10 de septiembre de 2011. La BBC estrena el décimo episodio de la sexta temporada del Doctor Who titulado ‘The Girl Who Waited’. Normalmente, ‘Doctor Who’, a esas alturas de la serie, es cuando mete todos los capítulos más episódicos, de bajo presupuesto, sin conexión alguna con el arco central de la temporada… De relleno, vamos. Pero se veía que algo estaba cambiando en la sexta temporada.
Para empezar, el primer capítulo de esta tanda «episódica» resultó ser el descomunal ‘Night Terrors’, en el que el Doctor abordaba con nota el viaje al universo más ignoto, incomprensible y terrorífico al que el TARDIS jamás hubiese llegado: un housing estate satánico con sus estritsindeskai y tó.
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Amy Pond: «Pero, Doctor, para llegar a un sitio así no hacía falta un TARDIS. Con coger el autobús, bastaba». |
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Paco se cicla con Karen Gillan. Yo, con Karen Gillan en un Satán. |
Si quieren saber más sobre el tema, no dejen de visitar esta entrada que un servidor de ustedes acaba de publicar en la web oficial de ‘Satán es mi señor’. Pero volvamos al capítulo que nos ocupa: ‘The Girl Who Waited’.
En él, se viaja al planeta Apapulcia (nombrecito que ya va avanzando que el capítulo no va a tener miedo ni a la sordidez ni a la muerte). Durante dicha visita, el personaje de Amy (Karen Gillan) se separa de su novio Rory y del Doctor. Cuando vuelven para rescatarla, por aquello de que el transcurso del tiempo en Apapulcia es tan chungo como su nombre, han llegado 36 años tarde. Cuando quieren arreglar el desbarajuste temporal, se encuentran con un detalle: a la Amy Pond cincuentona… no le apetece dejar de existir. O que le digan que sus últimos 36 años de vida, que le han definido como persona, se los van a pasar por el forro. Es comprensible: tampoco a Tom Yorke le hace ilusión que la enciclopedia británica defina como “Pérdida de tiempo” el escuchar cualquier disco de Radiohead posterior al ‘OK Computer’, pero no por ello va a viajar a 1998 y probar suerte en una tribute band de Slayer a ritmo de reggaetón.
Así pues, el doctor se plantea arreglar un cristo creando… una paradoja temporal. En un intento desesperado por lograr que Rory disfrute de una Amy Pond joven y lozana (que ya hemos visto que va a tener mal envejecer la pobre) se plantea un truco para juntar a las dos Amy de ambas líneas temporales. Sin entrar a revelar el final, debo decir que es uno de los capítulos más emotivos, tristes, sentidos y redondos de toda la serie. Pero eso no bastaría para decir que “El ‘Doctor Who’, aquel 10 de septiembre, se convirtió en la mejor serie de la historia. Para eso es necesario ese “algo más” sólo al alcance de los genios sin miedo a la muerte ni a la sordidez. Y el guionista Tom McRae entró en ese grupo con la escena del capítulo en la que se busca juntar las dos líneas temporales. En un momento dado, el Doctor pide a la Amy del pasado y a la Amy del futuro que compartan el mismo pensamiento. Algo tan poderoso que pudiese atravesar las fronteras del tiempo o, como diría Battiato “Superar las corrientes gravitacionales, el espacio el tiempo, y envejecer no podrás”.
Y vaya que si tuvo un pensamiento poderoso. Con todos ustedes, la escena que llevó a ‘Doctor Who’ a una dimensión en las que las demás series jamás osarían entrar (y no digo yo que sin razón). Eso sí, he de decir que la escena original tenía un problema: el capítulo se hizo con un presupuesto ridículo y con apenas disponibilidad del actor Matt Smith (el doctor). El guionista lo solventó centrando el capítulo en Karen Gillan (bien) y el director, por su parte, decidió que el planeta Apapulcia sería un inmenso fondo blanco. Pero les faltó, claro está, el dinero para un ingrediente fundamental. El actual montaje arregla ese detalle y les presenta esta SUBLIME escena como siempre debió haber sido:
¿Acaso una persona de bien y con valores podría haber pensado en otra cosa? Todos los sabíamos, pero sólo ‘Doctor Who’ tuvo el valor de decirlo. Muchos aún no saben si estarle agradecidos. Y es que, al final, el arte es lo contrario de conducir: en la carretera, todo se trata de NO hacer una cosa rematadamente mal y, en el arte, llega con hacer sólo UNA así de bien. Y, ese día, ‘Doctor Who’ rompió la baraja. Póstrense a sus pies.