Un breve homenaje a Chiquito de la Calzada: El jánder

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Sé que ahora mismo no parece el momento de
reír. Pero a veces las lágrimas arden. Arden como el fuego que ha consumido
buena parte de Galicia y Asturias, aunque parezca que ya esté olvidado para
muchos medios; como la rabia interior y la pena que genera todo este agónico y
extraño proceso de la independencia catalana, como las protestas de las
trabajadoras de Inditex (Que, finalmente, lograron lo que querían ¡Enhorabuena!). 
Parece que la risa no mitiga el fuego de las
lágrimas y, a pesar de todo, los recuerdos nos asaltan convirtiendo su ataque
en el mejor mecanismo de defensa. Caigamos, pues, presas del asedio, y
centrémonos en otra cosita que, visto lo anterior, parece doler mucho menos,
pero que es importante para los que conformamos el entramado de ente vlog de perdición.
Ya sabéis que hace unos días ingresaron a
Chiquito de la Calzada y que, en el momento de escribir estas líneas, está
ingresado en la UCI. Como todos sabemos que Chiquito es un icono no solo de
este sórdido y particular universo, sino del Universo con mayúsculas, yo no
dejo de pensar en esos ínclitos versos de Vainica Doble que dicen: “Un día vas
a pegarte un susto/ Vas a darnos un disgusto”. 
No nos engañemos, Chiquito está mayor y, por
desgracia, no es invulnerable. Por ese motivo, quiero escribir una breve
anécdota, a modo de homenaje, para que veáis que, a pesar de ser un pequeñarra,
la sombra de Chiquito es alargada y alcanza a todos los estratos de la
sociedad.
Una de las mejores cosas que ha hecho
Chiquito y que llega a nuestra era de la posverdad y demás mierdas, es el hecho
de inventarse un lenguaje propio. No en vano, Chiquito es uno de los referentes
del idioma mundial (cada vez más lejos, ay…). Mi padre, otro gran ejemplo de
cualquier sórdido de bien, decidió hace tiempo poner su granito de arena en eso
del idioma mundial, y lleva ya unos cuantos palabros creados que se han
insertado a la perfección en su día a día. 
En pleno afán por llamar a la gente cosas
como “satélite”, “herbolaria” (por “vegetariana”) o, el más celebrado,
“calamar”;  mi padre, llevado por una
sórdida fuerza invisible, creó un concepto maravilloso que la familia sigue
utilizando en plena segunda década del siglo XXI: “jánder”. Y sí, lejos de que
alguien le increpe o cualquier cosa peor, los palabros paternos basados en la
experiencia chiquitil se expanden como un río invisible que convierte nuestro
mundo cotidiano en una vicisitud constante.
Y bien, amigos, ¿qué es un jánder? Lo cierto
es que mi padre utiliza el vocablo con cierta liberalidad, pero creo que he
podido descifrar algunos de sus usos más comunes.
Para empezar, “jánder” es una palabra que
puede utilizar cualquier persona que sepa vivir en democracia: no tiene flexión
femenina, aunque sí plural. En contra de lo que diría la RAE, el plural de “jánder”
no necesita “–es”, para mantener lo  más
posible la pureza del concepto. De esta forma, cualquiera puede ser un o una
jánder, y existen muchos jánders en el mundo.
Ya en el terreno semántico, ser un jánder es
un concepto totalmente sórdido. Un/a jánder es un persono humano (aunque no
descarto que se pueda aplicar a animales, vegetales o, incluso, a Mariano Rajoy)
que resulta ridículo, estúpido, fuera de lugar… pero justo eso es lo que hace
gracia. Resumiendo, un jánder es ese cuñao que te dice que Queen es la mejor
banda de la historia, pero se escandaliza y tapa los oídos negando la
existencia del disco Jazz o la banda sonora de Flash, como si fueran una ofensa
(TRUE FACT). Una jánder es esa señora peripuesta que se te cuela en la cola del
supermercado, pero se saca un cepillo y laca en mitad de la calle una tarde de
viento (100% TRUE FACT). En resumen, un jánder es una persona de comportamiento
deplorable que, justo por eso, resulta sorprendente y hasta graciosa. En cierto
modo, el jánder resulta un tanto esperpéntico.
Una segunda acepción de “jánder” (ya que nos
la inventamos, podemos hacerla polisémica), se refiere a una persona timorata,
de poco fuste, atribulada y que parece vivir en su mundo particular…
Algo como esto.
La tercera acepción nos resultará mucho más
familiar, pues “jánder” se parece bastante a lo que nosotros conocemos como “sórdido”.
Quicir, ¿Sería Wing una de las
mayores jánder del mundo mundial? ¡Claro que sí! ¿Sería Manolo de Xaniño un
jánder cósmico? ¡Por supuesto! Este tercer significado sería el más amable.
Cuando nos encontramos con un personaje que da la vuelta al primer concepto y
consigue captar nuestro hamor de
forma incondicional.
Centrándonos en la pragmática pura, queda
claro que la palabra “jánder” utilizada  en
solitario posee cierta connotación de cachondeo. Sin embargo, podemos usarla en
un sentido absolutamente peyorativo cuando le ponemos delante el vocablo “tío”
o “tía”. Así, un “tío jánder” es Inda soltando barbaridades en la Sexta justo
antes de comer para que no se te corte la digestión. Una “tía jánder” sería
María Dolores de Cospedal explicando la diferencia entre directo y diferido
como si estuviéramos en un Barrio Sésamo del Mundo del Revés. 
Algo como esto.
Si, además,
acompañamos la expresión con otras palabras del tipo: “¡Vaya un tío jánder!” o
“¡La tía jánder esta!”, habremos obtenido el efecto despectivo deseado, pasando
del esperpento al cabreo y la mala leche súbita.
Por último, y como todo esto debe tratar de hamor, ¿podemos llamar jánder a nuestro
mejor amigo? ¡Claro que sí! Solo tenemos que decir, a modo de saludo: “¡Ey,
jánder!” o “¿Qué pasa, jánder!” y tendremos una de las expresiones de cariño
más sinceras de la historia.
Gracias por leer este pequeño post. Quién
sabe, quizá, justo por ser pequeño, la sombra del “jánder” sea casi tan
alargada como la de su creador. 
¡Gracias por todo, Chiquito!
Y gracias, padre.
¡Hasta la próxima!

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Nota de Paco Fox: Por primera vez en la historia de ente bloj, añado una nota de editor a un post de uno de los miembros fijos del grupo. Sólo para decir ésto: Vicisitud lleva años usando la palabra ‘jander’ para definir un tipo de recurso audiovisual. Tal decisión de montaje consiste en tratar la para otros sacrosanta imagen como Nacho Vidal le hace a un ojete. Duplicarla o triplicarla como si fuera una foto de más de una exposición, hacer un barrido, meter un subidón de luminancia acompañado de un sonido potente… Esto es, hacerla más sórdida y jovial. 
Un buen ejemplo de festival de jánders fue sobre todo el principio del genial trabajo de Vicisitud en su mítico ‘Carlosaurio’. 
Tanto ha calado el jánder audiovisual en nuestras vidas que se usaba constantemente para animarme cuando más deprimido estaba durante los primeros montajes de «CineBasura» (dios… creí que iba a morir de vicisitud… faltaban planos por todas partes y nada tenía gracia; al contrario que en producto definitivo, en el que CASI nada tiene gracia). Tras ver secuencias enteras y, ante mi desesperado silencio, Snowymary me miraba y decía: No te preocupes. No hay NADA que no pueda solucionar un buen jánder.
Hasta en esos momentos de vacíos creativos, un chiquitismo tenía la solución. Chiquito, así en general como concepto cósmico, siempre es la solución. Para todos los males del mundo. Todos.

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