Espíritu de escalera: Cómo ganar todas las discusiones gracias a ESPAÑA.

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Uno de los principales usos de la industria audiovisual es el de hacerle cargar con la culpa de todas nuestras frustraciones. Porque no se puede vivir sin enemigos ni sin wifi. De entre todos los insultos dirigidos al cine y la televisión, quizá el más acertado es que el audiovisual nos aliena. Y, acto seguido, vienen las críticas a los modelos de belleza, al retoque infográfico de las patas de gallo, a la anorexia, a que Uma Thurman nos confunde con su maquillaje…

Y yo digo: NO. Estáis errando el tiro. Hollywood no tiene la culpa de que seas feo, y ninguna película podrá alienarte más que el hecho de no comerte nada noche tras noche. Sin embargo sí que existe algo en lo que el audiovisual ha conseguido ser brutalmente alienante. Es lo que los ingleses llaman ‘great comebacks’ y en EsP-P-Paña definimos como ‘Tener el as para matar el tres’.

Aquí tienen un soberbio ejemplo:

Y es que más sencillo resultará para Mariano Rajoy tener el erotismo de Sofía Vergara que el tener una réplica tan gloriosa, acertada y a punto.

Por supuesto, hay que quejarse de esa alienación porque es… MENTIRA. Habrá gente con envidia que hable de si Sofía se habrá operado o no, pero lo que es indiscutible es que tras su “What’s wrong with me having a dick in my mouth” hay todo un equipo de guionistas que le han dado la réplica perfecta y en su momento justo.

Y el resto de los seres humanos nos alienamos porque, salvo excepciones del nivel de Stephen Fry, todos padecemos, en mayor o menor medida, el llamado ‘Esprit d’escalier’. Esta expresión, que algunos atribuyen a Molière, consiste en ser objeto de un borderío manifiesto ante el cual uno se queda sin palabras porque no vive rodeado por un equipo de ochenta guionistas. Y cuando termina por aparece ante nuestro intelecto, de forma clara y distinta, la réplica que había que haberle dado a ese malnacido… ya ha pasado media hora. Justo cuando bajas las escaleras abandonando la fiesta. De ahí el nombre ‘Espíritu de escalera’.

Es evidente que, si estoy escribiendo todo esto, es porque vivo con el trauma de no ser capaz hacer un Sofía Vergara en condiciones (la réplica rápida, no tener a dick in my mouth). Pero no solo por ese motivo, sino también para compartir una solución que, en una tarde mágica, me ofreció acabar con el ‘Espíritu de escalera’ de una vez por todas.

Todo ocurrió en una terraza en el Puente de Vallecas. Intercambiando las clásicas gilipolleces acompañados de unas claras con limón, una señoras mayores sentadas en la mesa de al lado deciden dirigirnos la palabra (mini-flashback: eso, en mi juventud en Vigo nunca me pasaba, aunque solo fuese porque el nivel medio de los diálogos era “esta noche, cuando me la unte con Nocilla para que mi perro me la chupe, pensaré en ti” y, no sé por qué, la gente alrededor prefería largarse antes que decirnos nada). Bien, pues la señora, toda cargada de razón, nos conminó a bajar nuestras voces, pues les estaban molestando y casi no podían oírse hablar.

El ‘Espíritu de escalera acechaba’… ¿Acabaríamos teniendo que callarnos por no poder dar una réplica a tiempo? Y, entonces, aconteció la epifanía.

Un santo varón como nuestro amigo Carlos aprovechó la presencia que le daba su look de líder de secta – sí, como Alan Moore pero con más envergadura – y pronunció un frase que sólo necesitaba sus primeras palabras para ser parte de la Biblia:

“Señora… ESTAMOS EN UN BAR ESPAÑOL”

Y, sí, luego la frase continuaba, pero… ¿Existe contraargumento posible para una réplica que empiece así? Ahora resucito a Christopher Hitchens y le doy medio año, asesorado por un equipo de locazas malas para que levante esa bola de partido y, automáticamente, se rinde. Que Carlos añadiese a continuación un “Y en un bar español se grita, se canta, se blasfema… Y, si no le gusta, existen sitios silenciosos como las bibliotecas o el norte de Europa”. Pero eso ya era como meter cinco goles en un partido que estabas ganando de siete. Pero líbreme Peich de prohibirle  a nadie hacer un EsP-P-Paña-Malta.

WIN

Por supuesto, he aprendido la lección, y ya no dejo que nadie me diga inconveniencias desde la sobradez. Una vez que, en el barrio de Salamanca, estaba haciendo unas fotos a unos bellos balcones de hormigón, una vieja facciosa me dijo desagradablemente “¿Qué se supone que está haciendo?”. Si ofenderme por ser tratado de vulgar chori, le respondí “Soy solo un ciudadano esP-P-Pañol que hace valer su derecho a disfrutar de la arquitectura satánica haciéndole fotos desde la vía pública esP-P-Pañola”. Y funcionó. Porque usar la palabra «EsP-P-Paña» tiene el mismo efecto de autoridad en una frase que usar «Jesucristo». Y una ventaja además: al contrario que «Jesucristo», «EsP-P-Paña» sigue manteniendo su contundencia aunque en las misma frase se hallen palabras como «sandalia», «mechero» o «bolígrafo», términos a lado de los que «Jesucristo» queda un poco deslucido.

Ahí les queda, pues, un consejo que cambiará sus vidas. Yo lo he expandido  de numerosas formas. Sin duda alguna, la peor de todas fue en un master para guionistas de series de televisión en la que, tras una exhibición “magistral” de las posibilidades del montaje (pongo “magistral” entre comillas porque habría que cuestionar el valor didáctico de poner secuencias de Amaia Salamanca y Miguel Angel Silvestre sin que el público se despiste) terminé diciendo, totalmente en serio:

“Si, cuando vayáis a dialogar una escena, lográis meter de manera lógica, pertinente, y que no suene a postiza, la palabra ‘ESPAÑA’, vuestra secuencia mejorará automáticamente un 38%”.

Ahí lo dejo. O mejor, lo dejo con un ejemplo práctico: que uno de los principales grupos del Maindiestream esP-P-Pañol abrace lo mejor de la sordidez patria, sin miedo alguno, para llegar a lo mejor de su producción:

LOVE OF LESBIAN / MAL ESPANOL (TOUR VISUALS) from NYSU on Vimeo.

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