VCR vs USSR

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Aquí Paco Fox. Lo sé: llevo un periodo apartado del blog por otros proyectos. Pero sé que no es problema cuando tenemos unos colaboradores tan de la hostia (sí: con H, que si no no es sacrílego) como Jaime. Nuestro corresponsal en Dublín no se queda esta vez en tierras de 98% de pelirrojas feas y un 2% de arfgssssfffaaajjj. Vamos con él a… Rumanía. En un post que os va a emocionar, cojones ya

Si, como yo, vivisteis vuestra infancia en esa época mítica de indeterminada duración, que se pierde en la noche de los tiempos, llamada los 80, posiblemente recordareis con cierto cariño lo que supuso la llegada de los videoclubs. Hubo un tiempo en el que eran los negocios más prósperos y boyantes que había.
Un fin de semana, tu padre decidía que tocaba ver alguna película, y salías al videoclub del barrio, con algún nombre colorido (VideoClub Virginia, en mi caso). Tras las pertinentes instrucciones por parte de los que quedaban en casa (no me vengas con algo con Chuck Norris, que nos conocemos… ¡a ver cuando traes una romántica!), al final te paseabas por pasillos enormes, llenos de irresistibles carátulas, la mitad de ellas con un trocito de plástico arriba que decía ALQUILADA en letras rojas. ¡Todo lo que había para decidirse eran las carátulas! Y, si acaso, el comentario del dependiente, que parecía habérselas visto todas, y de todas tenía algo bueno que decir…
– No me paré de reír en ningún momento (no tenía ni puta gracia)
– Esa es de acción a raudales. ¡Hasta explotan un tren! (la maqueta del tren era de Fisher Price)
– Buff, pasé un miedo viéndola… Y eso que la vi cuando era de día (usaban salsa bologna para la sangre)
– Romanticona, pero tiene momentos muy divertidos (Copia pega del clon de combate de la comedia romántica de hace tres años)
– Unos actorazos como la copa de un pino, muy intensa… (Un peñazo insufrible)


No veas, salen una de tuberías…
Al final te terminabas llevando un par de ellas, una de aventuras que la veías tú y tu padre, con un tipo que se parecía a Harrison Ford en la caja, pero que luego sólo sólo se parecía en que llevaba un sombrero; y una con Esteso y Juanito Navarro que se la veían tus padres y unos amigos que habían venido. Porque llevaban ya 4 meses que habían estado revisando la filmografía de Ozores, Pajares y el resto de la tropa cada dos semanas en sesiones «golfas» y esta es la siguiente de la lista.
Y el día siguiente, a ir por la tarde sin falta a devolverlas, que cobraban recargo. Y, con un poco de suerte, convencías a tu madre de que alquilase una de dibujos con un robot gigante  que tenía muy buena pinta.
Daba igual qué película fuese, todos los actores hablaban un claro y rotundo español, bien vocalizado. De hecho, el doblaje solía ser de bastante mejor calidad que los decorados. La versión original era algo no ya desconocido en vídeo, es que los cines en VO (y mira que había cines entonces) eran dos en todo Madrid y ponían películas de arte y ensayo. Vamos, no el plan para cuando tienes 10 años…
Pero claro, eso era en E’pañia, y posiblemente en El Resto del Mundo Libre™(Keep on Rocking), porque más allá del Telón de Hasero las cosas eran muy diferentes. En particular, en Rumanía, ese país de fuertes contrastes, que evoca imágenes encontradas, desde Nadia Comăneci dando gráciles saltos a bandas de metal provenientes de Transilvania con discos como Măiastru Sfetnic, del que «no se sabe demasiado porque la banda no quiere hablar del tema«
Y el caso es que no me extraña…
A día de hoy Rumanía es parte de la Unión Europea y estamos perfectamente acostumbrados a la conviencia. En particular en el fútbol, donde se demuestran de verdad la integración. No importa de qué nacionalidad o entorno provengas, tu raza o lo bueno que seas achicando espacios, invariablemente los aficionados en campo contrario te insultarán hasta quedarse afónicos. ¡Si hasta Popescu fue capitán del Barça, Craioveanu es un reputado comentarista deportivo haciendo los mismos chistes que un comentarista autóctono genérico y Dimitrescu fue apodado, cariñosamente en su paso por el Sevilla, como «Demetrio»!
Claro, con tanta multiculturalidad y rollito «La Latina», a día de hoy tienen sus problemas para no diluir sus tradiciones, hasta tal punto que el chocolate Rom, el chocolate más tradicional de por ahí, hasta el punto que lleva la bandera Rumana en el envoltorio, montó una campaña absolutamente genial riéndose del tema.
Por cierto que el chocolate Rom tiene un sabor «particular«. Y cuando digo «particular» quiero decir que con tomarse un Rom das positivo en un control de alcoholemia, dos producen un buen pedal y tres llevan al coma etílico. Trajo un compañero de trabajo una caja y el punch que tienen es comparable a tomarse un copazo de Soberano con el estómago vacío.
Rom. Haciendo que sea aceptable tomarse un carajillo de niño desde 1964
Pero hace no tanto tiempo, en esa época legendario de los 80, la vida en Transilvania y alrededores era muy distinta. Más parecida a lo que era España en los 50, pero sin suecas. Tenían su propia dictadura, en este caso comunista.
Y, claro, como bien nos ha llegado a partir de documentos históricos de la época, como «Rocky IV» y «Top Gun«, los comunistas eran seres que estaban aislados en su mundo y a los que no les gustaba el AOR. Así que era bastante complicado poder acceder a una película extranjera que no tuviese su duración reducida a 5 minutos por la censura, y la televisión consistía de dos horas al días donde se ponía el equivalente al Un Dos Tres, pero en rumano. Sin azafatas. Y en vez de números musicales se leían poemas.
Así que la llegada del video fue una auténtica revolución. Y no porque se pudiesen grabar las tertulias de «Que jrande es el cine… rumano» de las tantas, con su tertulia en las que el olor a humo y palinka traspasa la pantalla, pero acostándose a una hora decente. No.

Porque se montó una red clandestina de películas en VHS, copiadas de vete a saber donde, que se podían conseguir en el mercado negro. Eso quiere decir que, en vez de ir al Videoclub Vanessa de al lado de casa, había que ir a un callejón oscuro, acercarse a un hombre con una gabardina entre las sombras y preguntarle con disimulo:
¿Te ha llegado algo de… este… Tom Hanks?
No, pero tengo aquí «Rotor», que es una de esas de mucha acción. Garantizada… También tengo «Año 225 después del Apocalipsis» y «Star Crash II» si prefieres algo más de ciencia ficción.
– Vale, vale… Las que sea, que llevo dos meses sin verme nada y tengo mono
– Deja el dinero debajo de ese ladrillo, y en cinco minutos coge las cintas del cubo de basura. Y me las devuelves rebobinadas, que no se te olvide…

Tengo esta de Tom Hanks, si te vale…
Porque, claro, si hay algo que nos ha enseñado ente blog es que el derechismo bien entendido favorece la acción. Pero lo que en la Europa Occidental era una descarga de adrenalina, tras el Telón de Hacero tenia que ser alucinante. ¡Era disidencia! ¡Revolución! ¡Oposición al sistema!
Ver a Charles Bronson atacar con un lanzallamas a un atracadorzuelo que acaba de sacar la navaja no era una simple diversión o algo para reirse con los colegas. Era un acto de rebeldía. Supongo que la gente se dejaría llevar e imaginaría claramente a Rambo entrando en Bucarest y ametrallando el Palacio de Ceaușescu, o al Chuache lanzar una sierra de disco contra el miembro del partido que te tocaba las narices.
¿Recuerdas que te dije que te mataría el último, Cosmin ?
Pero claro, para que todo esto funcionase nos falta una pieza. Porque, allá en el mundo desconocido de los 80 no existía ese debate de la actualidad…
Pues es que eso del doblaje es una invención de la dictadura y le roba toda la gracia… Y además, impide que aprendamos otros idiomas bien, ¿yu nou?

Pues no. La gente sabía Rumano, o apurando mucho Romaní Vlax, Húngaro, o Sajón Transilvano, que coincidiremos que no son los lenguajes más apropiados para disfrutar del visionado de Deathstalker II a pelo.

Así que el doblaje se imponía. Pero claro, el mercado negro, lo que tiene, es que no permite que haya muchos Radu Langa o Costantin Romeru. Suficiente dinero se gasta en pasar la frontera con un VHS de estraperlo alojado en las cavidades corporales que lo permitan.
El método era mucho más sencillo, y aquí es cuando (finalmente) aparece la heroína de nuestra historia.
Irina Margareta Nistor, desde ya musa del blog
Doña Irina Margareta, en sus años mozos, se dedicaba a doblar todas las películas. Cuando digo todas las películas, se estima que más de 3.000. Y cuando digo doblar me refiero a que se grababa traduciendo lo que todos los personajes iban diciendo y a superponerlo para que el que viese la película se enterase de que lo que pasaba.

Es decir, se cascaba un Cinebasura, ella sola, para que toda Rumanía pudiese saber qué decía ella y qué respondía él. Era una compañera, ¡que digo compañera! ¡una amiga! que te contaba la película al oído para que pudieses apreciar porqué el malvado narcotraficante se merecía la patada voladora de Michael Dudikoff. No es de extrañar que la hayan nombrado la voz más conocida de Rumanía. Es el equivalente de todos nuestros actores de doblaje en uno. Nuestros PadreDeAlf, DarzVeider, QuevinCosner y PacoValladares fusionados en plan Dragon Ball.
Como no podía ser de otra manera, es una celebridad en Rumanía (aunque durante muchos años no se supo quien era, claro) y sigue hablando de cine semanalmente en un programa adecuadamente llamado «La Voz de las Peliculas» en Radio Guerrilla (La única radio con cojones, en español en el original)
Hace poco le dedicaron un artículo en el New York Times, incluyendo el video adjunto, y tiene un documental en camino contando su historia.
Así que, al final, la moraleja que nos enseña esta pequeña historia, es que, sin importar lugar, cultura, idioma, religión, régimen político o condición sexual, si a la gente le planteas la disyuntiva entre altos ideales o verse una peli de mierda, al final la realidad (de mierda) se acabará imponiendo.

Y el cine-colonoscopia triunfará rampante ante la adversidad. Dando una vistosa patada voladora en la jeta de quien ose interponerse en su camino.

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