Guía para hacer un discurso funerario de mierda

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Cuando Paco y un servidor nos vamos de cena siempre acontece algo que, invariablemente, hace que nuestras señoras nos den respectivas collejas. Habitualmente, suele consistir en homosexualidad desbocada a la hora de darnos a probar el postre el uno al otro. En otra época, antes de la sublime ley del tabaco, era Snowymary la que hacía callar a Paco cada vez que, al toser porque alguien se ponía a fumar al lado, aprovechaba para espetar un “¡Enfisema pulmonar!” (Yo era más de ponerme a cantar y coreografiar el ‘Vogue’ de Madonna cada vez que una mujer necesitaba tener algo entre sus manos para posar, así, dejaba que su cigarrillo se consumiese a la altura de mi jeta ¡sin darle una puta calada!).
Pero, hablando de consumirse, quizá la colleja más gorda – y merecida – nos cayó cuando Paco me propuso lo siguiente: “Oye, que he pensado que deberíamos pactar que, cuando uno de nosotros la espiche, debería tener un funeral de cuerpo presente vestido igual que Matt Smith en ‘Doctor Who’, pajarita y todo. Luego, el que haya sobrevivido tiene que irrumpir durante la ceremonia, destornillador sónico en mano, y gritar: ‘This is where it gets complicated!’”. 
La verdad es que nos gustaría tener ese ánimo en esos momentos (feck, el subgénero de ‘chistes de funeral’ daría para otro blog entero, si no fuese porque la palabra ‘blog’ tiene la misma presencia que ‘cantidubi’ en la vida social actual). Pero, conforme uno va teniendo una edad y el asistir a funerales se va convirtiendo en algo más frecuente que los bodorrios y bautizos, la evidencia demuestra que no seremos capaces de vestirnos del undécimo doctor. Feck, ni siquiera de tomárnoslo de carallada como los protas de esa oVra maestra que es ‘Amici Miei’ (si no la han visto, tiene la mejor escena de caca de la historia del cine, que es lo mismo que decir ‘mejor escena de la historia del cine’). 

Y es en este contexto funerario – después de ese preámbulo de tres párrafos tan propio de ente su vlog – cuando vemos que, poco a poco, comienza a abrirse paso una deplorable tradición anglosajona: la ‘Eulogy’ de los cojones. Siguiendo el mismo camino que, en su momento, y ayudados por mil series y pelis moñas, recorrieron los bodorrios, la gente comienza a gozar del placer hortera de ser el centro de atención. Y, bueno, en el caso de los bodorrios me parece bien, porque solo el horterismo desbocado es su verdadera razón de existir (feck, yo mismo soy culpable de un discurso en la boda de un amigo que comenzó hablando del burro muerto de sobredosis en ‘Despedida de soltero’, pasó alegremente por el mundo de la pederastia y, finalmente, terminó siendo emotivo o algo así). PERO… ese exhibicionismo hortera-anglosajón cuando, en palabras de Battiato, se cruza la puerta “dello spavento supremo”. Eso sí que NO, joer. Para añadir insulto al dolor ya está el diseño y decoración de interiores de cualquier tanatorio (de nuevo, material para todo un cantidubi, digo, digamelón, digo, blog). NADA en un discurso en ese momento sirve como el más mínimo consuelo, así que mejor ceñirse a un cura hablando formulariamente de la vida eterna (si eres creyente, funciona, si no, pues te das cuenta de que ni en el momento en el que estás más de bajón te pueden colar esa milonga) o a un proceso funcionarial que haga más rápido el ir a contar chistes al convite.
Así y todo, se encontrarán – nos encontraremos – con gente tan indecorosa que se apunta a la moda de la ‘Eulogy de los cojones’. O, peor aún, puede que se nos calce a nosotros mismos ese embolao. Ante ello, ente su vlog-cantidubi-digamelón, les pasa a dar una serie de consejos para elaborar un discurso funerario de mierda. Que tiemble el medidor de vicisitud y vergüenza ajena, que llegamos nosotros:

Hacer chistecillos para romper el hielo inicial 

Todo manual del buen discurso corporativo enrollado apuesta siempre por crear una atmósfera distendida que haga que tu audiencia ser más receptiva a las chorradas que les quieras vender. ¿Y qué mejor muestra habrá de cerebro corporativo que el NO dejar de ser corporativo en ninguna circunstancia? ¡Ponga a prueba a toda una familia atribulada! Como sugerencias, hay mil clásicos que jamás fallan. Por ejemplo: en el caso de un chaval que muriese de sobredosis, siempre es bello un “murió haciendo lo que más le gustaba”. Tampoco falla el “No habéis perdido una abuela, habéis ganado una habitación de invitados”. Subiendo la apuesta, arrancar tirándole los tejos a la viuda siempre es un ganador seguro. Al igual que el clásico “¡Un momento! ¡Creo que el muerto ha parpadeado!”. Una aportación moderna, también llamada a hacerse clásico, es hacer un Ellen Degeneres y marcarse, desde el púlpito, un selfie con toda la familia en la capilla del tanatorio. A ver quién es el cachondo que se apunta al photobombing.
Habrá quién diga que la gente es más receptiva a los chistes durante el convite que durante la ceremonia, y que mejor evitarlos con los familiares más directos. Pero ¿quién sabrá más de estos temas? ¿Ellos o un buen manual à la Josef Ajram, eh?

Aprovechar para resolver rencillas

Cada vez que, en una discusión, nos quedamos sin réplica brillante que dar (o se nos ocurre, por aquello del ‘Esprit d’escalier’, dos horas más tarde) todo ser humano solo quisiera ser dos personas. Si se es hombre, Horatio Caine. Si se es mujer, Lucía de Pimpinela. Quicir: las dos personas que dicen la frase lapidaria y que abandonan la escena sin que pueda existir el derecho a réplica. Por supuesto, acompañados por un grito de Roger Daltrey o por un hard Casio que subraye el “Olvídalo todo/ Que tú para eso/ Tienes experiencia”.
Bien… ¿Qué mejor momento para lograr ganar cualquier discusión pública que éste? Anímense, porque en Galicia NUNCA hemos hecho otra cosa que no sea esta. Feck, no hay entierro rural que no incluya un “Fodédevos, fillos de puta, que as terras son miñas” o similares. Y, a nuestra depravada maneira, en Ghalisia siempre hemos tenido razón.

Ser un mierda

Todos sabemos que la palabra por excelencia de un buen mierda es “PEEEEERO…”. 7 de cada 4 palabras que, por ejemplo, usa Pep Guardiola son un PEEEERO. Normalmente, la estructura es decir cosas buenas para, con el PEEEERO hacerlas irrelevantes. Sin embargo, las características propias del funeral obligan a hacerlo a la inversa: comience echando mierda al difunto y luego ponga un PEEEERO para hacer que lo arregla. Ahora bien ¿Alguien podrá olvidar un “la verdad es que era un poco fascista, racista y, los días impares su comportamiento era el del clásico machista de mierda PEEEERO? Ya ven por dónde voy. Porque el mierdismo no es patrimonio exclusivo de Hamilton o de Guardiola.

Ofender a la mayor cantidad de grupos posible

Internez nos ha demostrado que vivimos en el mundo de la piel más fina posible. Y que el que quiera poner un negocio de papel de fumar va a forrarse. Dado que ya resulta imposible escribir “las margaritas tienen los pétalos blancos” sin ofender profundamente a 38 colectivos simultáneamente… ¿Por qué no proceder al revés? ¿Por qué no usar esa sensibilidad a flor de piel de un velatorio para maximizar la ofensa? Es famoso el caso de un señor que echó la culpa de la muerte de su mujer al “puto incienso que ponen los putos asiáticos de mierda”… Pues ya saben, en este caso no pongo ejemplos porque, feck, baja luego mucho el nivel de los comentarios.

El Greatest Hits cutrongo de su vida

Hay un motivo evidente por el cual todos los discursos funerarios son un estereotipado “Qué buena persona era, cuánto lo quería su familia…”. Y ese no es otro que el “Qué poco has logrado en tu vida, macho”, aplicable a toda persona que no sea Burt Reynolds o Hedy Lamarr. Así que… ¿Por qué no lanzarse a hacer épica de los chungos highlights vitales del difunto? Así, a bote pronto, y por tirar de Paco y myself, se podría hacer un “Ese momento culminante de su carrera en el que, para emisión en el canal de cine esP-P-Pañol, Paco compró ‘El éxtasis sexual de Macumba’, porque sabía que era una película que traumatizó al padre de Vicisitud cuando, en plena dictadura la proyectaban en el garaje de bombeiros de Vilanova de Cerveira”. O un “Es entonces cuando Vicisitud soboreó el éxito de montar las autopromos de los programas del corazón de Localia Televisión”. Y, sí, he montado cosas de más fuste, pero prueben a decir un “Sin tetas no hay paraíso” un una ‘Eulogy de los cojones’ y cuéntenme cómo queda.

Pésima elección musical

Los bodorrios horteras se viralizaron gracias a un vídeo de youtube que mostraba una coreografía que huía en mil direcciones distintas de la clásica marcha nupcial. De nuevo: lo que sirve para una boda rara vez funciona en un funeral.
En una de las mejores series de la historia, el ‘Queer as Folk’ de Russell T. Davies, en la muerte por SIDA de uno de los personajes, éste dejaba escrita su propia Eulogy of the balls, que consistía en recitar la letra de la coplilla D.I.S.C.O. mientras sonaba la música. El llanto de los asistentes es otra joya de esas que solo sabe escribir Russell: ni desde la gaycidad más locaza se puede pull off una horterada de ese calibre en un funeral.
Lo mismo se aplicaría, yo qué se, al entierro de nuestro idolatrado Miquel Iceta. ¿Se lo imaginan de cuerpo presente mientras suena, de entre todas las canciones posibles, un épico ‘Don’t Stop Me Now’?
Personalmente, creo que el mejor tema es ‘Stayin´Alive’, pero todo va en gustos. Así pues, si quieren música alternativa en un musical, circunscríbanse al ya clásico de ofrecr un cd de Cradle of Filth a los familiares del difunto, onvre ya.

Lanzar la corona fúnebre a la multitud

De nuevo, el bodorrio como referente. Pero, en esta ocasión, la venganza a esa cansina frase del “a ver cuándo os toca a vosotros, que me hace ilusión veros en la misma”. Evidentemente, esa frase aplicada a un funeral es lamentable, lo cual hace que apropiarse de otra tradición del bodorrio sea todavía mejor: el arrojar el ramo que diga “¡Los próximos sois vosotros!”. Háganlo con la corona y con la misma frase. Si, pasados unos meses, resulta que la predicción era acertada, no vean qué risa.
Y qué Eulogy de los cojones más recordada forever and ever and eternity.

Plagiar

Si, a pesar de todo, son de los que opinan que una Eulogy of the balls puede ser bella, apropiada y confortar a los familiares, mejor aceptar una verdad fundamental: prácticamente ninguno tendríamos el talento de hacer eso. Así que… ¿Por qué no plagiarla de Internez?
En este caso particular, estamos ante un ‘slow burner’. El ideal es que ese discurso crezca en el recuerdo hasta alcanzar dimensiones míticas y, entonces ¡bam! Se hace un Cifuentes y se desvela el pastel.
Porque las cumbres de la mejor vicisitud come to those who wait.

Máster en cuñadismo

Si se es un poco bastante cuñado, el funeral es el momento máximo en el que demostrar el “quita que no sabes” aplicado al consuelo ajeno. Probablemente, la mejor forma de arrancar sería un “Sé por lo que estáis pasando, el otro día tuve humedades en el garaje y se me vino el mundo encima…”. A partir de ahí, the sky is the limit. El redondeo perfecto sería rematarlo con un “¡Goooool de Cristiano!” mientras escuchas la final de la Champions por los cascos, pero eso ya es pedir demasiado.

Narrar proezas sexuales del difunto

Aquí entramos en el HughGrantismo ilustrado, pero, feck, mezclar Eros y Thanatos me parece quizás lo más apropiado de todo lo dicho en este artículo. Solo ofenderá a los pacatos, pero lo cierto es que decir “Federico la chupaba como Dios” excitará muchas imaginaciones y reemplazará de forma muy eficaz el ya manido “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”.
Además, todos queremos de saber si se le corría encima o no. ¿No?

Minimalismo

Para los amantes de la concisión suprema y del hacer mucho con poco, el discurso ya está hecho: “Dicen que no se debe decir nada malo de los muertos”. Acto seguido, se abandona el estrado.
Excelsior. ‘Nuff said.

Equivocarse de muerto

Y de último, dejo mi favorita, que es el currarse una Eulogy de los cojones clásica para la persona equivocada (o inventada, lo mismo da que da lo mismo). En este caso, lo importante no es lo que se diga, sino ese slow burner que es ver un murmullo creciente entre los asistentes, y ver quién es el primero que tiene cojones de gritarte “Jei, rapaz ¿de qué carallo vas?”. La tensión sería la envidia del propio Hitchcock.
En conclusión, aquí tienen un catálogo de lo que NO se debe hacer. Que sigue siendo mejor que lo que NO se debe hacer bajo ningún concepto: la Eulogy of the balls. La vida tiene su forma sórdida, miserable, lamentable y maravillosa de salir adelante: como el autónomo siendo incapaz de vencer el reflejo de guardarse los tickets de la cafetería del tanatorio. Todos hemos llegado aquí de forma absurda y lo mejor es no darle más rimbombancia a la despedida más allá del mojón que es. 
Aunque, francamente, sí que me haría ilusión que el undécimo Doctor me arreglase ese momento final…

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