Aquí Paco Fox: Se avecina una nueva temporada de colaboradores. Al retorno a la blogosfera de un autor esencial hace cosa de un lustro como miembro de este blog (más noticias en breve) se une mi amigo Ángel Codón Ramos, experto en videojuegos y stand up comedian aficionad, que, inspirado por vaya usted a saber qué, nos propone esta reflexión sobre lo que hacer y no hacer a la hora de machacársela y cagar, dos cosas que hacemos todos los días. Y si no es así, es que tenéis, bien problemas de de tiempo, bien de fibra:

Teniendo en cuenta que lo único que conozco sobre Nietzsche es la frase de apertura del “Conan” de John Milius y la admiración que causaba a Hitler (y para esto únicamente me apoyo en un monólogo de humor de Ricky Gervais), introducir su nombre en el título puede parecer un tanto pretencioso, si es que el propio título no lo era ya (que sí lo era). Pero el caso es que esa frase: “Eso que no nos mata nos hace más fuertes” (la cual tampoco era así originariamente, aunque, a quién le importa), tendrá bastante relevancia en el presente artículo, el cual, sin duda alguna, hará al señor Paco Fox pensarse dos veces en el futuro eso de ofrecer colaboraciones a gente como un servidor. Eso sí, me siento honrado hasta el tuétano.
Estamos a punto de adentrarnos en las montañas de la locura y, si sobrevivimos a este viaje, todos saldremos de él mucho más fuertes de lo que entramos. Me dispongo a presentar 10 enseñanzas vitales que ríete tú de Jodorowsky, 10 reflexiones que harían volverse loco a Paulo Coelho (sí, he tenido que mirar en google cómo se escribe).
Me disfrazo ya de Lovecraft y cojo un candelabro con tres velas encendidas con una mano, mientras con la otra aparto las telarañas. Vamos a bajar al sótano de la condición humana, más allá de las vallas blancas y la familia con perrito, más allá del sueño americano. Tal vez lo que voy a presentar no sea tan aterrador como el Pearl Harbor de Michael Bay, pero se queda muy cerca.
1. Nunca masturbarse pensando en un objetivo romántico a no ser que sea por despecho
Reconozco que no soy una de esas personas que necesitan estímulos basados en la realidad para alcanzar el climax. Siempre he evitado pensar en chicas que conozco personalmente para autosatisfacerme, pero sé que es una práctica muy utilizada por ahí fuera.
No recomiendo esta práctica en ningún caso, pero, si se realiza pensando en un objetivo romántico (vamos, más allá del simple deseo sexual) se convierte en un ERROR GARRAFAL. Sentimientos de culpa, una suciedad que no se va ni con tres duchas (que como todo el mundo sabe son las necesarias para quitarte toda la mierda acumulada durante un Viñarock, de lo que puedo dar fe), miradas evasivas e huidizas…
Hazlo y te pondrás en el punto de mira de esas dulces viejecitas que van repartiendo “La atalaya”. O quién sabe, quizá entres por curiosidad en la sede de la Hinglesia de la Zienciolopatía y, como un campeón, de conviertas en un esclavo de gente con mucho más dinero que tú y que ya ha probado tantas cosas distintas que los rollos pseudoespirituales son lo único que los separa de saltar desde el piso 15 de la Torre de Madrid o de vaciar un tubo de pastillas y dejarse caer en la piscina.
2. Masturbarse en semana santa
Hace cosa de un mes actué en la Sala Hebe, en Vallecas, y este tema fue el que más carcajadas arrancó al personal. Yo conozco esas carcajadas nerviosas. Pueden parecer inocentes, pero detrás de ellas hay mucho más que el clásico “es gracioso porque es verdad”.
En este caso, nuestra sociedad se apoya en la moral cristiana y su sentimiento de culpa. Aunque al igual que yo no seas una persona religiosa, sin duda sentirás cierto recelo a masturbarte en Semana Santa. Y no hablamos del lunes o el martes, sino de los días fuertes: jueves, viernes santo… Son jornadas de bajada de rollo general. Todo el mundo va por ahí en plan “dios ha muerto, qué vamos a hacer”. Sí, tal vez sea todo una patochada, pero ahí queda eso. Cuando deberías incluso estar disfrutando de lo pagano y herético que hay en esa acción, en esa fecha, lo cierto es que el sentimiento de “great bajona” lo complica todo.
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¿Se puede hacer ESO en memoria suya? |
Ante la duda de si es correcto masturbarse en Semana Santa, la respuesta es SÍ, pero al igual que cuando “juegas” a la Ouija, solo debes hacerlo si tienes muy bien amueblados los muebles dentro de tu cabeza. O muy mal…
3. Masturbarse durante, o poco después de grandes catástrofes
Este es un caso muy parecido al anterior, pero no igual. Si cuando estaban cayendo las torres gemelas estabas tocando la zambomba o acariciando al gato y, ya que habías empezado, decidiste acabar, no te tortures. Otra cosa es que, el propio suceso te causara excitación. Por ejemplo, a no ser que seas el Comandante Cobra o un diputado, no es normal que el gran tsunami de Indonesia de 2004 (ese en el que todos conocimos la palabra tsunami) bombera más sangre de la normal a tu miembro viril (haría una analogía para el caso femenino, pero quién sabe cómo funcionan esos miembros que para mí no son otra cosa que un misterio).
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Insensibilidad en Vicisitud y Sordidez: ese clásico. |
Ahora bien, si tras el tsunami, pusiste esa vieja cinta VHS con la película de Los Goonies grabada para pasar el mal trago con un remember nostálgico, y, tras la película, apareció una porno del año 93 grabada en canal plus y te pusiste tonto, no hay problema. Ron Jeremy es capaz de sacarte una sonrisa hasta en el velatorio de David el Gnomo, y Traci Lords es capaz de… bueno, ya sabéis de qué es capaz Traci Lords.
4. Separar todo lo posible en el tiempo manipulación de chocolate y cagadas “on the road”
¡Vaya cambio de tercio, eh! Menuda cola de vaca os he colado. Menuda finta. Esperabais fluidos corporales blanquecinos y de repente giro de 180 grados. ¡Llegó la mierda!
Para empezar, os preguntaréis qué son las cagadas on the road. Pues no son otra cosa que cagar en wáter ajeno y público lejos de casa. No vale en casa de un amigo, ni el wáter del bar que hay en la calle de al lado de tu casa, no. Las auténticas cagadas on the road son aquellas que surgen un día de agosto a las 15:00 de la tarde, a 40 grados durante tu fin de semana en Roma a 5 horas andando de tu hotel.

Os preguntaréis entonces qué coño tiene esto que ver con la manipulación de chocolate. Bien, pues tal vez os joda el día a alguno, pero, ¿os habéis fijado en lo mucho que se parece el olor de una mancha de mierda y el de una mancha de ciertos chocolates? Podéis pensar que estoy loco, pero es verdad. El peligro de manipular chocolate, es que puedes mancharte a traición en cualquier momento. Manchas que pasas inadvertidas hasta horas después, cuando una vez vista, piensas: ¿qué es esto? ¿Es mierda o es chocolate? Y entonces la hueles y… ¡sigues con la duda! Casi siempre será tan inútil como intentar diferencias a Agustín Bravo y a Andoni Ferreño. En el caso de cagadas on the road esto es muy peligroso, porque cuando cagas on the road vas con mucha prisa. Eres el Usain Bolt de los WCs, y el peligro de mancha se multiplica.
Así que, este verano, cuando estéis paseando por Roma, absteneos de comer esa chocolatina o ese huevo kínder.
5. Mantener la proporción 1 WC por cada 3 personas en viajes de grupo, y siempre que sean conocidos
Empiezo a tener una edad en la que, cuando viajo, lo único que me parece realmente importante es poder cagar a gusto. Atrás quedaron los tiempos de las acampadas y las casas rurales con un solo inodoro. Ahora que está tan de moda el turismo rural, solo debéis cumplir una única regla, la de la proporción 1 a 3 entre tazas de wáter y personas.
Da igual que la casa tenga o no piscina, que haya billar, futbolín, o tele de pantalla grande. Lo importante es tener wáteres disponibles cuando llegue el trámite. Lo mismo se aplica a hoteles, moteles, etc. Eso de los wáteres compartidos es un invento del demonio. Huye de ello, y si no te puedes permitir algo mejor, ahorra para que un día la cosa sea distinta. ¿De verdad quieres estar en agosto, paseando por Roma a 40 grados, dudando si la mancha que tienes en la manga es mierda o chocolate, y que al volver al sórdido motel te toque compartir el wáter con otros 15 culos? Yo creo que no…
6. La perversión llega a Disney. Los protas quieren meter picante en su vida y se abandonan al sexo chungo y el porno alemán
Ojo aquí, que pueden llegar las denuncias de las asociaciones de padres, pero tengo que jugármela para ayudar a aquellos que se hayan hecho preguntas al respecto de este tema: ¿qué pasa después del “The End” de una película de dibujos animados de Disney?
Al igual que en la vida real, llega un momento en el que en la vida de pareja, uno de los dos interesados sugiere que ciertos fluidos del cuerpo terminen en lugares insospechados meses antes, también podría suceder en la dimensión imaginaria de los dibujos animados. Entonces surge la duda: ¿sugerirá el príncipe de La Bella y la Bestia un trío? ¿Convencerá Aladín a Jasmin para que le deje eyacular en su cara? ¿Querrá la princesa Mérida, transgresora y rebelde como es, recibir una buena cagada alemana en el pecho?
Nunca lo sabremos, pero, seamos francos, con tanto príncipe y princesa, han tenido que pasar cosas raras que nunca nos contaron…
7. Ganas de cagar cuando estás comiendo
A mí, cuando vivía en casa de mis padres, los domingos de reseca me gustaba comer los espaguetis recién cocinados (para los demás había paella, pero yo siempre fui un rebelde). Recién salidos del agua, condimentados, y con su salsa por encima. Y me gustaba comerlos mientras veía Los Simpson.
Como todos los que coman la pasta recién hecha (sin pasar por agua fría) sabrán, hay que comerla en el momento. Si se deja reposar más de 10 minutos, se convierte en una pasta poco agradable que te jode el día. Lo mismo pasa con un filete a la plancha, por ejemplo, entre otros platos.
Pues bien, más de una vez y más de dos, tras dar un par de toques sutiles al plato, como de “ojo que voy”, ha surgido una punzante necesidad de visitar el WC. Llega la sinestesia. No puedes pensar con claridad. Si el replicante Roy Batty decía que “es algo horrible vivir con miedo”, yo os aseguro que puede ser peor “vivir con hambre y ganas de cagar simultáneas”. El ser humano no está preparado para ello. La prueba está en enfermedades como el cólera…
No es una decisión fácil. ¿Cómo rápido o intento una cagada flash? Nadie puede cagar rápido un domingo, y no pienso hacer chistes de homosexuales, y cada bocado ingerido empuja el tapón hacia abajo. Te encuentras entre la espada y la pared. Y para colmo, está a punto de llegar ese puntazo del capítulo de Los Simpson que tanto esperas: el Baker Street tocado por el saxo de Lisa. El sudor frío recorre tu frente, y luego tu espalda…
Mi consejo: aunque sea complicado, levantarse pronto y desayunar fuerte. Así, si la providencia está de nuestro lado, puede que el muelle de carga abra antes ese día, hagamos un slapstick en el baño a media mañana, y podamos ver el capítulo de Los Simpson en paz degustando ricas viandas.
8. La relatividad del tiempo: las ganas de cagar y los minutos que faltan para abandonar la seguridad de la casa
Esto nos ha pasado a todos: tenemos que salir de casa en unos 20-15 minutos, y en ese momento nos entran unas sutiles ganas de hacer de vientre (esta expresión es mucho más desagradable que decir simplemente “cagar”, o incluso “descomer”). Cuando salgas pasarás unas horas fuera, sin regresar, pero como las ganas no son claras, lo dejas ir. No problema.
Cuando quedan unos 10 minutos, tienes unas contracciones, pero una vez más, parece una falsa alarma. Sonríes y te dices a ti mismo: podría pasar una semana en el monte sin cagar, soy un superhombre. Obviamente te equivocas, porque cuando quedan menos de 5 minutos para tener que salir, llega el apretón mortal. Llegarás tarde. Puede que incluso sea una sentada larga, de 15M, de pedir antidisturbios. Estás jodido.
Si dudas entre ir o no ir, ve, siempre ve.
NOTA: lo mismo pasa cuando te despiertas con ligeras ganas de mear una hora antes de tener que levantarte. Ve enseguida al wáter, porque así podrás volver y aprovechar los últimos minutos de descanso. Si no lo haces, lo perderás todo, como un ludópata en Las Vegas.
9. Miedo a ser atropellado cuando te estás cagando
Este es uno de mis miedos más personales. Cuando voy por la calle andando de camino a casa y me entra un apretón, empiezo a caminar serio como un torero, arriesgando en los pasos de cebra, intentando arañar décimas al reloj, como Indurain intentando batir el record de la hora con la espada… Y entonces el horror toma mi cabeza. Tengo pánico a que me atropellen cuando me estoy cagando.
Porque sé que me cagaré encima. Voy al límite, así que al mínimo cambio de planes, me cagaré. No me preocupa la posibilidad de ser gravemente herido, o incluso muerto, no. Lo que me preocupa es cagarme encima. Imagino morir atropellado, cagado del cuello a los tobillos. Imagino cómo se evitaría el tema en el velatorio. El horror… El horror…
Moraleja: mirad a los dos lados de la calle al cruzar, sobre todo si te estás cagando.
Moraleja 2: es mejor cagarse encima con tranquilidad y paciencia. Si eres lo suficientemente “James Bond”, podrás llegar a casa disimulando como un verdadero espía que me amó…
10. ¿Qué cantidad de heces implica “cagarse encima”?
¿Quién no ha tenido una mancha en su currículum? Y cuando digo currículum, me refiero a la ropa interior. Este punto viene muy bien para cerrar este escrito enfermo y para completar el punto anterior.
¿Cuánta canela puede acumularse en las prendas delicadas para que no se considere una cagada en toda regla? Este es un tema controvertido. Tan espinoso que haría falta una nueva guerra mundial para que, el bando ganador, haciéndose con todos los científicos del bando perdedor, lo estudiara durante años.
Si me preguntan a mí, creo que la cantidad necesaria para levantar la bandera y señalar el fuera de juego es el “doble tachado”, el raya sobre raya. O lo que es lo mismo: una y no más…
Tal vez tengas la impresión de que este artículo no es para ti (pero vaya si lo es). Algunos reconoceréis casi todos los puntos, aunque solo admitiréis uno o dos. Mal: esa es la actitud que hace llorar a John Milius. La frase que Nietzsche dijo en realidad fue “Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece”. Como podréis ver, escojáis la versión que escojáis, podéis sacar algo (no diré que bueno) de este post.
Te preguntarás a ti mismo: “si me veo reflejado en alguna de estas sentencias, o si acepto alguna de estas enseñanzas vitales como un camino para el futuro, ¿soy un enfermo mental?”. Tranquilo, no te tortures.
La respuesta es SÍ.
Artículo perpetrado por: Ángel Codón Ramos.