Ready Player One: mi celebración de la fantasía

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Mi cita favorita de todos los tiempos es, obviamente, “Si no farcias las caroidas, no remuldas las leporcias”, escrita por la persona que más me enseñó de historia aparte de mi madre: El Perich. Del que también aprendí lo que eran las pajas. Pero, enhorabuena: ese es otro tema del que no escribiré otra vez. Tal frase esconde una de las grandes verdades de la existencia: que nada tiene sentido y que es mejor hacer chistes porque PA QUÉ.

Mi segunda cita favorita, y que tiene un poco más que ver con este post, es de J.R.R.Tolkien, el R.R. original aficionado a dejar cosas inconclusas. Es algo así como:

«¿Por qué debería un hombre ser objeto de burla si, encontrándose en prisión, intenta escapar e ir a casa? ¿O y si no puede hacerlo, piensa y habla sobre otros temas distintos a guardianes y los muros de la cárcel?»

El escrito sale de su tratado “Sobre los cuentos de hadas” que, como su propio nombre indica, no ha leído casi nadie porque todavía le quedan muchos capítulos de series dramáticas episódicas que ver. Pero viene a cuento por el lamentable espectáculo que he presenciado en redes sociales en las semanas previas al estreno de ‘Ready Player One’. Pero, antes de abordar la locura que se ha desatado, aclaremos un par de cosas.

Mi trabajo, por si algún despistado no lleva suficiente tiempo leyendo este blog como para haber subido de nivel su avatar a nivel Dios Günther, consiste en evaluar películas. Es decir, que es normal que me acerque a cualquier obra con un espíritu analítico. Veo con relativa facilidad por donde puede flojear una narración para tal o cual persona y que eso mismo no le importe a otra. Pero conservo hasta cierto punto la habilidad de ir al cine y disfrutar sin estar en estado de constante análisis. Soy como un ginecólogo que todavía puede mirar un potorro con vicio al salir de trabajar.

Admiro a los ginecólogos que todavía pueden mirar con vicio un potorro al salir de trabajar.

También soy una persona (bajita, pero persona) a la que suelen preguntar mucho su opinión sobre películas. Por lo tanto, estoy acostumbrado a sentir la necesidad de formarme un juicio claro para poder dar una respuesta cuando me pregunta cierto superior del trabajo al que llamamos ‘Twitterman’ porque no es capaz de atender respuestas de más de 280 caracteres.

Todo esto es importante porque, amijos: si yo todavía puedo ir a ver una película por gusto y para maravillarme, vosotros también podéis. En serio. Lo juro. Porque vivimos en un mundo en el que me da la sensación de que un porcentaje amplísimo de los consumidores de cultura y especialmente los que se denominan fans o ‘cinéfilos’ (esperad, que me voy a lavar los dedos tras escribir esa palabreja) tienen lo de entretenerse en el cine como algo secundario. Lo importante es tener munición para formarse una opinión con la que iluminar las redes sociales. A menudo, incluso ANTES del estreno. Lo principal es saber qué resúmen hacer de la película, a ser posible en una frase rotunda, extrema (todo es o cojonudo o una puta mierda) y, a ser posible, negativa. ¿Por qué negativa? Porque es más fácil.

Yoda nos lo explicó de forma coherente por una vez en su no-vida.

Pensadlo bien: la creación, especialmente el cine, es algo tan complejo, que es muy difícil que todos los aspectos casen al cien por cien con un supuesto ideal del espectador. Es, por lo tanto, más fácil centrarse en los fallos. Pero hay algo más: es mucho más agradecido para exhibirte en redes sociales: lo negativo, como demuestran desaprensivos que hacen vídeos de humor sobre pelis malas en internet, es más fácil para, por un lado, hacer comentarios sarcásticos e irónicos que llamen la atención y, por otro, poder quedar bien en el caso de que un gurú te diga que tal cosa que secretamente te gustó es en su opinión una mierda.

Todo esto viene a que parece ser que usar las narraciones para sumergirse en una historia y ser feliz se ha convertido en algo muy secundario e incluso sucio. Si la vida cultural fuera un sandbox, la evasión de la realidad no sería ni una misión secundaria. Ni siquiera una de esas terciarias que te dan NPGs y que siempre son variación de dos o tres modelos. Sería como poner el Witcher 3 y dedicarse a jugar al Gwent.

O al strip-gwent con Triss: no me extrañaría un mod con esa posibilidad

Cosa que yo he hecho. Se me daba cojonudo. Desde luego, es mucho más divertido que La Canasta, más fácil de entender y no requiere que me haga la permanente y cuide que el corega esté bien fijado para que mis amigas del Casino no noten nada.

Esa actitud en la que lo importante no es tu experiencia, sino lo que opinen otros de dicha experiencia, es muy de hipster y, en el caso del cine fantástico, que es de lo que va esto, muy de frikipster. Un tipo de supuesto fandom que encarnan lo que toda la vida he llamado ‘el falso freak’. (Alguien acusándome de dar carnets de pureza está flexionando los nudillos antes de ponerse a escribir un comentario) Los protagonistas de una frase que un día solté y que había olvidado haber dicho hasta que me la recordó un amigo: “El fandom acabará con el fandom”.

Pero no el fandom de los tarados normales (parece una antítesis, pero es que mi mente funciona como las leporcias siendo remueldadas), sino el que no comparte su frikismo. El obsesionado con el qué dirán. El que es freak por formar parte de un grupo social. El loco por revestir de una pátina de prestigio a sus aficiones. El que acumula visionados para soltarte peroratas sobre por qué eres un mal fan por no conocer tal o cual serie oscura, en lugar de pasártelas todas en un Mega para que ambos conozcáis las delicias de, qué sé yo, ‘Father Ted’ y por qué la frase ‘Kicking Bishop Brennan Up The Arse’ es digno de celebración y regocijo.

Os juro que esto es más y mejor historia de la televisión que cualquier momento de The Wire.

Todo esto lo comenté ya en parte en mi artículo sobre los ‘frikipsters’(post hermano de éste y uno de esos momentos de soltar la perorata que me permito en el blog cada dos o tres años). Todos esos pesados que se han apuntado al nerdismo ahora que está de moda y que lo abandonarán con facilidad por pastos más culturetas y jordicósticos cuando acaben con él gracias a su mismo fundamentalismo. Porque acabarán. Y tengo la hipótesis posiblemente errónea de que un posible fracaso de Ready Player One unido con el declive de ‘The Big Bang Theory’ y la cumbre de la Fase 3 de Marvel, sea el inicio del cambio.

O al menos eso me ha parecido oler con la oleada salvaje de odio hacia la película de Spielberg por parte de gente que se declara ‘nerd’. Para que os hagáis una idea, yo he publicado artículos sobre religión y nacionalismo, pero no he sufrido tantos ataques como por decir que me hacía ilusión ver ‘Ready Player One’ y que me esperaría a tragármela para opinar. Que me dejaran ser feliz con el proceso de expectación. Madre mía la que se armó.

Porque la pasión por juzgar negativamente la película sin haberla visto ha sido mareante. Sorprendentemente incomprensible viniendo de una cinta de aventuras de Steven Spielberg, que es un señor con sus cosas, pero que generalmente debería disfrutar de un beneficio de la duda muy superior a la de gente que escribe en internet en blogs de nombres impronunciables para andaluces o alemanes (ay, lo que nos reímos intentando hacer que Uwe Boll dijera ‘Vicisitud’)

Lo dije hace más de una década en mi ¿mítico? artículo “¿Qué es una mala película?”. Parece de perogrullo, pero antes de juzgarla hay que verla. Es lícito tener malas expectativas, pero este mes pasado se lanzaban con la seguridad fundamentalista y soberbia de quien no sólo la había visto, sino también de quien ha escrito ya una tesis sobre ella. Hubo un artículo especialmente execrable en Canino que no acertaba absolutamente en nada (empezando a hablar de la película que no había visto para luego centrarse en sacarle lecturas machistas al libro, porque, ¡eh!, es lo que está de moda para ser aliado). Pero lo que más me gustó fue el tuit de un señor que me dijo que “Había leído algunas páginas del libro y que unos amigos le habían dicho que era malo, así que la peli sería una mierda”. Un non sequitur del nivel intelectual de “Me he comido una pastilla de chocolate de kazajistán y, por lo tanto, los tomates kazajos saben a colillas mojadas”.

Ay, el chocolate kazajo. Era como lamer tierra en la que han derramado un poco de caramelo líquido Hacendado. Pero, una vez más, desvarío.

(Por si acaso, os dejo una imagen del atentado culinario en concreto)

Ese comentario me divirtió especialmente, porque, sin salirse de Spielberg, se podría aplicar a ‘Tiburón’ perfectamente un día antes de su estreno en 1975. Palabra por palabra.

Pero, claro: es mucho mejor ser cínico. Reírse del que demuestra ilusión. Basarse en datos incompletos para hacer un juicio que, y ahí viene lo malo, intentarán mantener durante la proyección y afectará a su capacidad de evasión. Para tener un discurso continuísta. La inmersión en la peli será más difícil. No podrán ser felices a pesar de tal escena implausible o cual efecto especial flojo. Si el discurso previo es que ‘Ready Player One’ es un filme sobre la nostalgia ochentera sin valores interesantes, pues habrá que mantenerlo.

Que, a propósito, no lo es. Va de videojuegos. Que no sé si habéis notado que el texto está plagado de chorradillas referentes al tema. Pero eso lo comentaré más adelante.

Y si hay un género fácil para sacarle las cosquillas, es la fantasía escapista, porque la construcción de mundos es algo complicadísimo de hacer verosimilmente, sobre todo en dos horas. El quisquillosismo puede hacer estragos. Es mucho más agradecido hacer algo más simple, con apariencia oscura, con supuesta crítica social y cinismo en primer término.

Lo cual no quiere decir que Ready Player One no tenga componente social. Oh, sí que lo tiene. Más de lo que parece. Y es muy importante, porque tiene que ver con la importancia de la fuga del prisionero, que no debe confundirse con la deserción del soldado.

¿A que parecía que estaba dando vueltas en círculo en este post y que no iba a retomar lo del principio? Pues tenéis razón: estaba dando vueltas y me he acordado de repente de cómo empecé.

Veréis. Los fancistas que empezaron a hacer comentarios inteligentes e informados antes de ver la película basándose en lo que habían leído en el libro o, en la mayoría de los casos, lo que le habían dicho sus cuñados que era la novela venían a ser esto:

¡Miradme! ¡El libro y la peli sólo son un festival de nostalgia y referencias! ¡Os traigo la opinión experta!

Realmente, los que hayáis visto la película sabréis, y esto puede ser un shock, que SPIELBERG NO ES TONTO. Que la nostalgia ochentera es integral a la premisa, pero que él y Zak Penn están más interesados en otra cosa. Dicha nostalgia pop es algo adjunto a la trama y ni siquiera se basa siempre en los ochenta. Porque los fancistas pueden ver que ya en el trailer hay referencias a el Gigante de Hierro, Overwatch, Battletoads, Second Life o Harley Quinn y seguir gritando EZTOY JARTO DE ESTREINYER ZINGS Y LOS MITOPLASTAS DE LOS GOONIES sin parar.

El necronomicón del frikispter

Lo que han hecho Spielberg y los guionistas (incluyendo al ahora de repente odiado Cline, porque siempre es bueno tener villanos) es hacer una película futurista y muy actual (sospecho que la disfrutará más la generación de los MMORPG que la anterior o los que no han cogido una consola en su puta vida). En la que, miren ustedes por dónde, el mundo es un lugar gris que hay que cambiar. Y quienes los hacen son, precisamente, los que se sienten prisioneros.

Prisioneros que se evaden, pero no soldados que desertan.

Y que ellos son los primeros conscientes de que un beso real es mejor que uno virtual. Que saben distinguir entre realidad y ficción. Justo lo contrario de los que nos acusan a los amantes de la fantasía tanto los guardianes de la moral (obsérvese la que se ha vuelto a armar con los videojuegos en Estados Unidos) como los guardianes del buen gusto.

Tolkien también decía: “Es un gran placer para mí encontrar mis creencias justificadas: Que ‘el cuento de hadas’ es, en realidad, un género adulto, y uno para el que existe un público hambriento».

Bueno: ya no está hambriento como en la época del viejo profesor. Ahora, la fantasía domina el entretenimiento a través de las nuevas mitologías, que van desde superhéroes hasta videojuegos, pasando por mundos fantásticos y hasta juegos de mesa. Ahora la referencia común mundial no es tanto el folklore tradicional sino un nuevo folklore con referencias más recientes. Que se consume y muta más rápido. Sí: es de consumición masiva, pero eso es la humanidad hoy en día, nos guste o no (sobre lo de la mercantilización de los mitos y su relación con ciertas subtramas de Ready Player One, mejor no meternos, que son las dos de la madrugada y quiero acabar ya). Es una mitología en la que puede haber gigantes y hadas, pero también cyberpunk, romances virtuales y leyendas fanfiction basadas en juegos de apenas dos décadas con eróticos resultados.

(Mi mayor ilusión en el mundo es que se haga un fanfiction de CineBasura con eróticos resultados)

Pero, claro: eso es ahora masivo y, osea osea, tonto para niños, y muchos no se sienten cómodos con ello. Hay que separarse de la masa, paradójicamente uniéndose a otra masa distinta. Una que imagino que vuelve a pedir el regreso a los reboots descarnados que se pusieron de moda en los 2000.

Pues ole, pues vale, pues me alegro. Si alguien no se siente preso, pues me parece genial que reclame ver más películas realistas y abandone la narrativa de evasión. No tengo ningún problema con ello. He vivido media vida en el ostracismo alejado del Buen Gusto ™. Sólo os pido que, al menos, lo hagáis de corazón y no por el puñetero postureo. Y que esperéis a ver una película o leer un libro antes de dar opiniones categóricas. Que váis a tener lo que queréis: la historia es cíclica y este reinado del fandom acabará. Quizá así estaremos más tranquilos los de siempre. Y sí: soy consciente de la paradoja de que esta última frase puede interpretarse como elitista y, una vez más, de repartidor de carnets. Pero denominar de tal manera a quienes, aún en el mundo del reinado nerd, nos miran por encima del hombro por nuestra afición desmesurada a la evasión no deja también de ser un poco paradójico.

(Insertar aquí mi típico párrafo de conclusión sobre que cada uno vea lo que le dé la gana y opine lo que le dé la gana, pero pensando un poquito antes de hablar o escribir y sin ser condescendiente, que ya son las 2:30 y creo que ya lo sabéis todos los que habéis leído tan lejos)

Aquí iba anoche una foto de Ren y Stimpy con los ojos rojos. Pero mira tú por donde que me ha dado por cambiarla esta mañana.

Todo esto lo puede haber leído alguien y preguntarse: ¿Pero, es ‘Ready Player One’ una peli redonda? ¿Es siquiera buena? Es que ese NO es el tema de este artículo. Pero si tenéis que preguntar, pensad en ‘En Busca del Arca Perdida’. Una obra maestra. Una de las películas de aventuras más queridas de todos los tiempos. Una peli en la que nada de lo que hacen los personajes tiene impacto en el resultado final, que es un literal Deus Ex Machina. Imaginaos ahora cómo habría sido recibida por los que hoy.

EXACTO.

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