Stan Lee, la vida y el licor café

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“El día que muera Stan Lee va a implosionar Internez”, me decía no hace tanto Paco Fox. Y ese día llegó y la gente sigue pendiente de sus chorradas diversas, desde si un Kleenex rojigualda justifica una invasión ecuestre de Andalucía o si llevamos la tontuna posmoderna a sus últimas consecuencias (i)lógicas y reivindicamos que se nos considere unicornios en la sección “sexo” del DNI (o, mejor aún, fijar Gallifrey como nuestra residencia fiscal).
Por ello, en un humilde minipost, en ente su vlog de usarcedes, queremos dedicar no un minuto de silencio sino unos pocos párrafos de gilipollez al tío Stan (más que nada porque eso de un servidor guardando silencio es un prodigio de los efectos especiales que solo aconteció en una secuencia de ‘Cinebasura: la pinícula’ ¡aprende, Industrial Light & Magic).
Aquí no aspiramos a resumir la carrera y Jrandeza de Stan The Man. Lo primero: no me apetece escribir tanto, ni consultar la Wikipedia ni reconocer abiertamente que siempre fui más de Claremont/Sienkiewicz que de Lee/Ditko, que pasé olímpicamente de los Vengadores y devoré los mutantes, que cuando Stan reaccionó contra el rojerío contracuntural creando a su héroe Randiano (Iron Man: nunca un bigotón y una armadura molaron más y un tebeo moló menos) yo era más de Neal Adams y los izquierdismos de Denny O’Neal… Vaya, ya lo he reconocido todo y me da pereza borrar texto. Y, respecto la JRANDEZA de Stan… hostia, qué gilipollas hay que ser para pretender juntar palabras que estén a su altura. Habría que ser TAN pedante como… yo qué sé, un infraser como Javier Marías. Pero, en ese momento, todo aquel que se convierta en Marías se creerá más importante que el tío Stan y hablaría de su ombligo y de cómo la sociedad no le come el nardo todo lo que debería.
Y eso sí que no. Mejor poner un vídeo de Stan sobrándose con lo peor del cómic noventero (Liefeld fue todavía más nocivo para los superhéroes que Korn para el metal):
Así pues, como fizimos en el caso de un Titán superior que trasciende nuestras miserias humanas (Chiquito de la Calzada, claro), no queda otra que entonar un “todos somos contingentes, pero tú eres necesario”. Y, de paso, contar una chorradilla freak que intente resumir lo que significó Stan Lee en esa etapa de la vida en la que no follar y no saber vivir en democracia hace que practiques el noble deporte del salto de trampolín sincronizado a las simas más profundas del frikismo.
En mi caso, se trataba del programa radiofónico sobre cómics ‘Arte Alfa’: en una época en la que no existían los podcasts ni iVoox, lograr que los jesuitas te dejasen un espacio en su emisora Radio Ecca era una toda una heroicidad. Y algo que convocaba a todo el frikismo vighés las tardes de los domingos para escuchar a un grupo de finstros despellejar las novedades de la semana.
Y vaya que sí quedó finstrismo terrorista para el recuerdo: desde escuchar al que hoy en día es el líder de En Marea en Vigo proclamar su amor por los tebeos de ‘Hazañas bélicas’ y de cómo los recreaba a veces con su perro Líster, a relatar cómo pasar una noche velando una espada en el monte de O Castro lograría que ligases a una depravada que se afeitaba las cejas (y que no vería homosexualidad en que dibujases cómics de tíos melenas llevando espadas como penes). Todo, por supuesto, salpimentado con mucho punk, garage – el por qué poníamos siempre ‘I Don’t Wanna Be a Homosexual’ de los Sloppy Seconds después de cada reseña de Rob Liefeld es algo que todavía no ha hallado una explicación lógica – y también un poco de metal , que es lo que tenía que nuestro programa fuese detrás de ‘Thrash do metal’ del jran Panizo y del despiporre punk rock que hacían Pepito Gumball y su novia Belén, auténtica New York people con la entrada vetada en la mitad de los garitos de Vigo, y capaces de frases como “Si Cristo volviese a resucitar, yo lo mandaba de vuelta a la tumba a hostias por jipi ¿Pero a dónde va con esa pintorra?”. Las ciudades portuarias es lo que tienen, amighos.
Todos los programas terminaban, en la temporada estival, con cena y cañas en el mítico bar Eco’s (ese ámbito abierto las 24 horas, lo cual, en Vigo, implica lo que implica, y que ya conté en este post). Por supuesto, todo estaba capitaneado por nuestro maestro y mentor, el simpar guionista Carlos Portela: de hacer obras maestras del cómic como ‘Impresiones de la Isla’, pasó a ser O Doutor TNT en Xabarín Club y, hoy en día, es responsable de muchos de los mejores guiones de la ficción televisiva esP-P-Pañola y de que la musicaza que escuchasteis en ‘Fariña’ fuese tan cool (si aún no habéis gozado como gorrinos con ‘Fariña’ es mi deber avisaros que CUALQUIER producto audiovisual que hayáis consumido ha sido una miserable pérdida de vuestro tiempo).
Y ahora es cuando, por fin, llegamos a la parte de Stan, batiendo todos los récords de preámbulo demencial de ente volg.
El caso es que Portela, en su calidad de autor, tenía invitación para el Salón del Cómic de Parchelona de aquel año. Y no era un año cualquiera: el invitado de honor iba a ser Stan The Man. Creo que ese día se inventó la palabra “hype”. Y se volvió a inventar el chopped y el thrash metal, por aquello de hacer que el momento fuese todavía más ÉPICO.
Así pues, en la tertulia del Eco’s de aquella noche, se imponía el debate clave: una vez estés con Stan… ¿Qué hacer? ¡Porque una firmita en un cómic y una foto NO iba a ser suficiente!
El plan maestro urdido por Portela no tenía fallo alguno: el objetivo era pimplar vilmente al tío Stan, aprovechar así para traérnoslo a Ghalisia y que nos montase una editorial de cómics que lo petase. En aquella época, en la que los debates PP-PSOE del parlamento gallego eran entre Antolín Sánchez Presedo y Manuel Fraga, el traerse a los autores Joe Presedo y Dan Fraga para hacer los cómics de mutantes de la X-unta parecía una idea sumamente cabal. Pero… ¿Cómo lograr pimplar adecuadamente a Stan?
La opción era evidente: licor café. Y la frase, dicha en el mejor inglés de José Luis Garci, la siguiente: “Están, están, dis is licor café. Drink, drink… ¡Excelsior!”.
Y, así, el señor que nos dio, con el universo Marvel, los cimientos del 90% de nuestro frikismo, terminó de completar el tejado de la casa dándonos una ilusión por el futuro. Aunque dicho futuro fuese la intoxicación etílica por licor café. Porque no hay mejor forma de cerrar el círculo.
Por supuesto, el plan no fructificó: la visita de Stan fue una absoluta decepción. El tío Lee andaba absolutamente perdido, fuera de lugar y sin interactuar prácticamente con nadie. Ofrecerle el licor café no fue jamás una posibilidad, ni para nosotros ni para José María Aznar disfrazado de Capitán Hispania (hala, tomad imagen para vuestras pesadillas).  Pero, aún así, tal vez eso fuese lo mejor, porque… ¿Qué habrá más perfecto que pensar en la maravilla que podría haber sido?
Desde aquel día, en mi santa casa, siempre decimos “¡Excelsior!” al brindar con el licor café que elabora mi santa madre. La cual viene a ser todo un amoroso homenaje a esa época en la que el frikismo fue lo único que nos permitió sobrevivir. Y que también viene a ser mi señor padre mostrando infinita tolerancia con las gilipolleces de su hijo. Y con Paco y Nieves llevándose una botella de licor café a su vuelta a Madrid. Licor que, automáticamente, pasaba a su nevera y a llamarse “Excelsior”.
Quién sabe, tal vez el 3D de Stan que siga haciendo cameos en las pelis del Universo Marvel termine recalando en Ghalisia y monte una editorial para los finstros millenial: porque el futuro no tiene por qué dejar de ser esperanzador. Y porque el frikismo seguirá siendo lo único que permita sobrevivir y ser felices a los finstros de las siguientes generaciones.
Y, después de vaciar mi alma contándoles esta gilipollez y lo que ha significado Stan Lee para un servidor solo me queda, al igual que en ‘El sentido de la vida’ de los Monty Phyton, el momento de lucidez en el que digo “Sí, no es una gran filosofía pero… Fuck you! ¡Es mi vida y hago lo que quiero con ella! ¡Galicia Calidade!”.
‘Nuff said.
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