Aquí Paco Fox: Seguimos de vacaciones, pero gracias a feck que tenemos colaboradores que nos sacan las castañas del fuego (sé que el origen de la expresión es una fábula de La Fontaine, pero no puedo dejar de pensar en que lo mismo tiene que ver con el estado hirviente de mis pelotas en el calor del poniente de El Campo de Gibraltar y que meterlas en la playa de Tarifa es lo que me las rescata). Este artículo, además, bate un récord del bloj: la primera vez que me contactó su autor, Belisaurio, para ofrecérnoslo fue en, atención, 2013. Hoy por fin ve la luz. Ente onvre lleva, por lo tanto, siendo lector desde tiempos remotos, y hoy debuta con un artículo que demuestra sus dos pasiones: la copromelomanía y la lingüística. De ahí que se haya ido a descubrir las delicias de la música de mierda a Finlandia, un país con un idioma que sería visto como rarete por un klingon nacido en Bilbao. Os dejo con BELISAURIO (fan sin duda de CARLOSAURIO):
Finlandia es un país geográfica, cultural y psicológicamente lejano al nuestro que, pese a habernos dado grandes glorias musicales de resonancia internacional como Lordi, Teräsbetoni o Steve ‘N’ Seagulls, continúa siendo relativamente desconocido en comparación con sus vecinos más ricos, musicalmente exitosos y futbolísticamente competentes, los suecos, con quienes los finlandeses mantienen una relación de odio-envidia bastante similar a la que nosotros alimentamos con nuestros vecinos de allende los Pirineos (esos que revenden con su etiqueta nuestro vino y nos tiran la fruta). Pero esta pequeña gran nación con una población que no supera a la de la Comunidad de Madrid y un sistema educativo del que todos hablan (sin preguntarse nunca por cómo se financia y organiza) tiene muchos tesoros musicales que aguardan a quien tenga suficiente curiosidad y escasos temores y reparos. Para ilustrar hasta qué punto esto es cierto, les presento a una de las personalidades más auténticas y fascinantes de la música popular finlandesa: el sin par Frederik.

Ilkka Juhani Sysimetsä supo desde el principio que no iba a llegar muy lejos con su nombre real, por lo que optó por un seudónimo de resonancias germánicas y, por supuesto, schlagerianas, que pudiera granjearle el aprecio del público y fuera un poco más fácil de recordar. Para que puedan hacerse una idea preliminar, podríamos decir que se trata del David Hasselhoff finlandés, no solamente por el relativo parecido físico, sino porque en ambos casos, sus mayores éxitos suelen ser versiones, más o menos logradas. Sin embargo, a diferencia del americano, Frederik no ha dejado de lado su carrera musical en ningún momento, y en sus 50 años de actividad siempre ha sabido estar a la altura de su tiempo, impregnándose de los estilos imperantes y añadiendo su propio granito de arena sórdida, como pronto podrán comprobar. A lo largo de su carrera Frederik ha conseguido 5 discos de oro, 3 de diamante y 1 de platino. Esto es, que, a pesar de que todo lo que viene a continuación lo haga difícil de creer, vender, vende. Y es una celebridad casposa en su país: en 2013 presentó un reality sobre su propia vida en Gran Canaria, que se emitió en el canal privado con más audiencia de Finlandia (MTV3). Podría haber sido en Magaluf para extra nivel de sordidez, pero no se puede tener todo. O sí:

Frederik, o «Reetu» para los amigos (porque los finlandeses son así de especialitos para sacar diminutivos), empezó a cantar a principios de los años 70, adoptando una imagen de cantante machote al estilo Tom Jones, algo que al parecer funcionaba muy bien por aquella época. Uno de sus primeros éxitos fue una versión de la archiconocida Kung-Fu Fighting, que Frederik berreaba en ese idioma misterioso e impenetrable que es el finés, haciendo gala de una voz poderosa que lo asemejaba al chorro vocal del Tigre de Gales, lo que hace que esta canción resulte mucho más gozosa que la original de Carl Douglas.
Pero no sería hasta finales de la década cuando nuestro artista saltó al estrellato, al tener el acierto de versionar en finés a uno de los grupos más jrandes que ha dado alemania: Dschingis Khan. Algunos no sabréis de lo que estoy hablando, lo cual indica que vuestras vidas eran más tristes y en menos de un párrafo van a mejorar substancialmente. Eran una especie de refrito gloriosamente colorido de los globalmente famosos Boney M que se formó para participar en Eurovisión (tirada de +3 de personalidad) y consiguió un éxito mundial con la jrandérrima Moskau. (Dato absurdo mientras escucháis la canción: uno de los miembros del grupo, Mandoki, acabó teniendo una carrera casi prog con colaboraciones con Ian Anderson y Phil Collins porque la sordidez se atrae).
La grandeza de Frederik estribó en que en lugar de limitarse a la vulgaridad de hacer un cover del grupo más famoso del año, decidió hacer… ¡dos! Ahí quedan Tsingis Khan (Dschingis Khan) y Sheikki Ali Hassan (Hadschi Halef Omar) como prueba de que la música disco excesiva y casposa de los muniqueses fue capaz de conmover el gélido corazoncito de los finlandeses.

Entrados los ochenta Frederik, como todo artista emergente que se preciara, intentó colarse también en el Festival de Eurovisión (+3 de carisma también), presentando una canción para la preselección del año 1981. Por desgracia no logró hacerse con el puesto, pero eso no empaña la grandeza del tema compuesto para la ocasión, una de las obras más famosas de su carrera: Titanic.
No solamente la música suena a clon acelerado de sus mentores Dschingis Khan, también la letra tiene su chicha, ya que desarrolla una metáfora de cómo alguien que se sentía poderoso e invencible como el Titanic se topa con una mujer que es como un iceberg, precipitándose al fondo del mar por su culpa. No sabemos si fue lo crudo del símil o los gorgoritos forzados que constituyen la base de su estilo vocal lo que hizo que quedara fuera, pero el caso es que en su lugar Finlandia mandó un lamentable reggae que quedó en la parte baja de la tabla, con una actuación en la que lo único destacable es el solo de acordeón ejecutado (1:25) por el ilustre Pedro (sic) Hietanen, el clon boreal de nuestro José María Íñigo en su mejor época bigotónica.
Descontento con el resultado de su primer éxito original, Reetu consumió el resto de la década sin excesiva pena ni gloria hasta que, llegados los noventa, decidió regresar como hijo pródigo al mundo de los covers que le vio nacer, tratando de hallar lo mejor de la década anterior para plasmarlo en su propio estilo. ¿Se imaginan qué fue? ¿Michael Jackson? ¿Prince? ¿Madonna? Por Dios, qué vulgaridad. Frederik sólo merecía lo mejor, de ahí que se volviera hacia… ¡Village People! Y consciente de su responsabilidad, esta vez no repitió la jugada ya vista de hacer dos versiones de un mismo grupo, sino que, en un mismo año, perpetró… ¡tres! Y no de las más discretas, sino de los pesos pesados, las joyas de la corona.
Así, en su disco de 1991, bautizado como Killeri (que no necesita traducción), In the Navy se convirtió en Nakurantaan (literalmente, «¡A la playa nudista!»), con un rollito Locomía totalmente pegadizo, YMCA se transformó en Miesstrippari («Stripper masculino») y, en una chispa de genialidad, Frederik fusionó I Was Made for Loving You de Kiss con el Macho Man villagepeoplense, sin transición alguna entre ambas, en una obra cumbre de cuatro minutos de duración, Eero Eeros (algo así como “Amador el amoroso”), aderezada con el emergente sonido protobakalao. Escuchar ese temón y su mezcla imposible de estilos es una experiencia indescriptible que recomiendo a todos aquellos que hayan dejado atrás toda esperanza.
Tras más de tres décadas en la música y llegado al nuevo milenio, nuestro titán nórdico empezó a perder el poco filtro que había tenido hasta entonces y se dedicó a grabar todavía más versiones y canciones propias descaradamente chunda-chunda, en un estilo que el propio art-tita definió como “junttidisko” o “disco paleto” para un disco de 2002 titulado Pelimies (que significa tanto “el jugador” como “el mujeriego”, sutilezas del finés). En este álbum, Frederik rizó el rizo versionando una canción de 1980 llamada Volga, de un tal Juhamatti, que a su vez era el cover finlandés del famosísimo Moskau que hace unos párrafos os ha convertido en mejores personas (versionado en nuestro país por un desganado Iván), añadiéndole, además de su poderosa voz, un moderno barniz disco/dance y, lo más importante, un “hu-ha, hu-ha” coreado constantemente, que a partir de entonces pasaría a ser la marca de la casa, aunque ya había aparecido con frecuencia en grabaciones anteriores, sin duda por la influencia de los ritmillos de sus sempiternos y nunca suficientemente elogiados guías espirituales, Dschingis Khan.
https://www.youtube.com/watch?v=VXiOdXU0Ezk
Con esto, nuestro Reetu se quitó una espinita que llevaba clavada desde hacía veinte años: ¡grabar un tercer cover de Dschingis Khan!
Dato: Creo firmemente que esto último es una de las mejores cosas que se podrían decir jamás de cualquier músico.
Por otra parte, además de a su manifiesta obsesión por las trilogías, Frederik hizo también honor a la milenaria tradición finlandesa (generalmente ajena a su propia carrera pero que aquí resurge en todo su esplendor) de convertir cancioncitas alegres en tonadillas sombrías, tornando la exótica y rusófila Moskau en la trágica historia de Iván y Katiusha, una joven pareja que huye de los hombres del zar cabalgando a lo largo del Volga para intentar alcanzar el Caspio y ser libres. Como en la mayoría de historias finlandesas, el desenlace no es precisamente feliz, y al final «la sangre se mezcló con las aguas del río». Una vez se conoce un poco la cultura finlandesa, la elevada tasa de suicidios deja de ser un enigma.

Tras marcarse esta movida versión, que aún sigue resonando por los numerosos karaokes de su país, Frederik estaba listo para nuevos desafíos. En 2004 apareció un nuevo single, que posteriormente se incluiría en su disco Äijäenergiaa (que significa algo así como «El viejete aún mete caña»; no olvidemos que pese a seguir hecho un figurín, Frederik ya había cumplido los 60), con el título de Idi Amin. ¿Idi Amin? Sí, amighos, Frederik le dedicó una canción al infame dictador ugandés que, con un ritmo animado, evoca su faceta de hombre terrorífico, así como su manía antropófaga. Probablemente una de las cumbres de la vicisitud en la música finlandesa.

Llegado 2007, parecía que Frederik ya no podría sorprendernos más. Y sin embargo lo consiguió, aunque no de forma estrictamente musical. En las elecciones municipales de ese año, se presentó como candidato por Helsinki del partido de los populistas Perussuomalaiset o “Auténticos Finlandeses”, aunque por desgracia no resultó elegido. Lo curioso es que en las elecciones previas, en 2003, había figurado en las listas del Partido Liberal. Preguntado en 2007 por aquella aparente contradicción, Frederik contestó impasible y campechano: «Es muy sencillo, ya no me siento tan liberal» (insert standing ovation). Ese mismo año, el impenitente versionador colmó la única laguna que le restaba. ¿Qué podría ser? ¿Bruce Springsteen? ¿Bob Dylan? ¿Pete Seeger? ¡No, por Dios! Es evidente: una versión en finés del Rasputin de Boney M.
En línea con su más reciente opción política, en 2012 se involucró, junto con otros dinosaurios de la canción finlandesa como Danny o Tapani Kansa, en una iniciativa de la Sociedad Bíblica Finlandesa denominada Aito joulu (“Navidades Auténticas”), consistente en intentar llevar a los jóvenes de hoy el amor por el cristianismo a través de la música. Tengo mis reservas acerca del éxito del proyecto, no sé si más por la dificultad de recristianizar a la refalfiada mocedad finlandesa o por el hecho de que los encargados de hacerlo sean un puñado de setentones carrozas. Para que no se diga que nuestro Reetu no es un ciudadano implicado con la sociedad, dos años más tarde grabó una canción, un tanto aburrida, para intentar convencer a los cazadores de su país de que disparen a los alces flojos y esmirriados en lugar de a los más grandes y lustrosos, porque así es como se conserva mejor la raza (chúpate esa, Pacma). Probablemente lo mejor del vídeo sea la miradita de “te follo cuando quiera y lo sabes” que el artista le dedica a la entrevistadora al principio del todo. Entremedias, nuestro héroe tuvo tiempo de participar en la edición de 2013 del Gran Hermano Vip finlandés, porque el compromiso no está reñido con la sordidez más pedestre.
A pesar de su provecta edad, Frederik es un artista que ha envejecido bien (físicamente al menos), sin parar nunca de crear y actuar. Sería un error imperdonable olvidar mencionar que, como buen cantante internacional, tiene una versión propia del Porompompero, de factura ochentera.
Más recientemente, se marcó otro cover maravillosamente eurodance del Dragostea din Tei, escucha indispensable para todo fan de las versiones sórdidas. Pero mucho mejor que todo esto es un jit que sacó en 2011 titulado Ladyboy. Esta maravillosa canción trata de un suceso aparentemente habitual en la vida de los finlandeses que viajan a Tailandia: conocer a una chica de buen ver, llevársela al hotel y descubrir allí que la muchacha dispone de una característica corporal con la que no se había contado (para los malpensados: la nuez). Para completarlo, Frederik grabó un vídeo espectacular, con delicioso estribillo en inglés, travestismo burdo y fondos con croma a la altura de lo más granado del tito Hasselhoff.
Poco después de esta época fue cuando quien escribe estas líneas, que in illo tempore (2013) habitaba en Helsinki, tuvo el privilegio de asistir a un concierto de Frederik & Dynamite (su conjunto), en la sala de fiestas de un hotel encopetado, un marco perfecto para la ocasión. El espectáculo estaba organizado en dos pases, a la manera de las fiestas de pueblo ibéricas, con una primera parte en la que los músicos interpretaban versiones por su cuenta y una segunda en la que el cantante nos deleitó con sus mejores temas, que invariablemente comenzaban por un “hu-ha, hu-ha” con el que la sala se volvía loca. Pero probablemente lo mejor del recital fue cuando una señora que no conseguía ocultar su edad avanzada, a pesar de la minifalda que llevaba puesta, se acercó al escenario durante una pausa para pasarle un papelito en el que figuraba, suponemos, su número de teléfono y/o de habitación, ante lo cual el artista reaccionó con una expresión de agotamiento mal disimulado, equivalente a un “otra vez lo mismo de siempre” que dejaría a la altura del betún al cock rocker crepuscular más sobrado. RESCEPTO.

Encarando el ocaso de la vida, Frederik todavía tiene energía de sobra para seguir deleitándonos con su arte, y por el hecho de haber mantenido su cabellera casi intacta a lo largo de las décadas ha acabado por ingresar en el selecto club de los hombres con pelo teñido que parecen señoras mayores, como Paul McCartney, Dave Mustaine o José Carlos Molina. Pese a que en 2015 le detectaron una arritmia cardiaca y en 2017 se divorció de la mujer 38 años más joven con la que llevaba tres lustros casado, este viejo zorro tiene todavía más de un cartucho en la recámara, una metáfora de lo más acertado si consideramos que él mismo cuenta que, aparte de los dos hijos de su primer matrimonio, tiene otros cinco “extraoficiales”. Del vigor físico de Reetu da cuenta el hecho de haber sido medalla de plata jugando al tenis en la categoría de veteranos, a pesar de no haber comenzado a practicar ese deporte hasta que cumplió los 40.
No obstante, la mejor prueba de que sigue en forma son sus últimos singles, uno de los cuales (Yön sudet) está dedicado a Putin, un hombre que “pesca sin camisa” y al que “no le gusta la paz mundial”, con un estribillo que nos cuenta que “cabalga a los lobos de la noche, mientras se escucha el aullido de las lobas”, y otro a Mannerheim, que para los legos en Historia europea vendría a ser una especie de Franco a la finlandesa si, en lugar de limitarse a masacrar a sus compatriotas, nuestro caudillo de voz aflautada y amanerado ademán nos hubiera defendido con éxito de la invasión de un vecino más poderoso (los que envidian nuestros éxitos deportivos, sin ir más lejos) para después retirarse tras haber sido presidente durante sólo dos años, o sea, un dictador rancio pero colega.
Ambos videoclips rivalizan en puesta en escena, abundancia de pechuga en movimiento y fantásticas interpretaciones por parte de Reetu de los personajes referidos, a lo que se suma, en el segundo caso, un Auto-Tune que no sabemos si se debe más a la moda del trap o al declive de las cuerdas vocales del intérprete. Su estilo característico se fusiona de forma indisociable con su creciente gusto por la autoparodia, a la manera de The Hoff, algo que Frederik también lleva años cultivando con gran éxito. En todo caso, el cantante parece estar aún lejos de haber dicho su última palabra, lo cual debe ser motivo de regocijo. Por si había alguna duda, su último disco se titula “Missä on jatkot?” o “¿Dónde sigue la fiesta?”.

Hasta aquí por hoy con la música del lejano Norte, donde hace frío pero, como han podido comprobar y ya escribió en su momento Emilio Aragón, uno también se ríe. Nauttikaa, ole hyvä!