Damos muchas cosas por sentado. Por ejemplo, que tu interlocutor en una conversación está interesado en lo que vas a decir. O que si la gente se ríe tras un chiste tuyo es porque ha sido gracioso. O que esa persona a la que acabas de intentar besar en los morros se ha apartado porque le das grima.
A menudo, la verdad es que tu interlocutor está pensando más bien en qué cosa decir para parecer más inteligente que tú; que lo cierto es que el chiste era una mierda, pero tienes la bragueta abierta; y que en realidad ha apartado de tí porque… bueno, sí: eso fue una cobra. Ni lo dudes. Lo fue.
Yo suelo dar por sentado que nuestros lectores conocen más o menos las mismas cosas que yo. Sin embargo, como ya hemos dicho muchas veces, ente bloj es…
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Exacto: cojonudo. Y viejo. Pero también cojonudo. |
Por lo tanto, puede que tenga lectores que no tienen ciertos conocimientos comunes a gente de, como dice Marlow, cierta edad. Uno de ellos fue la mítica historia de Trevor Horn-y y Yes. Otra que rescato hoy es la del truño de referencia ‘Ishtar’.
Cuando comencé la muy poco cultivada saga de ‘Clásicos olvidados del cine colonoscopia’, precisamente pretendía no hablar de películas como esta, sin o de ovras como La historia de la humanidad, Shanghai Surprise, The Pirate Movie o At Long Last Love. Mierdas que no han quedado ni siquiera como de culto del cine cutre. Pero me he dado cuenta que una que para mí es un referente está bastante más olvidada de lo que creía. Porque el tiempo no pasa en balde y dentro de nada la nostalgia de los 80 sólo se cultivará en los viajes del Imserso. Así que…
Hechos del caso
Desde finales de los 80 hasta un punto indeterminado de los 2000, la palabra sinónimo con ‘desastre en taquilla’ era ‘Ishtar’, hasta ser sustituida por ‘Hermanos Wachowski’, luego por ‘Hermano y hermana Wachowski’, más tarde por ‘Hermanas Wachowski’ y no dudo que pronto por ‘Johnny Depp’. Y si pensábais que en la era de los ofendidos iba a hacer un chiste con un supuesto siguiente estado de las Wachowski, andáis apañados. Que yo ya me las sé todas.
La película se puso en el imaginario de Hollywood por encima incluso de eventos tan monstruosos como ‘La Puerta del Cielo’. Y eso que la monstruosidad del artista conocido entonces como ‘Michael Cimino’, más tarde sustituido por ‘Desastre de Bisturí Mal Entendido’ y finalmente como ‘¿Pero estaba vivo?’, hundió todo un estudio. Lo cual no es de extrañar cuando un señor se asoma a un decorado de toda una ciudad y sugiere que la calle es demasiado estrecha. “Pues movemos el lado de la derecha”, contestó el jefe de construcción. “No, moved las dos filas de casas”, contestaron los testículos de Cimino mientras éste se metía la cabeza por el culo fascinado consigo mismo y su grandeza.
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Y, aunque parezca mentira, nunca apareció en ‘Cuentos de la Cripta’ |
Sin embargo, la hostia de Ishtar no fue para tanto. Desde luego, no hundió a la Columbia, aunque sí formó parte del cúmulo de factores que pusieron en marcha la retirada de Coca Cola del negocio del cine y la venta de la major a Sony. El fracaso comparado a los costes de producción inició una serie de ventas y particiones de compañías, así como la despedida del por entonces director del estudio por un breve periodo de tiempo, el inglés David Puttnam, afectado también por el asunto, a pesar de no haber tenido nada que ver con la película.
¿Pero cómo pudo una comedia chorra ambientada en “País Moro de Turno (™)” costar tanto como para que incluso con un número uno de taquilla en su primer fin de semana la cosa fuera grave? Tres nombres: Elaine May, Warren Beatty y Dustin Hoffman. Mezclar a ese trío en una película era como meter a Sheldon Cooper, el Doctor House y Melvin de ‘Mejor Imposible’ a montar un mueble salón de Ikea.
Vamos por orden. Elaine May, la directora y guionista del evento, era una vieja colaboradora de Mike Nichols (el de ‘El graduado’ y ‘Armas de mujer’) que durante los 70 se había ganado la fama de maniática en sus rodajes. Todos se iban de presupuesto y se eternizaban en el montaje. Tal era su manía en este tema, que cuando se tiró más de un año editando su tercera película, ‘Mickey and Nicky’, el estudio le dio un ultimátum, que ella aprovechó para pillar dos rollos del filme y esconderlos en el garaje de un amigo. A los jefes de Paramount les importó un huevo izquierdo tan astuta táctica y lanzaron la película así, sin un cacho, sólo para satisfacer contratos y olvidarse del problema. May pasó a ser una apestada.
Pero claro: en Hollywood vales lo mismo que tu última película (o, como dijo la propia directora, “A Hollywood no le importa lo que hayas hecho mientras les hagas ganar dinero”). Y May tuvo la suerte de hacerse amiga de Warren Beatty, quien la pilló para su remake de ‘El difunto protesta’ titulado ‘El cielo puede esperar’, que fue un gran éxito aunque hoy esté un poco olvidado. Ello hizo que trabajara no acreditada en ‘Tootsie’, otro taquillazo que consiguió lo impensable: conseguir que Dustin Hoffman diera el pego como mujer petable. Y allí conoció al minúsculo actor. El triángulo obsesivo compulsivo se cerraba.
Warren Beatty es uno de las estrellas más inexpresivas de la historia y, mucho más importante, el ser humano que más ha follado en la historia sólo superado por Genghis Khan. Pero el mongol, que tenía que ser un tipo la mar de curioso, si entendemos por ‘curioso’ algo así como ‘aficionado a lanzar cabezas putrefactas a las ciudades que quería conquistar’, no puede contar una anécdota tan inmensa como la que sufrió su ex Carly Simon. La cantante fue un día a su psicóloga y le habló de sus dudas sobre su relación con Beatty. Ésta le contestó: “Ni siquiera eres mi primera paciente de HOY que ha pasado la noche con Beatty AYER”.
Valors.
En los 70, Warren era una gran estrella, por lo que hizo lo que muchos actores sueñan: pasarse a la dirección. Tras la nombrada ‘El cielo puede esperar’, acabó ganando el Oscar a mejor director por la hoy también olvidada ‘Rojos’ (el de mejor película lo perdió a manos de… David Puttnam y su ‘Carros de Fuego’, que aunque no hable de comunismo, tiene música de Vangelis, lo cual la hace automáticamente un 18% mejor). Eso fue en 1981. Se puso a buscar un nuevo proyecto. Con Elaine May crearon la idea de ‘Isthar’ como homenaje a las antiguas comedias ‘exóticas’ de Bing Crosby y Bob Hope… en 1986.
Dejar pasar cinco años, máxime siendo tu anterior éxito una película de prestigio alejada del público masivo no fue una buena idea. Meterse a hacer una comedia para LA CHAVALERÍA basada en un concepto viejuno a sus 49 años no era mucha mejor ocurrencia, cosa que entendieron rápidamente todos los estudios de Hollywood. ¿Cómo rejuvenecer el proyecto?
Desde luego NO llamando a Dustin Hoffman.
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Somos Yutubers que van a un concierto de Mark Knopler de eso que escuchan los jóvenes. Que somos nosotros. |
El enano de manos largas (como soy bajito, es políticamente correcto que le diga ‘enano’ a otro bajito, pero como no tengo las manos largas no sé si estoy incumpliendo algún tabú de internet) era un poco más famoso que Beatty, principalmente porque todos habíamos visto Tootsie en el 82 y a algunos hasta nos había parecido algo atractivo en el pap¡LES! ¡LES! ¡A algunos LES había parecido atractivo en el papel principal! Pero Hoffman también desapareció del frenético panorama del cine ochentero a continuación.
Así que teníamos a una directora obsesiva y dos señores cerca de los 50 que no le iban a la zaga. Sobre todo Beatty, que en ‘Red’ había repetido algunas tomas entre 70 y 100 veces (según cuentan Gene Hackman y Paul Sorvino), contribuyendo de sobremanera a un mayor florecimiento de la industria de ansiolíticos en los EEUU. ¿Qué película iban a realizar? Pues una comedia sobre dos aspirantes a cantantes de variedades que se ven involucrados en el norte de África con la CIA y unos terroristas.
Obsérvese tres problemas con tal punto de partida. El primero es lo de ‘aspirantes’. Con 49 años, lo de hacer de dos pipiolos buscándose la vida como que no. Luego está lo de ‘a cantantes’. Ninguno de los dos habría llegado ni a los vídeos recopilatorios de Operación Triunfo en los que se cachondean de los que son demasiado malos. Finalmente, está lo de ‘Norte de África’. Las películas de Hope y Crosby se rodaban en estudio fingiendo ser lugares exóticos. Pero en los 80 eso no colaba. Así que había que irse a Marruecos a pasar calor, pillar alguna cagalera y peinar el desierto.
No, no estoy haciendo una referencia a ‘Spaceballs’. Bueno, sí. Pero lo que quiero decir es que, después de encontrar el cacho de desierto adecuado, con dunas bonitas y cerca de un hotel sin cucarachas, May decidió que había cambiado de opinión e, imbuida del espíritu Cimino, ordenó allanar el desierto, que quedaba así como que más bonito. ¡ARTE!
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Tuvo que ser tan divertido como rodar en alta mar. Pero con más arena en partes absurdas del cuerpo. |
Esa fue una de las varias con las que salió la mujer. Porque se dice que el ser humano aprende de sus errores, pero también que si has sido una vez una maniática egocéntrica incapaz de tener perspectiva, siempre serás una maniática egocéntrica incapaz de tener perspectiva. Los temores de algunos de los que avisaron que meterse en esta película era un riesgo se confirmaron. ¿Pero quién demonios aceptó producir esta premisa con un guión que posiblemente no fuera nada más que ‘flojo’? Pues una persona a la que despidieron, evidentemente. Guy McElwayne, el jefe de Columbia que aprobó el proyecto, fue invitado cordialmente a largarse durante la producción. Entonces llegó el nuevo. Un inglés con ganas de entrar a hachazos en el mundo de los proyectos absurdos con tratos demasiado ventajosos para estrellas a las que el resto de Hollywood pelotea.
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«¡O ellos o yo!» (SPOILER ALERT: Ganaron ellos) |
De hecho, Puttnam quería rechazar el trabajo únicamente porque odiaba el tipo de estrellas como Hoffman y Beatty. Más concretamente, con “tipo de estrellas” se refería específicamente a Hoffman y a Beatty. Y a nivel personal. El primero le había puteado cosa fina en el rodaje de la película ‘Agatha’, una historia sobre la desaparición de Agatha Christie que tuvo que reescribirse a tocapelotez del enano cuando entró en el proyecto. La relación con Beatty era casi peor a raíz de cruces de declaraciones coléricas en la batalla por el Oscar entre ‘Rojos’ y ‘Carros de fuego’. Así que exigió no tener nada que ver con el desastre que se estaba fraguando en Marruecos.
Situados en el tablero: una directora tirando celuloide como si fueran toallitas biodegradables tras comer en un turco, dos actores divos y un jefe de estudio que se desentiende de los posibles problemas que puedan surgir.
El rodaje fue una sangría presupuestaria. May rodaba más material que Kubrick en un día tonto. Para simples escenas que en su mayoría iban de dos señores hablando en medio del desierto (sin dunas). Que no estamos hablando aquí de secuencias de acción en plan ‘The Hurt Locker’ (otra que…). Como no se fiaban de las aduanas, hacían que hasta los recambios de las lentes las trajera en mano un ejecutivo del estudio desde Los Ángeles. El plan de rodaje venía a ser más bien una guía vaga de recomendaciones que seguir cuando venía en gana. Todo muy del Hollywood más loco. Además, el trío de estrellas impuso un set cerrado a la prensa y un rodaje totalmente secreto. Que es algo que se entiende de una secuela de Indiana Jones. ¿Pero una comedia en la que el principal atractivo es un camello ciego que no hace gracia y poner a Isabelle Adjani (por entonces una de las amantes de Beatty) lo más tapada posible? No se entiende. Por lo tanto, la prensa decidió que nada bueno se cocía allí. Así que empezó a escribir que la cosa iba a ser un desastre.
Sí, amijos: antes de internet también existía el anti hype. Bueno: es posible que este sea el paciente cero de un anti-hype masivo que nos asola hoy. Los artículos se sucedían poniendo de relevancia el dispendio y la actitud de May, porque al final todo se acaba filtrando. ¿Y sabéis que no ayudó?
Exacto: May y Beatty se tiraron milenios editando la película. Lo cual no es de extrañar con todo el material rodado. No quiero ni pensar las horas de trabajo que tuvo que echar el ayudante de montaje, puesto que no olvidemos que esto se editó en moviola.
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Dolor anal-ógico |
Beatty se hizo cargo de la campaña de publicidad frente a la curiosidad un poco malsana del público y la total indiferencia de Puttnam. Pero también se eternizó con las decisiones. No daba con un tráiler (quizá porque la peli no tenía gracia) y tampoco daba con un póster, decantándose al final por ESTO:
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A Beatty le dio un esguince de cerebro del esfuerzo de repensar esta cosa. |
Eso sí, se lanzó a la promoción en televisión de la peli. Pero MAL. El follarín era tan vanidoso que no solía conceder entrevistas. Y cuando lo hizo para ‘Ishtar’ rompiendo su norma habitual, exigió que se rodara en 35 mm y con iluminación de cine. Naturalmente, muchas cadenas le recomendaron la introducción rectal involuntaria de dicha entrevista. Sin duda, Beatty habría sufrido mucho en los tiempos de Youtube y estrellas leyendo los Mean Tweets.
Llegado un punto de absurdez, el director del estudio rompió su promesa de no comentar la película y estalló. Básicamente porque los recursos dedicados a repensar la promoción de la comedia estaban robando tiempo y dinero de otros estrenos. Esto ayudó a elevar la atención de la prensa, porque no hay mala publicidad: lo que importa es que hablen de uno. ¿No? Al fin y al cabo, en 1987 no había redes sociales…
¿Qué pasó en su estreno?
En contra de lo que se ha dicho a menudo, la película no acabó segunda el fin de semana de su estreno. Movidos por la curiosidad, bastantes morbosos acabaron clavados en las butacas de los cines con ataques agudos de no reírse en absoluto, por lo que sí se alzó con la primera posición.
Eso sí, la segunda película se quedó a menos de 100.000 dólares de distancia. Se trataba de ‘La Puerta’, una de esas cintas fantásticas ochenteras que los hermanos Duffer han visto unas tres mil quinientas veces antes de escribir absolutamente ninguna escena que esté libre de referencias en ‘Stranger Things’. Pero no dejes que la realidad eche a perder una buena historia de alegrarse de la miseria ajena: los medios que habían estado como buitres esperando la hostia abrazaron la noticia y dictaminaron que ‘La Puerta’, película independiente canadiense sin estrellas, le había dado con la puerta en las narices a Columbia (¡Juegos de palabras! ¡El veneno del periodismo!). Algo que se confirmó con la estrepitosa caída en el segundo fin de semana cuando los curiosos que se acercaron a ver si de verdad era tan mala comprobaron que era simplemente una mediocridad. Muchas revistas bautizaron el caso como “Warrengate”, quitando de paso responsabilidad sobre los otros dos vértices del trío. Hoffman, de hecho, salió indemne. Nivel “Al año siguiente ganó un Oscar” de indemne. Pero May recibió la segunda tarjeta amarilla y no volvió a dirigir una película. Se hizo historia y, a partir de entonces, cualquier filme más o menos gordo con problemas de producción y expectativas de hostiazo en taquilla empezó a llamarse “Un Ishtar”
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Ejemplo de un Ishtar. O se le puede llamar “Travoltagate”. Para mí, es “Un bebé Psychlo en una dieta estricta de kerbango”. |
¿Por qué tanto odio?
‘Ishtar’ fue una de las primeras películas que recuerdo cuyo rodaje fue objeto de mucha especulación negativa. Antes incluso de la existencia de RRSS, también había gente con ganas de ver el mundo arder. Yo, sin embargo, fui a verla… y salí satisfecho. Recuerdo que tampoco tenía gran interés, sobre todo porque, como medio Hollywood sabía, esos actores no eran los que precisamente me llevaban al cine. Pero en la otra sala estaban poniendo “El Corazón del Ángel” (película faustiana llena de sutilezas como pollos descabezados, sexo mientras paredes se llenan de sangre y, mucho más importante, un prota que se llama Angel enfrentándose contra un hombre de uñas largas que se llama “Louis Cyphre”… sutil todo).
Huelga decir que yo lo que quería ver era a Lisa Bonet desnuda y cosas rodadas como un videoclip, pero no me daba la edad. Así que camello ciego.
Porque toda la campaña de publicidad se centró en lo del camello ciego que no sirve para nada en la película. Veréis: en la trama, para huír de Ishtar capital (que ni recuerdo si dicen cómo se llama), los héroes compran un camello. Que es ciego. ¿Hilaridad a partir de entonces? NO. Porque a la tercera vez que el camello va dando tumbos porque no ve, pues el chiste como que deja de tener mucha gracia.
Y es que la comedia es un género muy complicado. Que se lo pregunten a John Smith, que escribió El Libro del Mormón y la gente pensó que era literatura dramático inspiracional en lugar del libro parodia con chistes políticamente incorrectos que realmente es. Sobre el papel, a May y Beatty tuvo que parecerles hilarante lo de que el gimmick de la peli fuera un camello ciego . Pero el problema es que no lo era. Sobre el papel tampoco, claro. Pero es que es muy difícil compartir tu sentido del humor con el mayor número de personas posible. Que se lo digan a Bruce Willis, que defendió su Ishtar personal, ‘El Gran Halcón’ proclamando en todas las entrevistas que “Esto es lo que a mí personalmente me hace gracia”. El resto del público disintió no muy amablemente. Aunque luego, porque la nostalgia nos convierte en gilipollas capaces de seguir escuchando el único disco de Eighth Wonder aun con 43 años, ha sido reivindicada por mucha gente.
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Kit Kat. Se llama Kit Kat. Como la chocolatina. LA RISIÓN |
Naturalmente, ‘Ishtar’ también ha tenido sus reivindicadores. Gente, según la IMDB, tan poco sospechosa de inutilidad como Edgar Wright (QUIERO CASARME CON TU CEREBRO), Martin Scorsese (QUIERO HACER EL AMOR CON TUS NEURONAS) o Quentin Tarantino (QUIERO ESTAR LEJITOS TUYA QUE NO ME PARECES MUY NORMAL) ha declarado ser fans de la peli. ¿Estamos en realidad ante un clásico incomprendido?
Joder, no. Claro que no. ‘Ishtar’ comete el pecado que más temo en una película cuando en el trabajo me pongo lo que sea para evaluar su compra: La mediocridad. ¿Se puede ver? Psé. ¿Hace gracia? Psé. ¿Es mala que hasta te ríes? Nope. Es la nada.
Curiosamente, es uno de los primeros casos que recuerdo en el que un elemento de una gran producción es malo a propósito en plan pelis lamentables como ‘Planet Terror’ o ‘CineBasura’. Se trata de las canciones de Paul Williams, que es un todo un jrande del pop. Pero ni eso. Ni son tan malas como para ser graciosas ni tan memorables como para al menos disfrutar con un poco de mierda en plan canción del verano. De hecho, me lo pasé mejor en un concierto de Ladilla Rusa que vi el mismo día en el que revisé la peli.
La intención está. Se nota que títulos como ‘That a Lawnmower Can Do All That’ o ‘Wardrobe of Love’ intentan ser graciosos. Pero Un Pingüino en mi Ascensor te hace una cosa mejor en tres minutos y mientras preparan una tortilla de patatas.
Y así con todo. La experiencia de ver la peli, aparte de la ligera vicisitud de asistir atónitos al espectáculo que dan dos actores dramáticos mayores intentando parecer más jóvenes o de ver a Warren Beatty esforzándose por mostrar alguna emoción en su rostro, es un desfile constante de situaciones y diálogos que intuyes que deberían ser graciosos, pero que el común de los mortales no pilla, desesperándose poco a poco a pesar de que de cuanto en cuanto sale Charles Grodin y levanta un poco la cosa.
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Este tío que los millenials recuerdan por Beethoven en realidad es la polla |
Por lo tanto, el odio hacia ‘Ishtar’ vino de un rodaje que la gente quería que desembocara en fracaso que no fue apoyado por un resultado más allá de PSÉ. No como ahora, que se estrenan películas que todo el mundo quiere que fracasen, resulta que son solventes habida cuenta del desaguisado de rodaje y, aún así, fracasan. Y NO MIRO A LAS CRÍTICAS EN RRSS DE CIERTA PELÍCULA.
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Te echas unas risas, tiene ritmo, está bien realizada y echas un buen rato en general. Fuck the fancistas. |