Éste no es un blog de actualidad. Lo cual explica que nunca haya pasado de ser una mera web de culto entre unos pocos desafortunados con fijación por lo sórdido con valors (sea bigotones alemanes, hormigón o, por supuesto, Paul Rodgers). Pero, a veces, uno tiene la mañana tonta. Otras veces, la semana idiota. Incluso el mes subnormal.
Yo tengo un mes subnormal.
Estar inmerso en un mensis horribilis implica que la mente se obsesiona con cosas verdaderamente inútiles. Por supuesto, existen pocas cosas menos edificantes que preocuparse por la reacción de internet ante cualquier polémica del momento. Feck, una vez me echaron la bronca en Curiouscat porque no me había pronunciado en twitter sobre la polémica du jour del momento, de la cual ni me había enterado.
Mi problema personal es distinto:
Que creo que tengo una almorrana después de mi colonoscopia de hace más de un lustro que nunca se cerró bien, impidiéndome practicar sexo con strapon.
El otro es que llevo muchos años dedicando mi vida a reflexionar precisamente sobre la recepción de las obras artísticas. Como ya expliqué en el artículo sobre mi propia teoría estética, el haber sido un paria en mis gustos me llevó a preguntarme sin parar, ya en tiempos de universidad, el porqué de estas cosas. Como joven tardo adolescente con canas, virgen y cejas gordas, me preocupaba que no me molaran Los Ramones o que pasara mucho de Godard. En vez de concluir que el resto del mundo era idiota, intenté comprenderlos. Y dediqué mi vida a ello. A reflexionar sobre por qué la gente ama algo que yo no disfruto. A comprender por qué yo flipo con lo mío.
Por eso, cuando alguien se caga en cualquier cosa que me gusta, me da igual. Más bien intento ver cuál es su motivo. Sé por qué a Vicisitud le parece un horror ‘Infinity War’. Sé por qué a Marlow le parece un espanto… esto… TODO. Pero en el fondo de mi corazón sigue habiendo un adolescente fan de la Dragonlance y Enya que se rebela cuando le llaman imbécil por sus gustos. Sólo que, naturalmente, el anciano de la superficie lo calla.
Otra cosa es cuando la gente argumenta en contra de algo de lo que disfrutas en mayor o menor medida con razonamientos de mierda.
Sí. Esto va otra vez de Juego de Tronos. Os dije que era un post de actualidad.

Como comentaba en el último Tiempo de Culto Podcast, a mí me parece maravilloso que a quien sea no le guste esta bastante decente por ahora temporada. Genial. Confieso que tiendo a ser muy benigno de todas maneras con los productos de los géneros que me gustan (lo sé: soy un mal FAN, puesto que los BERDADEROS ZEGUIDORES siempre tienen que cabrearse porque los creadores no hacen el fanfiction que ELLOS llevan en la cabeza). Pero, y retomo lo que comentaba acerca de mi pasión por estudiar la recepción popular de las obras artísticas, la corriente de odio hacia esta última temporada ha coincidido con mi Mensis Horribilis y, por lo tanto, me ha sacado de quicio. Algunos hasta me han acusado de ser un pontificador en los últimos podcasts. Así que no voy a ir punto por punto hablando de las chorradas que estoy leyendo y escuchando. Que cada uno saque sus conclusiones de las discusiones en terrazas con amigos mientras toma un tinto de verano que puede o no haberme producido cagalera ayer. (Spoiler: Sí). Pero os quería explicar un concepto muy importante a la hora de escribir cualquier historia: LA SEÑORA DE CUENCA.
Bien, Paco: has vuelto a escribir “Mini Post” en el título y te has marcado más de seis párrafos de introducción.
¿Qué es “La Señora de Cuenca”? Se trata de un tecnicismo altamente específico de la tarea de guionista. Con ‘altamente específico’ me refiero a que lo usábamos Miguel Ángel Aijón, Toni McGinty y yo durante la escritura del guión que hemos estado un año redactando y que es algo que más o menos flota marginalmente en el ambiente del audiovisual español.
Antes que nada, disclaimer: Sí: ya sé que es un término inapropiado y ofensivo, amén de ligeramente machista. Así que pido perdoQUE ES UN CHISTE, JODER. Relajáos un poquito, por dios.
A lo que vamos: En todo proceso de escritura, lo más difícil no es inventarse situaciones interesantes. Lo más complicado es, una vez pensado el evento y su desarrollo, medir hasta qué punto lo debes explicar para que se entienda bien y no parezca que hay agujeros de guión por todas partes. Los putos agujeros esos que ahora están por todo internet manchando mi timeline. Me cagontó: ¡Hasta me han irrumpido en la cuenta de twitter de La Biblioteta, gente que se dedican a cosas que realmente interesan en internet!
Es en ese momento en el que normalmente Aijón y yo nos mirábamos y decíamos: “¿Lo explicamos para la señora de Cuenca?” (que sí, que ya, que Cuenca es bonita y que personalmente me hace más gracia el topónimo ‘Alpedrete’, pero esto es un relato basado en hechos reales y yo soy un cronista concienzudo, fiable y, ahora mismo, en calzoncillos). Cuando sobre explicas una cosa, sea visualmente o, peor aún, en diálogos, te conviertes en lo peor del audiovisual:
Nolan.
Que no… que es por joder. Es verdad que Nolan parece escribir mucho para las Señoras de Cuenca, pero tampoco veo que lo haga tanto como se le acusa. En lo que te conviertes es en un culebrón.
‘Juego de Tronos’, a todo esto, es un culebrón. Sé que es una sorpresa para los que se apuntaron con la mierda esa de ‘Los Sopranos en la Tierra Media’ pero no han leído una fantasía épica en la vida, Hulio. Pero lo es, sobre todo debido a la cantidad de personajes y longitud. Es debatible que otras obras muy respetadas también puedan ser denominadas ‘culebrones’, pero ahí no voy a entrar. El caso es que ‘Canción de a ver quién queda al final de tanto hielo y fuego’ es un culebrón… pero uno bueno. Precisamente porque desafía expectativas, no da lo que el público quiere (espero que los que se pasaron dos semanas diciendo que los guiones de esta temporada eran fanfiction se hayan callado un poquito después del penúltimo episodio y se hayan ido a leer ‘50 Sombras de Grey’ para saber lo que es literatura fan de verdad, de la que duele) y, sobre todo, no sobre explica en los diálogos.
Voy a poner dos ejemplos de conversaciones de esta temporada para que entendáis cómo se mide el efecto Cuenca. Por supuesto, destripo el capítulo más reciente. Dejad de leer si no habéis visto la serie, por supuesto:
La escena: Daenerys, la que lleva desde la temporada 2 diciendo que quiere dar FUEGO y SANGRE, la hija de una estirpe de gente violenta mala de la pradera, la que acaba de quemar a sangre fría a un aliado simplemente porque pone en peligro su ascenso al poder, está to loca con el Juan. Que si nadie me va a querer nunca aquí, le dice. Que si en oriente me adoraban y aquí no me bailan el agua. Juan, el de cara constante de estreñimiento emocional, le responde que él sí la quiere. Se lanzan a un medio beso nivel ese que pruebas con tu mejor amiga tras tres jaggers y todo queda muy raro, pero ella pasa y calla.
Ese es el momento justo en el que a los guionistas se le plantea la duda eterna.
“¿Pero van a entender que esta mujer está ya sólo concentrada en el poder y que cuando se le vaya la cabeza dentro de un rato será algo completamente lógico?”
Y, entonces, se presenta la opción para cubrirse las espaldas: “¿Y si ponemos para las Señoras de Cuenca la frase «¡PUES SI NO ME VAN A QUERER, ME TENDRÁN QUE TEMER!».
Naturalmente, esa es la opción de mierda. Porque hacerlo tan explícito y no confiar en que los espectadores sepan rellenar los huecos sería más propio de un producto audiovisual que luego añadiría «¡LA LISIADA!».
Vale. Que sí. Que a mí me hubiera gustado un poco más de crescendo hacia la locura en anteriores temporadas (en las que se ve que mucho comentarista cultural cree que la chica ésta quema a sangre fría a la familia Tarly for the lol, pero bueno). Lo que no es discutible es que en esta temporada se ha hecho con claridad. Y, hasta el capítulo cinco, es más larga que todo Lawrence de Arabia. Pero no: que la niña esta se convierta en una genocida sedienta de poder es una mierda. ¿No será que no os gusta que le haya pasado esto y que en el fanfiction que os habéis montado en la cabeza era un ser de luz que reinaría en un castillo en las nubes rodeada de arcoiris porque Girl Power?

Para afianzar el concepto, voy a poner otro ejemplo del episodio anterior. El Jaume, el más guapo de la serie y personaje trágico con, todo sea dicho, un cojonudo final, no puede superar su adicción a su amantermana y deja a Capitana Phasma tirada en Invernalia. Los fanfictioners se tiran de los pelos porque al final no va a acabar con su personaje favorito viviendo en una granja criando gallinas. Por lo tanto, es un desarrollo ilógico. ¿Cómo es que ahora se vuelve con la perra ésta? Asi que sospecho que algunos habrían preferido el diálogo entre ellos al despedirse escrito más o menos así:
– Me voy, Brianne, porque lo que me corre por las venas es un amor tossssico. Pero no puedo BIBIR sin ESHA.
– Oh, LISIADO, quédate conmigo, que esha te da veneno y yo te daré niños gigantes.
– No, María de las Mercerdes Brioche: el corasón quiere lo que el corasón quiere.
¡Así sí que habría estado claro lo que motiva a Jaime a marcharse!
Este es el problema principal a la hora de escribir. ¿Debo dar más información? Si la doy puede quedar casposo. Si ofrezco la justa puede quedar brusco. Si dejo demasiadas cosas implícitas, la sorpresa es menor cuando ocurra la que sea que sea la consecuencia de la escena. Ahí tienes que mirar qué buscas. ¿Tensión porque quieres que el espectador sepa que puede ocurrir lo peor? ¿Algo de tensión, pero también un punto de sorpresa? ¿Sólo sorpresa a riesgo que te digan que todo te lo has sacado del orto (o, como parece que todo el mundo dice ahora tras mirar wikipedia, ‘deus ex machina’)?
Escribir es complicado, y luego todo se puede empeorar con el actor equivocado o la realización errónea. Pero en el caso de este capítulo climático de ‘Jodó con el Trono ‘ yo creo que hasta una señora de Cuenca se ha enterado. Pero muchos fans hace tiempo que dejaron de consumir audiovisual para pasarlo bien y más bien están viendo a ver qué corriente de opinión negativa hay para subirse a ella. Po fale, po fueno. Yo me veré el final, quizá me guste, quizá no. Quizá sólo me entretenga y ya. Tampoco considero que ver una serie sea una inversión que, si no me da unos réditos bien mesurables, implique que me cabree y grite ¡TRAICIÓN! en todas las redes sociales. Ya luego buscaré otra cosa de fantasía con la que evadirme de la Realitas Horribilis, que es lo que me pone.
A no ser que sea el final del tapón de alberca de ‘Perdidos’. Que no me cabreó. Pero todavía me estoy riendo.