Trilogía del Héroe Del No Follarás En La Vida (™) Parte 2: En defensa de las cascarrias como método de ocio

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Hace unos meses comencé una serie de mini-posts con el objetivo a lo performance de que ninguna mujer me pudiera ver nunca de manera erótico-festiva. Luego me dí cuenta de que YA ninguna mujer me puede ver de manera erótico-festiva. La misión estaba cumplida y no tenía sentido seguir. Por el amor de dios: si el otro día salió una noticia sobre trasplantes de heces y me la enviaron hasta cinco personas al facebook. Tengo que empezar a cambiar mi imagen. ¡Que yo tengo estudios! ¡Que yo también sé hablar de otras cosas!

Por ejemplo, de pedos.

O de cascarrias.

Así que, como no soy de los que dejan las cosas a medias excepto la repugnante comida del comedor del Plus y un polvo si me viene un apretón de tripas, he decidido hacer la segunda parte.

Las cascarrias, cual joven adlátere de la FAES, tienen muy mala reputación. Pero, al contrario que un pijo engominado futuro ganador de onvre del año, yo no veo el motivo. Total: son como escupitajos solidificados. De todas las guarreridas que produce nuestro cuerpo, quizá sea la menos repugnante porque es la más familiar. Y por ‘familiar’ me refiero a que todos nos hemos comido una aunque sea sorbiéndonos los mocos en un buen resfriado. Lo mismo no puede decirse de, por ejemplo, el meado a no ser que seas actriz de porno alemán o vivieras en la Edad Media y fueras aficionado a la cerveza. O vivas en la actualidad y bebas cruzcampo.

Las narices generan moco básicamente porque el cuerpo no suele hacer cosas que no valgan para nada, excepto tener gases psicosomáticos en el momento en el que te presentan a tu nuevo jefe. La mucosa nasal crea esta guarrería (aclaremos que casi todo el cuerpo humano es una guarrería, como cualquier persona que haya visto The Walking Dead sabe) como protección. Gracias a ella, se evita que lleguen a los pulmones partículas indeseables como polvo, bacterias y esa especie de cemento diluido que es el aire que respiramos en Madrid gracias a las eficaces y relaxing políticas anti polución de nuestra alcaldesa. La mayor parte del moco nos lo tragamos sin mayores aspavientos ni gritos de ‘qué ordinariez’. Una parte, la más cercana a la punta de la nariz, se seca por falta de humedad y se queda pegada. Esto es, que es lo mismo que nos comemos con alegría todo el día, pero más durito.

Así que, una vez establecido que la diferencia entre el moco que tragas y el que te sacas es la misma que la existente entre un huevo pasado por agua y un huevo duro, pasemos al método de extracción. Algunos dirán que es mejor usar un pañuelo. Yo a esa afirmación contesto con un rotundo NO.

Y no lo digo por higiene. Si tienes las manos limpias, no hay problema con llevárselas a la napia porque no corres el riesgo de meter infecciones. Total, estamos todo el día restregándonos los ojos y por ahí pillamos de todo. Yo lo defiendo… como método de ocio.

¿Acaso no hay cosa más triste que una persona hecha y derecha soplando en un pañuelo (por favor: que sea de papel, que lo de echar tus secreciones en uno de tela y guardártelo en el bolsillo siempre me ha parecido una costumbre la mar de excéntrica) para sacarse una cascarria rebelde? No me refiero al moco brutal de un resfriado, que hay que expulsar como sea. Ni a esa flema que sorbes pa’dentro con la esperanza e inigualable ilusión de encontrarte un cacho duro que masticar. No. Hablo de la pelotilla solidificada pegada a tu fosa nasal como un tío de camiseta negra adherido a su novia de visita al Expocómic. ¿Para qué dar el espectáculo cacofónico de sonarse sin parar cuando puedes entretenerte con ello? Ya sea obscenamente a lo bruto con el dedo índice, sutilmente con el meñique o haciendo pinza con el pulgar, hay una gran variedad de métodos de diversión.

De pequeño, mi canción infantil tradicional no era ‘El patio de mi casa’ (¿Por qué era particular si se mojaba como los demás?) ni ‘Al pasar la barca’ (ese clásico del marinero pederasta que hace sospechosos favores a niñas jóvenes). La mía era ‘Yo tengo un moco’:

Yo tengo un moco
Lo saco poco a poco
Lo redondeo
Y lo miro y lo deseo
Luego lo como
Y como sabe a poco
Cojo otro moco
Y empiezo otra vez.

Puedo imaginarla cantada por Battiato en italiano. Así de buena es.

Sacarse una pelotilla verde es un trabajo de prospección minera que ayuda en muchas situaciones: aburrimiento en el metro, viendo una película iraní, en las cenas de empresa… cualquier momento es bueno para entretenerse un rato, y machacársela en público sí que está feo porque lo deja todo perdido y da la olor. Pero con las cascarrias no le haces daño a nadie. A no ser que inicies una guerra de pelotillas o tengas la simpática afición de pedirles las cascarrias al de al lado.

Una vez hurgada la nariz, hay que ingerir el resultado. Es la opción obvia y más limpia: siempre estará mejor dentro que pegado a la ventana de tu habitación. De hecho, una canción de Frank Zappa cuenta cómo el protagonista tenía la afición de pegar allí su colección de pelotillas verdes hasta que la luz quedaba de ese color. Porque el ser humano puede ser muy concienzudo con sus aficiones cuando realmente tiene una pasión:

Hay quien dice que sacarse los mocos con las manos limpias y comérselos es de hecho beneficioso para la salud. Pero como esas afirmaciones suelen ir acompañadas por la frase ‘estimula tu sistema inmunológico’, mi detector de gilipolleces se pone a mil. Me recuerda a esa gente que defiende beberse el meado. No. Si vas a comerte tus cascarrias (CUANDO te comes tus cascarrias, diría yo, dado que el 91% de la gente lo hace), hazlo por un solo motivo: divertimento. No te dejes llevar por creencias de supuestos beneficios para la salud que salen en la wikipedia o ese pensamiento pijo de que es una ordinariez que no debe de hacer gente de alto standing. De hecho, según he leído, Tutankhamon tenía un hurgador oficial de nariz. ¿Acaso vamos a ser iguales que la realeza, con la cantidad de republicanos que leen este blog? ¡Yo digo que no! Cualquier cosa que hicieran los faraones, como follar entre hermanos hasta crear descendencia hemofílica, estaba mal, ergo hacer prospecciones en la nariz de uno mismo está bien. Mucho mejor que las de Canarias y no hacen daño a ningún ecosistema.

Porque ya nos lo enseñó Pelotilla en ‘La Revolución de los Novatos’: El viaje hacia la sabiduría no pasa por dar cera y pulir cera, sino por el control de tus mocos y expectoraciones.

Y ahora os dejo para que reflexionéis sobre esto y sobre el camino a la iluminación que te convertirá el gran Neverfucker de nuestro tiempo a mi nivel. Porque creo que esto es la guarrada más grande que se ha escrito en ente bloj. Como persona que su adolescencia se emocionó viendo las aventuras de ‘Pelotilla’ en la gran saga cinematográfica de Los Novatos, me siento realizado como ser inhumano.

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