Disneyev: Los clones de combate rusos de Disney

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Aquí Paco Fox: mientras no salgo de mi vorágine de compromisos, os dejo con una maravilla de Guille Stardust. Un artículo que llevo mucho tiempo deseando leer. Imaginaos el nivel de chunguez…

He estado un tiempo sin escribir porque lo hago en el trabajo y mi jefe ha pillado la extraña manía de hacerme trabajar… pero ya he vuelto. En el mundo de las filias hay sitio para todo (salvo para la Pacofoxfilia), personalmente tengo dos muy marcadas, de las que no voy a hablar aquí porque esto no es Forocoches. Y luego tengo otras dos que sí que se pueden tratar en público: cinefilia y rusofilia. Como una adolescente tejana, tuve mi fiesta de debutante hablando de Rusia y de literatura y ahora vuelvo para tratar el séptimo harte (del verbo hartar).

Durante el régimen comunista las salidas y entradas en la URSS estaban muy limitadas y de esto se resentía la cultura, que sin embargo, era una poderosa arma ideológica para los bolcheviques. Pero os preguntaréis que cómo hacen la cultura accesible para los ciudadanos y a la vez la controlan. La respuesta es simple, el clon de combate; hacemos nuestra propia película con rameras y Black Jack.

Museo Estatal Pushkin (aka Museo de los Clones de Combate)

El Museo Pushkin es el “si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma” del mundo del arte. Si los ciudadanos no pueden ir a ver obras de arte a Egipto, Italia, Francia o Grecia, mandamos a un señor que huele a naftalina y tabaco mojado (para mí la URSS huele como los mercadillos en Rusia) y que las plagie aquí. El resultado es una copia del David de Miguel Ángel, el Partenón de Atenas o la Venus de Milo por solo 300 rublos y sin jet lag, oiga (lo que viene siendo unas 500 de las antiguas pesetas o 3 euros para los millenials).

Llegados a este punto diréis “todo esto es muy interesante, como todas las palabras que salen de tus dedos, oh sensual y sexual Guille Stardust. ¿Pero, dónde está el cine?”. Pues bien, no sufráis que esto es solo para contextualizar la capacidad que tienen los rusos de crear clones de combate, todos conocemos la versión soviética de Tom y Jerry, “Trabajador y Parásito”.

Habiendo plantado la semilla de la curiosidad, como papá puso esa semillita en mamá y nueve meses después viniste al mundo, os presento una colección de delirantes adaptaciones de clásicos Disney aptos para la clase proletaria. DISNEYEV: LOS CLONES DE COMBATE DE TU INFANCIA. Las películas completas están en YouTube con subtítulos en inglés, podéis verlas y morir de amor.

Mientras escribo estoy escuchando el himno de la URSS, y debo tener clase obrera en los pantalones porque estoy notando un alzamiento. Estoy más a tope que Albert Rivera en una redada en Medellín. Pero vamos al turrón: un pueblo que ha dado a grandes genios como Pushkin, Tchaikovski, Dimitri Yemets, Bulgakov o Rachmaminov también tenía que dar una de cal y otra de arena (o como dice Sarah Jessica Parker “una de sal y otra de avena”) y darnos al genio Valerio Plagiarov, un ente que no es real pero como un cromosoma recesivo vive dentro de cada ruso. Pero ya está bien: vamos a empezar ya que todavía nos dan las uvas rusas (en Rusia en año nuevo las doce uvas se sustituyen por chupitos de vodka #themoreyouknow).

Do svidaniya, Mary Poppins

Perfil de Tinder vs. Vida real.

El título se puede traducir como “A pastar, Mary Poppins” (“Adiós, Mary Poppins”, si nos ponemos puristas) haciendo así un spoiler en el título al nivel de la traducción china de “El sexto sentido” que fue “Él es el fantasma”. Que las Marys Poppins soviética y americana se parecen tanto como un huevo a una castaña es una realidad aquí y en Sebastopol; una realidad tan innegable como que la rusa tiene más aspecto de meretriz que de institutriz. Pero a diferencia de con Tanya Grotter, no hemos venido a hablar del componente estético sino ético. Esta película es un compendio de vicisitud que solo se puede describir con:

La trama es simple: Mary Poppins, niñera con poderes que cuida a niños traviesos. La diferencia viene de los momentazos que nos brinda. Estética ochentera, música de anuncio de maquinillas de afeitar de los 90 y efectos visuales de… para que nos vamos a engañar, no hay efectos visuales, hay montaje por corte, lo que Méliès ya hacía allá por 1920. La entrada la hace efectistamente cuando Mary Poppins apoya la popa en la barandilla para subir al primer piso.

“Señora, se me pone dura la kolbasa cuando la veo.”

El primer momento que te hace plantearte que lo mismo han metido niños en el rodaje de una porno y tú tan tranquilo es cuando el charcutero le quiere dar salami a la Poppins mientras los niños miran horrorizados. Me gusta especialmente el detalle de que lleva bigotillo de agresor sexual y se lo atusa como lo que es, un pervertido. Después de hechizarle y hacerle cantar un aria a la mortadela, se va a tomar el fresco con los chavales. El niño es la versión rusa de Daniel el travieso y la niña de la típica yonki que coge un taxi de la droga en Glorieta de Embajadores o una jovencísima Rosa Díez.

Delante de un escaparate siniestro se pone a cantar mientras el niño descubre una confusa sexualidad, no sabe si se siente atraído por Mary, lo cual es normal o por el siniestro gato vestido de botones del Hotel Metropol. Lo que más me gusta son los coros y cómo ella dice “Lady Mary”. Concretamente, como en un anuncio de Brumel de los 80. Después de esto hay una siniestra clase de ballet que da para paja; mallas y spagats, que siempre alegran la vista. Luego pasan cosas, una crítica a la especulación inmobiliaria con el cuñado hippy del Señor Banks que está haciendo un círculo de Podemos de un solo hombre, corte al parque, banda de música y secuencia hecha de oro puro: Mary hace que una estatua de un efebo con pez cobre vida al lado de un cura que lee.

“Niño, no eres lo único de piedra en este momento.”

Ese besugo renacentista parece sacado del mercado de abastos de Pyongyang, o como se dice en Jaén “tiene peor cara que los pollos de Simago”. Lo peor de todo es que hay un momento creepy en el que la niña salida del gulag (porque es el equivalente a la escuela de Cristina Rota para actores soviéticos) tiene sentimientos (no podemos decir furor uterino porque es menor). Y la mala pécora de la Mary soviética vuelva a convertir al niño en piedra.

El filme es un desfile de canciones y gafas ochenteras que dan ganas de votar a la UCD. Con tanto delirio Mary Poppins se va, como ya apuntaba sin ninguna sorpresa el título, dando paso a la secuela. Cosas a destacar de la segunda parte es que es más surrealista que la anterior: ha habido un incendio porque el tío hippy a lo mejor ha estado fumando hierba de la risa.

Si son los hermanos Mario quiere decir que se llaman Mario Mario y Luigi Mario.

Tienen que venir los Mario Bros soviéticos a arreglar las cosas, no sin llevarse una comisión del 3% porque el tipo con pinta del PP que les contrata quiere facturar en B. Entonces llega el personaje que aporta ese toque de surrealismo que tanto echábamos de menos desde el gato. La antigua niñera del Señor Banks y que explica porque es así de estirado.

Chúpate esa Sra. Doubtfire.

Además de ser un poco fascista, por si no os habéis dado cuenta, la señora es un hombre. Ojo: con fines humorísticos. No es que ya no quedasen más actrices en toda la URSS. Es porque si algo nos ha demostrado José Luis Moreno es que un señor vestido de señora es gracioso. Es más, de los tres personajes femeninos con cierto peso en la película (Mary, la madre y esta señora) uno de ellos es un hombre disfrazado #feminismo. Lo bueno es que la señora pone en su sitio a los dos niños y al tío que no para de dar la turra con la guitarra en plan intensito, como un Álex Ubago de la Estepa. Vuelve Mary, con eróticos resultados, todo se arregla y pasean por el barrio alegrando la vida de la gente hasta llegar al Burdel del Ballet donde la madame baila con nuestro personaje favorito, el gato. Otra escena que da para paja y en este caso un poco zoófila.

“Agradecida, emocionada, solamente puedo decir, gracias por venir.”

La película acaba con una fiesta en la que Mary se disfraza de Norma Duval y con ese efecto glow tan propio de la época el espectador se queda ciego o epiléptico.

Alicia en el país de las maravillas

Esto forma parte de la memoria colectiva de todos los rusos. Son esos dibujos que ponían todos los fines de semana por la mañana y sin duda alguna empujaron hacia los psicotrópicos a más de uno.

Hay que reconocerles el mérito de hacer algo más cercanos a la obra de Lewis Carroll, más maduro y oscuro. Es como la Alicia de Nolan. El problema viene cuando vemos a Alicia con ese aspecto de Soraya Sáenz de Santamaría fumada.

¿Os imagináis a una Soraya de 10 metros?

Lo que más me gusta es el diseño de personajes. Después de esa Alicia gótico-pepera aparece un desfile de engendros producto del LSD que ni el dibujante de Tanya Grotter. Como en la URSS eran mucho de reciclar (el papel higiénico para hacer Doktorskaya o el Manifiesto comunista para hacer una dictadura), retoman al pez del efebo de Mary Poppins para ponerle con pajarita a tocar el chelo.

Todo tiene tintes dalinianos que para qué nos vamos a engañar, mola mucho y a la vez da un poco de miedo. Me gusta especialmente imaginar que es Soraya la que se come la seta que le hace crecer y que por fin va a poder ir a la mesa de los mayores del Congreso.

La oruga es un ejemplo de feminismo en la URSS, por la paridad y esas cosas meten casi tantos personajes masculinos como femeninos. Eso o quizá porque yaya en ruso se dice babuchka y mariposa babochka y ¿quién va a resistirse a hacer al juego de palabras Moscool (sigo sin arrepentirme de nada) que te puede dar este cuento?  Me gusta mucho que sea una yaya de las típicas, con su manta de vieja que es la misma aquí y en Leningrado y fumando como la vieja de ‘Aquí no hay quien viva’. La oruga de aquí, chochea (una palabra que estaba en desuso hasta que Kim Jong-un se lo llamó a Trump) y no queda muy claro si es por lo que fuma o por la demencia senil.

Alguien ha visto pocos gatos.

Que el gato tiene una deformidad severa queda claro con solo verle; que le ha robado la dentadura postiza a un pensionista también. Lo que no se explica muy bien es porque cada vez que aparece suena ese típico jazz suave de película porno de los 80. Eso junto con su amaneramiento le hacen parecer el típico señor ‘suave’ de película americana que te robaría a tu esposa para llevarle a una fiesta de swingers y luego preñarla a ella, a ti, a tu perro y media familia. Solo le pido a dios que si alguna vez alguien dobla esto al castellano Arturo Fernández le ponga la voz llamando ‘chatina’ a Alicia (obviamente doblada por Soraya).

Ramón de Pitis hace un cameo como el sombrero loco.

Si en algo tienen experiencia los rusos es en manicomios, solo hace falta leer a Bulgakov o Gogol para ver que es una constante en la cultura rusa y por eso mismo el sombrerero no decepciona; parece un personaje sacado de Alguien voló sobre el nido del cuco. Si esto es la Alicia de Nolan, sin duda este es el sombrerero loco de Heath Ledger; es siniestro, imprevisible y acojona. Con semejantes referentes no es de extrañar que la mayoría de los adolescentes acaben dándole al vodka como si no hubiese un mañana. Además va acompañado de la liebre de marzo que parece un personaje de Trainspotting con síndrome de abstinencia. Jamás en el cine se reprodujo a un yonki con semejante crudeza.

La reina en si misma tiene cara de pie, es un poco Lujan Argüelles sin flequillo, pero lo que más me sorprendió fue que las cartas tienen que pintar las rosas rojas de blanco. Sin duda, un claro alegato del poder opresor de la monarquía sobre la clase trabajadora y su intento de ocultar la revolución bolchevique. Desde pequeños les enseñaban como los de arriba amenazaban al proletario con cortarles la cabeza si no hacían caso omiso a los ‘rojos’ y se entregaban en cuerpo y alma a la realeza. No todo en este artículo van a ser risas.


Winnie the Pooh

 ¿En serio esto es lo mejor que sabéis hacerlo?

Esto es tener poca vergüenza. Si por algo son famosos los rusos es por tener osos por todos lados. Por el amor de dios, si hasta la mascota de Moscú 80 era el osito Misha, ¿cómo llegan a esto? El pobre Winnie tiene cara de “ni yo mismo me creo que sea el protagonista de esto”. Es como un Winnie de Pooh interpretado por Danny DeVito, regordete y bajito. Además salta a la vista de que los fondos los han hecho los mismos coreanos que ahora dibujan Los Simpsons pero cuando tenían 5 años.

Piglet vive en una falda de Agatha Ruiz de la Prada

Lo sorprendente de esta versión es que todos los protagonistas tienen una continua expresión de haber sido agredidos sexualmente. Esa mezcla entre sorpresa y trauma; ojos muy abiertos, mirada alerta y boca medio abierta, no importa lo contentos que estén. Esto ilustra muy bien un hecho cultural que sorprende cuando vas a Rusia: un ruso no sonríe a menos que lo sienta y los españoles les parecemos falsos sonriendo tanto. Así que para que los niños puedan confiar en los personajes deben tener esa cara de ‘me acaban de petar el cacas en los baños de Atochiev’.

Si las enfermedades mentales tuvieran cara.

El resto de personajes se parecen bastante a los de Disney pero con esa cara de incredulidad. Me gusta especialmente el burro con esa mirada tan reconocible en algunos bares de Lavapiés.Es como si el tío hippy que salía en Mary Poppins le hubiese alimentado con la alfalfa equivocada. Luego está el conejo que tiene cara de que le han hecho bastante bulling en el colegio y el búho con esas pupilas dilatadas como si viniese de un mitin de Ciudadanos.


Bonus Track: Izmailovo, el Disneyworld de la estepa.

El lugar más feliz de la URSS.

Porque no todos los clones de combate van a ser películas; si Dineyworld es el lugar más feliz de la tierra, Izmailovo es sin duda el lugar más feliz de la URSS. Durante años fue un parque de atracciones para niños y mayores soviéticos hasta que un incendio lo destruyó. Ahora ha sido reconstruido y recoge una serie de museos, un juzgado para casarse, un mercado de segunda mano y “restaurantes” (para estómagos resistentes), no hay atracciones porque las emociones fuertes están en el ambiente. Todo lo que el turista sórdido necesita. Dentro de la sección museos tenemos genialidades como el museo del vodka, donde al entrar ya te invitan a un chupito de vodka con un pepinillo. Visita recomendada para alcohólicos en rehabilitación.

A falta de pan, buenas son tortas.

Como dato curioso, durante los tiempos de la URSS a los soldados no les dejaban tomar alcohol, así que pedían a sus familiares que les enviaran estas colonias (a menos de 1€ el bote) y en el invierno de la estepa, lo echaban sobre una plancha metálica, lo movían hasta conseguir que gracias al frio los aceites precipitasen y solo quedaba el alcohol que se bebían como cosacos (lo que eran, por otra parte). También hay que tener en cuenta que huelen a rayos pero el diseño de la etiqueta es de follador total.

También está el museo del pan, el museo de la historia del mundo en plastilina, el museo del chocolate, museo de la animación, museo de las muñecas, museo de la armada rusa, museo de los niños malcriados (quizá con un poco de suerte torturan al tuyo).

Y además la oferta culinaria es impresionante: entre los 5 o 6 restaurantes que hay, recuerdo con especial cariño uno que, como el resto, estaba regentado por la mafia rusa y cuya ambientación consistía en una especie de cueva de arañas, todo pintado con spray plateado y arañas gigantes colgadas de telarañas gigantes del techo. El aspecto de los comensales era de lo más cliché.

Aquí no hay animatrónicos, no han reparado en gastos.

Ahora que están cerca las navidades, es el momento perfecto para disfrutar de una experiencia inolvidable- Compradle a vuestro cuñado de UPyD y a su hijo (ese pequeño hijo de puta que tiene cara de votar a Ciudadanos) un billete de ida sin retorno a Moscú (la entrada a Izmailovo es gratis) y que disfrute del mejor parque de atracciones del mundo, con suerte, si vuelven, es con una matrioshka con la cara de Putin.
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