Aquí Paco Fox: Por si no os habéis dado cuenta, ente bloj lo hacemos ahora, salvando las excelentes colaboraciones de gente como Marlow o Jaime, dos personas. A menundo los lectores no saben muy bien de quién es cada post, pues hasta que se llega al ‘Publicado por’ del final del artículo generalmente no está del todo claro. La relación ha llegado a ser tan simbiótica que no se sabe si yo soy un alien pegado a la cara de Vicisitud o él un alien pegado a mi culo. Así que vamos a liarla más. Vamos a volver a aquella época jloriosa en la que, de la mano del recordado Dillinger, esto era un triunvirato. A partir de hoy se une al blog como administrador MILGROM.
Cuando comenzamos en esto de los blogs, creamos un reducido núcleo de great minds think alike con otros autores interneteros, varios de los cuales abandonaron por problemas de tiempo o con la sana intención de follar más. En Barcelona estaba Portrait defendiendo su concepto del «potorrismo» en ‘Con opinión de todo’, así como un chaval también muy potórrico llamado Milgrom que llevaba adelante ‘Pruebas de Estupidez’. Aquel blog fue devorado por el tiempo. Y ahora, su autor resucita. Aquí. Hablando de vicisitudes, claro:

Hola a todos, permítanme que me presente. Me llamo Milgrom y soy un gañán. Y este es mi primer post para esta excelsa página. Es posible que me recuerden de los comentarios del blog o porque quizás me leían en el mío propio. Sí, ese blog tan, tan de culto, que ni siquiera los hipsters de Gafapastown consiguieron hypear y convertirlo en una tendencia más para adoptar de manera irónica, como la sífilis. Ese blog se llamaba Pruebas de Estupidez y era un compendio de gilipollaces paridas en los ratos muertos de un trabajo tedioso como pocos: Pasarse 8 horas viendo JAG: Alerta Roja. Las putas 12 temporadas. Bueno, eso y ver porno en una open office. En serio, intenten ponerse a ver porno por motivos laborales, en una oficina en la que todo el mundo ve tu pantalla de ordenador mientras estás ataviado con unos auriculares tamaño Princesa Leia y una erección tonta de esas que no esperas, porque es imposible trempar viendo porno después de los 22 años. A los 5 minutos tienes detrás de ti a todo el equipo masculino de la oficina mientras, las mujeres, nos miran con esa mirada tan típica, mezcla de condescendencia y asco, que tan bien saben poner ellas mientras mascullan un: “Hombres” y se comen un palito de pan con fibra incorporada. Y en eso que te llega un mail del jefe que te dice: Milgrom, puedes venirte un momento al despacho. Y tu respuesta es: “No puedo, estoy viendo porno”. Y no poder levantarte realmente porque con el empalme que llevas y los tejanos apretados que te has puesto para parecer un moderno jovenzuelo, tienes la polla como la carretera de la Arrabasada: haciendo curvas imposibles de más de 90º. Y las venas como un pantalón de pana. Y claro en esas que piensas, joder que a gusto me iba al baño y me hacía una paja. Y cómo veis, el 90% del tiempo, mi mente siempre está pensando en pajas. Así soy yo, Milgrom el gañán. Y así sois vosotros también. Aunque intentéis negarlo, buscar un momento para haceros una paja es una de vuestras máximas preocupaciones.
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Milgrom tiene el Chesney Hawkes’ Seal of Approval de bloguero sórdido y pajero. |
Hoy vamos (voy) a hacer un viaje a lo más horrible y oscuro de la naturaleza humana, un viaje a ese nuestro rasgo de personalidad que alguna vez hemos (he) querido ocultar no sólo al resto del mundo sino incluso a nosotros mismos. La experiencia va a ser sobrecogedora. Unos, después de leer tales aventuras, querrán lanzarse al vacío en solidaridad por todos aquellos que han sucumbido a la ignonimia y a la desesperación; otros, sin embargo, querrán darme una somanta de collejas por cretino. Sí, amigos, hoy, y en honor y ¿homenaje? a Paul Feig, les voy a hablar de la verdadera Timidez, la auténtica, la imperturbable, la que no se amilana ni se subyuga a tu voluntad (tu voluntad de evitarla claro está); un tipo de timidez que ni siquiera pensaríais que existe excepto en los manuales de Psiquiatría y subsumado a los nombres Autismo y Síndrome de Asperger. Hagamos juntos de la mano (uy no, de la mano no que me da corte) este viaje a lo más hondo de la vergüenza. Pero primero de todo déjenme realizar unos pequeños apuntes previos.
Motivaciones de este vergonzoso y calamitoso viaje
En efecto, toda esta declaración de intenciones viene motivada por la lectura de dos libros que son pilares básicos de lo que nuestros amigos de Vicisitud y Sordidez han dado en llamar vicisitud, o más bien sufrir la vicisitud, sentirla en nuestras entrañas despertando e invocando al cobarde y giñao que llevamos dentro: Kick me y sobre todo Superstud, ambos del ínclito pero amigable Paul Feig.
Su lectura proporcionó en mí momentos inolvidables (inolvidables por lo escandalosamente evocadores) de sobrecogimiento emocional, de revivir sucesos y acontecimientos tan procaces que harían que incluso el puto robot Asimo desarrollara un trastorno bipolar y que las calculadoras escribieran poemas de Bécquer. Sin embargo, había algo que no me satisfacía del todo, algo que no provocaba en mi una auténtica catarsis: de lo que se deducía en el libro, Paul Feig no era un auténtico Tímido. Sí, era tímido en el sentido coloquial de la palabra, pero las catástrofes en sus relaciones no eran debidas a esa peculiaridad, sino a que era un gilipollas que se metía directamente en la boca del lobo sin evaluar las consecuencias; y esto para mí, amigos míos, es ser un valiente, incauto sí, pero valiente.
Por todo ello quiero dejar constancia aquí de cuál es la verdadera problemática del Tímido.
1-La Realidad de la Timidez
Pongámonos en situación. El Tímido no folla. Así de claro, no folla. Algunos incluso jamás han besado a alguien que no sea un familiar. El Tímido principalmente se la machaca cuando quiere meter, no le queda otra. Sólo logra follar porque circunstancias ajenas a su voluntad le han puesto en una situación de la que no puede escapar. Un ejemplo de ésto último puede ser cuando una zorra muy calenturienta tiene ganas de sexo urgente y el único disponible es el Tímido (por ausencia del resto), que en ese momento ha de estar dormido (lo ha de estar por cojones, porque si no huiría vil y deleznablemente) o en un estado alterado de conciencia bastante profundo. Los más afortunados serán los que se despierten durante el proceso de alevósica cópula (que suelen ser todos, manda huevos, ya que es inevitable despertarse ante tal suceso; sin embargo el cabrón, para no tener que dar de su parte y afrontar su hombría, se seguirá haciendo el dormido). Pero entonces, hete aquí que surge la pregunta ante tal inimaginable problemática: ¿Cómo se es capaz de llegar a semejante situación de idiocia? ¿Cómo surgen los Tímidos si no son capaces de reproducirse y por tanto de heredar y dejar en herencia tamaños rasgos tan antievolutivos? Evidentemente la respuesta ha de ser análoga a la de por qué surgen los homosexuales. Nadie entiende muy bien el origen, pero si la Timidez y la Homosexualidad fueran hereditarias hace tiempo que hubiéramos dejado de existir. Alguno(s) postula(n) muy acertadamente que la Timidez es consecuencia inmediata de la posesión de una inteligencia superior, claramente superior.
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Gente que folla más que un tímido. |
Se explica del siguiente modo: ser un poco más inteligente que la media apenas se nota, no es algo que pueda resultar insultante para los demás sino que incluso puede llegar a ser atractivo. El problema entonces surge cuando se es claramente superior intelectualmente. Envidias, celos y resentimiento se despiertan en las almas inferiores del vulgo, que tratarán por todos los medios de eliminar la amenaza del genio. Lo rechazarán, lo vilipendiarán, lo dejarán con el contador de éxitos a cero. Será apartado del proceso de socialización. Lo único que le quedará para no sentirse tan solo serán los libros de Schopenhauer, el único que le comprende (es conveniente decir también que el apartamiento también es realizado por el Tímido, pues encuentra a sus compañeros insulsos y chorras, incluidas sus potenciales parejas). A partir de ese momento, nuestro héroe (permitidme llamarle héroe, ¡por piedad!) interiorizará todos los rechazos de esa mala gente, induciendo de ellos que cualquier nuevo acercamiento será en vano. Por todo ello pues, incurrirá en un proceso de desocialización y desentreno en la práctica de la relación interpersonal, que unida al previsible rechazo, le llevarán a desarrollar una problemática de ansiedad en cada momento que trate de entablar una conversación con cualquier persona: Ha surgido la Timidez. Ha surgido el Outsider. (Joder, algo bueno teníamos que tener, ¿no? No sé, a cambio de no follar pues ser unos supergenios, el cambio se me antoja justo…¡mentira!)
El corpus de la teoría/postulado lo pueden encontrar aquí, no me invento nada: http://www.prometheussociety.org/articles/Outsiders.html
Yo simplemente lo he llevado más lejos, a la Verdad y Razón Últimas, cagándome en los Psicólogos de paso, que no saben sacar las implicaciones de sus propias teorías con la luminosidad y clarividencia con las que lo hago yo, relacionando la timidez con la superdotación (joder, que los psicólogos no caigan, coño, y los matones de instituto sí…).
-Sintomatología
El Tímido vive en un estado de «faltura» permanente (no sólo provocada por la inanición sexual, sino también y principalmente por la romántica) pero a la vez intermitente, ya que si no acabaría suicidándose. Para los que no lo sepan, la faltura es el estado de enajenación mental provocado por la total o virtual ausencia de sexo o de amor. Se caracteriza por berridos incontrolados, aullidos a la Luna y/o cualquier sustitutivo de ésta (como una farola o las tetas de Tracy Lords, igual de hipnóticas), llanto y lágrimas al llegar al orgasmo en una paja, misoginia perenne, compulsión inquebrantable en ver decenas de veces la peliculuca Mejor Imposible, cambios radicales en los gustos musicales (pasando de escuchar Amon Amarth a escuchar Whitney Houston, Glenn Madeiros o Chesney Hawkes), prácticas autolesivas (como romper -¡romperte! literalmente el tejido cavernoso- tu anterior récord de gayolas que dejaste en 12 en un día, o intentar la autofelación), lectura de libros del rollo «Ciencia de la Seducción», coqueteos con la zoofilia (con la homosexualidad nunca, el animal ha de ser hembra siempre), alucinaciones y paranoia («te juro que me ha mirado y me ha sonreído, tío»), megalomanía y delirios de grandeza («¿con lo bueno que estoy por qué no follo?»), histeria, etc.
El problema radica en que el Tímido es muy consciente de estos hechos y de su incapacidad para controlar sus emociones y esfínteres, cosa que le lleva a evitar cualquier encuentro e intimación con alguien para conocerse, por la tremenda vergüenza de su condición y hechos biográficos y de que éstos sean descubiertos. No es muy agradable para el Tímido que una mujer o una entrevista de trabajo sean desencadenantes de episodios epilépticos, la verdad… Como tampoco es muy agradable conocer las consecuencias de tan irrefrenable descontrol una vez se vuelve a recobrar la consciencia. Lo que más teme, pues, es ser descubierto en toda su debilidad. Pero seamos ahora más concretos en tal sintomatología. Como dijimos anteriormente, un Tímido berrea y aúlla como alma en pena. Se le descubre fácilmente porque tapa con revistas porno (lo primero que encuentre amigo, porque le has pillado; y lo primero que tiene siempre a mano un Tímido es material pajero) mangas de Video Girl Ai o novelas de Jazmín: un Tímido prefiere descubrirse pajillero antes que cursi y sensiblero, sobre todo (y únicamente) en compañía masculina. Cada vez que ve una tía buena, suelta un aullido o algo semejante (siempre en tono agudísimo y desesperado), no lo puede evitar. A veces lo hace sólo con recordar a esas mozas, cuando está en ausencia de ellas. También aúlla en la ducha, en la vulnerabilidad de su desnudez. Al Tímido siempre se le ve solo, en clase o en el trabajo, corriendo en plan Groucho de aquí para allá, escurriéndose rápidamente al lavabo para que no le vean. Si ya hay gente en el lavabo pues se esconde en el jardín, con los gatos (a los que odia pues le recuerdan a las mujeres, siempre huidizas ante su presencia, y caprichosas e impredecibles). El Tímido no habla: gesticula, emite gruñidos y echa babas por la boca, así se comunica con sus congéneres. ¡Lee atentamente, mujer y alégrate! Si echa babas por la boca es que le gustas, si le gotea de pis la pernera del pantalón es que está profundamente enamorado de tí: nunca una información ha sido tan fidedigna, ríete tu de los tests de la superpop para saber si el chico que te mola va detrás tuyo. En cambio, no te fíes si ese chico tan misteriosamente Tímido que se sienta solo en el rincón de la oficina es capaz de articularte un hola al entrar: seguramente seas una gorda monstruosa con una cabeza de iguana pegada congénitamente a uno de tus omoplatos (si solamente eres una gorda monstruosa entonces ya le provocarías ansiedad).
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Mis exposiciones en clase. |
Otras cosas que suelen ser características en el maravilloso mundo del Tímido son sus hobbies. No encuentres coñazos típicos y chorras estilo escuchar música, leer libros y ver cine, todo muy genérico y ambivalente. La verdad está en los matices y en los adjetivos que hay que poner detrás de las palabras «música», «libros» y «cine». Un buen ejemplo descriptivo sería: escuchar música power metal (Dragonforce y semazos semejantes), leer libros de armamento medieval y/o nuclear y ver cine porno (en los casos más extremos de timidez, cine porno dirigido a mujeres).
Y así es, pues en términos generales, la vicisitud del Tímido. Un mundo de angustia, soledad, y hobbies extraños. Pero no todo es horror y pajas infinitas. Su soledad le permite tener más tiempo para sí mismo, llegando a que con ese tiempo disponible muchos se conviertan en expertos entomólogos, numismásticos, informáticos, matemáticos o cinéfilos….sin ningun título oficial (¿presentarse a un examen? Ni de coña, oyes). Algunos hasta aprenden a pelarse su plátano de formas originales.
Para acabar este apartado quisiera realizar unas cuantas matizaciones acerca del ya El archiconocido paganfantismo. Éste está un nivel por debajo (en cuanto a chunguez) de la Timidez, pero ambos están íntimamente relacionados: el pagafantismo es lo que ocurre cuando un día el Tímido le echa unos mínimos huevos (que para él, desde su perspectiva, es echarle unos huevazos que ya los quisiera para sí el tío ese que se tiró metido en un barril por el Niágara). Pero ojo, del pagafantismo no se libran los galanes tampoco: una fimosis recién operada, un granaco en el glande, las uñas de los pies como uralitas… todo ello convierte al más exitoso seductor en lamentable lúmpen. Por el extremo de la miseria tenemos, por tanto, que la valentía en el Tímido crea pagafantas; pero nada más que unas circunstancias ajenas y bastante desafortunadas los crea por el extremo del triunfo (además, que giñaos con granacos en la polla los hay a montones, lo que multiplica aún más el efecto de la Timidez).
2-El Tímido: éxitos y fracasos
Como muy bien reza el título de este apartado, hablaremos aquí de los fracasos en el devenir vital del Tímido. Para facilitar la comprensión de la problemática del Tímido en su vivir, nada más que me limitaré a usar ejemplos que sean meridianamente descriptivos, pues a veces la narración solamente teórica y general de los hechos no acompaña a la emoción de la lectura.
-El Tímido en el ámbito laboral
El Tímido fracasa en el ámbito laboral. El Tímido no puede o no alcanza a tener la entereza y el morro suficientes para obtener sus objetivos. Un Tímido, si se ha perdido una clase, jamás pedirá los apuntes por muy vitales que hayan sido los contenidos impartidos. Un tímido jamás preguntará sus dudas al profesor delante del resto de alumnos. Un Tímido jamás preguntará a otro alumno. Un Tímido jamás irá a secretaría a reclamar algo importante (o algo simplemente). Un Tímido las pasará putas al presentarse a un examen. Un Tímido no se presentará a un examen si llega cinco minutos tarde. Un Tímido no se presentará a exámenes orales. Un Tímido no va a ver los resultados de los exámenes si la lista no es anónima, o si, siendo anónima, hay algún compañero de clase mirándolas. Un Tímido no pedirá bolis a compañeros si al suyo se le ha acabado la tinta. Un Tímido no pedirá tampoco folios para tomar notas si se le han acabado los suyos. Un Tímido no podrá ser vendedor o comercial. Un Tímido no podrá ser camarero. Un tímido no podrá ser basurero. Un Tímido no podrá hacerse cargo de trabajos que conlleven una mínima responsabilidad. Un Tímido no podrá trabajar en una oficina con mesas a la vista de todo el mundo. Un Tímido no podrá asistir a entrevistas de trabajo. Un Tímido no podrá asistir a reuniones de trabajo. Un Tímido no puede podrá un ascenso o un aumento de sueldo. Un Tímido no se atreverá a pedir unas vacaciones… En definitiva, un Tímido simplemente no puede trabajar, ni siquiera de informático o de fraile. Y es que todos los trabajos implican contacto con desconocidos. Si consigue empleo en algo es a costa de su salud cardiovascular, pero igualmente sabe que, tarde o temprano, lo van a despedir porque ni siquiera se atrevió a ir al banco a cobrar una factura. Un Tímido, por no poder, no puede ni tiene cojones a mendigar. En un trabajo se te pide el producto de tu trabajo, se te valora por ello, se te piden constantemente tus ideas, a veces hasta bastante íntimas, necesitas negociar con otra gente… ¿Cómo cojones mete uno a un Tímido ahí? Sería como meter una botella de nitroglicerina en una lavadora. Destrucción, caos y las señales del Apocalipsis. Lo peor, encima, es que al Tímido le toque uno de esos jefes que ha leído sobre cómo enriquecer el ambiente en el trabajo y quiere ponerlo en práctica; sí, esos jefes que quieren hacerlo todo en equipo en un contexto de total asertividad, corazones, purpurina, los fruitis y mesas orientadas en corcondancia con los cinturones de Van Allen. Toda esta parafernalia es como intentar romper una piedra a base de besos u obligar a Stephen Hawking a salir de fiesta con Pocholo.
Por tanto, de todo ello digo: el único éxito laboral del Tímido es que participa en todas las huelgas. Y su única alternativa es el ascetismo, el ostracismo y cualquier tipo de vida retirada del mundanal ruido. O ser profeta en plan Juan Bautista, y alimentarse de miel silvestre y langostas.
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Estilita, la profesión ideal para el Tímido. |
-El Tímido y la vida social
El Tímido se caga, involuntariamente, en todas las teorías de Comte, Webber, Hobbes, Rousseau y el inefable Habermas y su tontuna del diálogo social. El Tímido falsa toda la ciencia sociológica. El Tímido desafía toda teoría evolutiva. El Tímido supone un nuevo orden antropológico. Veamos ejemplos del cómo.
El Tímido no consigue ropa, se la consigue la santa de su madre; el resto de parentela aportará más prendas en fechas como cumpleaños y/u otros aniversarios. Total: 4 jerseys, 7 calcetines (sí, número impar, están desparejados porque uno es para limpiarse la sema de las gayolas), 3 calzoncillos, 3-4 camisetas y un par de zapatos y otro par de deportivas, dos pantalones (o un tercero, de chándal, que usa de pijama). Con esto se ha de apañar para todo un año (hasta el próximo aniversario) y organizárselo para que tenga algo que ponerse durante la semana. Porque lo habéis adivinidado amigos míos: el Tímido no va de compras a por ropa o lo que sea, es impensable. ¿Qué haría en una tienda, con toda esa gente mirando lo mismo que él, mejor dicho, con todos esos perdedores que no tienen ni idea de vestir a la moda (él sí, por supuesto), y que parece que vigilen cada elección que haga (umm me gusta esa camiseta con motivos botánicos, pero esa chica que se acaba de poner a mi lado parece que esté pensando «menudo pardal si se compra esa camiseta con esas flores tan horteras», así que mejor saldré fuera de la tienda y me esconderé debajo de una cloaca)? Como se meta en el probador ya es que ni sale.
Vean aquí un caso extremo:
El Tímido obtiene todo lo que le hace falta y todo lo que es de necesidad gracias a otros, que suelen ser sus parientes más cercanos como ya dijimos. Un Tímido sin hermano del que apropiarse de su ropa pero también de su colección de cómics, su ordenador, sus libros y todo lo que le apetezca, es un Tímido más desgraciado si cabe. Qué locura ser Tímido y no tener un hermano con gustos afines al tuyo, queridos. Un Tímido sin hermanos con afinidades es lo más parecido a un autista (de hecho, el 40% de los Tímidos es autista, y aproximadamente el 90% tienen síndrome de Asperger, datos aportados por la Universidad de Psicología de Latveria, departamento de Estudios Falsos -toda facultad de Psicología tiene uno).
Casos especialmente terribles se dan también cuando un Tímido tiene que asistir al médico o a la peluquería.
Los Tímidos son un caso raro de gente que está sana o ligeramente enferma en casa y que al llegar a la consulta del médico enferman totalmente. Se conocen casos de Tímidos que al pedirle la enfermera que se quite la camisa han tenido experiencias cercanas a la muerte. Daniel Falseman, de Minnesota, nos cuenta cómo por culpa de su Timidez tuvo un infarto mientras la enfermera le desabrochaba la camisa: «yo sólo quería huir ahí, empezaba a sentirme fatal, agobiado, quería salir. Inmediatamente sentí que mi cuerpo se desplomaba; sin embargo, algo que era yo, pero que no era mi cuerpo, salío proyectado de éste, pues me veía a mí mismo, a mi cuerpo o yo físico, desde un ángulo diferente, flotando en la habitación, mientras los doctores intentaban reanimar ese cascarón sin alma en el suelo. Enseguida ese yo nuevo se largó de allí y se (me) fue (fui) literalmente flotando a casa a jugar al Guitar Hero… Al cabo, cuando reanimaron mi cuerpo, volví impelido por una fuerza extraña, a él. Por fortuna, en ese momento ya estaba drogado, ajeno al hecho de que seguía en el centro hospitalario».
La peluquería también es una buena fuente de aventuras. Desde hace no mucho, se ha puesto de moda que las peluqueras hagan un masaje capilar para fortalecer el cuero cabelludo. Lo hacen durante el lavado del cabello cuando se enjuaga del champú; valga decir que algunas lo hacen maravillosamente bien, tanto como para sentir una leve erección. Imagináos pues un Tímido bajo esa vicisitud. Se podría solucionar con doble capa de calzoncillos y un pantalón grueso… Pero oh, amigos, ¿recordáis qué os dije acerca del escaso vestuario del Tímido? Exacto, la ropa adicional o adecuada para este caso está, o puesta a lavar por su madre, o asquerosamente sucia. Sólo le queda lidiar con el liviano, vaporoso y casi transparente chándal. Menos mal que ahora van a poner desfibriladores en casi todos los establecimientos.
Supongo que con estos dos pequeños casos de vicisitud en la vida social del Tímidaco ya se pueden hacer una idea de cuán inverosimíles y sórdidos pueden ser los acontecimientos en todo tipo de situaciones sociales en las que se vea implicado nuestro Tímido héroe. Si quieren más, usen la imaginación y extrapolen estos dos casos a cada situación nueva que se les ocurra; no todo me lo voy a tener que currar yo, pequeñuelos.
-El Tímido y el sexo (y el amor)
Quizás entremos aquí en el terreno más conocido, aquél del que incluso hemos oído casos en la sección de sucesos de los periódicos, o porque más vulgarmente, un amigo cabrón ha venido descojonándose a contárnoslos. No hay nada donde se ponga más a prueba la valentía, la hombría y el honor del Tímido que enfrentarse con la llamada de la reproducción. No hay mayor fatality, mayor chunguez, que un Tímido viéndose desafiado por su polla y un coñito al que le pareces interesante. Grandes aventuras como coronar la cima del Everest han pasado a la historia, pero, ¿qué es tal hazaña al lado de la Gloria de la proeza de que un vírgen de 30 años horade la Sima de los Nacimientos? Pues una nadería, un paseo encima de una cinta transportadora, un subir al entresuelo en ascensor. Pero comencemos ya nuestro periplo al centro del Universo, donde Azathoth, bailando al son del Payo Juan Manuel, dicta sus sentencias de horror a los elegidos.

Es una noche de verano cualquiera en un lindo pueblecito de la España profunda. Phil Mycock, nuestro héroe, disfruta de la compañía en una de esas bodegas en las que los mozos del pueblo organizan sus bacanales de alcohol y pajillas (muchas veces aprovechando que una moza se ha quedao dormida de embriaguez con un pecho al aire). La hora ya es tardía, prontamente amanecerá. Se decide que es hora de marchar… Sin embargo alguien ha movido hilos: todo se ha dispuesto para el bautismo de fuego al despuntar el alba. Phil Mycock, con sus tiernos 15 años, ha sido seleccionado para participar en el ritual que le dará paso al mundo de los adultos: el teto con la guapa del pueblo. Pero él no lo sabe todavía.
Dos chicas y dos chicos, Mycock y la víctima propiciatoria entre ellos, se dirigen al lugar de autos. A nuestro protagonista le surgen las primeras preguntas: «¿coño, estamos ya casi en casa y estas dos chicas siguen acompañándonos? ¿Qué está ocurriendo aquí?». Milgrom, el chico restante, pregunta a las chicas, para sorpresa de Mycock, si quieren entrar dentro y subir a las habitaciones. Mycock, al oirlo, siente un escalofrío por todo el cuerpo. Empieza a imaginarse lo que va a suceder. Suben todos a las habitaciones, silenciosamente, procurando no despertar a los demonios de la casa; no es plan de que las balas silben a las 5 y media de la madrugada. Una vez ya dentro de una las habitaciones, Milgrom invita a las chicas a que se pongan cómodas mientras él y Mycock se van a otra habitación a ponerse el pijama. Una vez cambiados, entran donde están las chicas y Milgrom rápidamente coge sitio en la cama (una cama grande, de matrimonio) al lado del engendro femenino que a partir de ahora conoceremos como Estupor; Mycock no tiene alternativa, tendrá que acostarse junto a la otra chica, a la que llamaremos Macizorra (con acento en zorra).
Comienzo del placer agónico. Mycock está flipando, no se puede creer que esté acostado junto a Macizorra. Es más, sus cuerpos están en íntimo contacto, envueltos en un abrazo inocente, como medio accidental. Mycock está ostensiblemente empalmado y se avergüenza de ello: no quiere que Macizorra lo note; no quiere que la note ni quiere que, con el contacto, ella se aventure a hacer indagaciones sobre su tamaño y dureza, no sea que no cumpla los requisitos. La cosa se empieza a poner tensa, sólo desdramatiza la situación el hecho de que Milgrom presumiblemente se está liando con Estupor. Macizorra ahora se aprieta cada vez más contra el cuerpo de Mycock… su cabeza le va a estallar, sus emociones empiezan a embargarle, a crearle mil y un pensamientos de finales horribles; nota que sólo un delgadísimo hilo separa el equibrio mental de la locura; el fuste y el aguante, de la eyaculación precoz. «A duras penas, consigo controlarme», piensa Mycock, «su cara está contra la mía, debería besarla, pero… si ya así apenas consigo mantener el temple, ¿qué me ocurrirá si la beso? ¿Me estallará el cipote en plan desastre del Hindenburg? No debo arriesgarme, no, todavía no, soy muy joven aun, no estoy preparado.» Decidido pues, Mycock, a seguir con tan gargantuesco y pagafántico plan, pasan los minutos…Y pasa la hora. Y durante esa hora, la polla de Mycock se ha puesto varicosa y todo por no enchufar ni un poquito (bueno, en algún momento, sutilmente Mycock ha deslizado y frotado su pene contra los muslos de Macizorra, todo sea por proporcionarse material pajero para el futuro inminente). Macizorra, finalmente, se levanta haciéndose la inocente diciendo que ya es tarde e invita a Estupor, que en ese momento estaba pecaminosamente entrelazada en los brazos de Milgrom (pecaminosamente en el sentido de que hay que atentar contra la Naturaleza para abrazar eso), a acompañarla a su casa. Ambas se dan el acuerdo y se marchan. Se ha dictado sentencia.
En ese momento, mientras ya Mycock está por su vigésima paja (créanme, le ha dado tiempo en los 5 minutos transcurridos justo despúes de que las chicas se marcharan), Azathoth, que ha estado contemplándolo todo desde su idiota omnisciencia, ha señalado con el dedo a Mycock. Hay sentencia. Por la afrenta de rechazar tamaña opotunidad ofrecida, se decreta que los hados condenen y predestinen a Mycock a no follar nunca más. Para ello dispondrán lo siguiente: aumentarle la Timidez a niveles que los antiguos griegos tendrían que reservarle un nuevo espacio como figura divina del Olimpo, y hacer que se transforme en un joven bello y robusto para crearle la máxima de las contradicciones cada vez que una chica le rechazara por su inoperancia.
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Así es el sexo para un Tímido. |
Y así ha sido y así se ha cumplido durante todos estos años. Mycock no lo entra a una pava ni en los chats; de hecho, en realidad, ha descubierto que lo de los chats no es precísamente para gente tímida: coño, la gente se cita sin haberse visto nunca antes, eso no parece un gran ejemplo de gente tímida, la verdad. Mycock tiene sólo 11 chicas en su messenger (5 son parientes o amigas de parientes), de un total de unas cuantas decenas de contactos. Por supuesto, a esas 6 restantes jamás les ha abierto una ventana de conversación. Por otro lado, Mycock jamás ha pedido un número de teléfono a una chica (en parte también porque no ha hablado con casi ninguna). Ha visto perder oportunidades escandalosas simplemente por quedarse durante más de 5 minutos (y los que haga falta) en silencio con una chica que le gustaba y que le han presentado. Cada vez que se le acerca una chica de su interés, debe esconderse por temor a hacerle daño físico debido aun golpe fortuito por sus constantes y exagerados espasmos de nerviosismo. No encuentra la solución para combatir semejantes estragos emocionales. Y no, las putas no son esa solución. Imposible. Un tío que no se desnuda ante alguien con quien tiene un mínimo de confianza jamás se desnudaría ante una desconocida. En cada situación pues, no encuentra ni el cómo ni el cuándo para aprovechar una oportunidad para desenfundar el descapotable. Sólo Azathoth puede condonarle. O las 72 huríes del Paraíso.
Y por fin, y ya para acabar este mamotreto de post, dejaremos a Mycock y su miserable vida y dejadme comentaros algo acerca del Tímido y su mayor enemigo, el amor (el sexo es tan sólo su profeta). La cosa comienza con un hecho de vital importancia y que creo que mucha gente desconoce o simplemente se equivoca de cabo a rabo. La gente, cuando se imagina a un tímido, lo primero que le viene a la cabeza es la imagen de una persona con miedo a que una chica le responda con un tajante «no» a una propuesta de salir juntos, quedar, besarse o cualquier cosa que implique un acercamiento más íntimo y profundo; esa misma gente concluye, pues, que el tímido no actúa ni intenta nada por culpa de ese miedo al NO. Pues bien, yo, como Tímido con galones y cátaro perfecto, os digo que no es así. No es al NO lo que me teme un Tímido, es al SÍ. La explicación a tan extraña paradoja es muy simple, seguro que algunos ya la intuyen. El SÍ amigos míos, es la puerta de entrada al sexo y sus vicisitudes. Ya no hay excusas que valgan para no besar unos labios por muy mal que pienses que lo hagas; y ya no hay excusas tampoco para no desnudarte y mostrar a los ojos de una mujer tu acojonada polla. It’s now or never. Como véis, el SÍ pues, más que solucionarle los problemas al Tímido, es lo que los comienzan. Y eso lo sabe todo Tímido y por eso evita el SÍ a toda costa (no evita que una chica le digue que le interese claro que no, eso son puntos a su ego que le ayudarán a subir un escalafón almenos hasta el nivel pagafantas… y si la cosa se va repitiendo con más mujeres, incluso ganar la autoestima sufieciente como para comportarse de una manera casi normal). ¿Qué coño va a poder demostrarle a su ligue sobre el sexo si, independientemente de lo joven que sea la chica, seguro que ella habrá practicado muchísimo más que él? Irremediablemente él se va a tenir que poner en la piel del examinado, y ella el de la examinadora.
Más no todo se reduce a la mera carnalidad, el Tímido es ante todo un romanticón y un sensiblero; tanto ayuno de las mieles del amor ha hecho de él su gran defensor, al menos como ideal. Sin embargo, en la prática, diríase que el Tímido es su gran castigador, su anulador supremo.
Y es que de la misma manera que el Tímido evita que le digan que SÍ por lo que supone de mostrar su total desconocimiento en el terreno sexual, también lo evita por su desconocimiento en lo concerniente a cómo tratar una mujer. En primer lugar, jamás ha hablado con una mujer durante más de 1 minuto. Que se alargue ese periodo de charla supone entonces para él un acechar a las oscuridades del abismo, una nueve fuente de incomodidad: algo a evitar sin dudar. Y en segundo lugar: aunque logre aparentar una mínima labia durante más tiempo del habitual, tampoco sabe cómo lidiar con los posibles gustos y aficiones de una mujer.
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La vida. |
Muchos Tímidos creen que pasar una noche juntos calcando dibujos de Dragon Ball es una cita: un Tímido no tiene ni puta idea de cómo hacer que una mujer pase una entretenida velada con él. Él, en su ingenuidad, hasta piensa que hacer ciertas cosas en su compañía (que sólo a él le gustan), le pondrá a los ojos de ella como un chico distinto y especial, creativo incluso… No tardará ni un mes en que la cruda realidad se le aparezca en forma de llamada telefónica proveniente de la chica en cuestión junto a estas palabras: «oye que lo siento por tí y por el Gary Gygax ese, pero quiero dejarlo contigo, es que creo que sigo enamorada del Jónatan… ayer me invitó a que fuera a Chasis con su amigo el Totxanas y buff nunca había sido tan simpático conmigo, ¡me escupió en la oreja y todo!». Y así otra vez de vuelta a la faltura imperturbable, y con la moral de nuevo por los suelos. Dolor.
Fin del subapartado, fin del apartado y fin de este monstruoso (en todos los sentidos) post. Ahora, déjenme que vaya corriendo a los brazos de mi mami, que además creo que he perdido la visión de un ojo y se me ha machacado un diente de tanto tener apretadas las mandíbulas fuertemente durante el tiempo que he escrito este texto.