Padecer ataques de ansiedad y depresión no es tan divertido como parece: a veces te puede dar uno en plena fiesta con amigos y que devenga en un incontrolable ataque de gases que te obligue a exiliarte al balcón donde están los fumadores. Pros: sólo había un fumador. Más pros: era de porros. Menos pro: eran demasiado flojos como para calmarme el ataque, así que me tuve que marchar a casa a peerme a gusto. Moraleja: cárgate más los porros porque quién sabe si le estás haciendo un posible favor a un amigo fumador pasivo.
Pero aquí voy a intentar dar un poco de diversión a un conjunto de problemas que sufro desde hace un tiempo por un motivo claro: me da para hacer chistes de olor. Y eso es algo que, como los ataques de ansiedad o la depresión matinal, simplemente no puedo resistir que ocurra. Me atraen como insecto a la luz o como mosca a la caca.
Dos párrafos, dos de olor. Es como el arranque de la nueva de Bond con dos secuencias de acción pre créditos. Aprovechemos esta comparación para reflexionar sobre las cosas buenas de la vida que hacen que, cuando piensas que no vale la pena levantarse de la cama y que el mundo es un lugar horrible, te des cuenta de que tu cerebro te confunde más que la noche a Dinio. Aprovechemos, repito, para rendir pleitesía a…

Pongamos que esta foto ha sido la secuencia de créditos con canción triste de la Billie «Cantoasmática» Ellish. Ahora toca la verdadera introducción a la trama película:
Sufro de ataques bestiales de ansiedad desde hace años y de depresión desde hace no sé cuánto exactamente, porque esta enfermedad tiene un inicio más complicado de determinar que el día exacto en el que el PSOE se convirtió en un partido neoliberal. Eso me complica la vida por varios motivos. El principal es que con los ataques de ansiedad me han convertido en la versión “perro del meme” de Hulk: no es que me cabree puntualmente y me transforme en una masa poderosa, sino que de un tiempo a esta parte SIEMPRE estoy con cierto grado de nervios. La pena es que en lo que me convierto no es en un superhéroe verde, sino en una una Masa bajita que respira raro, lo cual no hace bonito en reuniones sociales, pero es muy práctico para encontrar cosas que se te han perdido bajo el sofá cuando te caes al suelo en el salón porque el ataque y el peso de la BIDA son demasiado fuertes. Lo malo es que normalmente dichos objetos perdidos son dos pelusas, un postit con la lista de la compra y cuatro granos de krispies.

Sí: desayuno krispies porque la infantilización de la sociedad no es coto exclusivo de millenials. Que los gen X también tenemos síndrome de querer habernos quedado en la infancia. Arturo Pérez Reverte me miraría con desprecio. Pero bueno: Arturo es un tipo que dice que el nuevo Bond es una mierda porque está enamorado, así que me puede comer mis románticos huevos.
Dicho esto, Don Arturo es un señor que huele muy bien y que es por lo general bastante digno de respeto. Esto lo digo porque es una de las peores cosas que se pueden comentar públicamente de cara a poder follar con cierto sector femenino de la población. No es que quiera ser otra vez el Héroe del No Follarás en la Vida ™, sino que con esto de la depresión se suele tener la libido como si en tu cerebro en lugar de un mono tocando los platillos hubiera en bucle un gif de Juan Manuel de Prada haciendo pole dancing.
Ahora os he jodido el día a vosotros también. De nada.
De hecho, esto es relevante porque en mi última visita virtual a la psiquiatra, ésta me dijo que tenía que volver a los antidepresivos, algo que me negué a tomar durante un tiempo por cabezota y porque me daban, claro que sí, gases. Dios mío: creo que en esta vida TODO me da gases. Estoy seguro de que soy el causante de un 1% del efecto invernadero, sólo por debajo de la ganadería extensiva y del uso de laca por parte de las señoras de sesenta que van a misa en el Barrio de Salamanca. O en Salamanca así en general. El caso es que la doctora me dijo: “Es que por tus síntomas estoy entre unas pastillas que te estimulan mucho la libido y otras que te pueden dar náuseas y cefaleas”. “Por dios, señora: ELIJO LIBIDO. Déjeme al menos disfrutar de las pajas”, gritó mi cerebro en un arranque de desesperación..
Tras un segundo que pareció más largo que toda la parte de la acampada del desierto del tercer acto de Dune, por fin preguntó: “¿Tú tienes muchas relaciones ahora?” “Pues no, muchas no”. “Pues entonces la de las cefaleas”.
Qué simpática, graciosa y cabrona es mi psiquiatra. Que, a pesar de esta última putada, le tengo mucho cariño, porque a la tercera vez que me vio me dijo la frase inmortal:
“Paco, a ti lo único que te pasa es que eres muy sensible”.

Y básicamente todo se reduce a eso: que me afectan tanto los contratiempos, el rechazo, que me abronquen y cosas más leves como el vacío existencial, que vivo en constante estado, bien de sollozar como Alan Moore cuando vio la peli de “La liga de los onvres extraordinarios”, bien nervios extremos como cuando ligas, vas a casa de la otra persona, te da un apretón y al soltar carga te das cuenta de que no hay papel higiénico.
Los efectos secundarios incluyen, además de agravamiento de mi colon irritable, dolores de espalda por tener mis escasos músculos en tensión, dificultad para afrontar el día, cierta hipocondría y entrar en los directos de «Elige Tu Propia Aventura» del Twitch de Juan Pérez faltando a todo el mundo. Sorprendentemente, con lo de soltar vapor (metafóricamente, que ya está bien de hablar de pedos) intento contenerme y no suelo ser borde aunque a menudo tenga las mismas ganas de socializar que Syd Barret con una buena colección de lsd. No porque sea huraño, sino porque la depresión te lleva a pensar que eres un estorbo para tus amigos y una muy mala presencia en sus vidas. Lo cual es ligeramente falso: ni siquiera yo soy peor presencia en la existencia de una persona que Telecinco ni soy más dañino que 20 minutos de ‘First Dates’. Así que pongo barreras para saber vivir en sociedad. Casi nunca pierdo los nervios aunque por dentro esté a punto del cierre de todos los sistemas como Elena de Borbón intentando procesar la lectura de “El Capital” de Marx. Por eso agradezco a la versión fuerte de diazepam el autocontrol que me otorga, dado que en los últimos años mis estados nerviosos o depresivos se han canalizado hacia el sarcasmo. De hecho, mi jefe hace poco alabó mi labor como trabajador y mi dedicación al curro pero me pidió por favor que moderara en las reuniones mis tendencias al humor hiriente. Pobre hombre: es un santo varón (y no lo digo por pelotear, dado que no lee mis cosas, al contrario que el todavía súper jefe de Movistar+, que sí me pilló una vez comentando su mote en un artículo de aquí y hasta se lo tomó bien). Pero el quid de la cuestión es el siguiente:
Las drojas son buenas. ¿Pa’ qué buscar drojas ilegales teniendo las de la farmacia, que son más baratas? Me ayudan a poder seguir viviendo normalmente y trabajando. Porque muchos me han dicho que me pille una baja, pero a mí me gusta mi curro demasiado y no me apetece. Que hoy he pillado para emisión «The Mouse that Roared» y he visto una peli en la que unos carniceros se dedican a matar a activistas veganos de los jartibles.

Eso no quita que luego ir al psicólogo para complementar el asunto también sea bueno. Por ejemplo, mi psicóloga me ha enseñado a decir que no sin sentirme mal, lo cual se puede comprobar en que puedo llevar la contraria a allegados, en que he devuelto nesteas cuando no te avisan que son de los sin azúcar en los bares y en que a veces he rechazado hacer cosas en mi canal de YouTube que no me apetecían, si bien sigo siendo incapaz de decir que no a cualquier podcast al que me invitan. Soy la meretriz de la podcastfera. And proud of it.
También me ha enseñado que debo dejar de explicar mis problemas mentales exclusivamente con ejemplos cinematográficos, porque la pobre mujer es una persona normal que no tiene por qué pillar las cinco referencias por minuto que hago. Aunque sí que había visto “Qué pasa con Bob”, esa obra maestra olvidada de Frank Oz (¡FrankOz, FrankOz, FrankOz!), lo cual ayudó mucho en una sesión para que entendiera lo que quería decir y para que me citara otra vez para un seguimiento de mis progresos, lo cual a ella le reporta pingües beneficios económicos y a mí dos discos menos que comprar para hacer frente al gasto. Porque yo mido mi salud económica en número de CDs o LPs: Un viaje extra en tren equivale a un disco barato de La Metralleta y dejar tirado en un banco del parque 20 euros equivale a haberme comprado este finde el nuevo de Yes.

Y sí: sé que este post es caótico y puede parecer insensible porque no me tomo en serio una enfermedad grave. Pero pensar que la gente con estos problemas han de ir siempre cabizbajos es como los que se escandalizan cuando un pobre se compra un pastel o se descojona con un chiste. La diferencia es que a mí me gusta ser el que hace el chiste. Aunque sea malo. Da cierta infusión de serotontita (la serotonina de los que nos reímos con chistes espantosos) que viene bien en estos días que poco a poco se van haciendo más cortos como un jersey blanco en esa colada de agua caliente en el que además salió rosa porque te dejaste los calzones de año nuevo que nadie llegó a ver.
Yo tengo unos de esos con cascabeles, pero ese es otro tema. Otro aterrador tema.
Así que ahora voy a hacer una lista de las cinco mejores cosas que tiene la depresión y la ansiedad crónica:
1.- Una puta mierda. No tiene nada bueno. Que yo esto me lo tomo a broma, pero tampoco voy a mentir: es un coñazo. Que ya sé hay enfermedades peores, pero estar todo el día pensando que eres una carga para los demás y que sólo merece la pena seguir adelante por ver qué hace Russell T. Davis con Doctor Who no es algo que le deseo a demasiadas personas. Que a alguna sí, claro. Ya sabéis lo que dijo Gasset: Los imbéciles son siempre imbéciles.
Pero vamos, que si me estrujo las meninges, puedo sacar un par de aspectos positivos y posiblemente un derrame cerebral. Empecemos de nuevo:
1.- El primero sería que realmente si lo saben tus amigos puedes librarte de todo tipo de evento social que te da un poco por culo sin ser un malqueda.
2.- Se adelgaza. Dado que en mi caso lo psicosomático me afecta con pérdida de apetito y alternancia de perfects con acabar con la existencia de toallitas húmedas del Carrefour, he perdido parte de la barriga ganada en pandemia.
3.- Como estás más emocional, las pelis tristes y las canciones te afectan más, así que te puedes convertir en lo que siempre quisiste ser: el emo pesado de clase que daba por culo con ser intenso mientras que tú no atraías a ninguna mujer porque sólo sabías hablar de cine, Mike Oldfield y la Dragonlance. Sé que me ha llegado tarde, pero ahora que se acerca el frío puedo intentar vestirme de negro y teñirme el pelo como un cuervo para parecer Sandman, quedando en una versión aterradora de un señor mayor con crisis de mediana edad que se compra una harley. Pero quién sabe: igual puedo atraer a señoras que pasaron parte de la adolescencia escuchando a HIM y suspirando por un tipo que sólo se lavaba el pelo una vez cada tres semanas.
4.- (Dios… me quedan dos todavía… a ver qué se me ocurre) Los momentos de estar contento son más preciados. Como decía la canción, “La luz del sol en Otoño, aunque pase muy pronto, es más dulce y querida que la luz del sol de Junio” (en inglés rima). Así que cuando me lo paso bien, es jloria. Que luego el bajón sea más jodido ya tal. Pero las risas cuando te encuentras por casualidad con Wally Week y te habla de las peculiaridades de su familia son mayores que en un estado normal.
5.- (Venga, Paca, tú puedes llegar a 5, que es el que tiene rima) En esta sociedad en la que a muchos nos han enseñado a no llorar, cuanto te da esta enfermedad lo primero que te enseñan es a que te desahogues y que llores como si estuvieras viendo ‘Million Dollar Baby’. Es como los eructos: mejor fuera que dentro. Yo antes era una roca para esto. Ahora soy una roca que a veces pone ojitos de anime. Que no es que haya superado en un año aquello de lo que cantaban The Cure, pero al menos puedo sollozar patéticamente mientras nadie me ve y me abrazo a mi muñeco de Bone al que juro que no he tocado en lugares inapropiados.
Y ya está. Tampoco se me ocurre nada más. Pero quería escribir esto porque los psicólogos te ponen a menudo este tipo de ejercicios de redactar lo que se te pasa por la mente. De hecho, la mía me lo puso una vez sobre un problema sentimental que tuve y la pobre mujer se echó un par de risas delante mía.
“¿Es que eres incapaz de escribir sin decir tonterías?”

No le faltaba razón. Pero me dio pena no poder colocar dicho texto en el blog por aquello de ser muy personal (sí: el que reconoce una enfermedad mental y vende camisetas con su culo tiene cosas que considera muy personales que son mucho más vicisitúdicas de lo que podáis imaginar), por lo que he decidido compartir este vómito de palabras sin orden, concierto ni saber vivir en democracia. Pero también es verdad que al empezar a escribir me acordé de un chaval que se acercó a mí en Sevilla cuando pusimos “Conan: El Kárbaro” en TdC en Vivo antes de que el mundo nos volviera a todos turulatos (qué bonita palabra). El tipo no vino a hablarme de TdC, CineBasura ni, increíblemente, de que tuviera la bragueta abierta, sino a agradecerme de que comentara mi ansiedad y mis problemas mentales con naturalidad y haciendo chistes en los podcasts en los que participo. Me dijo que él había estado deprimido y que esa actitud le había ayudado.
Y qué queréis que os diga: la vida será una cosa que no tiene sentido. Un camino que muchos buscan llenar con tonterías como ser fanáticos de religiones, fútbol, tribus urbanas (ya sabéis: cuidado con los emos ahora que se va a estrenar Sandman en Nerdflix), causas sociales, Nolan o, peor todavía, Arkano. Pero ayudar y hacer feliz a la gente es lo que a mí me da un poco de alegría y ganas de levantarme de la cama más allá de que suelo hacer pipí en cuanto me despierto básicamente porque mearme encima no es una opción práctica. Dar entretenimiento y el chocolate negro 70%. Y comprar discos mientras que estoy en los directos. Sí: creo que ese es el top 3.
Y, por supuesto, el cariño de los amigos y los amigos que no conozco, que sois muchos y me llenáis de buenos detalles y agasajos. Porque:
6.- Si tienes suerte, tienes gente que está para ti en estos momentos. Y eso hace que imaginarse a Juan Manuel de Prada haciendo pole dancing valga la pena.
