Cine sórdido: Instinto Fálico es la jloria bendita

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Aquí Paco Fox: Me encanta cuando regresan a V&S colaboradores que no se pasaban por aquí desde hace milenios. En este caso, Cris Puertas, cuyo anterior artículo es de 2016. Como este fin de semana vamos a hablar en Tiempo de Culto sobre el muy venerado aquí Paul VERJUVEN, se ha animado a escribir esta oda a una de sus pelis más sórdi… bueno. TODAS son sórdidas. Pero aquí hay vellos púbic… bueno, como en todas las demás. Que vale: que es una peli que nos gusta y ya. 

Os dejo con Cris Puertas e ‘Instinto Básico’:

Un guión de tres millones de dólares. Un director europeo, talentoso y perverso. Perverso no en el sentido de mirar al infinito y soltar una carcajada mientras su capa negra ondea al viento. Perverso en el sentido de guarrete.

De esos que ven a alguien comiendo un plátano y sonríen.

De esos.

Asi es Paul Verhoeven, que ya nos había regalado otras muestras del bello subgénero del cine sesuarl como son Delicias Holandesas, Delicias Turcas y esa jojoya que es Los Señores del Acero. Lo dicho. Cine sesuarl. Que lo ves y te queda el cuerpo por dentro como la cabeza de Alien.

Pero volvamos al tema, que me disperso.

Pues resulta que Verhoeven ya había hecho por las américas Robocop y Desafío Total. Y tenía ganas de una película con un poco más de mandanga. Una en la que hubiera algo de arroz con bugre. Además, el amigo Paul es un gran fan de Alfred Hitchcock. E intuyo que también de su apellido.

¿Sabéis que una vez le pregunté al asistente de google por la biografía de hitchcock y entendió HugeCock? Yo estaba en el trabajo. Dando clase de teatro a adolescentes. Fue precioso.

Bien, pues resulta que el guión de Joe Eszterhas tiene tantas similitudes con hitchcock como yo con Massiel cada vez que estoy en un bar a las 4 de la mañana. Es decir: muchísimas.

Verhoeven acepta el trabajo. Apenas reescribe algo del guión. Sugiere una toma con una erección frontal de Nick Currant (Michael Douglas) que los americanos rechazan al ritmo de «eso lo ruedas en tu puta casa, europeo bohemio de mierda». Sugiere también una escena lésbica, pero al final no se hace. Con los años admite que hubiera sido un pegote, con perdón de la expresión. Lo cual me recuerda a «Crash» (la buena, la que no tiene Oscars, la de Cronenberg) y el momento lésbico aquel de Holly Hunter que ni era una escenaca, ni aportaba nada a la trama, ni ná de ná. Pero da igual. Crash seguiría molando aunque doblara todas las voces Dani Martín. Nada puede hundirla.

También se rodó una escena entre la discoteca y el primer fornicio entre Nick y Catherine en la que los dos estaban en el baño y se desnudaban el uno al otro, por sugerencia de Michael Douglas, que no es tonto y tiene pelazo. Pero por temas de ritmo, y teniendo en cuenta que durante ese polvo, durante ese gran manual de buenos modales en el coito, queda bastante bien explicada la relación entre los dos, la escena salió del montaje final.

Algo parecido pasó con otra escena en la playa, en la que Nick Hablaba con Catherine sobre cómo ella pagó dinero por el expediente de él.
Verhoeven la cortó por reiterativa. Pensaba, quizá, que a los americanos no hacía falta explicarles las cosas dos veces, hombre ya. Aún quedaban años para Starship Troopers, claro.

Y ya está. El resto del guión se mantuvo tal cual. Salvo por las escenas de sexo, que en el libreto original estaban desdibujadas y que Verhoeven se preocupó de crear un storyboard muy detallado, para que Douglas, Tripplehorne y Stone tuvieran muy clara siempre la coreografía a seguir. Por eso las escenas de sexo aportan tanta información sobre los personajes y parecen tan salvajes. Porque están muy trabajadas.

Cuenta la leyenda que la toma que se usó en la película de la cópula-rompe-fondos-de-armario entre Douglas y Trippllehorne es de uno de los ensayos en el set. Pero no sé si es cierto, como ese rumor que dice que Georgie Dann es un reputado músico de Jazz bajo pseudónimo. Me lo imagino quitándose la peluca gritando «are you rushing or are you dragging».

También hay un rumor que dice que Georgie Dann no lleva peluca. Eso me sorprende aún más. Brujería.

También cuenta la leyenda que Sharon Stone lo pasó fatal y se desmayó varias veces cuando le clavaba el picahielos al rockero en la primera escena. Que necesitó a su mejor amiga dándole la mano desde debajo de la cama. Imaginaos el cuadro. A mí esto me suena al furgón del Dioni, pero qué sabré yo.

Eso sí, toda esta caótica introducción (con perdón de la expresión) me lleva por fin al núcleo de este artículo. ¿Los chistes sexuales? También.
Pero me refiero a otro núcleo: Catherine Trammel. That Character.

A priori quizá tengamos a la Trammel como una mujer fatal en nuestro recuerdo de ex adolescentes onanistas. Lo de ex va sólo por lo de adolescentes, panda de pajeros irrredentos (entre los que obviamente me incluyo, claro). Pero no, amigos, no: Trammel es un personaje que va mucho más allá. Como la carrera de Hedi Lamarr. (Hago mención a Hedi para hacerle la pelota a Paco. Que lo sepáis.)

Vale, vamos a buscar tres o cuatro precedentes de la Trammel, así a ojo.

En la tragedia griega tenemos unos cuantos. Las Electras o las Clitemnestras pueden tener puntos en común con el concepto noir de las femmes fatales, pero la psicología de estos personajes se mueve por temas relacionados con la venganza. Y no quiero yo que este artículo sea más largo que la corbata de Tommy Lee.

¿Qué? He dicho la corbata.

Pasemos a Shakespeare. Las respuestas siempre están en Shakespeare. Predice el futuro. Es como el oráculo. O como Demolition Man.
En cuanto a personajes femeninos ambiciosos, que saben controlar una situación compleja con sus palabras y sus estrategias, quizá Lady Macbeth sea el más obvio. Pero cuidado con ver a Lady Macbeth con esa tendencia española de imaginarla con una capa hecha de piel de cachorritos y risa maléfica. Como Glenn Close en 101 dálmatas. O mejor aún: como el señor burns.

Mocasines saltarines con la piel de dos mastines

Se puede tratar el personaje de Lady Macbeth como una loba ambiciosa que utiliza a su marido para ser reina. Pero, honestamente, yo veo a una señora enamoradísima de su marido que cree que él será feliz en lo más alto. De hecho, puede que sea el matrimonio más enamorado, y la pareja más unida de todo Shakespeare. Aunque sean unos asesinos sanguinarios, como OJ.

Aprovecho para recomendar el MacBeth de Polanski, por si alguien no lo había visto aún. Y en un ejercicio de contención sin precedentes, no voy a hacer ningún chiste sobre Polanski.

Más ejemplos.

Voy a ir directamente a Barbara Stanwick en Perdición, porque es una de las más icónicas y aúna muy bien todos los tópicos de este tipo de personajes: mujer inteligente, fría, calculadora, con una gran capacidad de análisis sobre el comportamiento humano. Manipula a los que están a su alrededor utilizando el deseo que sienten hacia ella, porque está tan potente que es mirarla y ya nadie hace pie. Su estilo es impecable y sus movimientos son precisos. Escoge cada gesto y cada palabra. Y básicamente se dedica a seducir a un pobre señorín que no ha visto semejante oportunidad de puntuar en su vida. ¿Por qué lo seduce? ¿Por ganas de bañar a la nutria? ¿De sacarle el veneno a la cobra? No. Lo hace para que el señorín en cuestión mate al marido de ella y así tener más perres que el que inventó la fregona.
En los ochentis esto tuvo su revival con películas como «Fuego en el cuerpo». Hay más sexo, más desnudos, más escenas explícitas. Menos moños y más bigotes. Más ochentis.

Y así llegamos a Catherine Trammel. Catherine Trammel parece una mujer fatal. Tal vez porque es una villana, y porque utiliza la seducción como medio de manipulación de su entorno. Hasta ahí, bien. Pero a partir de ahí, el personaje alcanza unas cotas de swag que van mucho más allá.

Ella no utiliza el sexo para conseguir ser rica. Ella ya tiene dinero. Le gusta follar. Y le gusta follar bien.

Y esta (nada) sutil diferencia, lleva el personaje de Trammel a otra dimensión. No utiliza el sexo como vehículo para que alguien mate por ella. Utiliza el sexo como vehículo para correrse. Y para escribir novelas de esas chungas que escribe ella.  A ver, yo la AMO, pero la muchacha no tiene pinta de ser Mary Shelley. Las cosas como son.

Por lo demás, Instinto Fálico me sigue pareciendo gloria bendita.

Todo Verhoeven me sigue pareciendo gloria bendita.

Y Catherine Trammel… Ay. Catherine Trammel.

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