Hellzapoppin’: La película más adelantada a su tiempo de la historia

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El clímax de Hellzapoppin’, titulada en España ‘Loquilandia’, presenta a los dos protagonistas intentando sabotear una representación de un espectáculo de variedades para que sea un fracaso. Algo así como ‘Los Productores’, pero, en lugar de defraudar dinero, el objetivo final es separar a una pareja de enamorados. A lo largo de media hora se lanzan animales al público, un tío se sube en una farola en medio del escenario para leer tranquilo, el violonchelista usa una sierra, a la cantante le explota una dinamita y sale volando, un pato de mentira sobrevuela la audiencia y pone huevos que caen con paracaídas, los dos protagonistas se vuelven invisibles de cintura para arriba uno y para abajo otro, simulando ser una persona para salir luego cabalgando cerdos mientras que alguien coloca en el escenario a un oso subido a un árbol que grita “¡Has fallado, necesitas gafas!” a un detective que le dispara. A continuación, naturalmente, un par de perros dicen “¡Anda tú! ¡Un oso hablando!”.

Esa es la parte narrativamente normal y coherente de la película.

Porque muchas veces a la hora de hablar de cine se suelta el ranciofact ese de ‘Fulano es un director adelantado a su tiempo”. Pocas veces es verdad, sobre todo si lo dice Paco Fox sobre Sergio Leone en un vídeo interminable de hora y cuarto de su excesivamente serio canal de YouTube en el que al menos no habla de sí mismo en tercera persona como en este artículo. Generalmente la frase se refiere a gente que es innovadora en su tiempo en algunos aspectos y fueron muy influyentes para los que vinieron justo a continuación, los cuales acabaron copiándoles. No es el caso aquí. De lo que estoy hablando es de una película que, sí: bebía un poco de los primeros cortos de animación de Looney Tunes y TerryToons, así como del camino marcado por los hermanos Marx, pero que en su conjunto se dedica a hacer cosas que no volverían al cine hasta Mel Brooks, los ZAZ e incluso Deadpool. Joder: hay una escena que casi se podría decir que inventa el videoclip.

Una peli de 1941. Hecha en plena era del clasicismo de estudios y bajo el yugo del código Hays. Código que se folla alegremente haciendo chistes como este diálogo entre un conde y la protagonista:

Conde: ¿Podemos ir a algún lugar a hablar?
La chica: ¡Increíble! ¡Por fin! ¡Alguien que quiere hablar antes!

La prota, Martha Raye, a la que se conocía como LA BOCAZA. Me pregunto por qué…

Pero no sólo se salta una censura que, recordemos, no permitía ni sacar a un matrimonio durmiendo en la misma cama. Para rematar el desafío a la autoridad, saca un cartel gigante de CENSURADO cada vez que alguien va a decir “Es una puta” mientras que el proyeccionista grita que la oficina Hays no lo permitiría.

Porque el proyeccionista de la película que estamos viendo, interpretado por uno de los Three Stooges, es un personaje de la trama. Y sí: esta reseña es muy caótica. Casi más que aquella que hice de la peli de terror que rodó un millonario hasta arriba de éxtasis durante una década. Pero es que ‘Hellzapoppin’ es la película más loca de todo el Hollywood clásico y casi del Hollywood moderno. Hace que “Sopa de Ganso” sea coherente y pausada. Va más follada de chorradas por minuto que ‘Sillas de montar caliente’ y es más metalingüistica que “El último gran héroe”. Hacía tiempo que sabía de su existencia, pero anoche por fin me puse a verla. Y casi lloro de emoción al ver que algunos conceptos que yo creía muy ocurrentes de los momentos más meta de ‘CineBasura: La Peli” ya estaban en unos tiempos en los que las mujeres llevaban corsé, los ancianos llevaban pololos, los gangsters llevaban trajes de rayas y los curas llevaban corsé.

La película se pone tan desaforadamente consciente de ser una película que usa mi recurso favorito: insultarse a sí misma. En un momento determinado, uno de los protagonistas regaña a un señor que irrumpe en el plató:“¡Que estamos haciendo una película!”, a lo cual el hombre responde: “Eso es opinable”. A continuación, un operador de cámara se pega un tiro con tal de no aguantar hasta el final del rodaje (otro momento que pasó por encima de la censura). Y yo que me creía ingenioso por poner una canción de créditos que decía que la peli era “Una tomadura de pelo / reclamad todos vuestro dinero”…

Sabes a lo que vienes.

Pero pongamos un poco de orden. ¿Qué cojones es esta cumbre del cine sórdido?

Olsen & Johnson era un grupo cómico de vodevil que se hicieron famosos por ser los más locos y los que más improvisaban en medio del caos. Sí: en la época de los Marx, ellos eran los de la comedia absurda. Como los propios Marx, Abbot & Costello (que empezaron un poco más tarde) o los olvidados Wheeler & Woolsey (que llegaron a filmar una comedia a lo ‘Sopa de Ganso’ escrita por Joseph L. Mankiewicz), acabaron dando el salto al cine con la llegada del sonoro, algo que compaginaron con la puesta en escena en 1938 del musical ‘Hellzapopping” en Broadway. El espectáculo era algo así como LO QUE SE NOS OCURRA VALE, y ninguna representación era idéntica. El fluir de la escena era constantemente interrumpido, se hablaba con el público, se colocaban ganchos en la audiencia para armarla e incluso máquinas para dar calambre en el culete años antes de que William Castle usara el mismo gimmick para su peli ‘The Tingler’. Las bases de todo el jaleo era que el público no supiera qué iba pasar, la improvisación y la interacción de todos los elementos. Lo de trama ya tal, porque aquello, por lo que se cuenta, abría con un sketch en el que aparecía Hitler vestido de judío y Mussolini con la cara negra de betún al estilo de Ruíz GallardQUIZIR, Al Johnson.

¿Cómo pasar algo así al cine? Pues lo dice la propia película durante sus extenuantes primeros 30 minutos, probablemente el arranque más rápido y absurdo de la historia del cine hasta que llegó ‘Crank’ de The Stath. Esto es Hollywood, así que se mete como sea una historia de amor. Como lo que hizo Thalberg con los Hermanos Marx, pero bien: la trama romántica no tiene puto sentido y, si se ponen los enamorados a cantar, interrumpen el número para decirle a un tal Stinky del público que se tiene que ir del cine porque le esperan en casa.

Esta maratoniana apertura comienza con un proyeccionista quejándose por tener que ser actor en la misma película que está proyectando. Con su poder, manda a unas coristas al infierno estilo Looney Tunes, al que llegan Olsen y Johnson en taxi interpretándose a sí mismos. De alguna manera consiguen que el taxi explote, pero le piden al proyeccionista que rebobine para ver cómo ha sido. Lo hace y esta vez el taxi se convierte en un caballo. Con un tres en raya en los cuartos traseros, porque si os habíais creído que por ser época de mocasines a dos colores las drojas no estaban extendidas en el choubisnes, estáis equivocados. El jockey es lanzado por los aires y un segundo después un señor se acerca a terminar el tres en raya haciendo un chiste sobre trastorno obsesivo compulsivo.

Yo creo que Buñuel y Terry Gilliam lloraron de emoción si vieron esta peli. Que también se adelanta a los Monty Python, claro.

Resulta que están rodando la adaptación del espectáculo Hellzapopping, pero cambiada “Porque Hollywood lo cambia todo”. De hecho, el realizador les lleva a ver en una foto de la localización principal. Se sientan de espaldas y se convierte en la peli en sí. Los protagonistas empiezan a doblar a los personajes haciendo chistes. 47 Años antes de Mystery Science Theater 3000.

Innovando en televisión cuatro décadas después de Hellzapoppin’

Y es que la única manera de adaptar un show de participación del público es romper tanto la cuarta pared que la dejan como el muro de Berlín en 1989. La grandeza de Olsen & Johnson fue dar el paso de ‘El espectáculo se mezcla con la audicencia’ a ‘La película se mezcla con sí misma’. John Byrne aplaudiría.

Se trata, por lo tanto, de reírse de absolutamente todas las convenciones técnicas del cine. En otra escena, quizá la más famosa, el proyeccionista está dándole golpes al proyector, de tal manera que la película se atasca por entre dos fotogramas. Un actor queda por encima del plano y otro por debajo. Y se dedican a hablar entre los dos fotogramas. Todavía hoy veo chistes en Facebook de cómics que usan este mismo recurso.

Esto no es una foto mal cortada. Es un fotograma de la peli.

La poca trama que hay (esa cosa romántica que decía el director que había que meter en toda peli de Hollywood) está salpimentada por números musicales como en el espectáculo original. Pero aquí no hay que aguantar los números de Harpo tocando el harpa, esos momentos rompe ritmo que te jodían cuando veías «Una Noche en la Ópera» de pequeño pero simulabas que te gustaban para que tu madre no pensara que eras un gañán. Por el contrario, en «Hellzapoppin'» ninguno es normal al 100% (con la excepción de un número de baile de Lindy Hop que es tan frenético y espectacular que fluye perfectamente con el ritmo de la peli) Casi siempre hay algo fuera de lugar, aunque mi favorito es aquel en el que la prota, Martha Raye (que se come con su presencia en pantalla a los propios creadores que son, paradójicamente, los menos carismáticos de su propia creación), canta un tema sobre echar fotos y, cada vez que dice ‘¡Quieto!’ se corta a un plano de alguien en un trampolín y se congela la imágen del señor en el aire. El número continúa alternando planos de Martha cantando con gente saltando a lo loco a la piscina, quedando una sensación de que, más que un número musical de la época en la que rara vez se abandonaba al cantante o los bailarines, estamos viendo el videoclip de ‘Twisting By The Pool’ de Dire Straits.

Una vez más, más de 40 años antes.

La mayoría de los chascarrillos han envejecido (hay uno incluso sobre Ciudadano Kane) y hay chistes muy malos incluso para la época. Pero muy muy malos. Algunos nivel FORSALE. Pero van todos tan rápidos, tan inesperados y tan necesitados de tirada de cordura que da igual. El que sean espantosos forma parte de la diversión y estoy convencido de que lo sabían Y LES DABA IGUAL. Meter chistoides es un método más de locura. Incluso en la versión teatral se reseñaba en la época que entraba cualquier chascarrillo mierder sin control de calidad. La clave es ver de qué forma van a romper todas las normas de una comedia clásica a continuación en un pandemonio metalingüístico que dejaría a Charlie Kaufman pensado que a lo mejor debería dedicarse a escribir una de Transformers porque ya está todo hecho.

Tal orgía de locura hizo que las críticas fueran pobres, claro. El New York Times vino a decir que la peli era desagradable (no) y ruidosa (¡por supuesto!), para a continuación listar un puñado de chorradas de “de tercera categoría” que aparecen en la peli. Pero es justamente leer dicha enumeración de idioteces lo que dan ganas de ver la peli. Al menos para gente muy tarada.

Vamos, para mí.

La cinta sí que fue bien en taquilla, e incluso tuvo una secuela titulada “Crazy House” en la que los protagonistas intentan buscar un inversor para hacer una secuela y quizá hacer que el meta-nómetro explotara. Dicen que no es tan interesante, aunque no he podido localizarla. Sea como fuere, en un año que parece escrito por un mono borracho con un odio especial hacia la humanidad, «Hellzapoppin'» es la película perfecta. Verla es tener la misma sensación de levantarse cada día en 2020. Que, después de ver a un cantante diciendo que los gobiernos nos quieren meter un chip 5G el mismo día en el que una plaga de mosquitos mortales asola Sevilla mientras tengo miedo de salir a la calle para no acabar en la UCI, si mi pelo cobra vida y le dice al retrete que le ha salido un Paco en los cojones, yo lo vería ya hasta normal.

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