Hace unos años escribí el
primer post más o menos en serio de la historia del blog. Esto es, que hablaba de caca, pero en cantidades moderadas. Se trataba de una defensa de la compra de música producto de haberme emocionado de sobremanera al ver el gigantesco documental ‘Anvil: The Story of Anvil’ (
featuring Anvil with songs by Anvil. Anvvvil.).
Y es que veo muchísima desinformación en internet. Eso es normal: estamos hablando de un batiburrillo de miles de voces mundiales mezcladas con una cacofonía de maullidos de gatitos monos y la subgente que suelen visitar el foro 4Chan. Lo cual me recuerda que tengo otro post sobre pollas en mente…
Sin embargo, que la opinión del comentarista común sea errónea no me enfada. Es normal. Otra cosa son los putos expertos.
Como muchos sabréis, los que se autoproclaman expertos, ya sea en economía, en
vvvvvino o en vaginas masturbadoras en realidad tienden a no tener mayor idea de lo que escriben que un mono eligiendo frases al azar de libros de Paulo Coelho. En el audiovisual tiende a pasar lo mismo: ha surgido como pelotillas en el ombligo de un chaval de 15 años adicto al Starcraft una generación de popes descentrados, pero que arrastran a miles de seguidores. Estos acólitos están ahí precisamente porque gente como Enrique Dans o Hernán Casciari les dicen exactamente lo que quieren escuchar: que piratear es moralmente impecable y que la industria audiovisual está formada por oligofrénicos que se intercambian mocos mientras se sumergen de cabeza en bañeras de oro, con el dolor y traumatismo craneoecefálico consiguientes.
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Enrique Dans enseñándonos cómo va a dejar el orto de los distribuidores españoles |
La gente quiere justificar sus malas acciones. Nadie que no tenga una enfermedad mental se levanta por las mañanas, se retuerce el bigotillo curvo y dice “¡Qué grande es ser malvado! ¡Hoy voy a hacer cosas chungas y ser feliz!”. No. Ni siquiera Mourinho. Hasta un corrupto del PP se ha construido toda una filosofía para justificar sus acciones. Si no fuera así, todos nos sentiríamos fatal todo el día. Como yo. Pero lo mío es por ardor de estómago e irregularidad intestinal.
Caca.
Es justo eso lo que hace mal Nolan con sus Batman: mucho que todo es serio, sin humor y realista, y luego los malos son dominamundos genéricos que hacen cosas feas porque sí. Pero no nos desviemos.
Es normal hacer el mal pirateando. Es normal estar cabreado con la industria audiovisual por no tenerlo todo y tenerlo ya. Pero, por dios: relajaos.
Freddie Mercury lo quería, pero porque estaba como
pa morirse y venía de los 80. Nosotros podemos mirar los hechos, ver la realidad y seguir haciendo lo que queramos. Pero al menos sin intentar justificarnos y sabiendo lo que hay. Así que os voy a contar las cinco afirmaciones más normales de tele y cine que todo el mundo da por ciertas (y que son elevadas a dogmas por blogueros devenidos en supuestos expertos), pero que, en realidad, son un tanto más complejas:
1.- Las películas se estrenan tarde en España porque los distribuidores son dinosaurios imbéciles.
Empecemos por el que más me enfada… porque es el tema del que más sé. O eso creo yo. Que cuando le llamé la atención a Enrique Dans en su web por no querer esperar tres putas semanas para ver ‘Her’, lo único que me pudo contestar que él sabía más que yo y que sólo soy un obrero de andamio. Con todo el respeto a los obreros de andamio.
Esa última frase asquerosamente paternalista a pesar de querer indicar lo contrario no es mía. La dijo él. A mí no me miréis.
Es normal que la gente se enfade porque las películas puedan tardar meses en llegar a España. Nadie es paciente hoy en día, pues vivimos en la era de la inmediatez: si quiero una canción, la tengo. Si quiero porno, lo tengo. Si quiero un montadito de leche condensada con anchoa, mejor me interno en un ala psiquiátrica. A veces, muchas películas tardan en estrenarse (sobre todo en el caso de algunas grandes productoras de Hollywood) un poco porque sí o directamente porque saben que no van a hacer taquilla y la tiran en periodos flojos con más salas libres. Pero eso no es lo normal. Principalmente cuando hablamos, como era el caso de ‘Her’, de distribución independiente.
El espectador piensa que poner una película independiente en España viene a ser algo tal que así:
– Illo, productor americano bien forrado: me de usted una pinícula y repartimos 50/50– Perfecto. Te la mando por wetransfer y la semana que viene la tienes en salas. Los subtítulos te los bajas de aquí.– Vale. ¿Nos vamos de putas?– Perfecto.
Pues no. La cosita es mucho más complicada. Tanto que no sé por dónde empezar. Vamos a ver. Varios problemas:
– No sé si sois conscientes de que cada vez hay menos cines en España. Y que esto no es Estados Unidos: aquí hay que poner mucho cine americano y un buen puñado de películas de otros países que también tienen derecho a ser vistas. Vale. La pregunta es: ¿Dónde? Si un megaestreno copa las pocas salas que quedan, a ver en qué cine pones la tuya.
¡Pues que se salten la ventana de cine y vaya directamente online! Por supuesto. En primer lugar, somos muchos los gilipollas que consideramos que la mejor forma de ver una peli es encerrado en una sala a oscuras sin que te molesten llamadas, whassups o solicitudes del Candy Crush. Además: el negocio online.
Ese tan boyante.
Ese que da beneficios como para cubrir gastos y ya está. Vivimos en un país de piratas. Y aun así, son muchas las películas que llegan finalmente directas a este mercado. Compradas, claro está, más baratas que una puta de Desengaño. Porque…
– Las películas no se dan a un distribuidor que llega alegremente porque sí. Hay muchos compromisos. Uno es estrenar en un número determinado de salas. Que, como hemos visto, hay que buscar. Otro mucho más importante que es como unas palabras leídas de un Libro de los Muertos. El terror de los que se dedican al heroico curro de traer pelis a España:
El Mínimo Garantizado. Que no significa asegurar un tamaño adecuado de polla a la hora de ligar en un bar.
Ese chascarrillo ha sido tonto y facilón. Todo el mundo sabe lo que es El Mínimo Garantizado: son las tres primeras palabras de mi grimorio de mago de nivel 12.
Se trata de una cláusula que ponen los distribuidores internacionales o los productores por la cual la distribuidora local paga sí o sí o sí o sí un dinero determinado independientemente de lo que haga la película en taquilla. ¿Que sacas limpios 10.000 euros y tú has comprometido un mínimo de 50.000? Pues ya estás palmando 40.000. Más todo lo que te has gastado en promoción, distribución y doblaje.
¿Que esto es una mierda y hay que cambiarlo? Pues quizá. Pero el mercado internacional es así. No es que España sea la hez. Tened en cuenta el otro lado. Las películas son muy caras. Y para financiarlas, necesitas dinero de todos los países posibles. Que no todo el mundo va a hacer un crowdfunding para poderle pagar a Bruce Willis el millón de dólares que pidió por Torrente 5 (sé la cifra que le pagaron al final al sórdido de Alec Baldwin, pero no la voy a decir para hacerme el interesante).
Ese mínimo garantizado suele ser prohibitivo para un país en el que todo el mundo se baja películas y la gente no va al cine porque, bien está en el paro, bien con sueldos de mierda, bien oseaosea que me lo veo mejor en un mkv en casa. ¿Qué pasa entonces? Que los distribuidores, que han visto a dos compañías quebrar el año pasado, esperan un tiempo a que baje el precio de la cinta. Claro que, a medida que pasan los meses, más gente se la piratea y menos posibilidades de sacar dinero en taquilla. Y así, hasta llegar a películas que asoman la cabeza por España más de un año después de su estreno en otros países y a menudo directamente en DVD. Otro mercado muerto hasta el punto de que varias majors de Hollywood han cerrado sus operaciones de distribución de formato físico en España y los amigos me miran mal cuando les regalo un bluray por su cumpleaños. Que se jodan. A mí me gusta tenerlos.
Por lo tanto, las películas generalmente se estrenan tarde no porque los distribuidores sean anormales, sino porque es difícil buscar el hueco y porque España es un país en el que es más difícil recuperar la inversión en la compra de los derechos que follarse a un puercoespín.
2.- Las películas dan beneficios cuando duplican el resultado en taquilla.
Esa es una cuenta de la vieja que se aplica con alegría porque en algún momento de los inicios de internet las webs de cine necesitaban hablar de algo que no fueran fotos nebulosas de gente en el set de ‘La amenaza fantasma’. Así que empezaron a analizar la taquilla, algo que en 1978 no le importaba un pepino a nadie. Pero, claro: hacer las cuentas reales y saber qué ha dado beneficios y qué ha sido un desastre es casi imposible.
Pero imposible. Lo más que pueden los periodistas es más o menos olisquear la verdad con este tipo de trucos que son menos fiables que una operación del doctor Nick Riviera.
De ahí que muchas películas consideradas fracasos no lo sean si se mira la contabilidad y otros supuesto éxitos lo sean menos. En parte porque las productoras nunca dan datos reales de lo que cuestan las películas DE VERDAD. Pero sobre todo porque el reparto en taquilla es más complejo que una simple multiplicación. Sobre todo si miramos Espppaña. De entrada, en este país casposo, tenemos un bonito IVA del 21%. Luego hay que darle a las entidades de gestión de derechos de autor. Y lo que queda, entre la distribuidora y las salas (y las primeras, a su vez, rindiendo cuentas a la productora) Así que aquí hay que repartir más que Hulk en la batalla de Nueva York.
¿Entonces sólo hay que tomar el porcentaje que se lleva la productora para saber si es rentable? Pues no. Porque las películas tienen gastos y se financian de decenas de maneras. Algunas incluso ya están amortizadas antes de estrenarse (como funcionaba a veces
la Cannon en los 80 y algunos productores nacionales en los 90). Porque son demasiados factores en juego que hacen imposible hacer una cuenta fácil como la de ‘duplicar taquilla’: adelantos de derechos, merchandising, product placement, préstamos con intereses que pagar, retrasos en las liquidaciones y, sí: subvenciones…
3.- El cine Español está sobre subvencionado. Pagamos la entrada dos veces. A ver si aprenden de los americanos, que eso sí que es una industria.
Ésta es muy fácil. Ya lo dejó claro Álex de la Iglesia cuando era presidente de la Academia: el cine español recibe menos dinero en subvenciones que el puñetero Museo Reina Sofía. Y el cabroncete puso el ejemplo con toda su mala leche, porque somos muchos los que hemos ido solo una vez en toda nuestra vida a tal edificio (medio satánico) y no hemos vuelto debido al ataque de risa que nos han provocados obras como ver una silla de clase colgada de la pared o un cocodrilo con un gran lazo rojo.
Pero claro, no puede ser verdad. Seguro que exageraba. Pues nada tan fácil como ir a la página “
¿Dónde van mis impuestos?” y comprobar que la partida de este año son 48,2 millones de euros. Muy por debajo de los 134 millones para museos. Que me parecen bien. Sobre todo en comparación con partidas de nombres tan curiosos como “Asesoramiento para la protección de los intereses nacionales”, con 204 milloncejos de nada, que apesta más que un avión Madrid-Bombay después de haber servido a mitad de vuelo almuerzo con curry.
Caca.
Pero, ¿por qué hay que subvencionar el cine o cualquier otro sector industrial? (si partimos del hecho de que la cultura es simplemente industria sin nada más, algo que no sólo pongo en duda, sino que además invito a relamer mi prepucio a todo el que lo afirme) Primero, una sorpresita:
El cine americano está subvencionado.
Existen numerosos incentivos fiscales para rodar en tal o cual parte que son vitales para que la industria siga dominándonos mundialmente. Aunque, repitamos la pregunta: ¿Por qué?
Pues miren por dónde, resulta que Vicisitud, ahí donde lo ven con sus montajes de
buenas comedias románticas, sus calzoncillos slips impolutos y su capacidad para hablar de Phil Collins mientras come un bocadillo de paté sin masticar, resulta que estudió economía. Y nos lo va a explicar:

«Decir que las subvenciones en la actividad económica son intrínsecamente negativas es un ejercicio de defensa del libre mercado para el que hasta Ayn Rand tendría que practicar severos calentamientos. Hace mucho tiempo que se constató no sólo que no existe el mercado de competencia perfecta sino que, además, el libre mercado tiene una tendencia intrínseca hacia el oligopolio (¿Alguno es tan alternativo como para hacer búsquedas en Yahoo o tan hipster como para utilizar irónicamente el Altavista?). Vamos, que conforme creces como empresa comienzas a tener tal ventaja por el uso de las economías de escala que te resulta realmente sencillo despedazar a tus oponentes. ¿La solución? Cualquiera que no sea un enajenado – esto es, defensor de las teorías económicas austriacas o profeta del advenimiento 2.0 – sabe que, mediante la intervención estatal, pueden solventarse dichos desequilibrios y repeler ciertas agresiones. Las fórmulas son muchas (aranceles, tipo de cambio…) y, sí, entre ellas está el subvencionar industrias de tu país para poder generar empleo y crecimiento económico. Y por supuesto, sé que esto esta gritando Neokeynesianismo (ideología en la que milito sin problemas), pero desde la crisis del 29 viene explicando mucho mejor el mundo que el desastre actual en el que vivimos. Y, también, no subvencionar una industria más débil que las extranjeras (que, además, están mil veces más subvencionadas) es una receta formidable para el paro y la contracción económica. Y no digamos si, además, le subes el IVA de golpe, jodiéndoles sus exiguos márgenes con un incremento del 17% de sus costes y ¡obligándoles a ingresarlo en las arcas del estado antes de que puedan cobrar lo que facturan! Eso ya no es ni liberalismo ni pollas: es ir a joder por joder y pedir luego a los internautas que critiquen a los actores que, en los Goya, abran la boca.»
Así que la industria cultural, con su pago de impuestos directos o indirectos, de hecho es la que subvenciona al gobierno. Además, con 48 millones no da ni para una peli de Hollywood de las gordas. Feck: sólo ‘Planet 51’ costó aproximadamente eso. Bastante más que un éxito más reciente de animación como ‘Las aventuras de Tadeo Jones’, que según se dice (aunque ya saben lo que son estos datos), sólo costó 8 millones más publicidad. Así que hagan las cuentas y comprueben que lo que aportan las subvenciones a las películas nacionales (cuando las tienen, porque no paro de leer el grito oligofrénico de ‘¡No con mis impuestos!’ aplicado a películas low cost sin subvención alguna) desde luego NO quiere decir que paguemos la entrada dos veces. Y hablando de Tadeo Jones…
4.- Las películas españolas son malas y están hechas por izquierdosos de la ceja que se creen artistas y no saben lo que es hacer cine comercial.
Como se reveló en los Goya cuando los productores agradecieron el premio al jefazo de Intereconomía, “Tadeo Jones” está financiada por gente cercana a la extrema derecha nacional. Obviamente. ¿Acaso no sabéis que para hacer pelis hace falta mucho dinero? ¿Y qué suele votar la gente con dinero? Ya lo sabéis. De hecho, tengo anécdota al respecto. Estaba Víctor García León, director de la muy bien recibida película ‘Vete de mí’, en vaya usted a saber dónde cuando alguien le increpó:
“Los del cine español: rojos, maricones o hijos de puta”
A lo que en un momento que habría hecho que Chris Hitchens se la machacara de admiración respondió:
“Hombre, lo cierto es que tiene razón. Por lo menos una de las tres es verdad siempre”.
Pero abandonemos tópicos tan tontos como éste o el de ‘todas las películas españolas van de la guerra civil’ y centrémonos en uno más oligofrénico todavía: El cine español es una mierda.
Flash back a
mi post sobre las falacias lógicas. Una muy común es la de la observación selectiva, que explica la Ley de Murphy. Esto es, que olvidamos los aciertos y recordamos los errores. Pues eso, pero a lo bestia y con ‘Los Amantes Pasajeros’. Si vas a ver un truño americano no sueles decir que todo el cine americano sea un mojón. Pero cada desastre patrio hace más daño al resto de la industria que un dildo de esparto tras una colonoscopia.

Por otra parte, no olvidemos el tema de los porcentajes. Cualquiera que no haya viajado a mercados de cine no es consciente la extraordinaria cantidad de películas que se producen en todo el mundo. Sólo que aquí nos llega una bonita selección. Por ejemplo, últimamente he visto una cantidad de cine francés que se consideraría poco saludable si no fuera porque la mayoría de las películas se las apañan siempre para meter al menos una mujer que hace que una violenta erección me atraviese la mandíbula y me alcance la base del cerebro. Pues a España llega un porcentaje pequeño. Y, aun así, amplio, gracias a las inmensas ayudas que tienen los gabachos a la distribución internacional (en serio: hay fórmulas en las que te dan dinero si las pelis te van mal en tu país). Obviamente, lo que se queda por el camino es una cantidad de medianías que nosotros no vemos pero ellos sí. ¿Van diciendo que su cine es un mojón? Pues claro que no. Hay pelis que les gustan más y otras que menos. Hay cintas de más presupuesto que permiten elementos de cine de género (cada vez menos en España, seamos sinceros, pero por motivos presupuestarios) y pelis más intimistas. Como en cualquier país. Sólo que en el nuestro tenemos la oportunidad de ver casi todo lo que se produce. Incluso ‘El caballero del antifaz’, ‘El Capitán Trueno’ o lo que sea que salga del guión en el que estoy trabajando.
Probablemente una abominación a los ojos de Yaveh.
5.- Netflix es como Spotify y la segunda venida de Nuestro Salvador el Monstruo del Espagueti Flotante.
Y terminamos con otra que me pilla cerca a nivel laboral y la más reciente por cierto artículo en el que el tal Hernán Casciari mintió con dos cojones y no tuvo la decencia de retractarse. Eso sí, me contestó que mi forma educada de escribir era para que todos pensáramos que yo llevaba bigote. Eso es un piropo, cojones ya.
Existe entre los dospuntoceritosesuarles la creencia en Netflix como una especie de panacea para todos los males de internet. Más o menos que es como Spotify: todo gratis desde el primer día con un fondo acojonante de contenidos.
Dejando a un lado el hecho de que Spotify o Deezer apenas dejan dinero en manos de los artistas, dos cosas: Una, que es mentira. No se parecen en nada. La otra, que defender eso es apoyar un modelo de monopolio, algo que me parece graciosísimo viniendo de los dospunteocero que se creen garantes de la libertad en el interné. De hecho, Netflix, esa compañía que para muchos tiene una aureola más grande que el hula hop de Galactus, se comporta como el nuevo rico del barrio impulsando hace sólo unos días el modelo de red en el que paga para que sus abonados tengan una mayor velocidad: esto es, fomentar internet en plan autopista de peaje. ¡Libertad e igualdad en internet amigos!
Uno de los errores más comunes es pensar que las series están completas en Netflix. Todas las temporadas. Pues no. A veces sí, a menudo no, y desde luego difícilmente con las de estreno. Depende de los acuerdos con las productoras, en muchas ocasiones majors, que son las que dictan aquí cómo se funciona. Y llevarles la contraria es como decirle a La Cosa que a ver si te deja clavarle un gancho en la espalda para ponerle un cuadrito.
Esto es, que en el tema de series la cosa funciona igual que en España. Sólo que aquí puede ser incluso mejor. En Estados Unidos, si quieres ver los estrenos de HBO o Showtime, más te vale abonarte a esos canales. Aquí puedes ver online en Yomvi canales premium con series de todos ellos. De hecho, en EEUU y en el Reino Unido, la gente suele estar abonada tanto a la televisión de pago como a la oferta online (como Netflix). Son servicios complementarios.
Muchas también creen que Netflix funciona como Spotify en el sentido de que, si sale el nuevo disco de Mike Oldfield que todos esperamos con erizamiento de escroto por el pánico de su vuelta a las canciones pop, lo tienes ese día instantáneamente. No. Con contadas excepciones (que también se han dado en Canal+ e incluso recuerdo un ejemplo de Nubeox), las pelis no se estrenan allí simultáneamente. También hay un periodo entre el estreno en salas y la tele. ¿Que, como comenté antes, la gente no quiere que exista esa ventana? Pues vale, pues me alegro. Que hagan ellos los planes de amortización de las películas, que son cosas muuuucho más caras de hacer que un disco. Pero aquí no se trata de hablar de cambiar el modelo, sino de lo que la gente cree cierto, pero que es mentira. Y se tiene una idea muy equivocada de lo que es Netflix.
Esto es, como decía claramente un señor en los comentarios del artículo anteriormente nombrado del chulete de Dans, “Es que TODAS las series y TODAS las películas, estrenadas el mismo día que en USA, no las ofrece ningún servicio legal del mundo” Y punto.
Básicamente todo se resume en una cosa: Jotío, lo quiero todo y lo quiero ya y gratis. Una cultura de la inmediatez infantiloide que se da de bruces con uno de mis postulados favoritos: La postergación del placer. No hay que devorarlo todo a la vez e inmediatamente. Crear y alimentar ilusiones es tan interesante como experimentar el hecho en sí. A menudo más. Hay que saber controlarse. Excepto cuando se abre una bolsa de patatas fritas. Misteriosamente, en ese momento se despendola todo autocontrol hasta que se ha acabado. Hasta que se ha acabado en el váter.
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