Analizamos la discografía de José Luis Perales. Con dos cojones… ¡Actualizado!

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En ente bloj siempre nos hemos puesto de parte de los sucios y de los profesionales del resentimiento en la fórmula 1 y, al mismo tiempo, hemos sido defensores de la sinceridad en lo musical. Podría parecer una contradicción. Pero ambas posturas no son antitéticas, sino que convergen en un bello ‘no bullshit’ que ejemplifica la actitud vital que todos tendríamos que poseer: hacer todo lo que concretamente te salga de los cojones sin preocuparte del ‘qué dirán’, del ‘cuánto se cachondearán’ o, sobre todo, del ‘no creo que mi jefe se tome a bien que enceste cascarrias en la papelera del despacho mientras estamos reunidos’.

Lo importante es que aquí nos gustan los artit-tas que CREEN en su obra y la llevan adelante digan lo que digaaaaan. Los arrebatados de la vida. No hay frase que más nos saque de nuestras casillas que alguien diciendo en una reseña “…y sin un ápice de cinismo” como si fuera algo malo. O que un crítico intente disculpar su amor por Jim Steinman alegando que, en el fondo, el tío va un poco de broma. Y una mierda. Steinman es un romántico aficionado a la ÉPICA adolescente que ni pide disculpas ni lo necesita.

Pero hoy no toca hablar de Steinman. Ni de Rhapsody of Fire. Hoy, como hicimos con Luis Cobos en su momento, vamos a repasar la discografía de José Luís Perales. Un hombre que se atrevió a ser un cantante famoso llamándose José Luis Perales. Un apellido que más bien evoca la imagen de un segundo ayudante administrativo en el ayuntamiento de Albacete. Pero los seudónimos son para tipos inseguros con su verdadero yo que lo único que quieren es que una chica disfrazada de la Princesa Leia en ‘El Retorno del Jedi’ les pida una foto en el Expocómic.

Dijo Paco Fox.

En fin.

La figura de Perales fue tan central para la niñez de algunos como ‘El Equipo A’ o ‘Bola de Dragón’ para aquellos que hoy en día llevan, con 35 años, camisetas de ‘Me encanta que los flanes salgan bien’ para vergüenza de todos sus conocidos y horror de sus novias. Sólo que no suele reconocerse este innegable hecho. En una época en la que no teníamos criterio musical más allá de repetir ‘Sanchooooo… Quijoteee’ o ‘Soy Willy Fogg apostador’, las canciones de José Luís nos acompañaban y nos recordaban que en algún momento seríamos viejunos como nuestros padres y escucharíamos cosas tremendamente pegadizas pero que no molaban nada. De hecho, yo tenía una relación pueril de amor-odio.

Si bien hoy en día sé que todas las relaciones de este tipo son gilipollas (¡Feck, reconoce con alegría y la pisha al viento que te gusta lo que te gusta!), por aquel entonces tenía una neurona ocupada en los posters de Samantha Fox y la otra en la carátula del ‘Barbarian’, por lo que tampoco se me podían pedir profundas reflexiones. Por un lado me reía de la pinta del señor, de lo moñas de las letras y en general seguía lo expuesto por mi principal referente cultural de esa época: El Perich, el mejor humorista que ha parío suelo patrio, que solía hacer chistes recurrentes con Perales más o menos con la misma asiduidad que con el Círculo de Lectores. Pero, claro: mi cerebro no paraba de repetir las canciones de ente señor. Si en la radio se escuchaba el jodido barquito llamado libertad, yo dejaba momentáneamente de tararear ‘Sólo pienso en tí’ y rápidamente me hacía peralista. O alababa a nuestro héroe sin saberlo mientras escuchaba a Mocedades cantar su ‘La llamaban loca’. Porque hay un hecho que tengo que aceptar:

Que soy un ñoño. Algo que ya se podía intuir desde que era pequeño. Y que realmente acepté sin reservas cuando le grabé a La Navaja en el Ojo un recopilatorio de Alan Parsons Project. Al ver la lista de temas, en la que pasaba con alegría de cosas como ‘Games People Play’ para meter otras como ‘Time’, The Monch (cuñado de Vicisitud) sólo pudo exclamar:

Paquito es más ñoño que dios.

And proud of it!, añadiría yo.

Pero pasemos ya a analizar la discografía en sí. Una tarea que casi me causa una parálisis cardiaca. Pero no por el hecho de escuchar los discos. Fue más bien cuando decidí firmemente hacer este artículo en plan ‘Challenge accepted!’, me bajé toda la discografía y conté treinta discos. Treinta. Se han dado casos de embolia por mucho menos. Menos mal que un estudio posterior reveló que once de los que creía álbumes normales eran más bien recopilaciones. Lo cual quiere decir que Perales no es sólo una figura mítica de la música española. Más importante, es una figura mítica de las casetes de gasolinera.

Prehistoria: Porque te vas

Los productores musicales tienen que ser gente peculiar. A veces se dedican a sacar discos de Javier Cárdenas o a mutar a una pianista con pinta de travelo en Madonna 2.0. Otras veces ven a un diplomado en electricidad de aspecto difícil que se sabe unos cuantos acordes y le encargan que haga una canción. Una idea absurda y al mismo tiempo feliz que tuvo un italiano llamado Rafael Trebucchelli, productor de ‘El himno a la alegría’ de Mike Ríos. Ver en el joven Perales un diamante en bruto (muy bruto) merece el reconocimiento mundial y la reconsideración de todas las teorías científicas que aseguran que no se puede adivinar el futuro.
José Luis, tímido y cejijunto, no quiso meterse a cantante. Pero le dio una canción.
‘Porque te vas’.
Probablemente junto a ‘Eres tú’ de Mocedades (grupo inspirado por Queen, de los que eran fans), la canción más famosa de toda la historia del pop español. El motivo está claro: sale en el Carlosaurio. Sin duda gracias a ello, el tema ha tenido multitud de versiones. Por ejemplo, un grupo de música para trailers llamado ‘Globus’, que cerró su disco de temas ÉPICOS con su versión cantada con acento de Los Morancos. O una en japonés cantada, vaya usted a saber por qué, por una irano-alemana. Claro que mi favorita es, por supuesto, una en español cantada por una japonesa. Porque la pobre mujer hace lo que puede imitando a una inglesa hablando español. Agréguese el obvio ‘PoLque te vas’ y ahí tienen receta de cachondeo.

 

Mis Canciones

Podría decir que pocas cosas marcan más la vida que el ser de Castejón, Cuenca. Pero basta con poner la lista de personajes famosos del pueblo según wikipedia:

José Luis Perales, cantante y compositor nacido en Castejón.
Andrés Duro del Hoyo. Premio internacional de poesía Rey Juan Carlos I de la ciudad de Valencia.
(Y ahora viene lo bueno):
Wenceslao, el loco. Pastor del pueblo que mató a unas cabras.
Mario el neta. Arregló una rueda a una del pueblo.
Pacopepe. Se sacó una china del pie con la boca.

He aquí, resumido magistralmente por un editor con ganas de cachondeo pero gran claridad mental, lo que marca ser de un pueblo en la Alcarria. Escuchar este disco me transmite una impresión mesetaria al nivel de un capítulo de ‘El Quijote’ mezclado con una película de Bardem. El efecto se consigue alternando canciones románticas con otras de un tema esencial: el cotilleo de pueblo de gente que se aburre. Obras como ‘Ecos de sociedad’ o la casi-ranchera ‘Cosas de Doña Asunción’ causan una vicisitud que sólo puede nivelarse por la vergüenza de la aparición, ya claras, de las imágenes favoritas de Perales: Muñecas rotas, marineritos… el equivalente lírico a una estatua de payaso de una tienda de chinos o comenzar una novela con ‘Ella me miró con sus ojos de gata’.
Pero la emotividad del autor está ahí. Él dirá ‘muñeca de salón’, y tú lo repetirás y, si tienes corazón, con emoción. Es una paradoja que ni Sheldon Cooper podría desentrañar.
Claro que el disco tiene un punto de no retorno en el que incluso yo tengo que decir basta. Se trata de esa impresionante introducción hablada de ‘Mañana volverás’ curiosamente comparable a la parte recitada de ‘Madre Soy Cristiano Homosexual’. Que nos susurren palabras más edulcoradas que una Coca cola light podría estar bien. Pero el joven José Luis en plan poeta recitante parece más bien un chaval de 16 años con una indigestión emo de Bécquer. O una indigestión y punto, como demuestra el impresionante ripio de la canción ‘Javier’ que dice, así, sin problemas, ‘En abril ya estás moreno Javier / En Jaén te sienta el aire muy bien’.

En la portada, José Luís pone de relieve su por entonces patente falta de carisma y timidez colocando la foto más pequeña que tenía, pero haciendo gala de un unicej-chic que lo acompañaría durante sus primeros discos y mis pesadillas.

Pero todo esto no importa nada. El LP contenía el primer éxito de Perales como solista, ‘Celos de mi guitarra’, una oda a todos esos pesados que se traían la guitarrita en las excursiones del instituto en un vano intento de atraer a alguna fémina. O no. Probablemente no.

El pregón

Desde su título, Perales parece seguir intentándonos convencer de que lo suyo no es sólo el romanticismo-aspartamo y que juega a ser la voz de los pueblos de ESPPPPAÑA. Curiosamente, es en canciones como ‘Mi pueblo’ cuando el chaval se pone más jovial. Como alguien nacido en Algeciras, me es difícil simpatizar con esta actitud. Pero se ve que él era feliz en su pueblo. Con todo, el fuerte de Perales no es ser el Víctor Manuel mesetario. Gracias a dios. Más bien intenta ser el Serrat alcarreño, como demuestra en todos sus primeros discos con su forma de decir palabras como ‘muer-re-ta’ o ‘dor-ro-mida’ y el sospechoso parecido de la canción que da título al disco con ‘Mediterráneo’. Pero con corneta. Y sin nombrar a Algeciras en la letra. Ergo gana.

Pero no sólo se encuentra alegría en ‘Mi pueblo’ o ‘Cuando dejé mi tierra’: incluso en sus momentos románticos, ‘El pregón’ muestra a Perales intentando ser menos melancólico y más jovial. Este hecho, unido al uso de diminutivos y la inclusión de una canción navideña con coros de señoras de misa y, sí, con marineritos incluidos, hace que éste sea el Disco Ned Flanders de nuestro héroe. Una faceta que brillará más adelante en su carrera. Junto a Enrique y Ana (‘Baila el Hula Hop’) y Parchís (‘No sé por qué’).

Para vosotros canto

Con cara de problemas intestinales, pero en una poderosa afirmación del unicej-chic se presentó este tercer disco, que volvió a darle un megahit con ‘Y tú te vas’, que podría conocerse como ‘Porque Te Vas 2: The Dark Side of the Acordeón’ Una canción fundamental en mi infancia y probablemente una de las más arrebatadas de Perales, con su vals en crescendo que hace que se pongan los pelos como escarpias. O que se te caigan.

Aparecen por primera vez ese horror cthuluniano que son los coros infantiles en la canción ‘El ciego’. El resto de temas son cubiertos por la mezcla a la que ya debería acostumbrarme: amor, melancolía y el pueblo. Para dar un poco de variedad, le da por hacer una canción humorística. Sí: sé que suena a decir ‘una comedia de Michael Haneke’, pero Perales demuestra en ‘El snob’, como ya hizo en algún tema de su primer álbum, que tiene un escritor satírico dentro de él. Muy dentro. Mucho. Pero al menos hay que darle un Progresa Adecuadamente por intentarlo.

Más serio se pone con la crítica social de ‘El amo y el mozo’ y ‘Mi pueblo se está muriendo’. Pero lo verdaderamente inquietante desde el punto de vista psico-social es la propia ‘Para vosotros canto’, que profetiza el posterior ‘Que canten los niños’ de la misma manera que el Libro de las Revelaciones profetiza el fin del mundo.

Por si quieres conocerme

Perales sigue siendo un onvre humilde, que nos pide con timidez si queremos conocerle. Miles de fans dicen: ¡sí!. Yo digo: ¡pues si no tengo nada mejor que hacer! La declaración del título me recuerda a ese chaval que le graba la casete de música a la chica guapa del instituto con mínima y patética esperanza de triunfo. O sea, a mí.
José Luís, sin embargo, se pone un poco más erótico en la portada y, si bien muestra un semblante más en el estilo de un personaje de Pedro Vera que de seductor, ya tiene una pose ligeramente en plan foto del Facebook buscando rollo. Lo que se refleja en las canciones. El victormanuelismo reivindicativo, con la excepción de la poco relevante ‘El labrador’ (versión tralalá de ‘La ciudad no es para mí’), se da en este disco por vencido: cual klingon escuchando Manowar, el hard-ñoñismo toma el control de la situación con violines y flautas de fondo y cantando ‘La-lala-lalalá-lalalala-la-la-la’.
Mención aparte merece su incursión en el tópico apañó con su ‘El torerillo’, con una guitarra española más perdida que un black metalero en la calle Génova y su gran estribillo: ‘Torero. Capote. Sombrero. Cipot… (perdón) Y Olé’, que de lánguido comunica la misma pasión por los toros que por un torneo de petanca.
El gran hit del disco es ‘Quisiera decir tu nombre’, bastante pegadiza, pero menos arrebatada que ‘Y tú te vas’. De hecho, parece más bien una canción para cualquier tonadillera presta a hacer un playback en ‘Sábado noche’. La producción se moderniza ligeramente, pero los 80 todavía están lejos y el casio no es una opción.

 

Como lluvia fresca

El diseñador de las portadas perálicas sabe que este señor nunca podrá erotizar estilo Yulio Iglesias. Así que opta para la carátula de este disco por comerse un bocata de manteca y, aluego, pasar las manos por el objetivo de la cámara.
Nos encontramos con el Perales introspectivo y menos centrado en romanticismo salvaje. El disco se abre con José Luís metido a redentor y sintiendo pena por pobres, enfermos, putas y puteros y se marca dos canciones más sin decirle a nadie que le ama. Es como ver una película de Pajares y que no sala una teta hasta el segundo acto. Por lo demás, poco destacable en un disco que vuelve a ensayar el tema ‘La ciudad no es para mí’ con ‘Pequeño gorrión’ con frases como ‘desde el cielo pudo ver /la gente sin amor’ que prefiguran su éxito ‘Un velero llamado libertad’ y sus ya nombrados trabajos como compositor de música infantil. Porque algunos escucharían esto lo acusarían de infantiloide y vicisitúdico. Yo también.

Tiempo de otoño

Perales decide editar un disco en alemán. La experiencia, obviamente, resulta traumática, por lo que su siguiente disco…
Un momento. Perales en alemán. Un idioma en el que decir ‘Te quiero’ suena más o menos igual a ‘Me están rebutreando los chorizos’. Veamos:

¡En alemán, hasta José Luis suena a schlager!

Como decíamos, la experiencia debió de resultar traumática, porque su siguiente disco presenta un cambio con respecto a su anterior etapa. ‘Tiempo de otoño’ abre paso a… ¡la guitarra eléctrica! El disco comienza en primera con un solo de introducción que presenta el hit ‘Me llamas’. Es el sonido Perales definitivo que marcará a toda una generación como ET haciendo volar una bicicleta (en lugar de traer una lejía del futuro, como sería más lógico). La producción se empieza a emputecer: las flautas se van de paseo, la batería se impone y los violines parecen de música disco tardía en temas como ‘El soñador’. Lo cual es bueno, claro.
Gracias a ‘Me llamas’, ‘El amor’ y, por supuesto, ‘Un velero llamado libertad’, el disco arrasa en España, que queda unida en la armonía del ñoñerío y mantiene al LP en el número uno de los 40 Subnormales durante todo un año.

También lo peta en Iberoamérica, quizá ayudado por la censura a la frase ‘y que encontró un lugar en otra cama’ de ‘Me llamas’. ¡Perales con guitarra eléctrica y entrando en el club de los censurados como Los Rolling Stones y Jethro Tull! El electricista conquense se ha convertido en referente musical global. Y compone a continuación una canción para un disco de los pitufos. Esto no tiene absolutamente nada que ver con lo anteriormente dicho. Pero estáis en Vicisitud y sordidez: necesitáis ese dato.

 

Nido de águilas

(O

, si tienes ganas de cachondeo y de sordidez)

 

Perales es feliz, como demuestra su foto de portada en el mejor estilo Ciudadano Soberano. Así que, en busca del chingle que pueda hacer que su anterior éxito masivo tuviera continuidad, se marca un ‘Te quiero’ épico y jovial al mismo tiempo que viene a decir algo así como ‘Años 80: Yo no te gusto y vosotros no me gustáis. Pero voy a ser vuestro referente’.

La jovialidad romántica del disco queda también perfectamente representada en los arreglos de ‘No soy uno más’. Lo que en los 70 hubiera sido una canción lánguida con unos violines y punto, aquí se transforma como Optimus Prime en una brutalidad con unos disco-violines y un ritmillo galopante de batería que parecen producidos por Alan Parsons con las neuronas convertidas en una masa de caldo primigenio debido a echarse la laca de Luis Cobos.

Pero la locura más cercana a los Petersellers que al propio Perales se establece definitivamente en el quinto tema, ‘Pequeño Superman’, que me fascinaba de pequeño con su intro estilo banda sonora de ‘Puma Man’, su cita a los Bee Gees y su estribillo a lo disco de Los Pitufos:

Viste como quieras, toma Coca Cola,
vuela por Iberia a Nueva York.
Fúmate un Malboro, tómate un Martini,
viste Cimarrón.

No, en serio:

La cosa sigue de delicia sórdida (saxofón) a vicisitud supina (esos sonidos de organillo de fondo a lo ‘Six Wives of Henry VIII’ en ‘Ella y él’ y ‘Por ti’), en el disco de Perales que suena más a Parchís, a pesar de la queja que se marca al final en una de sus canciones más impresionantemente chungas:
Es la verdad de nuestra profesión / hay que vivir siempre de buen humor / hay que cantar poniendo el corazón / pero a quién le preocupa en realidad si eres feliz o no.

 

Entre el agua y el fuego

¿Cómo superar la perfección de ‘Tiempo de otoño’? ¿Cómo se puede llegar a la altura de ‘Me llamas’ y ‘Te quiero’? Muy sencillo: con la mejor frase de la historia del pop español:

¿De dónde es? ¿A QUÉ DEDICA EL TIEMPO LIBRE?

Perales compuso ‘¿Y cómo es él?’ para nuestro amado Yulio Iglesias, pero la compañía supo que sólo a Perales podían ponerle los cuernos y reaccionar preocupándose por las aficiones del otro: “Dime, cariño: después de bajarte al pilón, ¿suele jugar a la petanca?”

¡Perales es un pedazo de pan y un santo!

Otras teorías aclaran que la canción va de un padre y una hija. Pero no sé si lo arregla: un señor con un celo tan brutal sobre el novio de su propio retoño (‘Es un ladrón que me ha robado todo‘) es material de peli de Todd Solondz. El resto del disco marca una relajación de la locura de arreglos hard casio de ‘Nido de águilas’ y se centra más en lo que realmente sabe hacer bien: amar con amor amoroso de amante amador (o de padre amoroso). Lo cual hace que, la primera vez que escuches ‘Y soñarás’, a la que suelta que ‘Y soñará / con una de catorce que le toque un día’ te pienses que Perales se ha convertido en Humbert Humbert o Dúo Dinámico de la vida. Pero la cosa va de quinielas. Espero.

El conjunto da mucho menos risa, entretiene bastante menos, pero al menos no hace que quieras limpiarte los tímpanos con cristasol.

Ameneciendo en tí

Hay discos con los que no puedo tener una distancia crítica. ‘Amaneciendo en tí’ es EL disco de mi infancia, por encima de la banda sonora de ‘Heidi’ y el ‘Tormeta a las diez’ de Objetivo Birmania.No recuerdo específicamente a mis padres poniendo este LP a menudo, pero ha sido volver a escucharlo y sentir ganas de encender el Spectrum, jugar con los muñecos de la Secret Wars y comprarme un frigo dedo. Me sabía todas las canciones de memoria. Hasta esa oda a las putas llamada ‘Samaritanas del amor’. Por algún motivo, era la que más me gustaba de niño.

Y ese motivo está claro: niño, sí. Morboso de mierda, también.

 

Con el paso del tiempo

Entre el 84 y el 85, Perales se pone a trabajar más que el equipo de negros de César Vidal y le hace sendos discos a Raphael y a la Pantoja (obviamente, ‘Marinero de luces’). En el 86, cambia de discográfica y vuelve con más o menos lo mismo, pero con una acompañamiento orquestal que refleja la fe de la nueva compañía en Perales. Claro que el disco para mí es como el ‘Symphony of Enchanted Lands 2’ de Rhapsody: vale, ahora hay una gran orquesta extremadamente competente. Pero, si bien no hay CASI nada que reprochar (¡incluso aparece algún arreglo cercana a la ¡ÉPICA!), la magia estaba realmente en los discos anteriores. Los cuales, además (y esta es la clave), no tenían el equivalente musical a irse a follar a un cementerio indio mientras se lee el necronomicón: ‘Que canten los niños’. Una canción incapaz de despertar a Cthulhu y todos sus amiguitos no por falta de horror insondable, sino porque los Antiguos prefieren quedarse en casa aterrorizados ante el nivel de depravación al que puede llegar la raza humana.

 

Sueño de libertad

Si habéis llegado a esta altura del post, seguro que estáis a punto de limpiaros las córneas con un rastrillo. Pero quizá también estéis esperando el momento en el que se me acaben las formas de decir ‘Perales canta una canción de amor ñoña’ y recurra, sí, a la parodia de G.Sanz. Pues ahí va:
El que fuera pupilo de Trebucchelli compone un disco desde el salón de su casa que bien podría ser una secuela a su anterior intento de impolutas baladas. Y, apoltronado en su tribuna cheslón, ofrece la habitual ración de amores con puntuales excursiones a las habitaciones de los parados o al excusado de las bizarrías futbolísticas de su segundo memento a Aldeas Infantiles, un ‘Los guerreros’ que suena a Oliver Aton pasado por Guido & Maurizio de Angelis. Tango cañí, baladas pantojiles y un guiño al coral-hymn power de Mocedades para un disco que dice soñar con estadales al aire libre, pero que se queda en la comodidad del nido.

 

La espera


Si todo ‘Amaneciendo en tí’ resumía mi infancia feliz, la canción ‘La espera’ marca mi principal trauma. Como nunca me gustó ‘Bambi’, y ‘E.T.’ me la tragué en esa copia pirata de VHS que rulaba por debajo de los mostradores de videoclub, yo no tengo el mismo trauma joven que el resto. No. El mío es la letra de esta canción.

Un señor, todo feliz y acicalado espera al amor de su vida. Como un gilipollas, se tira año tras año poniéndolo todo bonito para la señora. Que nunca aparece. Nunca. Mi incipiente proto-ñoño-romanticón incluso juraría que la canción acaba con el tipo palmando. Escuchada hoy en día otra vez veo que no es así. Pero implícito queda. Y yo traumatizado.

El disco, en general, está en la línea de la primera canción: se inscribe en el infra-género hard-melancólico, alcanzando desgraciadamente importantes cotas de vicisitud en ‘El loco’, equivalente en cuanto a la letra a una poesía ganadora de un concurso de centros de la ESO.

A mis amigos

Uno de esos discos para cubrir el expediente. De entrada, se abre con un homenaje a tiempos pasados de sonido gasolinera en los arreglos. A continuación se dedica a alternar nuevas canciones con versiones propias de varias composiciones originales para otros cantantes. Sí: se llama ‘A mis amigos’, pero también podría ser algo así como ‘Eh, pishas, que estas tan famosas también las escribí yo’. Perales y molarse no es un concepto con el que nadie pueda estar a gusto. De esta manera, pierde en la comparación. Enfrentarse a Mocedades (en ‘Le llamaban loca’) quitando la ÉPICA de los coros es un suicidio. Y hacer olvidar ese estilo ‘soy tímida, pero hago garganta profunda’ de Jeanette es imposible. Además, no tiene la disculpa del acento para seguir pronunciando su propio ‘Porque te vas’ como ‘¿Por qué te vas?’. Ni perdón de dios por versionarla a ritmo de rumba. ¡Lo de Perales no es dar risa!

 

América

¿Perales haciendo un disco conceptual? Desgraciadamente, no. Más bien se trató de una estratagema comercial para vincularse con los festejos del 92. Y, por supuesto, de un guiño como el que haría el bigote de Luis Cobos un par de años después hacia el mercado trasatlántico para ir asegurándose el plan de pensiones en vista de que, con la llegada de los 90, lo suyo no era vestirse de Kurt Cobain. Sobre todo porque NUNCA podré imaginarme a Perales sin estar bien aseado.
‘America’ the song es una colección de tópicos que incomprensiblemente se convirtió en uno de sus últimos éxitos. El otro momento americano viene de la mano de ‘Ahora que te has ido’, tema principal de una telenovela de aquellos lares, que desde luego no puede competir con la arrebatada grandeza de ‘Mi vida eres tú’.
En lo que se refiere al resto de los temas, hay que destacar que estoy a punto de mandar a la mierda el artículo y dejar de escuchar más discos. Además, extrañamente, vuelve a introducir la rumba, lo cual genera en mi mente la imagen de Perales bailando y taconeando mientras hace figuras con la muñeca. Ala. Ya os he dado material para vuestros sueños eróticos durante un par de meses.

 

Gente maravillosa

Hasta el más aguerrido fan de Los Ramones sabe que repetir más o menos los mismos acordes y más o menos las mismas letras tiene un límite. Bueno: ellos no. Y un fan de Perales tampoco. Que este señor no está en la música para hacer experimentos. Sin embargo, tras un puñado de discos que básicamente son el mismo, Perales se pone en plan Sabina. Pero con mejor voz y menos pagado de sí mismo. De hecho, en el título que da título al disco hasta hay guitarras estilo ese Sabina Mark 2/”me mola Mark Knopfler pero no lo digo” que es Fito y los Fitipaldis.
Los temas son, por lo tanto, de lo más variado: la música, la droja en el colacao, el buenrollismo, las influencias musicales (¡Perales citando a los Rolling, a Madonna y a Prince!), la inmigración, el Madriz castizo/rancio y los homenajes a ese maníaco perturbado llamado San Pablo, que dejan claro que nuestro ídolo es un capillitas. Un defectillo de nada que le perdonamos cristianamente.

En clave de amor

‘Era feliz como cualquier marido junto a su mujer / pero su vida no era tan intensa como en Falcon Crest’. Perales vuelve a centrarse en amores y desamores para el aburrimiento general, pero siempre es capaz de darnos alguna letra a la altura de los hermanos Cano.

De todas maneras el resumen de este disco de arreglos sin un ápice de arrebatamiento o al menos sordidez, lo hizo Snowymary cuando exclamó desesperada: “¡ohú! ¡El amor eterno de los huevos! ¡Ya está!”

Quédate conmigo

“Hoy me pongo a escribir con pies de plomo / para no repetirme / (…) Si escribo la palabra gaviota / o el rumor de la lluvia en el jardín / si escribo de una golondrina / o recibo el otoño (…) Eso ya lo has cantado / Eso ya lo has cantado.”

No, si él mismo lo dice. A estas alturas, con Perales lejos del éxito masivo y tranquilo en su idiosincrasia, lo único que se puede hacer es al menos sacar una cita representativa. ¡Y qué cita! Hasta José Luis es consciente de que se repite más que un bocata de chorizo con ajetes y mojo picón. Con todo, es un disco que he podido escuchar una sola vez, porque mi odiada caribefilia hace acto de presencia en más de una canción, y mi médico me ha dicho que no me cabree más de lo necesario.

Me han contado que existe un paraíso


Perales no sólo comparte con Battiato el haber cantado en varios idiomas (ambos sórdidos: el ya mencionado alemán y el portugués), sino también la bolsa escrotal tamaño aspiradora industrial de sacar su primer CD de los 2000 con una duración de 38 minutejos. Decisión que no puedo dejar de aplaudir, porque a estas alturas de revisar su discografía, doy gracias a Odín por no tener que enfrentarme a obras de 70 minutos.

¿El disco? ¡Amos hombre! Si tenéis duda de cómo suena el Perales de este siglo están claras dos cosas: que no habéis atendido a la lección que imparte este post y que realmente no habéis entendido la lección que imparte este post.

 

Navegando por ti

Vaya. ¿Quedan todavía más discos? Ay, por San Feck.

Ya con una edad, Perales se toma con calma volver a editar música. Para hacer tiempo, se publica el único de los miles recopilatorios de su carrera con cierto interés por contar con algún dueto. Uno de ellos es el ‘Porque te vas’, con unos arreglos simpáticos, pero con una Amaia Montero que demuestra que una mujer puede cantar este tema y que no sólo NO te den ganas de volver con ella, sino que quieras, como bonus track, mandarle una mierda a domicilio y hacerte maricón.

 

Esta unión con un grupo de moda no supone el redescubrimiento por un nuevo público (eso llegará no llegó con la publicación de este magno artículo), así que espera con calma a 2006 para sacar su por ahora último disco.

La mera expresión del término ‘jazz latino’ hace que mis movimientos intestinales se conviertan en la II Guerra Mundial. Pues la mayor parte de las canciones de ‘Navegando por ti’ (José Luis: ¿es que no has aprendido de tu propia letra de hace unos años?) se podrían inscribir en este subgénero. O en cualquier registro policial. Sólo tenemos al Perales de antaño en ‘Una canción para la paz’, con sus familiares alusiones a la libertad y su vidilla de sus sordideces sónicas para Aldeas Infantiles. Pero lo que entonces habría estado envuelto en sus buenos sonidos horteroquestales, aquí se presenta con un ritmillo de fondo y punto.

Prácticamente todo el resto de canciones parecen la misma. Sé que eso podría decirse de muchos de los discos de Perales. Pero no olvidemos un elemento clave: es el decimonoveno disco. Todos escuchados en un periodo de dos semanas. Algunos varias veces.

Varias veces.

Toda la discografía de Perales.

Con dos cojones.

Con dos cojones.Y con dos cojones…. ¡Voy a actualizar este artículo! Al año de escribirlo, Perales sacó un CD al que nadie le hizo mucho caso. Yo el que menos. Su profunda irrelevancia hizo que ni me planteara decir nada de él en el blog. Pero en 2016, como cualquier franquicia de los 80 que se os ocurra (en serio: cualquiera)… ¡ha vuelto! Y yo tengo un deber. Éste es el único artículo de internet que glosa toda la discografía de este genio. He de mantenerlo fresco y a la última. Sé que decir ‘A la última’ y ‘Perales’ en la misma frase queda raro. Que ya os acordáis del José Luis moen-no que clamaba ‘VISTE CIMARRÓN! Pero de paradojas está el internet lleno. Así que:

 

Calle Soledad

Con una portada que parece de recopilatorio cutre de esos ‘GOLD’ y un título depresivo como los años 2000, José Luis va a lo suyo. AMOL. Abre el disco con arreglos que, por algún motivo, parecen Coldplay. Bueno. Estoy exagerando. Pero es complicado darle variedad a estos análisis. ‘Breve como la luz’ alterna ese sonido actual con una estrofa de ritmo reggae que da algo de cosita. Pero todavía se puede salvar. A partir de este curioso arranque, la cosa cae en el sopor que marca los últimos discos del alcarreño. Al menos, ha abandonado lo del jazz latino en casi todas las canciones. Canciones que alternan los temas amorosos con letras más comprometidas sobre la real… QUE NOOOOO. Que sigue siendo más monotemático que un adolescente en el Salón Erótico de Parchelona. Todo con una música muy establecida en el género hard ñoño, con al menos un momento algo diferente del uso de flauta en ‘Nunca sabré’, canción que, para que más o menos os hagáis una idea, acaba su estribillo con las sorprendentes palabras «te amo». Yo también te amo, José Luis. Pero es que a esas alturas del disco me quedé dormido, por dios.

Calma

¡Esto es otra cosa, pardiez!

Tras años sin hacerle caso (concretamente, desde que publiqué el post original), veo que en la Fnac hay nuevo disco de Perales… ¡EN VINILO! ¿Será ya el momento de que los hipsters reclamen a nuestro ídolo como un genio muy por encima de, por ejemplo, Raphael? Claro que no. El hard-ñoñismo es anti moderno por definición. Y José Luis nunca será una loca prima donna que pueda aparecer en una de Álex de la Iglesia o hacer un dueto con Alaska.

Así que me lanzo a Spotify. Salta la primera canción («Y me marché contigo»).
Comienza con buena batería.
Me pongo contento.
Entra la guitarrilla eléctrica como en el mejor ‘Tiempo de Otoño’.
Me pongo más contento.
Y, de repente…

…¡SAXOFÓN! ¡El instrumento ochentero sórdido de nuestros amores! Un tema que podría haber aparecido perfectamente en cualquiera de los discos de la época gloriosa entre el nombrado ‘Tiempo de Otoño’ y ‘Amaneciendo en ti’.

El resto del LP (porque, repito, ahora que hay vinilo otra vez se puede y debe decir «LP») no consigue estar a la altura de este glorioso arranque. El single ha sido ‘En un banco de la calle’, que los arreglos hace que parezca más bien pop indie español. Eso, para que quede claro, no es bueno. Pero es agradable y muy distinta a cualquier cosa de ‘Calle Soledad’. Y, como ya sabemos, ‘muy distinta’ en temas perálicos es como decir que ‘El despertar de la fuerza’ es totalmente diferente a ‘Una nueva esperanza’: en el fondo es lo mismo, pero joder que no apreciamos a estas alturas una nueva aunque leve variación sobre lo de siempre.

A eso de la mitad del disco, la cosa empieza a bajar un poco de interés, por mucho que meta una trompetilla en la repetitiva «Aquella canción de amor». Pero como erección inesperada de 5 minutos de un señor de 80 años, yo no pido más. El arranque y la novedad de los temas nombrados son suficientes y una sorpresa tras tanto disco monótono. La cosa acaba con una canción en plan jazz de salón de hotel que podría haber firmado Billy Joel tras comer una tarta de gominolas y, por fin, un cierre acústico con el tema que da nombre al disco, el cual me hizo empezar a pensar en si se habría descongelado el salmón para el almuerzo y si debería cortarme las uñas un poco más a menudo. Pero mantengo la alta puntuación. Porque a estas altura, echarle cojones y seguir reivindicando a Perales necesita que el propio José Luis te apoye en esta empresa. Y con «Y me marché contigo» lo ha conseguido.

Con dos cojones, Perales. Eres un mito de ESPPPPAÑA aunque la gente no se de cuenta.

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