Este blog básicamente empezó con el Dr. Boll. En serio: protagonizó el primer artículo largo que no trataba de explicar el nombre de la web. Nombre que le resultó al pobre Uwe casi imposible de pronunciar cuando estuve en su casa un par de años después. Y que sigue siendo una tortura para mí. Que todavía sigo siendo andaluz a pesar de que me vayan a declarar persona non grata en mi pueblo por este artículo y eso de la combinación de s y c me plantea el mismo nivel de dificultad que un babality de Mortal Kombat.
Mortal Kombat. Videojuegos. Un solo párrafo y ya hemos llegado al punto espinoso.
Pero un poco de historia antes. Porque no olvidemos que el punto álgido de la fama de Boll fue hace ya unos nueve años. Recientemente estuve tomando café con una chica bastante guapa de veinteitantos que trabaja en esto de la distribución de cine y ni sabía quién era Boll ni, sorprendentemente, salió corriendo ante mi obscena exhibición de frikismo neverfucker al contarle que producía una cosa llamada ‘CutreCon’. El estigma Boll está ya casi olvidado por parte de nuevas generaciones y realmente nunca entró a formar parte del léxico de viejas generaciones. Pero, entre algunos tarados, ciertos cronistas cinematográficos y miembros de la industria (en una conjunción de factores que debería estar prohibida por la OMS, yo soy LAS TRES cosas), todavía es un anatema.
Uwe Boll era un director alemán que quería asaltar Hollywood. No a la manera de Roland Emmerich, echando mano de patriotismo yanki de colegio creacionista de Tejas, sino con mucha más mala leche y onvría. Como aficionado al boxeo, él iba a hacer su cine a hostias. Y así, a porrazos, parece que dirigió sus primeras películas en inglés que conformaron su segunda etapa como realizador: mediocres directos a vídeo sin mucha relevancia. Entre ellas, un olvidado drama sobre asesinatos masivos en colegios que marcaba la tónica de lo que sería su cuarta y angustiosa etapa a nivel temático.
Perdido en busca de proyectos de más envergadura, un aciago día alguien le recomendó que comprara los derechos de un videojuego. Pilló a buen precio ‘House of the Dead’. Con esa IP pudo financiar en preventas una película de presupuesto solvente. El caso es que le salió un festival de hilaridad. Una de esas de querer molar ante todo, pero acabar haciendo el ridículo. Todo construido sobre un guión con algunas de las frases más memorables del cine-colonoscopia. Pero la clave es que la película le dio más beneficios que ninguna otra que hubiera producido. Así que empezó a comprar más licencias de videojuegos. Para cuando llegó la segunda, ‘Alone in the Dark’, que en España debutó con una solvente taquilla distribuida por los mismos que van a llevar a salas ‘CineBasura: La Peli’ (lo considero una señal de orgullo), internet ya estaba cagándose en sus muelas.
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Ésta dolió |
No es que no se lo mereciera. Pero ya sabéis cómo puede ser internet. Es como Carmen de Mairena con una polla en la mano: cuando agarra algo que le gusta, no lo deja marchar hasta haberlo exprimido entero.
Boll siguió haciendo sus películas de videojuegos, si bien la cumbre fue la cuarta, un clon de combate de ‘El Señor de los Anillos’ en el que, y esto se suele olvidar, estuvo involucrado el propio creador del juego (hablo de ‘Dungeon Siege’, que acabó titulándose ‘In the Name of the King’ en un arranque de empezar a odiar las IPs de videojuegos y preferir el camino más prestigioso del plagio). La risa del asunto, que traté en la entrevista que le hice en su casa, es que en su locura, Boll planeó dos partes. Luego lo dejó en una peli y el resultado no tenía sentido. En su momento me pregunté cómo demonios, con su mala fama, había financiado esa superproducción independiente. Pero está claro: Jason Statham, tanto entonces como todavía hoy en día, es de los pocos actores que aseguran unas saludables y masivas pre compras internacionales. Añadamos cierto riesgo de inversión propia y una ley favorable de incentivos al cine en Alemania y ahí está la respuesta.
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Esta foto lleva 8 años presidiendo el sitio donde escribo los artículos. ME INSPIRA. |
El resultado, que tengo en DVD firmado por su director y que, en nuevas muestras de orgullo freak absurdo, suelo exhibir ante las visitas, tiene su gracia para mí. Sobre todo porque cada vez que la ponen en la tele, mi madre me llama habiendo olvidado que la ha visto con anterioridad. “Paco: están echando una peli con el calvo y es de esas de El Señor de los Anillos, pero no sé por qué es malísima… no lo entiendo” “Mamá”- contesto yo, divertido- “Eso es ‘En el Nombre del Rey’, la terrible esa del tío que fui a ver a Alemania”.
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La Foxmadre con su bestia negra |
Durante esos años, Vicisitud, La Navaja en el Ojo, Snowymary y yo solíamos quedar a ver cada nueva ovra de Boll (sólo Snowymary entendía sus extrañas tramas ante el asombro del resto, lo cual demuestra que tiene poderes parasubnormales). Cuando se inició Cine Basura en C+ Xtra, la primera película fue la mejor de Boll de esa etapa, ‘Postal’. Una comedia que volvió a recibir hostias porque tenía el valor de intentar hacer reír, y eso sí que no. Pero su primera escena es un clásico del humor irreverente, así como su glorioso chiste sobre antisemitismo y el cameo del propio Boll diciéndole claramente a internet que se arrepentía de perpetrar películas de videojuegos. Porque eso lo hacía el Doctor para financiar sus películas con IP baratas. A él se la sudan los juegos. Lo cual es obvio viendo el resultado, claro. Pero lo importante es que pronto dejó hastiado ese mundo e intentó seguir con películas directas al mercado de DVD y VOD. Un mercado que poco a poco se iba a la mierda.
Porque Boll, y ahora es cuando se os va a caer el refajo y se os van a meter los calzones en el ojal, es… un autor. Un tío con una visión. Una visión oscura e incluso nihilista de la vida. Eso se ha ido notando a la hora de ver su cuarta etapa, la de volver a ser un director de directos a vídeo.
Boll empezó a hacer cine político de halsión. Tras su peli antibélica ‘Tunnel Rats’, realizó su proyecto favorito: ‘Darfur’. Un largo sobre periodistas presenciando matanzas en Sudán que Ron Howard, atención, aclamó cuando la vio. No sé qué demonios hacía el pelirrojo mutante viendo un directo a DVD del director más odiado en el mundo, pero eso no es lo importante. Lo relevante es que fue un hecho que Uwe publicitó por todo internet y en el propio cartel de la cinta. Pero era demasiado tarde. Aunque lo hubiera dicho Martin Scorsese en su etapa sin cocaína: Boll estaba desfenestrado. En parte porque Boll nunca será un genio. Simplemente es un señor sincero con más rabia interior que una votante de Bernie Sanders negra, lesbiana, judía y científica bebiendo diez Monsters tras la elección de Trump. Su técnica cinematográfica es como si un tipo con dedos como morcillas de Burgos intentara tocar a Joaquín Rodrigo al ukelele. Sobre todo con su exceso de uso de la shaky cam años después de que la moda pasara. Gracias a dios. Pero el caso es que la industria y el público cinéfilo ya le había cosido la letra escarlata. Era un apestado. La gente y los mercados juzgaron películas como ‘Darfur’ o ‘Rampage’ antes de verlas.
Lo cual es una pena, puesto que ésta última es su mejor cinta. Una película cínica, violenta y sombría que adelantó muchos años antes el tipo de extrema derecha desafectada que se considera antisistema que ha aupado a Trump.
“Es una pena que a nadie le importaran las películas que he hecho los últimos años, como ‘Rampage 1, 2 y 3’, ‘Darfur’, ‘Asalto a Wall Street’ o ‘Auswitz’, especialmente ahora que ‘Rampage: President Down’ ha clavado la situación con Trump”, me comentaba el otro día el propio Boll cuando le pregunté por su decisión. Muy escueto en sus respuestas, sonaba como un hombre derrotado. Más o menos como la mayor parte de los progresistas a nivel mundial tras este terrorífico 2016, un año que será la respuesta a todas las preguntas de trivial dentro de unos lustros.
Ojalá que una de ellas sea ‘En qué año Uwe Boll se dio por vencido’. Pero no lo creo. Casi todo el mundo se ha olvidado de él excepto algún periodista puntual y compradores de cine. “Los canales de Tv no quieren una serie de Uwe Boll”, me respondía en tercera persona, cual Julio César de los tebeos de Asterix, cuando le pregunté si había contemplado pasarse a la televisión como están haciendo otros productores de cine de medio presupuesto. Un tipo de películas que está desapareciendo: “Puedes escoger cómo vas a perder tu dinero: Jugando al póker o haciendo una película. Es lo mismo. Si ruedas una peli ahora, en el 99% de los casos vas a perder el 70% de tu dinero… el mercado de DVD está muerto y ha sido reemplazado por streaming (*Nota de Paco: que genera ingresos muy menores) o por piratería (…) (Contratar) actores más importantes tampoco funciona: le das a Nic Cage dos millones para una película y te gastas cinco en rodarla para, al final, recuperar sólo dos millones en total”.
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Pero no me neguéis que un encuentro Boll-Cage no habría sido ¡¡¡¡ÉPICO!!!! |
Todo ello a mi amigo UBE le jode, porque él es de pagar a sus colaboradores. No es de levantar producciones, dejar deudas y declarar bancarrotas para pasar a montar otra compañía (algo que está pasando entre varias productoras americanas e incluso algún distribuidor español fallecido recientemente). Él ha sido siempre fiel a su equipo y no le gusta dejar a la gente con el culo al aire. Puede que sea un tipo brusco en sus emails y extraño en el trato. Pero cumple. Cuando le pedí que me hiciera un vídeo para promocionar el crowdfunding de ‘Cine Basura: La peli‘, respondió en 24 horas. Es una persona compleja que ha aguantado mucha mierda estoicismo y dándole leches en el ring a nuestro Carlos Palencia hasta que no ha aguantado más.
Y perdonad que la cantidad de chascarrillos se haya agotado a medida que ha ido avanzando este texto, pero es 2016. La retirada de Boll me da un poco de pena e incluso de culpa. Porque yo también me he pasado de listo y he rechazado películas de Boll sin verlas. Eso sí: compré en su momento ‘Asalto a Wall Street’ y tengo en emisión en M+ Acción ‘Rampage’. Si alguien doblara las otras dos partes, lo mismo montaba la trilogía en SVOD. A pesar de que la tercera sea básicamente unas escenas de procedimental mezcladas con un videoblog, no muy distinto a los alocados vídeos de una hora que el propio Boll empezó a subir a Facebook hace un tiempo cagándose en todo. Bien aprovechado, habría sido un invitado brutal estilo Pumares para alegrar las ya repetitivas tertulias de La Sexta. Lo veo: Boll defendiendo la izquierda es interrumpido por Marhuender y, a eso de la segunda gilipollez victimista del enano gafotas contrahecho, lo revienta de una hostia de boxeo mientras devora media cabeza de Inda mientras le mete una GoPro por el culo a Iñáki López. Eso sí haría que quedarse en casa un sábado valiera la pena.
Pero en Alemania (o Canadá, donde reside ahora regentando un restaurante salchichero, codillero y, lo que es un atentado al buen gusto y a cualquier colon, chucrutero) no tienen la gracia de aprovechar un tipo tan expansivo como Boll. Lo veo como Rocky, rajando en su establecimiento mientras la gente devora bratwurtzs: “Ahora hay todavía películas de tamaño medio pagadas por exenciones fiscales en Europa y por billonarios que quieren entrar en la industria… y todas pierden dinero”.
Tiene razón. Es algo que he visto en el último lustro: ya casi sólo hay bajo y altísimo presupuesto. La risa intermedia, que tanto amor nos dio en los 80, está muriendo o mutando en series de televisión de tramas alargadísimas. Uwe Boll es la primera gran víctima que de la que he hablado en el blog, pero pensadlo bien y veréis que mucho realizador se ha tenido que reconvertir en visitante de festivales y figura de culto. Mirad el caso que se le hizo a la última película de Joe Dante, ‘Enterrando a la Ex’, a pesar de tener ESTO:
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Lo de esta mujer es INNORMAL |
A Boll ni siquiera le queda un seguimiento de culto. Sí: hay perturbados como Carlos Palencia o yo mismo a los que nos encantaría invitarlo a la CutreCon. Pero, curiosamente, el propio Uwe me comentaba que no era consciente de tener un culto, renegando como muchos otros del dedicado a su etapa de cine espantoso. Lo cual, joder, es comprensible.
¿Podremos ver en un futuro una reivindicación de Boll por parte de productores que puedan resucitarlo estilo ciertos artesanos italianos de los 80? Ojalá. Mientras tanto, guardaré mi camiseta con la que fui a entrevistarlo…
… a la espera de lo que pueda pasar. Boll popularizó este slogan cuando empezaron a mearle las críticas. Resistió. Pero, al final, no pudo quedarse. Se ha marchado cagándose en todo y los sórdidos estamos un poco más huérfanos. No es tan grave como todo lo que ha pasado en el peor año de las últimas décadas. No ha muerto nadie. No está amenazada la tierra. No se ha plantado la semilla para violar analmente con dildo de pinchos a todos los derechos de las minorías. Pero, joder: esto es V&S. En nuestro pequeño mundo de alegría y admiración hacia los underdogs que hacen lo que les sale concretamente de su bratwurtz o su strudel, también queremos decir: que te jodan, 2016.
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