar aparición en aquel intento fallido de hacer Airbag 2 que fue «Rey Gitano», probablemente la única escena que valga la pena (y mucho) de la película.

5. Maruja Garrido – Mi hombre

Un videoclip que comienza con el descenso de un helicóptero de Tráfico del que baja una folclórica acelerada ya es garantía de calidad, pero si lo que esta hace a continuación es dedicarse a rondar al mismísimo Salvador Dalí bajo la atenta mirada del Arc de Triomf de Barcelona, el triomf está más que asegurado. Al parecer, el excéntrico pintor había adoptado como musa cañí a la cantante y por ello se prestó a participar en el vídeo, que suma además un marcado lazarovismo en sus coreografías y planos impactantes que lo hacen absolutamente espectacular. El original triste y desgarrado de Edith Piaf se convierte en una fiesta en boca de Maruja Garrido, a pesar de que la letra traducida al español no logra borrar que de lo que se está hablando es de una relación tóxica de sometimiento. Pero el talento y la energía de la rumbera lo eclipsan todo, y terminan de dejar claro por qué la rumba es un arte sublime que supera cualquier dificultad o limitación para expresar la más pura de las alegrías.

4. El Príncipe Gitano – Delilah

Las generaciones posteriores a la Transición seguramente recuerden al Príncipe Gitano únicamente como aquel señor crepuscular que destrozó el clásico de Elvis Presley con una pronunciación que hacía que Ana Botella pareciera Richard Vaughan pero, como bien señaló en su día el tormentoso Pérez-Reverte en un hermoso artículo de homenaje, el personaje daba mucho más de sí. En los años sesenta y setenta fue todo un icono de la música más auténticamente ibérica en sus múltiples palos, exhibiendo la planta espigada y los ojos azules que le hicieron digno merecedor de su nombre artístico. Este temazo en cuestión, una rumba a toda leche en la que se desatan a su antojo los quiebros de voz del cantante, es la réplica española al jit de Tom Jones, y tiene la virtud añadida de sustituir el truculento feminicidio de la original por un punto de vista de mero examante despechado. Otro aspecto no menos curioso es comprobar cómo, en 1971, La Rambla de Barcelona mostraba la misma mezcla de costumbrismo cañí y horterismo guiri que puede encontrarse en la actualidad.

3. Sándalo – Desnúdate

¡Llegamos al podio! Al igual que ocurre con el Me la meto toda que comentábamos unas líneas más atrás, en este vídeo el cover inicialmente tampoco se ve venir. Observamos cantando a coro a unos señores que, a pesar de ser madrileños de barrio, parecen tratantes de ganado saliendo de juerga por la capital de su provincia a principios de los noventa, mullet calorro en coletilla incluido, hasta que de pronto el sample de saxofón justo antes del estribillo nos desvela lo impensable: ¡pero si esto es Ace of Base! Sí, señoras y señoros, aunque ya nadie se acuerde (o finja no hacerlo), en esa década ominosa se pusieron de moda los grupos de versiones rumberas de clásicos contemporáneos del eurodance y el pop electrónico que, como ocurre con casi cualquier moda comercial, vendieron cientos de miles de discos antes de caer en el más absoluto de los olvidos pocos meses más tarde.

Pero Sándalo no fue solo un one hit wonder que versionaba a Ace of Base, por la sencilla razón de que en su único disco relevante –hubo un segundo, pero nadie lo escuchó– había otro cover de ese mismo grupo (La señal). Además de eso, se atrevieron con bakaluti del bueno (Ritmo tribal), con esa canción brasileña rara que por algún motivo sonó mucho en los noventa (Elegibo) y hasta con cosas tan vergonzantes como el rap hecho por norteamericanos blancos (Informer). En este último ámbito reventaron el vergüenzómetro acuñando su propia forma cañí de rapear (“rumbirrap” bautizaron al invento) que, como los cohetes de Elon Musk o la carrera musical de Jesús Vázquez, se desvaneció en el aire a los pocos minutos de despegar, por fortuna para la Humanidad en su conjunto.

Caro me parece…

2. Azucarillo Kings – Canción lógica

Canelita buena con nuestra medalla de plata: desde la capital de la rumba, Azucarillo Kings, una agrupación tan sublime como injustamente olvidada. La canción que figura sobre estas líneas es el mejor ejemplo de lo que debería ser cualquier versión digna de ese nombre, es decir, el hecho de coger una canción famosa y hacerla mucho mejor de lo que es. En este caso con el clásico de Supertramp, que a un servidor le resulta un tanto coñazo, tal vez por haberlo oído demasiadas veces, pero en manos de estos magos de la rumba se convierte en un ritmo tropical irresistible. No solamente hay aquí una riqueza instrumental que sabe aplicar muy bien las influencias salseras que Gato Pérez introdujo en la rumba catalana (fíjense en lo bien que suena el grupo pese a tocar en riguroso directo), sino que la traducción de la letra es una verdadera obra de arte que termina constituyendo el mayor atractivo del tema.

Azucarillo Kings tiene varias versiones más, de Pixies a Blur, igual de buenas o casi, pero en el resto de su producción se percibe el motivo habitual por el que los grupos de versiones no suelen triunfar más allá de la pegada que tenga el cover concreto que los hizo famosos: todo lo que tenían de intérpretes pintorescos y animados les faltaba de compositores originales, y sus propios temas no llegaban a estar a la altura, por lo que la aventura discográfica se terminó después de tan solo dos títulos que a día de hoy son tan difíciles de encontrar como los discos de Sándalo o de Azuquita. No obstante, el grupo sigue existiendo, aunque se prodigue muy esporádicamente y centrándose sobre todo en el ámbito de la Catalunya Sud, lo cual le hace a uno pensar que siempre hicieron la música que les apetecía sin pensar forzosamente en ganar dinero con ella, y eso me parece un pensamiento muy hermoso con el que despedir a estos cracks antes de encaminarnos hacia el número uno.

Esto es una portada y lo demás tontería

1. Los Sobraos – Infinity

Me resulta totalmente imposible no culminar este largo TOP 14 sin coronar a Los Sobraos. En primer lugar, porque es un grupo que logró la proeza de alcanzar la fama gracias a una canción que originalmente era de otro del que nadie se acuerda (y con razón). Estoy hablando de Quiero verte, naturalmente, que todos los lectores de cierta edad habrán cantado y bailado en numerosos guateques y fiestas de pueblo, a menos que tengan el corazón negro y muerto. En segundo lugar, porque diseñaron una fórmula todoterreno para hacer versiones, consistente en fusionar la rumba a toda hostia y grito pelao de los Gipsy Kings con la música dance que reinaba a mediados de los noventa, uniendo lo mejor de dos galaxias remotas para un combo ganador. Y, en tercero pero no menos importante, porque fueron capaces de hacer lo que ninguno de los artit-tas antes reseñados se atrevió a hacer: pillar un tema instrumental y cantarlo con un supremo “NAAAINOONAAAAAINONAAAA” que se repite durante toda la canción, porque no hace falta nada más para ascender al Olimpo absoluto de las versiones rumberas.

Además de tener uno de los nombres más objetivamente descriptivos y mejor escogidos de la historia de la música, Los Sobraos son uno de esos grupos de versiones que mejoran absolutamente todas las canciones que tocan, bien acelerándolas, bien metiéndoles gritos aflamencaos que siempre suman +10, bien destrozando la letra en inglés con una pronunciación jodidamente cañí, bien todas las anteriores en la mayoría de los casos. Siendo originarios de Andalucía y Extremadura pero afincados en Barcelona, tenían un pie en cada mundo, lo cual tal vez explique la fusión imposible que lograron pergeñar. El grupo no hacía prisioneros y se atrevió absolutamente con todos los géneros, desde del pop nacional ochentero (Alaska, La Unión) o el electropop de los noventa (Santuario, Viceversa) hasta grupos internacionales (The Cranberries, Oasis), Laura Pausini, Georgie Dann o incluso la sintonía del Sorpresa Sorpresa. Todo ello tocando la guitarra española a la velocidad de Satriani, con voces realmente buenas y bases bakalao ratoneras que nunca dejarán de hacer las delicias de quienes se hayan criado en los noventa.

Fanvídeo con metraje de Curro Jiménez, PORQUE SÍ

Sin embargo, su sobradismo exacerbado no les impidió caer en el mismo error en el que, como ya señalamos, acaban incurriendo muchos grupos de versiones que, henchidos de soberbia cual Ícaro volando hacia el sol, deciden en la cúspide de su gloria empezar a grabar temas propios con la idea de que resultarán igual de buenos. Chorprecha: no lo son, y aquí empieza la decadencia. Los grupos de versiones únicamente se mantienen a flote si nunca dejan de hacerlas, como Eläkeläiset (que en realidad sí han sacado canciones propias, pero tan indistinguibles de las demás que casi da igual). Por esa misma época, siguiendo la doctrina Metallica, los miembros del grupo se cortaron las melenas y pelánganos calorros, acto en apariencia inocente que acaba forzando a cualquier músico a componer baladitas ñoñas (Sin Compasión es la prueba de ello). Pero había algo aún peor por venir… A medida que pasaban los años y su popularidad menguaba, volvieron a las rumbas y sevillanas más tradicionales con las que comenzaron en los ochenta, cuando aún se llamaban Gente del Sur, hasta que llegado el 2012 se les ocurrió lo último que debería hacer cualquier grupo de veteranos venidos a menos: sacar un intento de canción del verano.

El problema no es tanto el Auto-Tune metido a lo bestia, el videoclip más casero que profesional o la letra más bien floja, aunque naturalmente todo eso suma puntos. Lo que condenó a esta canción antes incluso de salir publicada es el hecho de que unos señores de cierta edad se metan a crear una canción del verano, coto reservado a nuevas promesas juveniles, a estrellas consagradas con discográfica grande detrás y, por supuesto, a Georgie Dann QEPD. Los otros singles que aparecieron por aquella época, con los terribles títulos Qué chachi y Un beso muy happy, fueron en la misma onda y tampoco alcanzaron el éxito deseado. Pero no es justo ser excesivamente negativos ni crueles con la etapa posterior de Los Sobraos. Pese a que su carrera fue una rutilante estrella fugaz (como la de casi todos los músicos, en realidad) en sus escasos dos primeros años de actividad sacaron sendos discos redondos (Rumbamola y Sobraos) que llevaron el concepto de versión rumbera a cotas nunca antes vistas, y por ello se merecen respeto y admiración y, por supuesto, la medalla de oro de este humilde recuento. Si todavía les queda cordura, repasen las demás versiones de su primera época, no se arrepentirán.

Y tan sobraos…

Y con esto terminamos este TOP 14 de versiones rumberas. ¿Sigue alguien pensando que la rumba no es capaz de adaptarlo absolutamente TODO? Un análisis breve de los resultados les indicará que los noventa fueron la época dorada de las versiones rumberas, con algunas dignas precursoras. Eso, o que quien les escribe ya es un señor de cierta edad y no conoce otras cosas más recientes, que también puede ser. Lo que está claro es que la rumba es todo un mundo muy vivo que no se agota. La fórmula implantada en la Península con la mezcla de mambo y rock and roll que inventó Peret se transformó en la rumba-disco de Rumba 3 o Las Grecas, la narcorrumba de Los Calis o el flamenco-pop de Ketama para pasar a convertirse en la tecnorrumba de Camela y su legión de imitadores, la fusión inabarcable de Ojos de Brujo, el rollo canallita ma non troppo de Estopa o la rumba-ska de La Pegatina. Más recientemente, hasta un madrileño antipático y sin talento se ha reinventado con gran éxito gracias a ella, pasando de príncipe del trap a rey de la música cañí y logrando por el camino que otros compongan y canten por él. Si eso no es un estilo agradecido, que baje Don Pedro Pubill y lo vea.

Con más de seis décadas de historia a sus espaldas, la rumba sigue adelante con exponentes más contemporáneos y algo menos obvios. Sin ser un grupo de versiones ni tampoco una parodia, una formación como Ladilla Rusa (catalana, cómo no) ha pasado hace muy poco de cultivar sin mucho esmero el tontipop y el electroclash a encarnar una forma moderna de entender la rumba en la que no hay atisbo de burla y sí verdadero HAMOR por la música de verbena, la gente de extrarradio y sus historias, y el espíritu festivo y alegre que siempre han animado este estilo musical. Con su último disco (Costumbrismo Mágico), este dúo de éxito creciente ha entendido a la perfección que la rumba es lo que mejor nos conecta con nuestra esencia cañí, el estilo que aúna autenticidad y diversión como ningún otro y refleja nuestra manera de entender la música. Quede este listado como prueba irrefutable de que, en EsP-P-Paña, la rumba ha sido y es la medida de todas las cosas a efectos musicales, y eso es algo muy hermoso que merece ser conocido y preservado, aun a costa de perder la salud mental.

Artículo dedicado a Don M. Vandelay, veteranísimo lector de ente vloj y redescubridor para quien suscribe de los números 1 y 2 de esta lista, allá por el lejano verano de 2007.

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