El título original de este artículo iba a ser ‘Defendiendo lo indefendible 1: Algeciras’. Esto os da una idea de la opinión que toda España, Europa, la Tierra y Gallifrey tienen de esta ciudad al sur de la península. Incidentalmente, lugar en el que nací, jugué mis primeras partidas al Spectrum, descubrí las bondades de la revista Private y nunca llegué a follar. Con lo cual me doy cuenta de que hay algo de belleza simbólica y contraria al atavismo en el hecho de nunca haber prespitado en el lugar en el que pasaste la infancia. Y también de algo realmente desconcertante e incluso lamentable: usar en una misma frase ‘atavismo’ y ‘prespitar’. Mis padres no me pagaron los estudios para esto.
Padres que siguen viviendo en Algeciras porque el ser humano, por algún motivo, es profundamente masoquista. Eso o contrario a los cambios. O directamente con daños cerebrales. Porque hay que ser alguien muy perturbado para declararse orgulloso de Algeciras o, directamente, ser fan de esta ciudad.
Por eso yo lo soy.
Perturbado, no fan. Aunque he de reconocer que sólo alguien con poco espíritu sórdido no defendería esta joya de plástico comprada en los chinos de Andalucía. Pero, como diría Almodóvar, de plástico del bueno.
Hoy voy a recomendar la visita a la que ha sido elegida como una de las diez ciudades más feas de Espppaña. Obviamente por gente que no ha estado en El Ejido. Pero sí en Vigo, otra localidad portuaria que apareció en la misma lista y a la que le dedicamos también un artículo. ¿Es casualidad que los dos creadores de ente bloj sean de dos de las poblaciones más terribles de este país según algún articulista sin HAMOR por la sordidez? No lo dudéis. Está claro que criarse en un lugar profundamente chungo como Algeciras o Vigo en los 80 tiene tres posibles consecuencias: o te ciegas y dices que es lo mejor del mundo, o te convierte en un descreído dado a cachondearse de todo lo que te define como persona o te metes a yonkarra.
Ni Vicisitud ni yo le dimos al jaco, pero sabe peich que nuestras oportunidades tuvimos. De hecho, yo he llegado a comprar drojas cuando era menor de edad. No drojas duras, vade retro, pero sí maría de la güena. Porros (porros porros) que no consumí, que a mí esas cosas me dan miedo porque seguro que me sueltan el vientre. Lo hice para hacerme el duro con varias chicas. ¿Sirvió para que prespitara con alguna? Si habéis atendido al principio del artículo, sabréis que no. Que hay que recordároslo todo.
¿Pero es Algeciras hoy en día el pozo de inmundicia que era en los 80? Vamos a descubrirlo.
1 …Aquí, que estamos sólo de paso
Un puerto tan inmenso como el de Algeciras está destinado a atraer a un gran número de visitantes. Joder, es el puerto más importante del Mediterráneo en tráfico de mercancías: desde contenedores llenos de fruta hasta camiones llenos de fardos de coca. Por esta ciudad pasa mucha gente, sobre todo inmigrantes escondidos en los bajos de los camiones. Y todas las guías turísticas coinciden alegremente en una afirmación: Algeciras es el Albacete del sur. Pero sin el ‘caga y vete’. Mejor aguantarte el mojón para pasar el menor tiempo posible en sus calles.
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Ésto es lo único que ve el 90% de personas que visita Algeciras. En dirección a Marruecos a ver a la familia o hacer lo de Bajarse al Moro. |
¿Es una fama merecida?
Digámoslo de otra manera: si yo me tengo que quedar en invierno por motivos familiares más de un día no festivo, empiezo a entender mejor lo que quería decir Lovecraft cuando hablaba de otear los abismos de la desesperación.
Pero eso soy yo, que me agobio con nada. Porque Algeciras ofrece numerosos placeres para el turista sórdido aventurero y que realmente hayan visitado ya el 80% de la península y no tenga dinero para ir al extranjero. Una persona se puede quedar en Algeciras y disfrutar. Un poquito. Que tampoco hay que pasarse aquí con las afirmaciones.
2 La ciudad de Blade Runner
Si llegas a Algeciras desde Tarifa tras haberte bañado en las mejores playas del mundo y haberte enfrentado a la ardua tarea de sacarte arena que el viento ha metido en partes de tu cuerpo a las que no llegan ni siquiera un microorganismo sobrealimentado, tendrás una de las vistas más espectaculares de Anladucía. La visión de la Bahía con el Peñón de Gibraltar de lado al pasar el Puerto del Cabrito (no me he inventado el nombre, lo juro) es la hostia.
Pero lo mejor es acercarse de noche, sea por ese mismo camino, sea por Málaga o Jerez. De esta manera sentiréis un doble acojonamiento: el de la belleza de ver todas las luces de las fábricas iluminando la bahía como recién sacado de un fotograma de Blade Runner o cualquier película futurística y el de darte cuenta automáticamente que cada conjunto de luces acompaña a una fábrica que está echando vaya usted a saber qué mierda al medio ambiente. Durante tu estancia prepárate a respirar o sentir en tu propia piel un nuevo concepto del término ‘polución’. Y no es ‘polución que no te deja respirar’. Ni, qué más quisiera yo, ‘polución nocturna’. Es una mucho más sutil en cuanto a los pulmones y un poco menos en cuanto al contacto.
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Pumpum pumpum pumpum pumpum… tiiiii rooooo riiiii riiiiiii (tiri-pitiri) |
Me explico:
El aire de Algeciras, a pesar de la colección de chimeneas que harían que Dick Van Dyke tuviera una erección de emoción, no es tan obviamente irrespirable como el de Madriz una tarde de verano. Dios sabe qué estás metiéndote en los pulmones, pero en ciertas zonas de las afueras de la ciudad huele exactamente como esos mojones que echas a veces con ligero hedor metálico. Y si no sabéis de qué tipo de deposición estoy hablando, os doy la enhorabuena por no sufrir de colon irritable como yo y tener ya catalogados en un excel todos los tipos de peste a zurullo según los nervios y los alimentos. Cosa que yo no tengo. Noooooo.
3 Playas de riesgo
Otra cosa es la mugre por contacto. Un turista de aventura de riesgo suele elegir como destinos de vacaciones Birmania, Tailandia, Sri Lanka o un club de swingers lleno de argentinos. Pero se pierden el placer de bañarse en verano en las playas de Algeciras.
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Getares, lugar de grandes recuerdos: bolsas de plástico, tampones y jeringuillas en la arena |
Antes de que se pusiera de moda la palabra ‘chapapote’, los algecireños ya estábamos acostumbrados a ir a cualquiera de las dos playas de la ciudad con aceite dentro del botiquín. Para quitarnos lo que llamábamos simplemente ‘alquitrán’. Desechos de las refinerías y de los barcos que limpian sus depósitos en la bahía. Eso cuando no entrábamos en la parte más divertida de este deporte de riesgo que practicaba en mi infancia: bañarse cuando la corriente atraía la basura que los gibraltareños arrojaban al mar. La experiencia de nadar y que te pase al lado una compresa es algo que no puede superar ningún pringado tirándose en parapente desde una montaña suiza.
En otro tiempo, había dos playas más en la ciudad. Una quedó devorada por el terreno ganado al mar por el mastodóntico puerto. La otra, conocida como ‘Playa de los Ladrillos’, quedó sepultada en residuos de mierda. Pero mierda, mierda. Hasta este mismo año, todas las aguas fecales de la ciudad iban a parar al extremo del paseo marítimo. Todavía hoy, a pesar de una reciente depuradora, puedes hacer una bonita caminata desde el puerto hasta la playa de El Rinconcillo. Puedes comenzar en el recién inaugurado paseo marítimo. En ese solar podrás ver un poquito de agua y ningún barco de pesca, porque cualquier vista está tapada por las grúas más altas de España. Luego puedes seguir hasta la nombrada playa de Los Ladrillos, frente a El Corte Inglés más caro y peor abastecido de la península. Allí solía vivir un señor en los ochenta que limpiaba la mierda. ‘Un quijote singular’, lo llamaban algunos. ‘Un perturbado sin pituitaria’, lo llamaba yo. Justo al sobrepasar los famosos grandes almacenes podréis disfrutar de la olor a años y años de sedimentos de mierda mientras ves a gente pescar y mariscar cosas que, sin duda, tendrán tres ojos.
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Guiñitus Algerireñus |
Pero la aventura no se termina ahí. Si subes un poco más, pasarás por al lado del cementerio. El turista aguerrido podrá jugar a esquivar las cucarachas que surgen del camposanto. Si sobrevives, llegarás a la playa de El Rinconcillo, donde podrás, bien darte un merecido baño, bien contemplar el desaguisado urbanístico de casas edificadas vulnerando la ley de costas.
4 Urbanismo absurdo
Porque lo de las construcciones ilegales ha sido uno de los grandes divertimentos de los algecireños a lo largo de los años junto a abrir comercios para blanquear dinero. Si llegas a la ciudad tanto desde este como del oeste, podrás pasar por la circunvalación y contemplar lo que sin duda es un puzzle de casas si el que hizo el rompecabezas se dedicó a tirar todas las piezas al azar y unirlas a martillazos. Algeciras tiene un centro pequeño urbano (con su barrio típico al que no me dejaban ir de pequeño por puro TERROR) y el resto son barrios periféricos con casas a medio terminar. Existen barriadas adecuadamente planificadas como El Saladillo. El turista sórdido no puede dejar de visitarla. Yo lo hice una vez. Concretamente buscando en los talleres ilegales el coche que le habían robado a mi abuelo mientras me decían que no saliera desarmado del vehículo..
¿Pero hay monumentos que merezcan la pena?
Pues, por ejemplo, tenemos esto:
Nadie en Algeciras sabe cómo se llama esta cosa. Pero como somos andaluces y lo de tomarse las cosas en serio no es lo nuestro, todo el mundo la conoce como ‘La Cagada de Mazinger’. Y lleva allí años. ¡Fuimos pioneros en los monumentos absurdos en rotondas antes que los madrileños y los valencianos los pusieran de moda!
También hay un parque pelado y un trozo de muralla árabe que han restaurado adecuadamente con el método Gallardón: haciendo un paseo en el que no han plantado ni un árbol ni nada que de sombra. En Andalucía. Sin sombra, repito.
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En el foso se puede jugar a la pesca de latas o bolsas de plástico. |
Si vas al centro a ver esas murallas y el parque principal antes nombrado, puedes luego bajar por la Calle Alfonso XI, visitar la casa donde nació la figura más importante de la localidad (no, no me refiero a Paco De Lucía, sino a mi hermano El Ciudadano Soberano) y continuar a la Plaza Alta. Que es como cualquier plaza de pueblo, pero con una iglesia francamente poco atractiva y una ermita francamente bastante cuca. A la izquierda de dicha ermita puedes asomarte al parking que supone el mayor atentado urbanistico mundial no cometido por Calatrava e intentar fotografiar las vistas del peñón de Gibraltar que asoma con muuuucha dificultad entre los centenares de grúas y contenedores del puerto. Yo, sin embargo, recomiendo bajar por la acera de la vieja iglesia y llegar al Mercado de Abastos, que es una de las maravillas más importantes de la arquitectura del siglo XX.
A estas alturas, pensaréis que estoy siendo irónico. Wrong. Es una de las construcciones más importantes de España y, curiosamente, no es satánica.
Se trata de un edificio racionalista, sí. Pero no de los que hacen que tu vida sea un infierno. Es más bien de un arquitecto sacándose la polla y diciendo que puede mear más lejos que nadie. En este caso, hacer la cúpula más grande de la historia. Y lo fue durante 30 años. Pero lo más importante es que si conoces bien a los de los puestos, dentro puedes comprar unos lenguados cojonudos.
Y básicamente eso es lo que puede ofrecer el núcleo urbano en sí. Está la opción de ir a la Plaza de Andalucía para comprobar cómo se puede convertir un espacio público en una especie de inhóspita gasolinera gigante. Puedes ir al cine. Sólo que, en una ciudad de 120.000 habitantes no hay cine. QUE HASTA SORIA TIENE OCHO SALAS, COPÓN. También puedes visitar el Hotel Reina Cristina, establecimiento bastante elegante que recuerda tiempos mejores, con un salón que parece sacado de una película de espías de los años 20 y ninguna placa que recuerde que allí escribió W. B. Yeats su poema ‘En Algeciras: Una meditación sobre la muerte’.
Obviamente. Es Algeciras. No iba a ser ‘Una meditación sobre los ponys que eructan arcoíris’.
Finalmente, puedes pasear por la barriada de La Perlita y descubrir que se puede viajar a Venezuela sin salir de Europa. Pero después de esta incorrección política que ha insultado por igual a algecireños e iberoamericanos, prefiero pasar a los alrededores.
5 Alrededores
Los alrededores de Algeciras son la polla en cebolla. Lo cual es una guarrada. ¿Quién metería su polla en un montón de cebollas? No le veo el sentido a la rima. Más bién es… la polla en vinagre.
Madre: las expresiones populares hiperbólicas sobre la bondad de las cosas son repugnantes.
Fale. Digamos sólo LA HOSTIA EN VERSO. Que no rima como ‘polla en cebolla’. Este idioma mío no tiene sentido.
A un viaje en taxi de precio decente del centro está la barriada de El Cobre. Otro amasijo de construcciones alegales. Pero por allí hay un camino que se adentra por un río. Es impresionante: molino viejo abandonado y hasta cascadas. Te sientes como si estuvieras en la puñetera isla de Skye.
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Algeciras. No. En serio. |
Y es que el Estrecho tiene un curioso microclima atlántico. Si alguien piensa en Andalucía, lo último que se le viene a la cabeza son helechos y musgo. Pero Algeciras está rodeada de lugares de impresionante vegetación y, lo que es más importante, manantiales de agua bastante pura con la que se puede hacer una cerveza casera cojonuda. Porque, por si no lo sabíais, el secreto de una buena birra está en el agua. Esto me lo enseñó un inglés que se estableció en la ciudad porque la gente es muy curiosa y hace cosas extrañas. Elaboraba la mejor cerveza que he probado en mi vida.
Ya saliendo de los varios y poco publicitados caminos de paseos rurales (quizá porque el que lleva a la cascada más impresionante ha de atravesar un campo militarizado y, lo que es más terrible, parte de la Barriada de La Perlita – según creo recordar, pues no voy desde los 18 años), se puede ir al Parque Natural de los Alcornocales, en el cual se pueden ver… joder: pues alcornoques. Se extiende por varios términos municipales, y permite respirar, ahora sí, aire puro y tirarle piñas a tu hermano mientras mea o caga en cambios de rasante.
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Repito: EN SERIO. |
Tirando hacia Tarifa hay caminos por las montañas de gran impacto, desde los que puede verse toda la bahía y, en días de poniente fuerte, Ceuta y una terrorífica cantidad de cargueros y petroleros que hacen que el Estrecho parezca la Castellana en hora punta. Que los estrechos se llaman ‘estrechos’ por un motivo.
¿Y qué es lo mejor de todo? Que pocos algecireños habrán llegado hasta toda la parte final en la que digo cosas convencionalmente bonitas de mi pueblo. A ver si hay suerte, acaba en algún foro de habitantes de la ciudad y me ponen a caldo. Que me tiren verduras por la calle cuando vaya haría que las visitas fueran más divertidas porque, cojones: QUE NO HAY UN PUTO CINE EN LA CIUDAD. ¿A quién le extraña que cuando voy en navidades el número de actualizaciones del blog suba a dos o tres por semana?
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