Poétikas miérder: Analizamos la carrera en solitario de David Summers.

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Aquí Paco Fox: Ahora que Marlow es redactor casi tan prolífico de ente bloj como yo mismo, hacía tiempo que no teníamos un colaborador sorpresa. Y, aunque parezca mentira, esta vez se trata… ¡de una munhé! Por fin una visión femenina en este campo de nabos. Después de que Vicisitud se atreviera con Luis Cobos y yo mismo con José Luís Perales, nuestra amiga y lectora Cava Baja asalta sin armadura ni tapones del oído y con los tímpanos más dañados que los de Justin Bieber la ovra del poeta de toda una generación pija nacional. Os dejo con Cava Baja Vs David Summers. FIGHT!:

Como mucha gente que suele no reconocerlo en público, conozco bastantes canciones de los Hombres G. De hecho, he ido a varios de sus conciertos y me lo he pasado como una enana. Si encima, alguno de los depravados que lea esto ha tenido la experiencia caspo-religiosa que es visitar el garito que uno de sus integrantes tiene en Madrid, entenderán perfectamente que esos cuatro señores representantes del pijismo ilustrado de los años ochenta son, al tiempo, un dolor de muelas y una sublimidad absoluta.

Los Hombres G terminaron, y luego tuvieron que volver para tratar de comerse algún rosco más en el deleznable mundillo musical español. A su vuelta, todos contemplamos con una mezcla de risa y retortijones que se habían alejado bastante del estilo de sus últimos tres discos (probablemente lo más destacable de toda su carrera), tratando de volver a la música pop que en tiempos les había hecho famosos pero que, a día de hoy, los hace parecer un tanto trasnochados.

Pero, ¿qué ocurrió en aquellos años en los que los Hombres G ya no formaban parte del panorama musical? ¿Qué hicieron? ¿A qué dedicaron el tiempo libre? Hoy nos ocuparemos, al menos, de uno de ellos. David Summers, el líder, bajista, compositor, voz principal de la banda y poster child de una generación aficionada al nasal-pop.

Líder de opinión de una generación.

Mientras sus compañeros se dedicaron a tocar (se) o producir música e, incluso, montar un bar, David tenía claro que deseaba continuar con sus composiciones, dando rienda suelta a sus inquietudes artísticas sacando discos y lanzando al aire sus canciones como quien suelta misiles contra la población civil.

Los últimos discos de Hombres G habían supuesto un cierto cambio en el estilo y las aspiraciones musicales de Summers. En pocas palabras, el chico que cantaba por la tocha estaba madurando, le estaba cambiando la voz y tenía nuevas ideas que expresar, tratando de salir de su mundo interior tardo-adolescente y preocupándose de lo que le rodeaba. Quizá el mejor ejemplo sea el disco Esta es tu vida, para cuya promoción incluso se dejó barba, como todo un señor. No en vano, alcanzó el puesto 61 de la célebre lista de Discos Con Valores De Vicisitud y Sordidez. Esa estela es la que nuestro héroe trató de desarrollar en su etapa en solitario.

Pero bueno, dirá más de uno, esta introducción es muy maja y, en cierto modo, muy docta; pero ¿dónde está el problema? Porque a estas alturas de este irregular y desquiciante blog ya habréis supuesto que siempre hay algún problema. Efectivamente, y ahora sí que vamos a ello.
A pesar de que puedan resultar musicalmente interesantes, en mi opinión David Summers y los Hombres G siempre han tenido el mismo defecto: como Julio Salinas, nunca rematan. Quiero decir con esto que sí, que tú escuchas un disco y, a ratos, algunos temas son buenos, consigue resultados y puedes atisbar cierta calidad: Sin embargo, no suelen estar a la altura de las expectativas que generan. Y esto, además, se observa en las letras de sus canciones, que son, en la mayor parte de los casos, una cosa rara entre lo pretencioso y lo pueril que pone un poco de los nervios a un oyente atento y que hace que se relama de gusto el oyente sórdido.

No voy a entrar aquí en los primeros discos de la banda de los ochenta, donde encontramos glorias épicas como “Tomasa me persigue hasta la NASA”, “Se me jode el coche,/ me deja mi novia./ Me mareo cuando subo a la noria”, o “Yo era el enano número uno./Yo me llamaba Torrebruno” –sólo por poner un par de ejemplos-, más que nada porque estamos hablando de unos trabajos inmersos en una época en la que las poéticas musicales tendían hacia el absurdo, la cultura pop, el juego,  la experimentación  y la oligofrenia. Su valor radica en hacerlas sin ningún tipo de vergüenza, con un par de amígdalas y ganas de hacer algo nuevo. El caso de un David Summers maduro, casado, con dos churumbeles y ganas de afirmarse como un artista serio alejado de la imagen de pijo ídolo de las niñas adolescentes ochenteiras, resulta mucho más curioso, con discos que en lo musical son interesantes, pero caen en una serie de errores líricos nivel doble facepalm.

Joer, Jean Luc, yo que pensaba que sólo las rimas de Mecano eran chungas…

Lo dicho, pretenciosidad y puerilidad a partes iguales en la mayor parte de su discografía en solitario. Comenzamos con el primer disco.

1. David Summers (1994)

Simplemente, con su nombre y apellidos. Así se nos presentaba el señor Summers en la que fue su vuelta a la música tras dejar el grupo que lo había hecho famoso. La portada es sencilla y austera, mostrando a un hombre intimista, sensible, que busca desesperadamente los botones para abrocharse la chaqueta.

Lo primero que llama la atención al abrir el librito de las letras será una constante a lo largo de todo el disco. Todos los versos están plagados –y cuando digo plagados quiero decir infestados hasta el punto de que ni los Cazafantasmas tendrían cojones a entrar a cara de perro en semejante antro de perdición- de puntos suspensivos. Con respecto al uso de este signo de puntuación, la RAE lo deja bien claro: por lo general, sirven para expresar interrupciones de un discurso, que pueden ser debidas a dudas, titubeos, etc. También se añade un uso en el que se desea enfatizar una idea, con intención de alargar la cadencia de un texto. En mi opinión, el señor Summers debió pensar que este último uso era bueno para la poesía, y que era muy bueno meterlo como reflejo de una frase sensible, dicha así en bajito, con un tono intimista y profundo. Lógicamente, esa orgía ortográfica que parece creada por un transmisor morse con Párkinson expresa más vicisitud que sensibilidad. Más aún cuando tampoco tiene un reflejo real en las canciones. A veces pienso que se ha pasado más tiempo escribiendo puntitos que letras, lo que no nos da demasiadas esperanzas con respecto a lo demás.

Vamos con las letras: este disco pretendía un sonido cercano al de cantautores estadounidenses como James Taylor o Harold King (en palabras de Joaquín Luqui), de corte intimista, en el que todo son baladas y canciones cargadas de reflexión. De nuevo, David se basa en su mundo interior y sus vivencias. La primera canción, llamada “Todo el mundo grita”, sería la excepción. Comienza el tema como una expresión de cansancio y hastío vital ante las injusticias y maldades del mundo. “Hoy me derrumbo…como un edificio viejo…/ Voy dando tumbos… sin ganas de vivir/”. Aparte de los puntos suspensivos sin orden ni concierto, vemos otra marca de la casa: rimas llenas de ripios. Desde luego, la imagen de derrumbarse como un edificio viejo queda completamente desacreditada por la rima: “derrumbo” y “tumbos”. Pero si seguimos, encontramos otra marca made in Summers que no nos abandona a lo largo de toda su producción: “Cuando pensaba, que estaba todo hecho…/ he perdido para siempre… el centro de mí/”. De entrada, la coma delante del “que” relativo no la entiende nadie, pero ¿qué me decís del hecho de retorcer un verso como un chicle para rimar “vivir” con “el centro de mí”? Pues a partir de ahora acostumbraos, porque las rimas entre “mí”, “ti”, “aquí”, “así” y verbos terminados en –ir entremedias por no repetirse más de ocho veces por canción también están presentes en este alarde de poesía mierdera.

Summers suele decir que le gusta escribir como habla, para resultar más cercano al espectador, y no lo dice en vano. Frases como “No me hago preguntas de si estoy haciendo pop, rock, hip hop o… su puta madre. O sea, me da igual”, dan una idea de cómo este jombre es capaz de estar hablando de temas serios y supuestamente sesudos y, de pronto, soltarte una macarrada. Sigue la letra de la canción, después del estribillo:

“Bienvenidos todos… a la soledad./ Gastad vuestro dinero… en la línea de la amistad./ Intentad subir primero… y sin dejar pasar/ al show de la justicia y a la máquina de la verdad./ Pero ellos te dicen que… eres libre de elegir/ con tu cara de huevo, y tu mano de pedir./ Y tú que como todos… piensas sólo en ti/ Tú ya nunca gritas… sólo quieres dormir/”.

Para empezar, nos damos cuenta de que lo de David no es sólo cosa de los puntos suspensivos, sino que lleva mal todos los signos de puntuación, porque ni las comas las pone donde debe, o las pone cuando no procede. Además, rimas con verbos en infinitivo, que son un ripio más que reconocido –aunque, como esto es poesía popular, tampoco nos vamos a cebar demasiado-; y lo que se lleva la palma, las imágenes. Lo de gastar el dinero en la línea de la amistad ¿qué carajo significa? ¿Que debemos gastarnos el dinero con nuestros colegas en los bares? ¿Que los amigos sólo te quieren por tu dinero? ¿O que tiene muchos amigos en La línea de la Concepción y se lo pasa bomba gastando dinero a su costa? No menos críptico resulta el siguiente pasaje, una crítica hacia la gente que pisa a las demás para ascender, pero… ¿sin dejar pasar al show de la justicia y A LA MÁQUINA DE LA VERDAD? ¿Qué significado pueden tener estas líneas arcanas? ¿Un homenaje a Julián Lago? ¿Una profecía de los tejemanejes de Bárcenas? ¿O una clara incapacidad para ordenar sus pensamientos con corrección, como le ocurre a cualquier alumno de sexto de Primaria?

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De pronto, la conspiranoia se cierne sobre nuestras cabezas, y aparece el pronombre “Ellos”, como en un panfleto de los biodáncers del 15-M, que te dicen que eres libre de elegir con tu mano de pedir y tu… ¿CARA DE HUEVO? ¿Cómo cojones es una cara de huevo? ¿Es un insulto de la Movida madrileña que ya no podemos interpretar correctamente? ¿Significa que la gente está, en realidad, frita pero blandita y sedosa en el centro, como los actuales votantes del PP? ¿Es una crítica veganista? ¿Es una chorrada? Creo que no podremos saberlo nunca…

El resto de las canciones del disco van más bien de amor, o de desamor y peticiones de  reconciliación. En algunas, hay buenas imágenes –quizá la más destacable sea “El beso y el perfume”-, pero yo me quedo con ripiazos como “Quiero que tú seas para mí…/ Quiero también yo ser de ti…/” o “Ámame dos veces hoy…/ Bésame que ya me voy…/ Una por mañana y otra más por hoy…/”, porque cuando no sabemos con qué más rimar, nunca está de más volver a poner las mismas palabras en lugar de invertir nuestros ahorros en un buen diccionario de sinónimos. Que Summers SABE que el mejor verso de la historia del pop español es “No hay marcha en Nueva York / Y los jamones son de York” y, naturalmente, ansía alcanzar esas cotas de jrandeza.

Termino con este disco reproduciendo los últimos versos del tema “Ámame dos veces”, que son de nuevo un despropósito de signos de puntuación puestos por unos alumnos de educación especial del grupo de tripitidores como Froilán:

“¡Ámame dos veces…! Hoy.
Ámame dos veces hoy…
Ámame dos veces hoy.”
Misma frase. Distinto concepto. Idéntico dolor de cabeza.

2. Perdido en el espacio (1997)

Segundo disco, de nuevo con una portada que da muestras de que David Summers es un señor interesante y profundo, que vive perdido en el espacio. Algo dentro del librito y en las fotos me hace pensar en Hellraiser. ¿Cómo hubieran quedado los dibujos de hombres atléticos portando figuras matemático-astronómicas con clavos en el torso? Preguntas sin respuesta.

Una buena noticia es que los puntos suspensivos parecen habernos abandonado, lo que da un respiro a nuestras retinas, aunque por poco tiempo.

Sin duda, creo que este disco es el más pretencioso de los tres, lo cual siempre significa que es el que mejor, pero refleja la idea que dije antes de que nuestro amigo Summers no remata. En muchas de las canciones encontramos títulos sugestivos o melodías pegadizas que, como siempre, no llegan a ninguna parte o nos recuerdan a los poemillas carpeteros de las adolescentes.

Aparte de lo que he dado en llamar la rima summersiana, que encontramos en todo el disco: “Siempre le acabo hablando de ti/Le digo cuánto te quiero, cuánto he llorado por ti”, “Y la luz de las estrellas me recuerda más a ti/ Y los ojos de la Tierra que se cierran para mí”, “Ya no depende de mí […] Estoy enamorado de ti” “Y ahora sé lo que es estar sin ti/ Puedo verlo claramente desde aquí”. Lo que más llama la atención de este disco son las imágenes que, por pretenciosas, resultan maravillosamente absurdas. Todo sazonado con “uh uh úhs” y “ah ah áhs” que tampoco es que ayuden mucho al lirismo del álbum.

La primera canción, “La luna es mía”, viene a decir que aunque David no se coma un rosco y las chicas no le llamen le importa todo tres cojones porque la luna es suya y a ella le cuenta sus penas de amor. En “Si sí… o si no” (Creo que le dolía físicamente no meter algún punto suspensivo en todo el disco), el comienzo parece algo profundo: “Dime tú si sí o si no/ Si es verdad que Dios existe/ Si fue con el corazón/ todo lo que dijiste”. O sea, que el hecho de que Dios exista o no es absolutamente irrelevante para el resto de la historia, porque todo lo demás va de una pareja que se rompe, y la chica tiene que resolverle dos dudas filosóficas: debe darle un tratado de teología comparada y, luego si eso, decirle si continúan o no con su relación de pareja.

“Todo va a cambiar”  y “Al lado del mar” son un despropósito de rimas con verbos en infinitivo, en este caso de la primera conjugación, lo que denota un estilo más infantil si cabe que las rimas anteriores. “Pan de oro” es otro título pretencioso donde la imagen sólo se utiliza para decir que el yo poético quiere “cubrir de pan de oro/ lo que hay entre nosotros”, no sabemos si para darle el carácter de relación valiosa, o para hacer ver que es un marco muy bonito para su bonita relación, o que es un hortera como los que se ponen lámparas de ese mismo material en el programa de las casas de la Sexta. “Las murallas de Jericó” sería el típico poema que escribe un chaval con ínfulas de escritorzuelo después de una aburrida clase de religión para impresionar a una chati: “Busco esa nota de jazz/ que nunca falla./ Que con su fuerza destruirá/ nuestra muralla/ de Jericó”. Es decir, que aquí “nota de jazz” puede ser intercambiable con “acordes de castañuela a dos tiempos”, y “murallas de Jericó” pueden ser “la puerta de Brandemburgo”, y no hubiera pasado nada de nada.

Sin embargo, el colmo del cutrerío neoadolescente lo tenemos en la preciosa balada “No sé qué mide el infinito”. La reproduzco entera por si algún chavalillo que nos lea quiere copiarla con típex en la agenda de la chavala que le gusta, y luego decorarla con “Holis” y corazones de colorines:

No me preguntes de política, ni ideologías,
de nada tan vulgar,
por no saber no sé ni música, te digo esto
para empezar a hablar
Yo no sé nada sobre si el mundo se acaba
solo que tú estás aquí
sé que mi alma es una estrella que se apaga
si no te tengo junto a mí.
No sé qué mide el infinito
pero mi amor por ti no tiene fin.

Solo sé algo sobre ti
y aunque es muy poco
es del todo fundamental
sé que te quiero hasta morir
a cada beso que tú me das.

No sé qué mide el infinito
pero mi amor por ti lo cubrirá.

No entiendo las palabras
si tú no me las cantas al oído
no quiero aprender nada
no comprendo la vida sin tenerte conmigo
no le encuentro ningún sentido
no sé qué puede ser la eternidad.

Bien, queda claro por esta letra que David Summers es un auténtico artit-ta que no hace caso del mundo ni de sus avatares –y casi mejor, porque ya vimos cómo le salen las letras cuando tira por esa vía-. Él sólo conoce el mundo a través del amor, y mira por los ojos de su chorba. Y el infinito y todo eso no son más que chorradas para nerds y frikazos siderales. Porque lo que cuenta a la hora de la verdad es que su amor puede cubrir hasta el infinito. Aprended, chavales, Summers nos indica LA verdad: no seas un tío cultivado y deja de leerte a Chuck Palaniuk y los mitos de Cthulhu. Dile que la vas a cubrir y entonces, sólo entonces, puede que llegues a follar.

3. Basado en hechos reales (2000)

El año dos mil trajo auténticas patochadas como el famoso efecto de los ordenadores o la canción de Cristina del Valle (¿No la conocéis, almitas del Señor? No pasa nada. Os la enlazo aquí). Pero nada tan depravado como el último disco de David Summers en solitario, que se supone que es una especie de juego de palabras con la expresión que se usa en las películas de por la tarde después de comer y el hecho de que nuestro humilde poeta siempre nos da un poco de sí mismo en cada ripio que esputa por su boca.

Sin duda, creo firmemente que este es el mejor disco de los tres. Básicamente, porque es el más esquizofrénico con diferencia. Por un lado, encontramos temas del tipo sensible de los discos anteriores; pero por otro, las macarradas vuelven con especial fuerza y falta de vergüenza, de tal suerte que, queriendo o sin querer, este álbum resulta el prólogo perfecto para la nueva etapa de Hombres G, que llegaría unos pocos años después.

En la portada, Summers aparece alejado de su imagen de señor serio, profundo y atenazado por graves irregularidades intestinales. Con la cara llena de espuma de afeitar, se pasa la cuchilla con rostro amenazante. Dentro del librito de letras, objetos cotidianos: cuchillas de afeitar, peines, mecheros, tubos de pasta de dientes por la mitad, café y colillas, en una sutil referencia a la cagada mañanera de café y cigarro. O sea, que ya podemos olvidarnos de las chorradas anteriores, porque esta vez Summers vuelve más genuino y más de andar por casa que nunca.

Lo primero y principal en las letras de este disco es que… ¡Vuelven nuestros amigos los puntos suspensivos! O sea, que lo del disco anterior no era buen gusto, sino castración artística. Ahora David está desatado, y la carencia de puntos suspensivos en su anterior trabajo hace que en este nos los traguemos en mitad de los versos, al final, en medio de las canciones y hasta en los pelos de su escroto. ¡Todo debe llevar puntos suspensivos! ¡Qué se ha creído esa gentuza! ¡Jamás nos quitarán la libertad creativa!

Las canciones de este LP se pueden dividir en dos bloques: las moñeces de siempre, canciones de amor y desamor en las que las imágenes son más pueriles si cabe que las anteriores, y las idas de olla monumentales que no sabemos muy bien qué pintan ahí. Aparte de las rimas summersianas básicas, encontramos que el compositor ha encontrado un nuevo pronombre con el que entretenerse: además de “ti” y “mí”, llega la innovación radical con “tú”, que está muy presente en la mayor parte de las canciones, a veces de una forma reiterativa y claramente innecesaria, como en “Cuando lloras tú”.

En el apartado de destacados, incluimos “Échame un cable”, donde el yo poético pide a su amada “Anda, nena, échame un cable… pero un/ cable de verdad…/ que me lleve a donde estás…”, en lo que creemos es una velada y sutil alusión a las correas de perro; el tema “No puedes detenerme” donde el protagonista de la historia llama a una mujer que no le coge el teléfono, la fríe a mensajes en el contestador, la sigue hasta la puerta de su casa y la espera en el portal, alegando “Yo te quiero dar mi corazón… y tú no puedes detenerme”, lo que me parece muy bonito, porque los acosadores y los pesados babosos de Facebook y del mundo también necesitan canciones con las que identificarse.
Dentro de las rimas summersianas destacamos la totalidad de la canción “Creo en ti”, con versos como “Creo en tus ojos… y en ti/ y no puedo verlos así/ Voy a sacarte de aquí…”; y “Dentro de mí”, que llega hasta límites insospechados dentro del cansinismo y la repetición: “Fuera en la calle nada ha cambiado sin ti/ Lo que dejaste sigue estando igual aquí” “La tempestad cuando te perdí/ sé que sólo está dentro de mí/ El bien y el mal, la imagen de ti/ sólo están aquí… dentro de mí”.

Finalmente, pasemos a las macarradas, que de esas hay unas cuantas y muy buenas en este disco. Obviando otras moñeces como “Diciembre”, dijimos que este disco es David Summers puro y duro, basado en hechos reales, y nada tan real como destrozarte el hilo de un disco entero insertando tacos que, si bien es cierto que no son tan divertidos como “cara de huevo”, descolocan en medio del ambiente de baladitas, amores y desamores. En “Tu mejor amigo”, David hace una revisión de la vida y lo malvada que es la gente, aconsejando a otra persona: “Piensa que tú eres tu mejor amigo”, y que no debe dejarse hundir y esas cosas, jo tronco, que la vida éh mu dura.

En “Volar hasta las estrellas”, canción que está bastante bien, el lirismo de “Voy a volar  a las estrellas/ y a vivir una tormenta en el mar,/ voy a andar sobre la arena… y a sentirme en libertad” queda totalmente roto con el verso “Voy a escapar de esta mierda de ciudad”. En “Miedo”, comienza el yo poético afirmando “Tengo miedo de asumir que mi vida es un puto infierno” (¿De nuevo un homenaje al Rambo de Esta noche cruzamos el Mississipi? ¿Qué veía en la tele este hombre, por Dios?) para, más adelante, dejar claro que “sigo pensando en ti y lo demás me importa un huevo”. Pero el premio canción macarra metida con calzador del año se lo lleva, sin duda, “Tú me entiendes”. Al parecer, era una vieja canción que Summers había escrito en sus años mozos en los que se sintió atraído por el punk, y que en un momento de enajenación mental transitoria, decidió incluir en el disco para rellenar y hacer que los demás nos partamos el culo. “Cabreado”, “coño”, “te puedes ir a mamar” y demás lindezas son incluidas sin pudor ni sentido del ridículo, en una canción que se sabe una expresión de rabia chulesco-madrileña de un chavalín de… ¿cuánto? ¿Dieciséis años? Un poema de pseudomacarrismo tardío que nos hace muy felices, aunque los tacos resultan más graciosos cuando aparecen el mitad de canciones a las que se intenta aportar intensidad y donde el taco resulta extraño, no porque seamos pacatos o nos escandalicemos, sino porque en medio de tanta moñez y rimas infantilonas, meter un taco suena como el niño que se cree muy mayor porque fuma a escondidas en el patio del colegio. Los tacos son bien en muchos contextos, pero en este caso son puro atchonburike.

Y por último, este disco tiene la única canción que me parece realmente lírica dentro de toda la producción de nuestro amiguete: “Atrás en el tiempo” es moñas, pero muy bonita, y expresiones como “la arboleda intacta”, “Veo a mi padre aquí conmigo quemando la distancia”, o la sutil referencia a la persona que ha debido dañar a la voz poética para decir que la ignora (“Y a ti, te busco y no te encuentro, ni siquiera lo intento,/ estoy volviendo atrás…/ en el tiempo”), dan como resultado un tema bastante redondo que realmente queda muy bien, y que hace que las burradas y los tacos resulten más sorprendentes todavía.

Y hasta aquí, es todo lo que puedo decir de la poétika miérder de David Summers, mina de pasatiempos y sarpullidos sin fin. Como postre, dejo la canción “Tú me entiendes” para que todos cantemos a coro y sin ambages un nuevo himno a la rabieta de los niñatos de instituto: ¡Te puedes ir a mamaaaaaaaaaar a otra parteeeeeeee!

Sean felices.

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