El Drama de Yes

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A medida que han ido avanzando los años de ente bloj, se han producido varios cambios que han afectado a los contenidos. El principal es que los artículos cortos de chorradas pilladas por internet acabaron convirtiéndose en actualizaciones de nuestros muros o de grupos de facebook como ‘Música de Merde’ (fuente de risión personal diaria). Para cuando tenía tiempo de escribir algo y elaborar sobre tal o cual descubrimiento, el vídeo en cuestión ya era viral.

El otro fenómeno es que nos hemos convertido en tal isla dentro de nosotros mismos que damos por supuestas historias que no todo el mundo ha de conocer. De ello trata el presente post. De algo del que estás hablando un buen día con amigos y gritas dos cosas: “¡Coño! ¡Si lo piensas bien, esta historia es realmente absurda!” y “¡Coño! ¡Mis amigos suelen ser perturbados que hablan de rock progresivo!”

Porque esto va de PROG.

¡Un momento! ¡No huyáis! El artículo está escrito precisamente para la gente que no conocen en profundidad este género. Esto es, para personas con suerte y posibilidades de tener sexo más de una vez cada trienio. Porque ya os hemos contado en numerosas ocasiones que el sinfónico es el tipo de música más denostada de la historia. Y justo es en la época en la que cayó en desgracia cuando empieza nuestro cuento…

Érase una vez un grupo formado por un cantante castrado napoleónico, un bajista erótico, un alcohólico magistral con capa, Gollum cuando sólo llevaba unos años con el Anillo Único y el equivalente en batería prog a Ringo Starr manco. Todos genios respetados.

Todos listos para formar parte del reparto de la nueva de Fesser.

Lo que pasa es que los miembros de dicha formación, llamada Yes, hacían cosas malas: Rick Wakeman, el de la capa, se dedicaba a beber como un suicida y, lo que es peor, a hacer espectáculos de prog sobre hielo. Lo de Jon Anderson, el pequeño Napoleón, era mucho más grave: además de discos dobles basados en notas a pie de página de libros tibetanos, era vegano.

Todos juntos hicieron un disco llamado ‘Tormato’. Explicando: originalmente, se titulaba ‘YesTor’, por el monte (“Tor”) Yes (“Yes”) que está en Devon, lugar que me pone muchísimo. Todo en consonancia con lo que venía siendo el rock sinfónico en su lustro y pico de popularidad: naturaleza, épica, poesía e historias atávicas sobre druidas de Stonehenge:

El prog en una parodia de dos minutillos.

Sin embargo, los tiempos cambiaban. A Wakeman no le gustaba la portada que habían perpetrado los míticos Hipgnosis con el monte en cuestión y un señor con batuta, así que le tiró un tomate encima… y el resto es historia. Historia de los juegos de palabras que dan ganas de exterminar a la humanidad.

‘Tormato’ (see the idiotez they did there?) fue un disco que muchos defienden ahora, porque el mundo está lleno de gente con problemas. Como yo. Que a mí me hace gracia debido a que tanto cine cutre me ha dejado las conexiones neuronales como anchoas requemadas. Sin embargo, en la época y entre la mayor parte de los fans de Yes, fue un desastre. Muchos vieron en sus mezcolanza rara de sonidos y evidente falta de sintonía del grupo el inicio del fin. Entre ellos, un joven aspirante a ingeniero de sonido con un objetivo en la vida: llevar gafas más divinas que las de Elton John

Trevor Horn(y)

Pero no adelantemos acontecimientos. Ya llegará el momento de este señor. El asunto es que Anderson y Wakeman deciden largarse a hacer sus cositas. El primero, discos más comerciales con Vangelis, al que siempre quiso como parte de la formación. El segundo, un disco doble de canciones que puede invocar al diablo aunque no lo pongas marcha atrás. Secundariamente, a desintoxicarse, casarse un puñado de veces y hacer LPs de new age que ni recuerda haber compuesto para pagar a sus ex esposas.

¡FANTASÍA!

En parte, la situación del grupo era un desastre porque todos tenían egos que no cabrían en la Torre Trump y eran muy quisquillosos con el dinero. Las grandes estrellas de los 70 (Sí: Yes eran grandes en EEUU y eso significaba PASTA A MONTONES) gastaban mucho cuando estaban de gira. Viajes en los que a veces no se hablaban entre ellos. Ni siquiera entre las esposas y novias de los respectivos. Tan grandes eran, que tenían reservado un gran tour mundial… y no había grupo con el que ir ni disco que promocionar. Así que se fueron los tres miembros restantes a un estudio a practicar algunas ideas musicales y empezaron a pedir material por ahí.

Intermedio en la historia.

Vamos a otro mundo. El de la música de sintetizadores a punto de cambiar el panorama. Mientras el punk, género mierder que había acabado a los ojos de la crítica con el prog y el arena rock, implosionaba al ritmo de venas reventadas por la heroína, el verdadero futuro ya se gestaba. En 1976, Trevor Horn y Geoff Downes (con Bruce Woolley, que abandonaría el grupo antes de grabar nada) se unieron para hacer cosas… cosas musicales. Lo que fuera. El primero hacía sus pinitos como técnico y como productor. El segundo venía de un pasado de estudios musicales. El tercero no suele importarle a nadie, aunque tiene su carrera interesante en la que ha llegado a tocar con Thomas Dolby en una canción preciosa y eso me vale.

Tras un par de años grabando unas demos con el nombre de The Buggles (Bugs… Beatles – see the idiotez they did there?), por fin consiguieron que les produjeran un disco co escrito en parte por los tres, aunque Woolley ya se había largado y grabado el que sería el primer single del grupo por su cuenta sin mucho éxito (los críticos idiotas con ganas de llamar la atención te dirán que es mejor porque es más ‘primario’. No. Es un desastre).

Y qué single. Lo conocéis. Todo el mundo lo conoce. Es puta historia de la música. Feck: es puta historia del audiovisual. FECK: Es puta historia y punto.

Sí: el que sale al final del vídeo no es Woolley, sino Hans Zimmer, el amigo de los darnáis y enemigo público número uno del resto de aficionados a las bandas sonoras. Pero de eso y del vídeo de Russell Mulcahy ya hablé en este artículo que recomiendo mucho más que éste que estáis leyendo.

La mayoría ya sabréis la historia: La canción fue un éxito morrocotudo. Pero no sólo eso: fue la bandera del cambio, como el PSOE del 82, pero sustituyendo a Felipe-Guerra por gente un poco más petable. El título resultó profético: en agosto de 1981 abrió las emisiones de MTV, marcando de facto el momento en el que el video dj mató al radio dj. La imagen se imponía definitivamente al puro sonido.

Vamos: que era el no va más de la modernidad. Eso es importante para esta historia. Porque Horn y Downes, ahí en sus entrañas, eran fans en el armario del prog. En particular Horn, que se declaraba seguidor fatal de Yes. Eso estaba muy mal visto en la época entre los grupos modernos de éxito. Estoy seguro que podías decir que te habías ido de fiesta con Brian Singer y Kevin Spacey y no sonaba tan sucio como proclamar al NME que te la ponía dura ‘Close To The Edge’ (la Mejor Canción Para Follar ™). Relacionar tu grupo que lo está petando en las listas, abanderando la revolución sónica del vocoder y los sintetizadores y molando por hacer otros singles como mi favorito ‘Elstree’ habría sido un suicidio.

Así que se unieron a Yes.

Andaban los dos como unos freaks dando vueltas por el mundo de la música cuando un agente común, Brian Lane, los puso en contacto. The Buggles compusieron una cancionaca con Yes en mente, titulada ‘Fly From Here’, que podría serviles para renovar su sonido y, al mismo tiempo, mantener su esencia, algo perdida en el anterior ‘Tormato’. Squire, que era un viejo zorro (que no lo digo yo: que lo dice su single ‘Run With The Fox‘ – See la gilipollez I did there?), vio la oportunidad de cubrir los puestos libres de la gira: un cantante y un teclista con formación clásica. Los invitó a tocar juntos, les sedujo con sus movimientos sessys de bajo erótico, les echó burundanga… y acabaron entrando a formar parte del grupo.

Pongámoslo en perspectiva, porque fue algo gordo. Es como si hoy en día Bono y The Edge se marcharan de U2 (en el caso de que Larry Mullen Jr. y Adam Clayton tuvieran algo de talento compositivo o carisma) y los sustituyeran Bon Iver y Lady Gaga. Es como si Chris Martin decidiera dejar Coldplay para hacerse lavados al vapor de sus pequeños testículos y lo sustituyera Ed Sheeran. Vale: en este caso tampoco cambiaría mucho la cosa, la verdad.

Pero es que esto es más absurdo todavía si consideramos las carreras posteriores de los dos Buggles. Tras un segundo disco muy recomendable que era casi un proyecto de Trevor Horn en solitario, Geoff Downes les dijo a varias luminarias del prog más perdidos que un rolero en Tinder que se unieran a él en la conquista del mundo. Y vaya si lo conquistaron:

Downes se llevó a un ex King Crimson que nos había dado lo mejor jamás grabado por el tarado de Robert Freak, a la P de ELP y al Gollum al que había conocido en Yes a petarlo haciendo AOR ochentero del güeno. Del que dominó el mercado en los 80. Luego tuvo más carrera con Asia y otras aventuras musicales. Pero lo glorioso es lo de Horn. El tío más importante de la música que NO conoces (que diría un click bait normal estilo los dedicados a Max Martin, pero que teniendo en cuenta el fistrismo de los lectores de ente bloj tampoco creo que sea verdad). Nuestro ex renovador pop se metió a productor. Pero a lo bestia.


¡Gaycidad avant-garde!


¡Gaycidad con violines!


¡Señores con marcas raras que no son Morgan Freeman!


¡Hipsters escoceses!


¡Lesbianismo ruso!

Y mucho, mucho más (Oldfield, Robbie Williams, Tina Turner, Marc Almond… feck, hasta Eros Ramazzotti), pero sobre todo esta maravilla del rock ochentero que adoro:

Porque hemos hecho un salto adelante a la grabación y gira del ‘Drama’ para que comprendáis la dimensión histórica de la unión de estos dos grupos. Cuando se anunció, a la prensa hipster casi le da un síncope, y los fans puristas amenazaron con suicidios en masa de sus personajes de rol. El caso es que la nombrada ‘Fly From Here’ no se grabó (entonces), pero sí otros varios temas que mezclaban materia de Horn y Downes y lo que habían estado trabajando Chiquito de Howe, Erótico Squire y Dos Manos Izquierdas White. Así, a todo meter porque se acercaba la gira. De hecho, el pobre cantante tuvo que ir reduciendo su luna de miel hasta dejarla en una semana en el campo con Steve Howe al lado, lo cual era lo más parecido a acampar de camino a Cirith Ungol.

Al resultado lo llamaron ‘Drama’ por motivos obvios.

El disco fue recibido con recelo, pero no del todo mal por un motivo claro: es cojonudo. Para mí, el segundo mejor de Yes. Escuchad esta maravilla de la complejidad musical pero, al mismo tiempo, molonidad melódica:

Pero los apologéticos de Anderson y Wakeman seguían recelando de él. En la gira, pasó lo que se esperaba: la gente abucheaba a los nuevos. Básicamente porque en esa época no había internet y muchos se plantaron en los conciertos sin saber que el grupo había cambiado. En EEUU tampoco fue tan grave, pero cuando llegaron al Reino Unido, la cosa se puso violenta. No sólo el público fue más… bueno: más hooligan, sino que encima esto de cantar como Anderson sin rehacer los temas estaba destrozando la voz de Horn, que pasaba los días sin hablar para poder luego llegar a los tonos de eunuco del antiguo líder del grupo.

Naturalmente, el grupo se deshizo al terminar la gira. Pero la historia tuvo final feliz: Squire y White, ya sólos y con Howe currando en Asia, se unieron a un chico mono sudafricano llamado Trevor Rabin. Horn seguía siendo fan y quería entrar de productor. Entre todos convencieron a Jon Eunuco Anderson para arreglar ciertas canciones del chavalito y, esta vez sí, petarlo con ‘Owner of a Lonely Heart’, abriéndose de esta manera otra etapa de la historia del grupo mucho más movida y con mucho, mucho más drama. Que continúa: ahora hay hasta dos Yes de gira. Un pifostio bueno.

‘Drama’ se convirtió en un disco muy de culto, en parte debido a que Anderson se negaba a cantar sus temas en las giras porque EL EGO. En los primeros tiempos de internet, los grupos de fans de Yes se ponían nombres según la época que más les gustaba del grupo (sobre todo, YesEast o YesWest según eran de la versión AOR con Trevor Rabin o la versión ABWH). Pero había subgrupos más graciosos, entre los que destacaban por su locura Los Caballeros de la Orden de la Pantera, que éramos los fans de ‘Drama’. O, por su total demencialidad, los Pantera Kamikaze, de los que formaba parte nuestro querido redactor Charlie Marlow incluso antes de que yo lo conociera en un foro de fans de Camel. Los kamikaze son aquellos que no sólo defienden el Drama, sino que consideran que el grupo es mejor con Horn como cantante. Esos perturbados están de enhorabuena, porque Horn, Downes, Howe, White y Billy Sherwood (no preguntéis: la lista de miembros pasados de Yes es como la de las mujeres que han pasado por la cama de Julio Iglesias) han vuelto a grabar el disco ‘Fly From Here’ (de hace unos años, basado en un par de temas descartados de Drama, pero con un cantante sacado de una banda tributo) con la voz de Horn.

Tres aguerridos Hobbits, un fantasma alto que representa al verdadero espíritu del grupo y el producto de llevar 100 años el Anillo Único.

Mirad: yo he gastado tanto dinero en esa banda que ese ya no me lo compro (comentó él mientras se metía en internet a ver el precio)

… Y así fue como Paco Fox contó la historia de cómo un grupo de género denostado se unió a los más modernos y, de tal unión impía, tanto directa como indirectamente, surgieron algunas de las canciones más populares de todos los tiempos. Muchos ya la conociais. Apuesto que los que no tenían ni idea de ello no han llegado hasta aquí. A estos últimos les digo:

Nada. No les digo nada. Que no están leyendo. Que me creo John Hurt en ‘El Cuentacuentos’ pero más bien parezco un gilipollas. Un gilipollas que se va a poner Tempus Fugir ahora mismito:

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