Una vez más me ha ocurrido, con esto de pensar en artículos para Vicisitud y Sordidez, que hay conceptos o historias que pienso que todo el mundo conoce, pero que luego en el día a día me veo repitiendo más que una cena de Taco Bell. Esos momentos en los que empiezas a hablar con mucho cuidado de algo que crees obvio con un triple pánico:
a) Que ya lo has contado y amablemente la gente hace como que es la primera vez que lo escuchan, con lo cual empiezas a ser consciente de que estás un paso más cerca de tu abuelo. En mi caso, me di cuenta de eso en 2005 aproximadamente. Soy viejo prematuro: ¿qué esperábais de un fan de Mark Knopfler que el último vinilo que ha comprado es el nuevo del bajista de Dire Straits?
b) Que nunca lo has contado y estás quedando como un chulo dando lecciones a todo el mundo relatando batallitas mientras tus amigos o compañeros de trabajo quieren, como es normal, hablar del nuevo vídeo de una estrella de cine follando (porque todos nos sorprendemos que los famosos follen mucho, algo que absolutamente nadie podría esperarse)
Por ejemplo, me ocurre muy a menudo cuando invoco el concepto del ‘Principio Peter’, sobre todo estando en el trabajo. Tal expresión de sociología viene a decir que en una jerarquía la gente suele ser ascendida a su puesto de máxima incompetencia. Alguien trabaja bien, le promocionan para un puesto nuevo. Si es competente en ese puesto y se baja a fumar con las personas adecuadas aunque él no fume, le promocionan al siguiente hasta que llega al punto en el que es completamente inútil y ahí es donde se queda, poniendo herramientas en la rueda de la empresa mientras intenta controlar a la vez los esfínteres. Ese es el motivo por el que muchos de vuestros jefes no tienen absolutamente ni idea del trabajo que hacéis. No es por vosotros: es que directamente no entienden vuestras tareas.
Naturalmente, el Principio Peter se modera por otros dos mucho más sutiles: el Principio Borjamari, que estipula que si eres pijo, entras ya de jefe en algo en lo que eres ya de base incompetente y el Principio Catulo, el de los explertos en besar el culo. Obviamente los dos últimos me los he inventado, pero sabéis que tengo razón. Peter, Borjamari y Catulo suelen tener en común además el también conocidísimo y muy citado por mí Efecto Dunning-Kruger, consistente en que, cuanto menos sabe de algo una persona, más tiende a sobreestimar sus capacidades en ello. Como todo Mariah’s Pop en música, pero haciendo un poquito de más daño a la sociedad si estás en el Congreso de los Diputados o en una empresa importante. Y, encima, con vestidos que no parecen cortinas, lo cual está mal: dame antes la moda MEYALAYER que un tipo con traje y corbata.
El cisma de Flos Mariae es lo peor que le ha pasado al cristianismo desde que había tres papas y los tres eran incluso más idiotas y corruptos que el actual patriarca de la Iglesia Ortodoxa.
Yo tengo una anécdota con un efecto Borjamari mezclado con un bonito Dunning Freddy Kruger con cierta persona que, invocando su máster carísimo y su puestazo, me dijo con una condescendencia sólo reservada a un cryptobro hablando de NFTs, que cierta cosa no iba a ocurrir. Yo estaba en desacuerdo basándome en mis años de experiencia y en los dos masters que tengo aquí colgados. Averiguad a) quién tuvo razón al final sobre el futuro del audiovisual y b) quién está siendo a propósito muuuuuy vago y no da datos acerca de la conversación porque dicha persona, por supuesto, fue Peterprincipeada y ahora es un grandísimo jefe.
Menos mal que ya nadie lee blogs.
Pero este artículo no iba de todo esto. Lo que yo quería contaros es mi experiencia en cómo se toman las decisiones en una empresa. Sólo que, como buen abuelo que soy, cuando empiezo a desbarrar soy como Carlos Sainz intentando arrancar el cerebro. Creo que ya lo he conseguido, así que ahí vamos:
En todas las empresas se identifican problemas menores que los soldados de asalto se dedican a resolver todos los días, menos si eres Prime Video y tienes desde hace meses esta ficha en “Masters del Universo”:

Pero a menudo surgen problemas que requieren autorización de las altas esferas. Algo de lo que alguien de las tropas de asalto se da cuenta y piensa que necesita ser revisado. Entonces se pone en marcha lo que a mí me gusta llamar “La Maquinaria del Patontos”. El proceso es sorprendentemente sencillo de explicar porque su objetivo es convertir cualquier tema a tratar en un episodio de Barrio Sésamo. Pero en Power Point. Siempre en Power Point. La cosa va así:
1.- Hay algo que hacer. Sea un problema que se detecta, un cambio importante o que tomar una decisión que implica soltar pasta. Da igual. Lo relevante es que el currito sabe lo que está pasando y se lo cuenta a su jefe intermedio, el cual le pide que se lo resuma en un informe. La pobre hormiga empieza a explicar el asunto y, poco a poco, se da cuenta de que, como el sexo oral, nada es tan simple como parece, así que va expandiendo su informe con todas las posibles ramificaciones y problemas puedan surgir. Vamos, dos páginas sobre que un asalto a La Estrella de la Muerte puede hacer que todo haga pum.
2.- El jefe intermedio lo lee y piensa: “Esto no lo va a entender mi jefe”, así que pide al Tropa de Asalto que piense que el que lo va a leer tiene como máximo nivel de atención el del público medio de Dora la Exploradora, dado que los que están más arriba no tienen demasiada idea de cómo funcionan las cosas en la Estrella de la Muerte. Así que lo deja en una hoja, quitando implicaciones esenciales. Digamos que lo de que las torretas se mueven más lentas que los X-Wings y están operadas por Pentium Celeron tampoco es tan esencial.
3.- El jefe del departamento recibe la hoja y se lo pasa a su secretario. Obviamente, esto hay que tratarlo en un Comité, que es una palabra que siempre me ha parecido que va a implicar que el jefe de la KGB va a mandar a Siberia a alguien. Así que, como es una reunión importante, le dice al ayudante que lo meta en un, por supuesto, Power Point. Pero así, resumidito. Una o dos diapositivas a lo sumo con un dibujo muy bonito del esquema de defensa Estrella de la Muerte y, lo más importante, que haya muchos colores.
4.- El Power Point llega a la secretaría del gran jefe de la empresa que tiene que preparar el orden del día. Pero el capo tiene dos comidas, cuatro llamadas para hablar un 10% de curro y un 90% sobre la jornada de liga, ha de sacar al perro e ir al gimnasio, así que crea otro Power point en el que las primigenias dos páginas se han resumido ahora en media diapositiva con la frase “Vamos a morir todos” y un gif de una explosión súper chula.
Llegada la gran reunión, el gran jefe mira lo que piden y no entiende mucho.
Lo sopesa durante un minuto y toma la decisión.
Por supuesto, según lo que ha leído esa mañana, lo que le ha contado su cuñado que ha visto en twitter o lo que le ha dicho su pareja cuando usa el servicio que preste la empresa. Por ejemplo, “Aquí lo que hace falta son más torretas de las gordas, que visten mucho”.
Porque es un hecho comprobado por varios estudios sociológicos que las decisiones de los CEOS (Cretinos Empresarios Oligofrénicos Siesos) que ganan un 500% más que tú de sueldo no se diferencian demasiado del azar. Vamos, que podrían poner a un mono al frente de las grandes empresas con dos teclas gigantes que pongan SI o NO y el resultado sería el mismo. La mayoría de las decisiones se hacen por intuición y no con datos, amén de las parcialidades de cada cual que contaminan el dictámen final. A esos niveles no se requiere la rapidez de, por ejemplo, pensar si pasar la pelota o disparar a puerta. Nuestro cerebro ha de ser muy veloz ante situaciones que requieran una respuesta inminente: “¿Me follo a la rubia, a la que tiene pisha, a la pelirroja o a la de las tetas bonicas?” Sí.
Sin embargo, para lo demás hacen falta datos, y estas estructuras basadas en cultos a la personalidad de quien hizo un Master del Universo en una universidad del Opus o que ha sabido codearse con la gente adecuada y pisar a quien hay que pisar se alimentan de reuniones rápidas en las que se aprueban decenas de cosas sin consultar al soldado de asalto que miró un día los mapas y vio que la salida de aire que llevaba al reactor era el prolapso de aquiles de toda la estructura. Pero qué sabrá él, que trabaja (con suerte) dentro del convenio…
Sí, sé que todo esto parece una perorata de alguien quemado en su trabajo. Ante tal acusación, sólo puedo decir una cosa:
La pelirroja. Me quedo con la pelirroja.