El borracho más legendario de la historia: «Durable» Mike Malloy

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En contra de lo que normalmente se cree, el alcohol no mata neuronas. Lo que sí hace seguro es secuestrar aquellas que controlan la vergüenza a la hora de hablar con mujeres. Dado que nunca me he emborrachado, me aferro a esa falsa teoría como la mejor explicación para el lamentable hecho de que me tiré virgen hasta los 21 años. Lo cual tampoco está tan mal y demuestra que incluso sin alcohol, un tipo que se sabe toda la filmografía de Lucio Fulci de memoria puede follar eventualmente. Y sin tinder. O grinder, que tampoco estamos para ponernos exquisitos.

Sin embargo, al contrario que otras drogas como la cocaína, las anfetaminas o el Irn Bru, el alcohol genera un tipo de afectado que, por algún motivo, se asocia a nivel social con la alegría y la risa. Porque no hay nada más divertido que ir a prespitar y que, con el traqueteo, te vomite encima esa chica que te ligaste en Halloween, la cual iba vestida de enfermera putilla. O de proctóloga putilla. O de obrero de la construcción putilla. Los matices se perdieron en una nube de jaggermeister.

El borracho es una figura clásica de la historia de la humanidad cuya dimensión nunca podrá sustituir drogas tan lamentables como la coca. Esto es así porque no hay nada más horrible que ir de fiesta con alguien encocao. Son muy pesados. Se ponen violentos. Irascibles. Como algunos alcohólicos, todo sea dicho. Pero mira: no me veo el día que legalicen las drogas duras y a una marca en plan Gambrinus le de por poner un Albert Rivera cualquiera con los ojos inyectados en sangre como mascota en lugar de un orondo beodo. O sí. Que el mundo, como demuestra el hecho de que (*INSERT BLANCO FÁCIL DE MODA EN 2016 HERE) siga publicando discos, se está yendo a la mierda.

Pero no nos pongamos de humor metalingüístico. Sea como fuere, los borrachos, que más a menudo son de exaltación de la amistad y de decir tonterías que de liarse a hostias, son esenciales para entender este mundo. Nunca escribiría un artículo sobre el mayor pastillero de Valencia (aunque, dada la situación de la Comunidad Autónoma, creo que endrojarse es la opción más inteligente antes que afrontar la realidad de vivir con una mayoría de conciudadanos que votaron al PP sabiendo que eran una organización criminal o, en el peor de los casos, sin saberlo). Pero sí estoy haciendo un artículo sobre el mayor borracho de la historia. Porque la tolerancia o falta de ella a la bebida es divertida.

…Y van dos posts seguidos con la misma imagen de Manolo de Xaniño

No: no voy a hablar del Tojeiro digievolucionado que se ha popularizado en mi muro de facebook. Me lo reservo para la votación de Persono del Año 2016. Hoy tratamos el curioso caso de Mike “Duradero” Malloy, que, como su propio nombre indica, no era de Alpedrete.

De aquí. Y lo sabíais.

Además de cinéfilo, anglófilo, videojuegófilo, rockprogresivófilo y tetófilo, soy muy irlandófilo. Desde pequeño. Siempre consideré a los irlandeses como los andaluces del norte. Es lo que causa en una mente impresionable ver ‘El Hombre Tranquilo’ tres veces de pequeño. Menos mal que no me volví un machista empedernido. Sí: la peli es maravillosa, pero machista. Las cosas como son. Pero ha de ser así. Refleja otro tiempo. Un tiempo en el que las señoras dan una vara para pegar a la mujer y eso es un chiste hilarante. Pero decir que es mala por ello sería como no ver Mad Men porque tratan a las secretarias como objetos sexuales. No. Mad Men no hay que verla, pero porque está llena de episodios y tramas de relleno. Que ni Christina Hendricks consiguió que pasara de la tercera temporada.

También pelirrojófilo.

Irlanda me gusta. Si hacéis conmigo un test de estos inútiles de ‘la primera cosa que se te viene a la cabeza’, al nombrarme este país yo diría “Verde”, “Duendes”, “Chieftains” o “Celta”

La gente con sentido común diría “BORRACHOS”.

Porque es cierto que los rusos tienen la sangre inflamable. Estoy convencido que las matronas moscovitas echan alcohol metílico por la teta. De hecho, la ciencia ha probado que se requiere una temperatura de -150º para que la sangre de un ruso empiece a considerar si congelarse o mejor tomarse otro vodka.

Sin embargo, los irlandeses son los que se llevan la fama porque están dentro del mundo angloparlante, son más simpáticos y cuentan en sus filas con la leyenda de Mike Malloy. Un onvre con nombre de gaitero. De gaitero boxeador. De gaitero boxeador pelirrojo. De gaitero boxeador pelirrojo con el que no hay que bromear.

Lo de pelirrojo no se aprecia en la foto. Pero lo de ‘no me toques los cojones’ queda claro.

Molloy era un ex bombero que había emigrado de Donegal en los años 20. Y le tocó vivir en plena Depresión y, lo que es peor: en la época de la Prohibición de Alcohol. Es como pillar a un gamer japonés y ponerle en medio de un pueblo de La Mancha sin conexión a internet y obligarlo a hablar con mujeres para poder comer.

Molloy acabó como un sin techo, vagando de curro de mierda en curro de mierda y gastándose todo su dinero en bares ilegales, donde su presencia suponía el 75% de los ingresos de la noche hasta que acababa desmayándose tras ingestas que harían que Ozzy Osborne se asustara y se pasara al Trinaranjus.

En vista de las aficiones Barney Gamblicas de Mike, sus amigos equivalentes a Lenny, Carl, Homer, Sam y Larry (efectivamente: el de las gafas y el de los tres pelos de la taberna de Moe TAMBIÉN tienen nombre) decidieron que algún día le iba a dar, bien una intoxicación alcohólica nivel joven finlandés en el Viña Rock, bien un caso de hígado saliendo corriendo por la boca mientras se desintegra emitiendo aullidos de horror.

Obviamente, conocían a pocos irlandeses.

De todas maneras, tramaron un plan: comprarían tres pólizas de seguro de vida por un buen puñado de dólares a nombre del bueno de Mike. Ganarían un equivalente a 61.000 dólares de hoy en día, con lo cual les daba para hacer una película de mierda, comprar 6100 entradas para ver el día del espectador la última de Clark Gable o, qué se yo… no morir de hambre. Que la Depresión era una cosa muy fea. Que se lo pregunten a Steinbeck. Que nunca pasó hambre a pesar de ser escritor. ¡Qué divertido es comprobar cómo cambian los tiempos!

Las pólizas, conseguidas recurriendo a un agente de seguros corrupto, fueron fáciles. Darle a su amigo de bar crédito ilimitado de alcohol gratis estaba chupado, porque uno de ellos tenía un garito. Acabar con Molloy era otro tema.

Los cinco conspiradores lo tenían claro: ningún ser humano podía aguantar el tipo de alcohol marca ‘Veleno Puro’ que se fabricaba durante la Prohibición. Era una mierda que no es que diera resaca: es que podías hacer funcionar un DeLorean con una botella y viajar en el tiempo. Dos veces.

Mike no era un ser humano. Era irlandés.

Cada noche caía redondo y regresaba al día siguiente a por más.

Así que decidieron alegrar la fiesta echándole anticongelante. El cual parecía que le gustaba bastante, porque lo engullía como yo el Aquarius el día antes de una colonoscopia. Así que probaron con aguarrás. linimento y, en una jugada desesperada y poco imaginativa, veneno para ratas.

Mike se desmayaba y volvía al día siguiente. Total, era bebida gratis. Sabría fatal, pero por lo que costaba… Quizá su verdadero nombre era Mike Malloy Puig.

Una vez tuvieron claro que su estómago estaba hecho de adamantium y que sus hígado y riñones estaban protegidos por un hechizo de mago nivel 99 con una tirada de dado de 100 caras, decidieron cambiar de método. Porque habían apostado contra la persona más borracha de la historia. Pero una cosa es la tolerancia a los líquidos y otra a los sólidos. Así que le dieron ostras con alcohol a ver si le daba cagalera, sandwiches de sardinas podridas y, en un momento de desesperación que ni Pierre Nodoyuna, clavos. De los de metal. De los de ‘No te los comas o harás agujeros en los calzoncillos si te tiras un pedo’.

Y Mike estaba feliz y hasta ganó peso.

Maricón

Así que, al mes, ya pasaron a la acción. Esto es, a asesinarlo directamente y que pareciera un accidente. En pleno invierno, con -26 grados, y una vez se hubo desmayado, lo sacaron a la calle, le echaron agua fría por si acaso y lo tiraron en la Nieve.

“¡No os váis a creer lo que me ha pasado!”, dijo Mike Molloy al día siguiente. La historia dice que lo encontró un policía a tiempo. A mí me gusta creer que a esas alturas su sangre era ya anticongelante.

Así que le pagaron una pasta a un conductor de taxis para que le atropellara. ¿Qué pasó tres semanas después? Efectivamente: Mike volvió del hospital muy contrariado porque llevaba mucho tiempo sin beber y eso de estar sobrio no era de su escuela de pensamiento metafísico.

Por lo tanto, totalmente desesperados, los conspiradores esperaron a que cayera redondo otra vez, lo llevaron a una habitación, le enchufaron una manguera con gas y, ya sí, ese fue el fin de Mike “Durable’ Molloy. El alcohol no pudo con él, pero la ingesta masiva monóxido de carbono afectó al incontestable gen X de Lobezno que tenía. Mike habría sido el primer superhéroe real de la historia si los asesinos no hubieran hecho trampa.

Pero, claro: un buen borracho es el material del que se hacen las leyendas. Y la de nuestro súper héroe se extendió tanto por Nueva York que la policía tuvo que investigar. Exhumación, autopsia, detenciones y silla eléctrica.

Así que brindemos por Michael Molloy. Nunca habrá un borracho más legendario. Mostrad vuestro respeto. Dejad lo que estéis haciendo, id a una colina, alzad una botella al sol y poneos ciegos con la mierda de vuestra elección. Pero que no sea anís. Ni cartojal. Creo que ni Mike habría podido con ese brebaje infernal malagueño.

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