14 Tácticas lamentables que hacíamos para ligar

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Hace unos días, Pedro Vallín habló de ente bloj. Vallín, aunque quizá él no lo sepa, es una de las pocas personas que realmente admiro en twitter y en el periodismo en general (por fistro, por freak que aprovecha cualquier excusa para hablar de cine y por decir las cosas con una certeza que hace que El Roto parezca un niño de primaria – principalemente porque las metáforas de El Roto SIEMPRE me han parecido de un niño de primaria). Concretamente dijo que somos “Los manuscritos del Mar Muerto del humor erudito digital.” Lo de ‘erudito’ me llegó al alma y puedo entender por dónde va: artículos de arquitectura o sobre el vvvvino son los puntales de esta anciana web y de los que nos sentimos más orgullosos.

En la foto, Paco Fox celebrando su 47 cumpleaños esta semana.

Así que, con esa infusión de ánimos y ego, he decidido escribir un artículo idiota sobre un tema idiota. Porque tengo Covid (ya casi desaparecido) y mi cerebro no da para más esta mañana de domingo. Y por “Esta mañana de domingo” quiero decir “Desde que empezaron a salirme pelos en las orejas y en el hombro”, el momento en el que todo hombre se plantea colgar las botas en lo que se refiere a aportar algo de valor a la sociedad y, lo que es más importante, al acto de la prespitación. Así que también es el momento de recordar las cosas más vergonzosas que se hacían antes de las redes sociales para intentar sacar de paseo al Excalibur. Bueno, tampoco nos pasemos. Dejémoslo en Dardo y, seamos sinceros, con 15 años estás tan salido que aunque brillara en la oscuridad ante la presencia de orcos, tú la ibas a intentar meter igual. Que la exquisitez vino luego. Básicamente cuando ya no tenías tantas ganas. O sea, si hoy es 2022, pues… a ver…

2021. Inicios de 2021.

1.- La nota anónima

Como alguien que leía la Dragonlance y tenía gafas con cordones como Sophia Petrillo, en lo de los amores de instituto era muy tímido. Sé que os sorprenderá, dado que se vende por ahí una camiseta mía enseñando culo, pero tenía muy poca confianza en mí mismo a la hora de poder interesar a las chicas. Vamos, como el 99% de los chavales de esa edad que no fueran buenos deportistas y para los que la palabra ‘potro’ tenía un sentido más de tortura medieval que de medallas olímpicas.

Así que a lo máximo que me podía atrever era a dejarle al objeto de mi afecto una nota declarando mi amor. Que juro que era muy romántico y tal, aunque luego estuviera haciéndome más pajas que el Mono Paco. ¿Qué pretendía con semejante gesto? ¿Que la pobre mujer dijera dos más dos igual al Sophía Petrillo ese bajito, pecoso y freak por inspiración divina? Pues claro. Que yo sé lo que es una tirada de percepción y seguro que así es como las mujeres notan las señales de los hombres que están por ella.

¿No? ¿En serio que no?

2.- El poema

La nota anónima podía ponerse mucho más vicisitúdica si iba acompañado de un poema amateur destinado a levantar los humores románticos de la otra persona gracias a la sin duda esplendorosa prosa derivada de haber leído dos poemas de Neruda y, lo que es peor, tres de Bécquer. Que también os digo que Neruda (un señor que abandonó a su hija con hidrocefalia y que quizá por ello ganó el no me invento su existencia Premio Stalin de la Paz) y Bécquer (un tío cuya fama de romanticón se creó como truco editorial después de muerto para sacar jugo a su obra no publicada) no son los mejores modelos para ponerse a escribir versos. Yo siempre he sido más de esos terribles poetas oscurantistas que te lees tres veces una línea y no entiendes un carajo de a qué se refiere el texto. Pero no estamos hablando de mí.

Bueno, sí. Que alguna vez dejé por ahí un poema oculto para una chica. Como no soy un cutre, era mío y no plagiado. Como soy un lamentable, ella lo atribuyó a un amigo mío, con el que salió durante unos meses. LA BIDA.

3.- Ir al cine a la peli equivocada

En una época en la que no se podía quedar en el propio hogar, la cumbre del intentar ligar era invitar al cine a una persona. Me dicen que hoy en día “Quedar para ver una película” en casa de otra persona es código para “Quedar para que te pongas babero y comas coño hasta que se te quede la barba como si la hubieras restregado en linimento”, pero yo soy de esas personas que ha quedado a ver una peli con una chica y, atención, HEMOS VISTO LA PELI.

Porque soy muy aficionado al cine y, a la hora de elegir cinta para esos menesteres, yo soy de primero pensar en el largometraje en sí y luego en la posha.

Lo cual me lleva a la primera vez que le pedí a una chica salir “a ver una peli”. La peli elegida fue, por supuesto, “Corazón Salvaje”.

¡Dame tu fuerza, Nic Cage!

Que digo yo que podría haber pillado “Pretty Woman”, pero es que soy subnormal y quería ver la nueva de David Lynch, que andaba yo muy subidito con la Etapa de Culturetismo Cinéfilo Adolescente (ECCA) y el riego me al cerebro me fallaba alarmantemente. Obviamente, la pobre chica, consternada, salió huyendo a su casa temiendo mucho por su vida y la salud mental de alguien que ve ese tipo de cosas.

4.- Leer o ver la serie de mierda que le gusta

La otra opción audiovisual era empaparte de cualquier cosa que le gustara a la persona en cuestión. Con suerte, era una serie que te gustaba a ti tambNO. Sé que a muchos os tocó leer TODO Harry Potter, pero por edad a mí me tocó tragarme media temporada de “Melrose Place”. Al menos era en la que salía Traci Lords. Dato que no tardé ni un día en comentarle a la chica. Quizá otro motivo por el que me dejó un mes después, dado que en aquella época todas las mujeres parecían del ala dura de las Irenemonteritas y decían que no veían porno y que eso era de pervertidos.

Pero, como digo, al menos era un culebrón entretenido. No quiero ni pensar lo que debe ser leerte entera “Crepúsculo”. Sólo por eso doy gracias a dios por haber sido adolescente en la época gloriosa de Telecinco, en la que nadie leía porque todo el mundo estaba viendo al Padre Apeles y alquilando mierda en los videoclubes. Y con “estaba” quiero decir “estábamos”. Que anda que no era mejor Apeles que su equivalente sin gracia de hoy en día, el ignominioso Marhuenda.

Aunque un ‘Todos contra Marhuenda con los tarados de hoy rollo Quique Peinado, Íker Jiménez, o María Patiño LO VERÍA.

5.- La casete

Pero en esto de sacrificarse para impresionar a la otra persona había un pozo más complicado todavía: la música. Porque con esa edad puedes verte cualquier peli o leerte cualquier libro, pero el tema pop-rock se lleva como una seña de identidad más importante que la kipá para un judío, la pulserita de la bandera para un voxero o los calcetines en el paquete para Bertín Osborne. La música, al menos hace tiempo, era lo que nos definía a los adolescentes. Uno que no estuviera en una tribu urbana musical era como un político del PP sin sobre marrón o Eduardo Inda sin patillas y con ética: simplemente no computa. Tenía amigos heavies, amigos pijos, amigos depeches (más intensitos) e inclusos los viejos adelantados a su tiempo en cuanto a demencia senil precoz que escuchábamos a Dire Straits.

Así que hacías una casete para una “amiga especial” y ésta te hacía otra con sus cosas. Gracias a ello, hoy me conozco los mejores temas de los tres primeros discos de Extreme como si Nuno me hubiera parido. Yo, como, recordémoslo, soy idiota, grababa a cambio cosas con Erasure y Pet Shop Boys.

Mucha gente se creía en el instituto que era gay en el armario.

Mucha gente se cree HOY EN DÍA en mi curro que soy gay en el armario.

No culpo ni a los unos ni a los otros.

Con todo, el grabar cintas de casete para objetos de amor, incluso de amor de amistad, me sigue pareciendo una de las cosas más bonitas que se pueden hacer y sigo compartiendo con peña listas de Spotify para el horror de muchas personas que no quieren escuchar 20 minutos de Nightwish hablando sobre la teoría de la evolución y el sentido de la vida.

6.- El mechero

Entramos en la subcategoría de muchos llaman “hacerse el duro” y yo denomino “el denisuco”. En esos tiempos o eras denisuco o eras un pringao. Imaginad a qué grupo pertenecía el montante principal de lectores de esta web. Así que muchos de los aquí reunidos intentaron en más de una ocasión hacerse los especiales. Sea citando a los Smiths, sea llevando gabardina en un fútil intento de molar (y el hecho de usar la palabra ‘fútil’ ya me coloca justo en el grupo de personas fans de Star Trek: TNG, lo cual sabemos que acaba solo en casa haciéndose una paja con la doctora Crusher) o sea… llevando un mechero siempre en el bolsillo aunque no fumaras. Así tenías posibilidad de hablar con esa chica que te pedía fuego. Qué queréis que os diga: me parece mucho más digno que la gente que se va a fumar con los jefes aunque ellos no consuman tabaco sólo para pelotear. Que de eso iba el artículo realmente interesante que iba a escribir hoy pero, joder, ando con los mismos problemas de conexión neuronal que Inda delante de un puzle de 100 piezas.

7.- Comprar porros o setas

El paso más allá de llevar el mechero era ofrecerte a comprarles tú una película porno en un kiosko. Pero eso sólo servía para a) ligar con un chico gay o b) que la chica pidiera una orden de alejamiento contra ti. Así que el verdadero siguiente salto mecheril era ofrecerte ir a comprar drojas blandas para chicas a las que les daba palo. Bonus track de lamentabilidad si el porro luego pasaba por todas y tú ni lo probabas porque te aterran las drogas. No que a mí me haya pasado. Nooo. Nooooooooooooooooo…

Nunca lo olvidaré. Y mi psicóloga, a la que so lo he contado tres veces ya, tampoco.

8.- Vestirse como el famoso que le gusta a la otra persona

Esto, en tiempos anteriores a la popularización del cosplay, era de nota. Y en tiempos en los que los famosos iban peinados como los de A Flock of Seagulls, de matrícula de honor.

Las gaviotas hacían nidos ahí.

Más fácil era en la época de los Gen-X, que como grupo mutante suena genial, pero como generación es un poco más lamentable. Si ella era de Nirvana, sólo tenías que teñirte de rubio, no lavarte y descubrir que lo que en las revistas parece muy bonito, en un tío bajito y poco atractivo es repugnante. Con suerte podría ser fan Take That y eso permitía simular ser Robbie Williams, que ya venía feo de serie, y eso implicaba llevar camisetas vaporosas que dejaran entrever ninguno de tus ausentes músculos. Porque recordad: si erais deportistas, todo esto no se aplicaba porque ya teníais medio trabajo hecho para ligar y sólo os poníais en ridículo de otra manera…

9.- Meterse en el club de deporte que estaba ella o él para impresionar o invitarle a que te vea jugar.

Que os costaba dinero y no impresionabais a nadie si erais Daniel Retuerta, medías 1’64 y ella era del club de baloncesto de Parla. Mucho más triste era haber visto «Karate Kid» e ingresar en la Cobra Kai de Hacendado de tu barrio a llegar a cinturón marrón y luego cansarte porque te acababas yendo a estudiar la carrera fuera. Pero al menos conseguías tener un poco de tema de conversación e igual el objeto de tu afecto, si estaba en el mismo club, te metía alguna patada en los huevos. Que no seré yo el que condene esas aberraciones sexuales.

10.- Ir a clases de baile

Dentro del terreno de ‘apuntarse a cosas’, hay una tan patética que ni yo intenté: ir a clases de baile. Pero no cualquier baile. Que aquí no hablamos de practicar foxtrot en los salones del cónsul de Gibraltar. Ni siquiera de Sevillanas, que es lo más práctico porque, y lo he repetido una y mil veces, en La Segunda es el momento en el que más cobras se han hecho de la historia de la humanidad.

Hablo de clases de salsa o, como decía mi antiguo amigo que hizo eso para intentar ligar, “el chocodedo”. Ente onvre era tan malo en esto de las relaciones con otras mujeres que acabó viajando a África a ver si se traía una novia. Pero ese colonialismo lamentable es otra historia mucho más oscura para un post del 31 de octubre. Antes de su momento Tintín, él intentó prespitar aprendiendo todos los pasos de salsa de la historia. Naturalmente, siendo freak y fan del rock sinfónico, tenía cinco piés y uno de ellos era cojo, así que tampoco le funcionó mucho. Pero al menos da tema de conversación, que al final es de lo que se trata la mayoría de estas técnicas lamentables que usa gente que no quiere ni debe acercarse a otra persona y decirle “¿Sabes que el Moving Pictures de Rush es buen disco a pesar de que se alejan ligeramente del prog?”.

Y hablando de música:

11.- Tocar la guitarra

Y digo ‘guitarra’ porque era lo que estaba más de moda entonces. Por precio y por molonidad. Ahora probablemente sea usar un estudio de sonido virtual, agregar un high hat sugestivo y un puto ladrido de perro (cómo odio ese anuncio de spotify…). El gran enemigo de la diversión. El agujero negro de la felicidad. El Freddy Krueger de tus sueños: el tipo que se llevaba la guitarra a reuniones de amigos o excursiones. Yo lo odiaba, pero sé que en el fondo era otro acto lamentable de intentar ligar. Que se convertía en doblemente ridículo cuando pillaba a la otra persona en privado y le hacía una versión de una canción existente (cuatro acordes a ser posible sin cejilla, por favor) y le ponía tu nombre. Imagináos el horror de que un tío con la pinta de Ferdy la Hormiga te pille a solas y te cante ‘Rosanna’ de Toto, pero diciendo “Meet you all the way, Eleeena, Eleeeena”.

Al menos el de Toto llevaba BIGOTÓN

Algún primigenio se levantó de su sueño eterno en ese momento. Y por ‘primigenio’ me refiero a la vulva de alguna chica que se le metió para adentro aterrorizada para no volver a despertar en varias semanas.

12.- Hacerte amigo de su mejor amiga

Sabemos que la sociedad actual se mueve por dos motores: la mercadotecnia y el robo de datos para usarlos en mercadotecnia. Ergo no había táctica mejor que intentar venderte como producto de consumo de alta calidad a los allegados de tu objeto de deseo, sea su mejor amigue / carabina / vampiro emocional / homsexual secretamente enamorade (sí: he usado dos indefinidos de ‘e’ por un solo motivo: no me gustan, pero sí que disfruto que toque los cojones el que los utilice)

La táctica podría salir mal, porque tampoco sabías si el allegado iba a ser un cotilla. Igual era suficientemente decente para callarse que las mil ochocientas veces que le has dejado caer que quieres liarte con su hermana / amiga con frases tan sutiles como “Por favor, Paloma, quiero follarme a tu hermana fuerte y tres veces en una noche”. ¡Cuidado! Hay gente que no pilla indirectas.

13.- Fingir que os conocéis

Si no había amigos comunes porque era tu ‘crush’ del sitio por el que salíais, ella no fumaba, tú no llevabas mechero y no te apuntaste a clases de baile para impresionarla cual Tony Manero, quedaba el recurso de hacer como Ángel Codón con Ernesto Alterio (true story) y fingir que os conocéis de algo. Pero eso es el vellocino de oro de las tácticas lamentables de la adolescencia pre-redes sociales. Era algo al alcance de muy pocos. De los McLovins de la pandilla, de los Howards del grupo. Los que tenían más confianza en sí mismos que atractivo. Vamos, los que yo quería ser.

Eso sí: jamás habría usado esa técnica por un motivo. No es que me parezca fea éticamente: es que desde siempre he tenido la cabeza tan ida que es altamente posible que sí que conociera a la chica y que se me hubiera olvidado. Been there, done that. Recordadlo la próxima vez que os salude con cara OBVIAMENTE confundida en un evento público como un TdC o una CutreCon. Soy MUY despistado.

14.- “Me gusta una amiga”

He dejado para el final la técnica más patética porque al fin y al cabo este bloj va sobre vergüenza ajena.

Aquí estamos hablando de técnicas de adolescentes pre-redes sociales. No de los libros de ligoteo. No de los negas, el maltrato psicológico ni mierdas de esas con lo que se ganaban la vida hace una década gente que ahora se ha arruinado con las criptomonedas. Se trata de cuando éramos muy lerdos y creíamos que intentar pasar por cultos u ofrecerte a recargarle el saldo del móvil o comprar siempre tú los martinis para el botellón (sí, he sido), según el año del que hablemos, eran el camino verdadero hasta el orgasmo o, como mínimo, segunda base. Que a mí con primera base me habría valido. Aunque fumara. Soy fácil de contentar…

Pues el momento más bajo y más desesperado era sin duda cuando te hacías amigo de la otra persona y le contabas hipotéticamente cómo andabas colado por alguien. Dejando miguillas de pan para que diera con el resultado que para ti era obvio. La otra persona, sin embargo, veía dichas miguillas y sólo pensaba que luego había que barrer y, al mismo tiempo, pensaba que tenía que presentarse a alguien a ver si se te quitaba toda la tontería y dejabas de darle la tabarra con tus neuras. Tú esperabas tener la fuerza suficiente para decir las inmortales palabras:

“La amiga… eres tú”.

Pero eso no ocurría porque si hubieras tenido los cojones lo habrías dicho desde el principio, así que quedabas como en el sketch de los Monty Python dando codazos y guiñando delante de una persona que, sinceramente, quería estar en otro lugar. Concretamente persiguiendo a quien sí que le ponía, que te aseguro que no eras tú. Porque las relaciones personales en la juventud para los nerdos eran muy complicadas y rara vez iba a gustarte alguien que te correspondiera. Pero con el tiempo, eso se arregló y al final todos conseguimos milagrosamente algún triunfo. Espero. Que yo sólo deseo que todos folléis mucho y seáis felices, dejando atrás las épocas más complicadas pre-tinder, pre-grinder y pre-mensajes directos en intagram. Eran tiempos oscuros, pero mirad el lado positivo:

Al menos nadie te mandaba fotopollas.

Pero mirad el lado negativo:

Nadie te mandaba fototetas (Le cancelan)

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