Verano. Nadie leyendo. Y yo tenía una cita pendiente. Cuando planeas una trilogía y te das cuenta de que la tercera parte no era buena idea, tienes varias opciones:
– Haces el ‘GRRRRRR Martin’, esto es, alargarlo todo con capítulos de relleno hasta que se te ocurra algo mejor o mueras de obstrucción coronaria.
– Haces el ‘Walden Media’ y, como las películas de Narnia, la dejas ahí sin terminar
– Haces un ‘Espada de Joram’ y publicas el desastre de tercer capítulo para vergüenza y risa de los lectores. Naves espaciales, Margaret y Tracy. En serio. ¿En qué cojones estabais pensando?
Yo, como viejo fan de la ‘Dragonlance’ e incluso de ‘El Ciclo de la Puerta de la Muerte’, voy a acabar como sea lo que empecé. Con el truco de que en estas fechas nadie leerá esta actualización. Así que ahí vamos.
En mi primer artículo-performance para erigirme como el Héroe Neverfucker absoluto de la blogosfera, me puse cagando. Pero, claro: se puede esperar que se piense que estaba simulando echar el zurullo. Y lo estaba. Que, niños: en el cine todo es mentira. Y en la telerrealidad youtubera mucho más. Excepto el vídeo sobre mi colonoscopia. Eso fue todo cierto. Si hubiera estado guionizado, habría llevado, por ejemplo, una barra de mantequilla a la consulta para hacerme el gracioso (porque yo tengo curtura y he visto El Último Tango en París y sé para que se usa ese complemento del desayuno). Pero mis ánimos tras días de ayuno y 24 horas de limpieza profunda interior (y no me refiero a meditación trascendental, aunque tanto tiempo sentado en la taza del váter podrían haber servido para alcanzar el nirvana a través del aburrimiento y el escozor) no estaban para bromas preparadas.
El segundo artículo no recuerdo de qué iba. Era el de transición hacia la cumbre que se supone que iba a ser este último. De hecho, acabo de mirarlo y se trataba de una defensa de las cascarrias. Esta idea completamente oligofrénica puede parecer muy arriesgada de cara a las mujeres, pero os aseguro que hasta Scarlett Johansson se ha sacado un moco molesto cuando nadie la estaba mirando. ¿Hace eso que no os la queráis follar? No seáis gilipollas: Vosotros NUNCA os follaríais a Scarlett. En todo caso, Scarlett os follaría a vosotros. Sólo si NO os ve hurgándoos la nariz, so guarros.
Así que todo se construía hacia un tercer post que sería el que me granjearía el odio de todas las lectoras. El definitivo. El acabose. El tapón de corcho de champán en la uretra para toda la vida:
Y es que hay una clara correlación entre las tías a las que les gustan exageradamente los gatos y tener un gusto pésimo a la hora de escoger hombres. Esta afirmación podría parecer una rabieta de alguien que no ha conseguido follarse a locas de los gatos. Una queja de un adolescente frustrado.
Y claro que lo es.
Pero esta es mi teoría: Yo he convivido con una gata que me gustaba acariciar cual Dr. Gang (la llamaba ‘Chichi Guarra’) y está claro que los felinos son monos. Lo son. Mucho. Decir lo contrario sería como dudar que Alexandra Daddario o Natalie Portman sean preciosas. O eres ciego o careces de visión o has perdido la vista.
Pero son adorables y bonitos (y ahí está la clave)… como el chico duro del instituto.
Sí: todo regresa a la época más importante, formativa y de mayor retraso mental de tu vida: la adolescencia.
En secundaria e incluso cuando pasan unos años y ya empiezas a pensar que aquel tatuaje en el cuello en forma de calavera puede haber sido mala idea para encontrar trabajo, es usual que las chicas se sientan atraídos por los malotes. Los guapetes solitarios y misteriosos que pasan de ellas y se acercan sólo cuando les conviene. Esos que sólo la quieren para algún polvo (comer whiskas), a veces te dan alguna hostia emocional o física (arañazos por todos los brazos) y nunca limpian nada cuando van a tu casa (cagarse en la alfombra en vez de en la caja de arena porque francamente pasan de ti y saben que no eres una amenaza como los depredadores que dieron origen a esa tan conveniente pauta de comportamiento).
Por lo tanto, las locas de los gatos son aficionadas a las relaciones tóxicas. Ellas dan por hecho el amor de esos tipos tan atractivos se portan a menudo mal con ellas y que pasan cuando les llamas y no te devuelven los whassaps (de hecho, está científicamente demostrado que los gatos reconocen a sus amos pero les importan un carajo y no acuden a su llamada). Es que son muy inteligentes e independientes. Y eso es lo que les gusta de ellos. O, en todo caso, ya los cambiaran.
No. Te aprecian un poquito porque le das de comer (esto es, le das coño). Y punto. Y no los vas a cambiar.
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En realidad no es un capullo… yo lo cambiaré. Me convertiré en un putón verbenero para que me quiera como yo NO soy. |
La relación entre gatos y hombres es muy distinta a nivel evolutivo que la de los perros. Los segundos evolucionaron de aquellos caninos salvajes que dedujeron que acercarse de buen rollo a las hogueras de los hombres primitivos podía darles más comida por simpatía que los que iban de duros, pasaban, gruñían y se morían de hambre. Selección natural.
Los gatos, sin embargo, empezaron a relacionarse con personas más tarde. Con la llegada de los primeros asentamientos y el invento de los graneros, los felinos que se acercaron a las poblaciones humanas (por lo que he leído, en Egipto) lo hicieron como tu novio del instituto que tenía amoto y parecía dos años mayor: con el «sano» propósito de obtener fácil sustento. La realidad es que los gatos, como en los dibujos animados, SÍ que son aficionados a zampar ratones, por mucho que a nosotros hoy en día nos mole darles latas de paté de atún con sabor a mostaza antigua y reducción al Pedro Ximénez (sí: he probado comida para gato y, como decían en esa obra maestra que es ‘Despedida de Soltero’, a veces esa mierda está rica). ¿Y dónde había roedores? Pues cerca de los graneros. Así que a los granjeros les molaba que le controlaran las plagas y a cambio los dejaban tranquilos.
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Hoy en día más te vale no ponerle un ratón por delante si no quieres que te rompa toda la tapicería. |
Vamos: una relación de conveniencia y de tú a lo tuyo, que yo me dedico a lo mío. Los perros iban a hacer la pelota, como cualquier pagafantas estilo, qué sé yo… YO MISMO. Los gatos se presentaban como relación simbiótica y nunca emocional.
¿Cuál es la clave de que entonces gusten tanto esos hijos de puta desagradecidos? Quizá que sean curiosos como niños pequeños, lo cual despierta nuestro instinto de cuidar a la camada. Los felinos son de explorar. Deja a un perro o a un Paco Fox solo en medio de El Retiro y volverá corriendo a tu casa. Deja a un gato y buscará el mejor sitio para realizar actividades lúdicas que toda persona normal disfruta como reventar globos a los niños.
Los novios duretes tóxicos son curiosos también y aficionados a explorar otras vías vitales. Liarse con tu amiga, por ejemplo. No llamarte en tu cumpleaños. Desaparecer en un fin de semana de drogas y putas. Gastarse tu dinero en tragaperras. Y, si encima te lo has echado guapo y retrasado, cagarse en tu alfombra para demostrar quién manda.
Tanto gatos como novios tóxicos a menudo se restregarán contigo como método de interacción social. Tú lo interpretarás como que quieren. Él lo hará para marcar territorio frente a sus amigos. Como freak con novia en el Festival de Sitges, ha de quedar claro que ERES SUYA. Y nada de hacerles carantoñas. Un estudio de 2013 demostró que un alto porcentaje de gatos odian que les toques (he dicho ‘alto porcentaje’: no me vengáis ahora en comentarios con vuestras evidencias anecdóticas). Supongo que serán como ese noviete que no quería que le dieras caricias en público, aunque probablemente en este caso sea, bien para dejar abiertas las posibilidades con otras tías, bien porque eres Tony Manero y no quieres que te despeinen.
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Nena, yo te quiero, pero me da igual que tengas la regla: me la vas a chupar porque soy el puto amo (cosa que pasa en la película, a propósito, que no era un flim familiar como se piensa) |
Pero tú, a pesar de todos sus desplantes, sus arañazos y su pasar de ti como de la mierda, seguirás pensando que tu gatete es maravilloso. Aunque seas tío. Porque esto es aplicable a los hombres también, si bien no hay tanto loco de los gatos. Además, si eres tío, puedes usar tu mascota para poner fotos en facebook del bicho y así atraer a tu cama a otras locas de los gatos y acabar felizmente viviendo juntos y lanzando felinos acompañados de gritos sin sentido a todos los que pasen por delante de vuestra casa. ¡Qué bonito es el amor!.
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Sólo tiene que buscar un alma gemela en internet que tenga página de Facebook de su gato y serán felices. |
En conclusión: lo he conseguido. Porque, si estás en internet, puedes meterte con los gustos de una chica. Puedes decirle en plan Anakin Skywalker que te hace ilusión una dicatura. Puedes ser politoxicómano. Poner vídeos tuyos cagando. Decir que te has comido cascarrias. Confesar que eres adicto al juego y putero. Pero nunca, nunca, te metas con los gatos ni te inventes una teoría de mierda veraniega llena de generalizaciones injustas que los una a un comportamiento sentimental imperfecto. Y yo, el Nuevo Héroe del No Follarás En La Vida, lo he hecho.
Soy un tipejo muy muy triste.
PD: Todo este post se ha realizado sin hacer ninguna referencia a que sin los gatos no existiría internet y sin poner gifs de ninguno haciendo monadas o tocando instrumentos. Creo que merezco un premio a la contención.
PPD: ¡Oh, qué cojones! ¡Un gif sólo! ¡Es que son tan monos!