Durante los años ochenta, la crítica de cine comenzó vomitar la expresión ‘estética de videoclip’ para denigrar cualquier producto audiovisual moen-no y, en su viejuna opinión, mareante y vacío de contenido. O, concretando, para insultar los filtros y las hombreras de ‘Corrupción en Miami’. Una actitud que siempre me pareció de una inmensa falta de sentido común, porque todos sabemos que la mayor aspiración estética de un hombre es vestir como Sonny Crockett. Y ser Sonny Crockett.
El nacimiento de la MTV y la necesidad de cubrir la programación con cosas que no fueran actuaciones en playback de señores con grandes patillas y bigotones setenteros generó un gran interés por vídeos musicales, un arte que ya existía desde que Edison creó el kinetoscopio (sí: aun siendo aparatos mudos) y que había alcanzado la madurez sórdida con ‘
La Balada de Bilbo Bolsón’ de Leonard Nimoy y, en nuestro país, con ‘
Buscando en el baúl de los recuerdos’ de Karina. Sin embargo, la madurez más aceptable para la gente seria estaba todavía por llegar. Así que numerosos pioneros se lanzaron a grabar video clips como sus testículos le dieron a entender, porque por aquellos primeros ochenta no había nadie que interfiriera en su trabajo. Y ya sabemos lo que esa libertad significa: TETAS.
Y, además de tetas, mucho artisteo del loco. Del independiente. Del alimentado con cocaína, vamos. La primera generación de directores de vídeo clips era gente perturbada atraída por la idea de poner imágenes a la música porque, de todas maneras, eran jóvenes y no tenían ningún trabajo mejor. Años más tarde, la opción de rodar clips comenzaría a convertirse en un equivalente menos terrible para el destino de la humanidad que ese pozo de infantilismo llamado ‘mundo del cortometraje’: en una puerta hacia una carrera en el cine. Pero estos pioneros no se planteaban estos objetivos al comenzar sus carreras. Claro que, como es lógico, los más exitosos del grupo acabaron saltando al cine.
Con resultados lamentables en casi todos los casos.
En la segunda mitad de los 80, una nueva generación de directores llegaría y cambiaría Hollywood. Comenzaron con la creación de la productora ‘Propaganda’, con David Fincher y Dominic Sena como cabezas de cartel a los que pronto se les uniría ese cipote humano llamado Michael Bay como futura cabeza de turco de toda la crítica mundial. Ellos marcaron la evolución de rodajes guerrilleros libres a productos ultra-profesionales. Y muchos empezaron a petarlo en el cine unos lustros después. ¿Pero qué fue de los verdaderos pioneros? A ello vamos:
Menciones especiales:
Como muestra de que no todos los pioneros tenían la más mínima intención de dedicarse a la ficción, hay que destacar a gente como David Mallet (el de casi todos los vídeos de Queen) o sobre todo el dúo Godley & Creme, unos tipos que venían de formar parte del grupo 10cc (concretamente, llevando el aspecto más
moenno y
artít-tico de la esquizofrénica formación), a los cuales hay que respetar a pesar de su mediocridad: fueron producto del perturbado pederasta
Jonathan King (¿quizá se merece un artículo de ‘
ente onvre’?), que fue quien les puso el nombre, según él ‘por un sueño que tuvo’. Según Creme, en un raccord inigualable con su propio apellido, porque King decía que era la cantidad media-alta de semen eyaculado por un hombre. Conociendo lo salido que estaba el famoso productor, me inclino a creerle, pero con cuidado de no inclinarme demasiado. (*NOTA del editor: en el futuro, no volver a hacer chascarrillos homófobos malos nivel Jaimito Borromeo)

También es necesario nombrar a Bernard Rose. No se le suele considerar como uno de los grandes pioneros, debido a que tampoco llegó a realizar demasiados clips (sobre todo muchos de UB40 y el par del primer grupo de Jimmy Sommerville, Bronski Beat), pero fue el autor de dos ejemplos
jloriosos del género: ‘
Relax’ y ‘Welcome to the Pleasuredome’ de Frankie Goes to Hollywood. Esa maravillosa oda al mariconerío
leather del primero es digna de aplauso, sobre todo porque hasta lo censuraron en casi todas partes, señal indudable de entretenimiento asegurado. Rose realizó una peli independiente hoy olvidada, pero que recuerdo que me gustó mucho, llamada ‘Paper House’, además del primer ‘Candyman’. Luego se puso clasicón con ‘Melodía Inmortal’ y ‘Anna Karenina’, que era más o menos igual de portentosamente aburrida que la adaptación del año pasado de Joe Wright. Y de ahí, al olvido. La última peli suya que vi fue ‘Mr Nice’, de la que lo único que se puede decir es que sale la Pataky. Y eso no es demasiado nice.
Finalmente, Alex Proyas sí que ha tenido una buena carrera en el cine (¡y ojalá le dejaran hacer más pelis!), pero apenas hizo un puñado de vídeos, por lo cual no se le puede considerar de los pioneros del género. Eso sí: realizó ‘
Magic Touch’ de
Mike Oldfield, mi video favorito que hasta me inspiró
un corto de mierda que realicé en la facultad (y que me da una excusa barata para enlazar ¡dos!
posts antiguos)
5.- Andy Morahan
Muy bajo en la lista debido a que este señor llegó al mega estrellato de los vídeos un poco tarde. A pesar de haber empezado con, por ejemplo, el ‘West End Girls’ de Pet Shop Boys, sus días de gloria se corresponden más bien con los 90 y, concretamente, su ¡ÉPICAS! para Guns’n Roses (‘
November Rain’, ‘Stranged’… o sea: LAS BUENAS). Así que no iba a comentarlo. Pero el abismo tan espectacular entre su carrera en el cine en relación con el poder que tuvo en su época (y el respeto del que sigue disfrutando) es tan inmenso, que había que nombrarlo. Porque el tipo, aparte de un par de cosas desconocidas, fue el responsable de dos vicisitúdicas terceras partes.
Una no la he visto. Ni yo, ni casi nadie. No sé si os acordáis de que unos productores pensaron que los americanos habían hecho grandes odas a todos los deportes de masas y faltaba una esencial. Así que estos ingleses se aliaron con Disney para lanzar la película definitiva del deporte más popular del mundo por encima de jugar a arrastrar vellos púbicos de los urinarios públicos con tu chorrito: El FURNGO. Y no iba a ser una simple cosa en plan ‘Campo de Sueños’. No. Se haría… ¡una trilogía! El responsable sería alguien de probada valía:

No
Michael Culodeinvierno, que era la primera y poco comercial elección. Más bien se eligió al director del ‘Juez Dredd’ de Stallone. Añadamos que salía el gafe de Raúl y hasta Zidane y ¡a la mierda con la taquilla! Pero los tipos consiguieron terminar la saga cual adolescente que se ha marcado el reto de seis pajas en un día y por Iluvatar que lo va a conseguir. Eso sí: la tercera parte acabó siendo directa a vídeo y ni siquiera recuerdo estreno español en ese formato. Ya que estaban de rebajas, pillaron a Morahan, porque el director ya había demostrado su valía en otra tercera entrega: ‘Los Innormales 3’. Quizir: ‘Los Inmortales 3’. Una película que yo, que he visto la cuarta parte y hasta me tragué Beowulf en el cine por ver a Christopher Lambert dando sablazos, no he sido nunca capaz de terminar.
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Mario: prefiero que me cortes la cabeza antes que ver la quinta parte |
Ese es, por ahora, el legado cinematográfico de uno de los responsables de los vídeos más espectaculares y caros de la historia: básicamente una secuela colonoscópica de una saga que le dio la gloria y el dolor escrotal a otro veterano, éste realmente pionero:
4.- Russell Mulcahy
De todos los locos de la primera época de los videoclips, Mulcahy es el único con una verdadera carrera cinematográfica. Más o menos de la misma regularidad que mis movimientos intestinales y de la misma consistencia que… joder: que mis movimientos intestinales. Pero se puede decir que es quien alumbró la única obra maestra de la corriente y una película cuya influencia estética y de montaje no se pondera lo suficiente debido a que la mayor parte de los críticos que piensan en ella todavía se están riendo por ‘El Rey Escorpión 2’.
Se trata de ‘Los Inmortales’, una de mis películas favoritas y muestra de cómo ha evolucionado el lenguaje cinematográfico gracias a en parte a ella. La primera vez que me la vi, no me enteré de un carajo. Ahora se puede disfrutar sin advertir problema alguno de complejidad narrativa como si estuvieras leyendo un libro de ‘Teo va al campo’, ‘Teo va a la escuela’ o ‘Teo se compra un strapon’. O quizá fuera que me la tragué por primera vez en un cine de verano de Algeciras con dos tíos fumando mandanga a mis espaldas (momento mítico de mi madre comentando en voz alta y confundida la frase inmortal “Paquito, aquí huele a campo”)
Aparte de, obviamente, con Queen, Mulcahy trabajó con prácticamente todos los grupos gordos británicos de los ochenta. Pero es especialmente notable por haber realizado en una tarde ‘Video Killed The Radio Star’, cosa hecha un poco porque sí, pero que hoy se interpreta como la declaración definitiva de intenciones del nuevo movimiento audiovisual tanto por letra como por haber sido el primer clip emitido por la MTV un par de años después de su realización.
Sí: el señor del final con cara de estar disfrutando de la agradable sensación de tener una fregona metida por el recto por el lado de la mopa es Hans Zimmer antes de inventar el sonido de elefante con diarrea que mete hoy en día en todas sus bandas sonoras y que un día de estos va a despertar a un primigenio cabreado.
Mulcahy también fue el autor de ‘Total Eclipse of the Heart’, locura con niños de ojos brillantes, gasas, chavales descamisados lanzando palomas y, sí, ninjas que hizo que Bonnie Tyler saliera cabreada del set al grito de ‘¡No eres más que un puto pervertido!’. O sea: una obra maestra.
Russell sí que llevaba tiempo queriendo hacer cine. Su primera cinta, un documental, es de 1979 (aunque no fue estrenada por problemas de censura por su cantidad saludable de palabrotas y blasfemias; o sea, una vez más, que será buena), pero fue su fama por los videoclips lo que le permitió realizar ‘Razorback’, descrita en la época como ‘Tiburón en el desierto australiano’, que resulta la mar de divertida y además tenía un póster que me fascinaba:
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Seguro que la recordáis si digo que es la peli esa del cochino jabalín mutante |
Tras el éxito de ‘Los Inmortales’, no tuvo más remedio que liarse a hacer la secuela. Desastre mítico del que ya hablé
en este post, por lo que tampoco hay voy a hacer más escarnio de un despropósito tan famoso que casi lo consideramos para un Videofobia antes de decantarnos por ‘Campo de Batalla: La Tierra’.

De un fracaso así es difícil recuperarse, por lo que pasó unos años con producciones pequeñas que nadie recuerda (‘Ricochet’), aburridos intentos de policiaco inglés estilo años 70 (‘Blue Ice’) o, directamente, chorradas (‘The Real McCoy’). Eso sí: un gran estudio confió en él para devolverle la gloria perdida y le dieron ‘La Sombra’ en esa maravillosa época antes de que Marvel se pusiera las pilas en la que las adaptaciones de tebeos aseguraban vicisitud sí o sí. ‘La Sombra’ está rodada con gracia, tiene sus defensores y no es ni de lejos la risa de ‘The Phantom’ o el fin de la civilización occidental de ‘Steel’. Pero fue regulera en taquilla. Así que Mulcahy se vio condenado a hacer cine de género independiente (hasta un clon de combate de ‘Seven’ llamado ‘Resurection’ que vi en salas por mi perniciosa militancia en el Chrilambertismo). Tras mucha televisión, algún loco nostálgico decidió darle la tercera de ‘Resident Evil’. El resultado: intrigado, tuve que ir a verla al cine. Lo bueno de ello es que me reí cosa fina con los maravillosos diálogos de derrame cerebral. Lo malo fue que, después de dejar de lado la segunda, volví a la progresivamente más espantosa saga, culminando por ahora en la espectacularmente irrelevante quinta parte.

Pero nada: Russell siguió esta nueva película de presupuesto con el descenso al segundo círculo del infierno de los olvidados del cine comercial: una secuela directa a vídeo (la ya nombrada ‘El rey escorpión 2’, que no me cansaré de recordar que es la secuela de un spin off de una secuela de un remake el cual pronto será objeto de un reboot. Con dos cojones).
Incidentally, el tercer círculo del infierno cinematográfico es aceptar hacer una de
The Asylum, pero esperemos un poco más de respeto al tío que nos emocionó con las aventuras de un actor francés haciendo de escocés en Estados Unidos y un escocés haciendo de egipcio afincado en España.
Joder con el director de casting de ‘Los Inmortales’.
3.- Julien Temple
Temple fue el director esencial del movimiento punk. Y por lo tanto, me cae mal. Lo siento. Pero desde el principio del blog he dejado claro lo que opino de este tipo de música mal interpretada y aupada por una prensa musical de mierda que rápidamente tiene que apuntarse a un nuevo carro para validar su prestigio como gurús vanguardistas. Además, estaba lleno de drojadictos de mierda. Bien es verdad que algún grupo punk tenía su gracia e incluso reconocían, en contra de lo que propagaban en NME de ‘muerte a los dinosaurios’ (esto es, todos los grupos que a mí me gustan), las influencias de los que vinieron antes.
Pero vamos: asco.
Claro que Temple se ganó un hueco en mi corazón por filmar la película que lanzó a la fama a un mito erótico absoluto de mis comienzos onanistas adolescentes: Patricia Jude Francis Kensit, AKA Patsy Kensit AKA Una de las Pocas Inglesas Que No Dan Grima. La película fue, como he avanzado sutilmente y creyéndome muy listillo en la frase anterior, ‘Absolute Beginners’. Un festival anacrónico (por estar ambientada en los 50 pero ser decididamente ochentera en todo lo demás). Un musical de colorines que es a la industria inglesa de los 80 lo que ‘La Puerta del Cielo’ a la americana.

A principio de esa década, Goldcrest estaba dominando el cotarro cinematográfico con un par de valiums ganadores de Oscar (‘Ghandi’ y ‘Carros de Fuego’) y era la gran esperanza del poderío británico. Además, puso dinero para mi película favorita de la historia, ‘
Local Hero’. Pero tras el desastre de ‘Revolución’, necesitaban un
hit. Se lo jugaron a dos cartas: una fue ‘La Misión’, que fue bien, pero resultó tan cara que no resultó suficiente. La otra fue una
moen-na para la chavalería. Se gastaron una pasta en grandes escenarios estilo ‘Calles de Fuego’ en los estudios 007 de Pinewood y, por la falta de liquidez, involucraron a gente de gran pedigrí sórdido como Virgin (que volverá a aparecer en este post) y Palace, empresa videográfica con división de software por la que cualquiera que haya tenido un Spectum, un Amstrand o un Commodore (no os engañéis: la gente que tenía un MSX eran una leyenda urbana) guarda un pedacito de cariño en su corazón gracias a ‘Barbarian’ o ‘The Secret Armour of Antirad’. Y de odio. Puto ‘
Cauldron 2’ y puta calabaza.
Pero no nos desviemos. Ni yo, en plena etapa hormonal en la que veía todos los días suspirando como una quinceañera el clip de ‘Cross My Heart’, fui capaz de acabar la película. Ni casi nadie. Así que Temple se fue a los Estados Unidos a hacer más vídeos musicales y resucitar su carrera cinematográfica con el proyecto que todo director en problemas escogería:
Jeff Goldblum, Jim Carrey y Damon Wayans vestido de peluches extraterrestres de colores en un musical en el que tienen que ligar con Geena Davis y unas amigas. Es tan doloroso como parece, si bien con el tiempo la película ha ganado en defensores por aquello del camp, la homosexualidad y que la nostalgia nos vuelve a todos gilipollas.
Como castigo, Temple, ese rebelde del punk, pasó los 90 haciendo más vídeos. En concreto, el de ‘Everything I do, I do it for you’. No puedo dejar de imaginarme al director en el rodaje del himno-aspartamo por excelencia (hasta la llegada de ‘My Jarl Will Co Jon’ de Celine Dion) en constante estado de desesperación como Cecilio Bemille en el rodaje de ‘Tronak El Kárbaro’. ¡Con lo punk que fue él, leñe!
2.- Mary Lambert
El cine siempre ha sido un lugar un tanto machista, y me jode. Pero en el mundo de los pioneros de los videoclips daba lo mismo lo que tuvieras entre las piernas. Así que una jran munher se hizo cargo de muchas de las obras más recordadas del género porque básicamente a nadie le importaba quién era el director ni lo que pusiera delante de la cámara con tal de que molara y lo hiciera baratito.
Mary Lambert era una estudiante de Audiovisual y Bellas Artes de la generación de gente de los Talking Heads que, un buen día de 1982 decidió que lo que le molaría en la vida era dirigir vídeos musicales. Así que consiguió que le pusieran en contacto con una putilla nueva llamada Madonna. Y entre las dos definieron el personaje de la chica a la que todos se querían tirar pero que no estaba especialmente buena. O sea: el sueño de todos nosotros. El mío también. El de no estar del todo bien pero que me quieran follar. No el de ser chica. Creo.
Tras videos de Madonna o Sting, se pasó al largo con ‘Siesta’, película rodada en Espppaña que no he visto, pero cuyo título que permite el chiste obvio. Curiosamente, según la IMDB Lambert quería a Madonna de prota, pero ésta se negó porque “había demasiado empelote y contenido sexual”.
Es como si yo dijera que no quiero ver una película porque hay demasiados superhéroes con bigotón, ciborgs, dragones y sale Nathan Fillion.
Estéticamente decían que no estaba mal, pero como cualquier película con Julian Sands, estaba condenada al fracaso. Sin embargo, fue una buena carta de presentación para que le encargaran una de las mejores películas de las que se habla en este post: ‘El Cementerio Viviente’. Una muy solvente adaptación de Stephen King, que fue muy bien en taquilla, que daba mal rollo y que, además, dejó
mi canción favorita de ese
grupo-compositores de canciones chorizo – productos del merchandising cool aunque todas sus canciones sean la misma que eran The Ramones.
¿Cómo es posible entonces que su carrera no despegara después de esto? Pues le pasó lo que se llama ‘un Russell Mulcahy’. Esto es, realizar una secuela de mierda de su éxito. ‘El Cementerio Viviente 2’ fue un desastre en taquilla. Así que lo de siempre: a la tele, alguna peli de bajo presupuesto y, en este caso sí:
Al tercer círculo del infierno cinematográfico.
Mary Lambert acabó haciendo una de The Asylum.
En esta cosa, titulada ‘Mega Python vs. Gatoroid’ (siempre que leo el título me imagino una serpiente luchando contra una bebida isotónica), al menos tuvo cierta gracia en el casting: Debbie Gibson y Tiffany de protagonistas. Y si eres tío y no sabes quién es ninguna de las dos, sólo tengo tres cosas que decirte: a) Que eres joven y eso está bien; b) que en los 80 no leías la Super Pop y c) que eres heterosexual.
1.- Steve Barron
Llegamos al jefe del cotarro. El que hizo todos los vídeos de la primera mitad de los 80. Pero todos. Por poner un ejemplo, en el mismo año dirigió el mejor de la historia:
Y el primero en hacer uso brutal de la animación por ordenador que consiguió la doble conquista de cachondearse de la MTV y definir al mismo tiempo su imagen y toda una época:
Por no hablar de lanzar de verdad a Michael Jackson con ‘Billy Jean’, hacer épica con ‘
Maid of Orleans’ de OMD, meter metacine en la MTV con ‘
Don’t You Want Me’ de The Human League y, básicamente, ser quien cinceló la experiencia audiovisual de toda una generación de señores tristes que ahora escribimos en blogs en lugar de andar por la calle en calzoncillos gritando canciones de Toto como el resto de gente de bien.
Así que como era el director más solicitado, fue el escogido para la primera película de Virgin como productora. Sí: la empresa de nuestro querido Fuck Me Richard Branson. Tampoco me voy a poner ahora a glosar la vida de ente
finstro de señor que entre su tirante relación con Mike Oldfield,
sus coches de carreras con problemas de combustible y sus apuestas de vestirse de señora no para de aparecer en
ente bloj. Baste saber que Virgin comenzó como una empresa poco legal de distribución de discos de importación, continuó como discográfica gracias a ‘Tubular Bells’ y se hizo de oro gracias a explotar la moda punk. Sí: esa de
anti-establishment y anarquía. Esa. Vale. Dejémoslo.
Así que, tras distribuir un par de pelis, se metieron a producir. Obviamente, una de las opciones fue hacer LA película de la época del vídeo clip. Un compendio de músicos ligados a su discográfica mezclados con una trama moderna (¡ordenadores!) y dirigidos por la figura del medio en su debut en el largo.
‘Sueños eléctricos’, que nunca ha aparecido en DVD en España, apenas se ve en televisión, es ridícula en su trama de ciencia ficción, ñoña como ella sola y yo la adoro.
Quizá sea por cómo me impresionó su uso del travelling y su inventiva visual en la época. Quizá sea porque Giorgio Moroder (antes un sórdido, ahora cool gracias a
Daft Punk) formó parte de la banda sonora, quizá porque salía el peor actor de Los Colby. Yo qué sé. La peli iba de un freak asocial (automáticamente, el 83,5% de lectores del blog se han sentido identificados) que se enamora de su vecina Virgina Madsen (automáticamente, el 98% de lectores del blog se han sentido identificados), la cual es violonchelista. El chaval se compra un ordenador (¡DEL FUTURO!) que, debido a que derraman un poco de refresco en el teclado, cobra conciencia en plan HAL, pero más calentorro. Por lo que también quiere ligarse a la Madsen.
No, en serio.
Una película que además acaba con la frase ‘¡Qué bárbaro! ¡Qué música más guay del Paraguay!’ justo después de poner una canción de Moroder con Philip Oakley (el de Human League) supuestamente compuesta e interpretada por una inteligencia artificial que se ha infiltrado en la red eléctrica con el objetivo de repartir amor en lugar del más común de crear Terminators NO puede ser mala. Bueno, sí. Pero desde luego no puede odiarse.
De acuerdo: hay que estar un poco tarado para que te guste esta película. Y sin duda eso es lo que pasó. La banda sonora funcionó mejor que la cinta y el resto de producto Virgin para cine tampoco es que fuera la leche en taquilla (como hemos visto, hasta se metió en ‘Absolute Beginners’). Pero aquí hemos venido a hablar de Barron.
El realizador tardó unos años en recuperarse de ‘Sueños eléctricos’ hasta que unos productores independientes le ofrecieron una película infantil que pintaba bien para la que necesitaban un realizador barato por aquello de gastarse el dinero… en disfraces de tortugas.
Recuerdo cuando se anunció que Barron iba a ser el director de ‘Las Tortugas Ninja’. Como listillo precoz (algo que en la era pre- internet tiene su mérito), yo ya sabía que era el de ‘Money for nothing’ y ‘Sueños eléctricos’, por lo que la noticia me hizo la mar de feliz. Y la taquilla posterior le alegró el día a Barron, pues la cinta hizo un pastizal. Lo cual le permitió dar el salto a una major de Hollywood.
Esa es la buena noticia.
La mala era que la peli iba a ser una adaptación de un sketch de Saturday Night Live.
Pero, Paco (dirán dos o tres lectores): hay pelis de SNL buenas. Sin duda. DOS. ‘Granujas a todo ritmo’ y ‘Wayne’s World’. Y ni siquiera soy fan de la segunda. Ahora veamos la lista de otras películas de SNL:

-‘It’s Pat’, sobre una cosa que no se sabe si es tío o tía. Ese es todo el chiste. Y da mucha grima. Inédita en España, claro
-‘Stuart Saves His Family’. ¿Sabéis qué peli es? Pues eso.
-‘Movida en el Roxbury’: Esa es famosa. Pero
ahora. Cuando se estrenó,
nadie le hizo caso. Y mola sólo por lo de la cabeza y el ‘Baby don’t hurt me’, que hacía más gracia hecho por Jim Carrey en alguno de
los sketches.
-‘Superstar’: ésta es tan mala que sólo la defendió Jordi Costa porque él sabía quién era Molly Shannon y TÚ NO.
-‘The Ladies Man’: Repito: ¿Sabes qué peli es?
-‘MacGruber’: un bonito fracaso de taquilla que también quedó inédita en nuestro país. Ahora en serio: ¿una parodia de McGyver? ¿De verdad?
A Barron le tocó lidiar con la que falta en la lista (aparte de las secuelas de los dos éxitos): ‘Los caraconos’, que habría sido mejor si se hubiera adaptado como tebeo de Superlópez. Lo del director eran los planos molones y esas cosas, pero la comedia como que no. Ahora, gracias a los numerosos pases en televisión (y, teniendo en cuenta que es una película Paramount, muchos más que le esperan en el canal homónimo) habrá perturbados que la defiendan como yo declaro mi amor por ‘Sueños eléctricos’, pero el hecho es que las críticas fueron lamentables y no pasó del sexto puesto en taquilla en EEUU. En España, ni se molestaron en pasarla por cines.
Por lo tanto, Steve tuvo que volver al cine independiente con ‘Pinocho: La leyenda’ (en contraste con ‘Pinocho: el cuento chungo’) y un infierno de películas para televisión y mini series, de las cuales la más relevante fue ‘Merlin’. Relevante en el sentido de que me dieron ganas de prenderle fuego a la televisión tras esperar con ansia su estreno y encontrarme aquello.
Al menos no ha hecho una de The Asylum. Todavía.
Y este es el resumen en cinco personalidades de mi infancia audiovisual. De esa época en la que ponías ‘Tocata’ y no sabías si te iba a tocar una nueva maravilla que revolucionara tu mundo audiovisual o directamente te ibas a morir de vicisitud. Porque como los primeros videojuegos, los primeros discos de progresivo o los primeros polvos, los comienzos son siempre memorables, locos y de futuro imprevisible.