Mini post: En defensa de la banda sonora de Lady Halcón

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El festival de música de cine Fimucité le dedicó una parte de su concierto del pasado sábado a Andrew Powell y su score para Lady Halcón. El festival de música de cine Fimucité está dirigido por perturbados.

Y yo que me alegro.

En lugar de perder el tiempo con Hans Zimmer y sus tóxicos acólitos o, en contraposición, con algún compositor bueno y de reconocido prestigio, Fimucité ha recuperado la que posiblemente sea la banda sonora más polémica de la historia de la música de cine. De hecho, no recuerdo ninguna otra que pueda considerarse así. Unas gustan más o menos. Pero de pocas se dicen que destruyen una obra como darle una pasada de gotelé a los muros de Notre Dame. Décadas después todavía se habla del supuesto atentado sonoro que Powell hizo con esta espectacularmente potita película.

Pues no. Porque todas estas críticas están equivocadas y la música de Lady Halcón no sólo es buena, sino que tiene pedigrí de sordidez, por lo que la celebramos en ente bloj con alegría.

Generalmente se suele atribuir esta partitura no a su compositor, sino a su productor: Alan Parsons, conocido por los de cierta edad por ‘Eye in the Sky’ y por los de otra cierta edad por…

Parsons se ha labrado un nombre poniendo su ídem a un grupo lleno de canciones que no había hecho él y sin saber casi componer ni tocar decentemente ningún instrumento. Vamos: lo que se conoce en mi pueblo como un genio o, en términos académicos, “Puto Amo”. En lo que sí sobresale este ahora orondo señor es en ser un productor con todas las palabras. No porque hiciera sonar bien algo tan aburrido como ‘Dark Side of the Moon’ (hatemail incoming in 3…2…1…) o simular que un tipo tan soso pero que tanto me gusta como Al Stewart lo petara comercialmente durante tres discos. Sino más bien por haber sabido rodearse de gente cojonuda. No hablaré hoy de cómo fagocitó al verdadero compositor jefe de ‘The Alan Parsons Project’, Eric Woolfson, sino de cómo se hizo, gracias a sus arreglos para la mega-canción sobre follar en Marruecos ‘The Year of the Cat’, del orquestador Andrew Powell.

Me llamo Alan Parsons y me acabo de comer a Alan Moore

Él fue el responsable de todos los pasajes orquestales que le dieron personalidad al grupo. Momentos de chunda chunda luiscóbica con influencias de la música clásica que interrumpían canciones chorras como “Winding Me Up” para convertirlas en cumbres neoclásicas del “¿Pero que cojones ha pasado de repente!”. El caso es que Richard Donner, mientras estaba con su equipo localizando los exteriores de la película, andaba poniendo Alan Parsons en la fragoneta. Y ya sabemos que escuchar mucho rock progresivo hace cosas raras con tus neuronas. Así que decidió que no podía entender su película sin los atronadores y ¡¡¡¡ÉPICOS!!! pasajes arreglados por Powell. Llamó a Parsons, éste convenció a su colega y el resto es historia. Historia del cabreo de crítica y público.

Porque entender batería, hard casio y guitarra eléctrica en una película de fantasía medieval es como admitir que a la sobrasada se le puede y debe echar miel.

Por supuesto, la sobrasada SÍ que va bien on la miel. ¿Y el puterío con el romance medieval? Pues si ya colaba el chungo de Matthew Broderick en el reparto, ¿por qué no unos sintetizadores sórdidos? A mí de pequeño me importó un carajo. Me parecía ¡¡¡¡ÉPICO!!! y maravilloso. De niño no tenía ni un ápice de cinismo. Ni de oído. Ni de cordura.

Los críticos no opinaron lo mismo. Pero os voy a contar un secreto: esta banda sonora no es de rock. Pero ni de coña. De hecho, si se escucha con atención, apenas un 20% es rock, mientras que el resto es orquestal estilo Hollywood e incluso algo de música de la época en la que se desarrolla la historia.

Pero, claro: esa parte rock, por pequeña que sea, se da de hostias con la fantasía medieval, dirán ciertas gentes que luego no tienen problemas para imaginarse cabalgando dragones al son de Rhapsody of Fire. Quizá. Pero apliquemos nuestro tan querido escepticismo al caso:

La música tradicional hollywoodiense al estilo John Williams de los 80 es heredera de la de Eric Wolfgang Korngold en los 30-40. Que a su vez era básicamente discípulo de la escuela vienesa de finales del XIX. Vamos: que el rock de Powell es música separada apenas medio siglo de la tradicional para el cine medieval de Hollywood. El razonamiento es simple: Si estamos contando una historia del siglo, digamos, XII, ¿qué son cincuenta años arriba o abajo de desarreglo musical frente a alrededor de 700 años? Si nos ponemos puristas, la banda sonora de toda peli medieval tendría que tener instrumentos medievales. Y NO queréis eso. Suenan todos como un ornitorrinco con problemas intestinales.

Y, con todo, la música se llevó (y sigue llevándose) un buen rapapolvo. Nadie dice que el score de ‘Las Aventuras de Robin Hood’ suena viejuno, pero el 99% de los encuestados claman que lo de Powell y Parsons se carga la película. Todo ello a pesar de contar con momentos tan tan bonitos como el tema de Isabob. Y es que nada que acompañe a la presencia de Michelle Pfeiffer puede ser feo: estoy seguro que si ponemos un plano de Michelle y luego uno de una  bosta de vaca, el efecto Kuleshov hace que parezca la caca de whasapp

Este tema es digno de Jerome Moross, joder. Pero nada. Powell sólo pudo hacer una película más y desapareció de esto de las bandas sonoras y el rock progresivo para dirigir orquestas, con lo que suponemos que será más feliz, pero follará menos. Alan Parsons, por su parte, se separó de Eric Woolfson y se dedicó a sacar varios discos con su nombre en solitario que, miren ustedes que casualidad, tenían menos canciones escritas por él que los LPs firmados como banda. Su gran acierto, con todo, fue ya hace cosa de una década cuando decidió meter en su formación como cantante a un tal P.J. Olsson.

Ay, P.J.

EPÍLOGO DE ESTE MINI POST:

¿Cómo expresar con palabras una personalidad escénica como ésta? En el primer concierto que lo vi, al que acudí con Vicisitud y poco interés, salió dando vueltas al escenario como un Pequeño Pony propulsado a pedos de arcoiris. Sí: puede parecer que esta descripción destila cierta homofobia. Pero creedme cuando os digo que es ADMIRACIÓN. No hay nada como ver la verdadera PASÍON, gaycidad y afectación con la que P.J., del que nos hicimos fans en el mismo momento, cantaba cada tema. Buscad algún concierto de la época pre- ‘A Valid Path’ y gozad. Gozad tanto como yo gocé de pequeño viendo ‘Lady Halcón’ con esa música tan putera y, al mismo tiempo, estremecedora, que hoy en día todavía hace que me den ganas de irme a Los Ángeles y acosar como fan enamorado a Rutger Ha… Perdón. A Michelle. Quería decir Michelle Pfeiffer. O Isabob, que es para mí quien siempre será la que probablemente sea una de las cosas más bonitas que ha andado sobre la tierra por encima incluso de una tostada de sobrasada con miel.

Tengo hambre.

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