Las tres costumbres del sabbat más hilarantes

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Todos sabemos que dios hizo el mundo en seis días y al séptimo se tomó un descansito, porque se puede ser todopoderoso, pero una rascada de pelotas de vez en cuando nunca viene mal a nadie. Ahora muchos pensaréis que me toca seguir cachondeándome de la inexistente figura esta del creador (así, con minúscula, porque hay tantos que yo ya no quiero cabrear a ninguno). Pero no. Porque lo de tirarse a la bartola un fin de semana después del trabajo mediocremente hecho es algo que siempre defenderé tenga el origen que tenga. Es como mi cruzada desesperada por hacerles ver a los niños que hay que celebrar la festividad de Reyes. No por tontadas como la religión, el nacionalismo o porque dan la bochornosa oportunidad de ver en tu pueblo a un concejal pintado de negro sin que la policía de lo políticamente correcto detenga el espectáculo. La realidad, niños, es que si celebráis Papá Noel, las fiestas de navidad se acaban tras año nuevo. No seáis gilipollas.

Pero a lo que iba. Dios se echó una siestecita. Y, de paso, unos años después le dijo a Moisés, esa figura importantísima que liberó de Egipto a los judíos que ni eran esclavos ni existían en Egipto en esa época,  que se enrollara y que dejara que el resto de la gente también se tumbara a la bartola en el último día de la semana. De ahí llamarlo ‘Shavat’ o ‘Descanso’.

Luego ya la cosa se complicó, y a la hora de ponerlo por escrito en la Torá (Tora Tora, Richard Fleischer & Kinji Fukasaku, 1970), se especificó que lo que había que hacer era una especie de XTREME-BARTOLA. Esto es: se prohibía cualquier clase de trabajo. Por aquello de meditar y lamentarse y tener vicisitud por absolutamente todo lo hecho en la semana, algo tan judío como pacofóxico (Teniendo en cuenta mi sentido del humor basado en la autoflagelación, creo que debería ser semita al menos de adopción) ¿Pero qué se considera exactamente trabajo? Mi madre, por ejemplo, no cree que lo que yo hago en mi curro del Plus viendo películas rumanas lo sea. Yo tampoco. Yo lo llamo ‘Socorro’.

Ahí entra el Talmud, que viene a ser como un foro de internet, pero en la antigüedad: el resultado de mucha gente discutiendo sobre un tema para no llegar a ninguna conclusión provechosa y sí a mucha confusión. Los rabinos de antaño tuvieron que definir exactamente a qué puñetas se refería Yahveh con lo de ‘trabajo’. Que ya podía haber elaborado más lo que le dijo a Moisés, pero se ve que la escritura en piedra no se presta a la letra pequeña.

Clásicos del cine

Como no soy un experto en la religión judía, no conozco al pie de la letra todas las acepciones de ‘curro’ que ofrecen. La wikipedia nos informa de un buen puñado: plantar, encender fuego, escribir, arrancarse más de dos pelos del escroto… Pero hace un tiempo me enteré vía mi podcast favorito de las tres costumbres más extrañas del Sabbat:

1.- No abrir el frigorífico:

Cuidado: no se trata de que no puedas tomarte una cocacola si te apetece. El problema está en la bombilla. Con la llegada de la electricidad, los más ortodoxos dentro del judaísmo empezaron a preguntarse si encender una bombilla era o no ‘trabajo’, puesto que iba en contra de la prohibición de encender fuego en el Sabbat. Lo creáis o no, existe todo un debate sobre el uso de aparatos eléctricos durante ese día. Lo cual lleva a la existencia de productos específicos como, y esto no es coña, lámparas kosher.

Así que lo que hay que hacer es desenroscar el viernes la bombilla esa que de todas maneras muchos tenéis fundida para poder tomaros un petisuís. Eso si sois observantes normales. Algunos hardcore ni siquiera permiten ese truco en sus casas. Obviamente ninguno de ellos es abogado.

2.-  Se pueden matar piojos:

Por supuesto, diréis algunos. Qué asco, diréis los demás. Pero no es tan obvio. Un piojo es un ser vivo, y una de las cosas menos discutidas dentro de las prohibiciones del sabbat es que no se puede ni atrapar ni matar a un animal. Lo cual es totalmente obvio: el primer trabajo duro en la historia del ser humano es cazar y luego zamparse lo cazado y no, como suele ser sabiduría común entre monologuistas rancios, cumplir con la parienta.

Creo que mi nivel intelectual ha descendido cinco puntos después de escribir esa frase.

Entonces, ¿por qué sí se puede matar a ese bicho en particular? Pues el Talmud, al contrario que Siri, sí tiene la respuesta: los piojos no tienen progenitores y se crean a partir del polvo (quizir, la partícula, no el acto, so malpensados), por lo que no son animales.

A mí no me preguntéis. Es lo que tiene basar tus tradiciones en conocimientos de eras precientíficas. Conocimientos un poco excéntricos. Porque cualquiera que haya visto un piojo sabe que eso es un puto bicho y no un trozo de caspa. Aunque hay algunos en mi cabeza que no quito ni con todo el selenio del mundo, que son tan grandes que empiezo a pensar que no sólo están vivos, sino que además se cachondean de mí.

3.- No se permite cortar papel higiénico:

Si habéis pensado que he hecho todo este post sólo para acabar hablando de caca es que, obviamente, me conocéis más que mi madre. El caso es que el Sabbat hay que descansar, pero por mucha constricción (de pecados y de ano) que hagas, cuando llega un apretón, llega. Y lo normal, con la maravillosa y deliciosa excepción de los perfects que pasan inmaculados por tu ojal sin dejar señal (EL GRAN PLACER de la vida, nunca suficientemente ponderado), es luego limpiar la vileza que se ha quedado en tus cachetes.

Pero rasgar papel no está permitido en sabbat si lo haces de una medida determinada o creando con ello un utensilio viable. Y os digo yo que un trozo del tamaño adecuado de papel higiénico es un utensilio la mar de viable sobre todo si te viene toda la pizza con salsa boloñesa de la noche anterior.

¿Cuál es la solución? Aparte de, supongo, usar kleenex o recurrir al bidé en los países que tienen tan magno invento que hizo descender la polución en las Cortes de Versalles, tradicionalmente desde la introducción de esta revolución en la higiene trasera se ha hecho lo siguiente: dejar ya los papeles preparados y cortaditos el día antes en cantidad suficiente.

Claro que en la sociedad actual hay otras opciones. Por supuesto, innovaciones comerciales. Olvidaos de la lámpara kosher de antes. Ha llegado… el papel de cagar kosher. Siglos de evolución de la humanidad nos han conducido a esto:

Si es que, hecha la regla del Talmud, hecho el producto para saltársela. Alaba a dios con comodidad por un módico precio.

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