Tengamos una cosa bien clara: la ÚNICA justificación para, a día de hoy, hacer uso de una tecnología anticuada, es el haberla consumido en tu juventud. Sí: lo que la RAE llama “nostalgia”. Porque no concibo que un chaval de 15 años, que ha descubierto el secreto de la vida viendo a Katy Perry lanzando cohetes por las tetas, tenga que interesarse por la cruenta batalla entre Sabrina y Marta Sánchez para conseguir una adecuada excitación. ¡Los production values son los production values, joer! Igualmente, creo que toda persona que invierta más de un minuto en utilizar un emulador de Commodore o Spectrum sin haber vivido la dura época de los 8 bits debería estar bien encerrado, bien ser obligado a terminarse el ‘Deus Ex Machina’ y luego hacer una tesis doctoral sobre ello.
Así pues… ¿Naciste en la era del CD? Entonces comprar vinilos es hacerte las pajas de otros. That simple. Y es algo imbécil, claro. Porque, si no hay una webcam de por medio, los tocamientos son una de esas cosas que es mongólico subcontratar. (aunque estoy dispuesto a que un “emprendedor” ponga en práctica esta idea de la subcontratación y me demuestre que estoy equivocado).
Supongamos, sin embargo, que sí viviste la época del vinilo en todo su esplendor. Bien, pues la única defensa para emperrarse en ese formato es la acumulación absurda de objetos (al final, ocupan menos que el CD, aunque pesen más). Pero lo cierto es que, con tener la edición ¡troquelada! del ‘Oceans of Fantasy’ de Boney M con su ÉPICO megaposter (¿O es que creíais que iba a decir una obviedad tomo la del periódico del ‘Thick as a Brick’?) ya no hace falta coleccionar nada más. Una vez poseáis eso, el resto de la historia del vinilo NO interesa.
Y NO, NO acepto como defensa del vinilo los argumentos sobre “el corte de las frecuencias” y demás mumbo-jumbo técnico. Por dos motivos: el primero, porque es MENTIRA. El tema ya está suficientemente estudiado y se ha establecido que el soporte es uno de los factores más irrelevantes en la guerra vinilo-cd. En segundo lugar, porque, como postproductor de imagen que soy – profesión para perturbados obsesivo-compulsivos que sólo puede terminar en el alcoholismo o en la redacción de chorreadas tan monumentales como ‘Las 10 reglas para el adecuado montaje de cine porno’ – puedo decir que no existe nada más pestiñazo que el mundo del sonido. Si creéis que es aburrido ver a un montador oyendo la misma frase 713 veces seguidas, no os podéis hacer una idea lo que es soportar una sesión de mezclas en el ProTools. In short: el 98% de la gente que habla sobre la física del vinilo bien no tiene ni idea, bien no tiene la mínima capacidad de apreciar lo que dice, bien no tiene la tecnología adecuada para sacarle el debido partido a sus pedazos de plástico. In short, lo que esta gente hace es repetir argumentarios ajenos para sentirse superiores mientras se autosugestionan sobre el placer místico que les produce el “matiz sonoro” de lo que oyen.
¿Cómo se llama esa actitud? Ya lo saben: es el equivalente sonoro del mundo del vvvvvvvino. No puedo decir nada peor.
Si la gente fuese sincera, reconocería que de lo que se trata todo es de experiencia vital. Y nosotros, en ese debate, pasamos del CD y del vinilo. Es con el soporte más proletario – y al que le deben toda su fama las Ronettes a través de Siniestro Total – con el que queremos desmontar el alienante mito del vinilo. En nombre de una vida mejor y más sórdida. Con ustedes, los diez motivos para apostar por la correcta tecnología trasnochada en nombre de una nostalgia oligofrénica.
1. La casete estropea el sonido con mucho mayor dramatismo, belleza y eficiencia que el vinilo.
Muchos defensores del vinilo son como ciertos fans de Jennifer Lawrence que son capaces de encontrarla encantadora aunque hiciese una apología de la solución final. De su defensa a capa y espada del vinilo destaca el “a mí me mola como queda la fritura” como síntoma de música auténtica y con alma (que al artista no se le hubiese ocurrido, en un primer momento, añadir una fritura que diese densidad a su pieza musical en la mezcla NO importa). Bien, pues si aceptamos como lícito ese guarreo a posteriori del sonido… ¿Por qué no celebrar el viento que produce la pérdida de generaciones de la casete? Recuerdo el día que me prestaron ese maravillosa obra de Napalm Death titulada ‘El tránsito intestinal de la M-30’ (también conocido como ‘From Enslavement to Obliteration’) y creí que el vendaval que se oía era parte de la grabación sobre la que el cantante eructaba sus proclamas ultraizquierdistas. Ninguna grabación hecha a mala hostia – como algunos discos de los Dead Kennedys – lograban el mismo efecto que aquella cutregrabación poligonera que me habían pasado. Feck, ahora mismo estoy escuchando el disco en youtube y me parece Bing Crosby.
No sólo de pérdida de generaciones vive el terrorismo sónico de la casete: su capacidad para enrollarse en cualquier tipo de cabezal también genera dramáticas lesiones al audio mucho más interesantes que un vinilo rayado. Personalmente, jamás podré olvidar la grabación de ‘Ride the Lightning’ que me pasó El Chapelo: en medio del riff inicial de ‘Fight Fire With Fire’ la cinta patina con un demencial sonido que ni Phil Spector o Brian Wilson hubiesen podido soñar. ¿La razón? Chapelo había sacado la cinta mordida de su loro, recortó el cacho afectado con las tijeras de la cocina y pegó los dos trozos con celo. Cuando por fin oí la obra cumbre de Metallica en CD me pareció que había perdido toda su fuerza.
2. El vinilo jamás conocerá el universo de la mix-tape.
La iconografía del vinilo es bien limitada y tristona: un finstro limpiando con reverencia u cacho platico y oyéndolo bien quieto en un cuarto (y no, no me tiren de la lengua con bazofias como ‘Alta fidelidad’, por favor…). Sin embargo ¿cómo olvidar momentos como Chandler poniéndole una mix-tape a Mónica con ‘El aspecto que tienes esta noche’ – lo siento por los talibanes de la VO que se perdiesen esa chunguez del doblaje – para terminar oyendo la voz de Janice aspirando al erotismo? NADA – o TODO – bueno puede salir de una mix tape que le hagas a alguien. Y ahí es donde la casete le gana el partido al vinilo sin tener que bajarse siquiera del autobús.
3. Un disco grabado de Slayer con la foto del Discoplay… es MEJOR
Como decía Joaquín Luqui “Como decía Paul McCartney – todos sabemos que McCartney solo hablaba por boca de Luqui: ahora ha callado para siempre – toda canción, para ser considerada buena, ha de pasar la prueba de la guitarra acústica”. Que mucho enterado precise de las frecuencias inaudibles de vinilo, de alabar más la producción de sonido que la composición o la ejecución del grupo y también de necesitar el “artwork a lo grande” del vinilo para poder correrse con algo sólo demuestra que ese algo no sólo pasa la prueba de Luqui-McCarteny – como, por ejemplo, todos los discos de Radiohead que no contengan su único buen tema: ese plagio no declarado de ‘Si tu eres mi hombre’ que es ‘Creep’ – sino que tampoco pasan una prueba fundamental: ser grabados en una casete cutronga del Carrefour y que les pegues la foto del Discoplay.
Cualquier disco de Slayer cumple con nota ese requisito:
Y sí, confieso que fui culpable de haberme comprado el doble vinilo original del ‘Live After Death’ de Maiden para poder ver las fotos de los shorts paqueteros de Brusiño al mayor tamaño posible. Pero con los meses me di cuenta de mi error. Si uno busca el tamaño con la buena música lo suyo es… ¡dejarse de hostias y comprarse el póster! Dias después de haberme comprado el ‘Live After Death’, en mi habitación estaba colgado el póster del ‘Somewhere in Time’ mientras el disco homónimo de estudio estaba convenientemente grabado en una casete del Alcampo.
4. La casete desarrolla las capacidades para el Origami
Quien quisiera ir más allá de pegar la foto del Discoplay en su casete BASF Ferro tenía múltiples y creativas opciones por delante. La mejor de todas, sin duda alguna, fotocopiarse todo el material gráfico que tuviese el vinilo – principalmente las letras – y luego… ¡Buscar la forma de encajarlo en los 10×6,5 cm. de la casete! ¡Y lograr que ésta se pudiese cerrar! La generación de papirofléxicos que este gourmetismo de la casete creó también les preparó bien para lograr meter todas sus pertenencias en los pisos de 6 metros cuadrados que luego les tocó habitar.
Les dejo con un testimonio gráfico de una casete de un grupo que intentamos montar entre cuatro amigos y que nunca grabó nada (Afortunadamente, no sólo éramos unos analfabetos musicales sino que, además, el grupo aspiraba a ser gegoriano-grindcore). En dicha casete se muestra el dominio de la papiroflexia, y de atacar el tanto libro de historia de Anaya como el Interviú.
Cuando la vio un amigo mío francés, me preguntó asustado “¿Por qué has puesto una foto de Pétain?” (está en las fotos de detrás ¡viva el grosor!). Ah, mi juventud que no sabía del colaboracionismo… Y mi madurez en la que me dedico a gozar con el nazi de Céline…
5. La casete potencia la soplapollez caligráfica
Gastar dinero en algo original (vinilo o casete) es, meramente, una cuestión de tener dinero. Fotocopiar la carátula de una casete que habías grabado ya mostraba un amor más genuino por el objeto, pero estaba dentro de la facilidad. Pegar la foto del Discoplay era un nivel superior, pero NADA podía superar el coger un Bic – o un Pilot en el extremo máximo del gourmetismo – y ponerse uno a diseñar la portada en una apoteosis de la caligrafía o del – mejor aún – intentar hacer una obra de arte en 10×6,5 cm. O en la mitad, si se había grabado dos discos en una cinta de 90. Feck, todas las primeras obras de Voivod – si no sois fans de Voivod sois unos putasmierdas – son la cumbre de ESO (y luego, en la era del CD, siguieron fieles a esa poética salchichera).
Esto es Paco luciendo sus dotes de calígrafo a propósito de Jethro Tull:
Esto soy yo demostrando porque a algunas personas se les debe prohibir el acceso a las tijeras, el pegamento, el Discoplay y las impresoras matriciales:
Aún les diré más: en los extremos del megahipsterismo yanki actual, ciertos grupos independientes han pasado del vinilo para favorecer tiradas limitadas en casete. ¿Por qué? Porque nada hay más exclusivo que la portada hecha a mano para los finstros que se apunten a eso. El HAMOR está en la casete, modernos.
6. Las fiestas mejoraron
Uno de los inventos que llevó aparejado el reinado de la casete fue el del loro. Aparte de ser indispensable para las mix-tapes, logró desplazar al minitocadiscos portátil que protagonizó los guateques sesenteros. Y la música mejoró notoriamente: más que nada, porque el macarrismo inherente al loro impedía una selección musical tan moñas. ¿Quién no se ha subido a una mesa de un parque a escenificar el ‘Turbo Lover’ que surgía orgulloso – les recuerdo que en esa época no existía ni el Reggaetón ni el electrolatino – del loro poligonero?
Ah… ¿Que no lo han hecho?
7. Con la casete se hacía ejercicio
Además del loro, la llegada del walkman logró un soberbio ejército de seres antisociales. Aún recuerdo cuando una amiga de mi abuela la visitó en nuestro edificio de Coia acompañada, circunstancialmente, de su hijo melenas de 18 años. En aquella época no conocía ni los conceptos de “centro de rehabilitación” ni de “que el niño deje de dar por culo”. Así que me sorprendió mucho cuando la señora me preguntó si tenía algo de música para su hijo. Sí: el equivalente a ponerle a los niños el Angry Birds o Dora la Exploradora en la tablet para que no den por saco. Educadamente, pregunté “¿Qué música?”. Su concisa respuesta fue “Heavy”. Y, por aquel entonces, lo mejor que le pude ofrece fue mi casete original de ‘The Final Countdown’ que aceptó amablemente. Sacó su walkman y, para mi sorpresa entonces, un bolígrafo con el que se puso a rebobinar la cinta a toda hostia. “Para no gastar pilas”. Su camiseta con mangas recortadas demostraba que gracias a la casete, pudo mantener sus bíceps algo en forma.
Me sentí mal por lo de Europe: merecía más caña.De haberse presentado un par de años más tarde le hubiese pasado el ‘Ride de Lightining’ grabado por Chapelo. Aunque a saber dónde acabó aquel onvre dos años más tarde.
8. El coche paterno y la gasolinera
Uno de los pocos efectos secundarios positivos de la crisis actual es que, en la apoteosis de la asfixia presupuestaria, mucha gente está volviendo a conducir auténticas reliquias que… lo han adivinado: sólo tienen instalado radiocasete. Y, ya que estamos, para sacarle partido, toca desempolvar cintas que sólo algunos padres y abuelos con un Diógenes muy acusado han decidido conservar. ¿Volveremos a atascos de tráfico en los que se oigan a Manolo Escobar o la banda municipal de Celanova? ¿Serán educados los tiernos infantes de hoy en día en los verdaderos valores musicales que mi señor padre me inculcó en su día?
Y, por supuesto, no lo olvidemos nunca: la potabilidad que la casete permitía frente al obsoleto vinilo permitió que surgiese el mercado más auténtico, competitivo e indie de la historia: la gasolinera que coronó a genios de la tecno-rumba como Camela. Ganarte un puesto en la lista anual de Rock delux o NME sólo demuestra que tu disco es una soplapollez. Ganarte un hueco en los exhibidores de las gasolineras… eso sólo está al alcance de los JRANDES. Y los jrandes viven en las casetes.
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Como queda demostrado |
9. El underground deplorable o es en casete… o no es
Con el underground musical ocurre lo mismo que con los fanzines o el cine-colonoscopia. Mientras era relativamente difícil de producir (llevar un fanzine a imprenta en vez de fotocopiar, Joe D’Amato rodando en celuloide…) la basura estaba acotada y tenía que ser producida con PASIÓN. Y así daba gusto disfrutarla. A partir de la llegada del MiniDV, del MySpace y demás hostias, la facilidad para producir bazofia se hizo tan desmedida que intentar disfrutar esa ingente cantidad se hizo tan imposible como inútil. Así pues, si quieren gozar del buen underground sórdido, créanme que nada hay mejor que la casete: esa primera maqueta de Siniestro Total en la que se aprecia cómo el batería aprende los rudimentos de su oficio tema a tema o, sobre todo, ese directo del grupo granadino ‘Los mendas’ que iba a incluir aquí pero que, después de haberla vuelto a oír – y tener los mismos sudores fríos que antaño – terminará protagonizando su propio post.
Porque soy un cabrón.
10. En los rellenos de la casete está LA VERDAD
Una vez uno se había gastado sus buenas pesetas en una TDK de 90 minutos, ya no estaba con el día marca “Voy a respetar la visión artística de Franco Battiato de hacer un disco de 32 minutos que no quepa en la cara A de una de 60 y dejaré, entonces esos 13 minutos vacíos”. Era entonces cuando, frente a esa actitud del “Yo me compro el vinilo que me digan las revistas cool y lo disfruto como ellos me digan” uno se volvía AVENTURERO. Con todo el peligro que eso podía entrañar: hasta el bigotón de Miguel de la Quadra Salcedo salió tocado de algunas de sus expediciones.
Y así de tocados quedaban algunos amigos cuando, al pedirme prestadas casetes de Testament, Yes o Slayer se encontraban sorpresivos bonus tracks de María Dolores Pradera, La Charanga del tío Honorio, el Fary o Richard Clayderman.
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Oír seguidas ‘Raining Blood’ y ‘La flor de la canela’… ES POSIBLE. |
Eran las mismas amistades que, a continuación, cuando yo les pedía que me grabasen el ‘Alive III’ de Kiss calculaban la duración para ir metiendo ¡entre canción y canción! extractos de discursos del Caudillo y de Arias Navarro. A día de hoy, soy incapaz de escuchar el tema ‘Unholy’ sin que, antes de que entren las guitarras, don Francisco me recuerde que EsP-P-Paña es una unidad de destino en lo universal. Feck, y a día de ayer, cuando otro amigo me pidió que le tostase un cd con el ‘Kid A’ de Radiohead (no voy a dar explicaciones) me EXIGIÓ que se lo COMENZASE con el mítico momento de José María García llamando a una pensión de putas holandesa para contactar con Lorenzo Sanz.
Ese talante aventurero que lleva a conocer los verdaderos VALORES jamás de podrá lograr sentado ante el plato de tu casa, o pegando botes empastillado en una actuación en “directo” – muchas veces con la mesa de mezclas apagada – del DJ Jaime Alguersuari. Sólo la casete te convertirá en un onvre o munhé de pro.
Y, si se fijan, nunca he pronunciado aquí la mediocridad de “la casete suena mejor que el vinilo”, porque es mentira. Simplemente, he dicho “ES MEJOR”.
Porque esa es la puta verdad.