Cine-Colonoscopia: El VHS más caro de la historia

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Ahora los gafapastas ya no llevan gafas de pasta como seña básica de identidad. Más bien han elegido distinguirse por sus barbas amediocamino. Esto es: que ni son recortaditas en plan Sean Bean ni llegan a la épica de un Gandalf de la vida. O, en resumen, lo que viene siendo una puta mierda. Porque sólo hay dos opciones inteligentes si te dejas pelo en la cara: La primera es dejarlo todo cortito para poder controlar la cantidad de sopa y cachos de trisketos que se quedan a vivir por allí y para poderte sacudir con facilidad el vello púbico tras un sabroso cunnilingus. La segunda es que, ya puestos, vas de perdido al río y te marcas un mayestático Panorámix. O mejor todavía: un bajista de Phil Collins:
Pil es el mejor hasta escogiendo músicos
Parece ser que la última moda de los barbachunga estos (¿me pregunto qué harán ahora las mujeres hipsters?¿Hacerse trencitas con los pelos del sobaco?¿Tatuarse un bigotíns?) es apuntarse a una de las tontadas retro más imbéciles que he escuchado.
No estoy hablando de comprar vinilos. Hasta cierto punto, es una afición que entiendo. Tampoco hay tanta diferencia de sonido si el LP está limpio y, de todas maneras, no se rayan, pues se compran para no ponerlos, dado que de todas maneras ya te has bajado el disco de internet. Se trata más bien de un backup analógico por si un buen día se acaba la civilización porque por fin Cthulhu, harto de ver 13TV, se ha levantado para sodomizar a todos los neocons del mundo. Además son objetos grandes y bonitos que se pueden enmarcar o, en el caso de ser un disco de Los Planetas, reutilizar como bolso, frisbee o arma arrojadiza contra zombis.
Vamos, que sólo estoy auto convenciéndome de que no soy gilipollas por tener esto. Y MÁS.

Pero lo de comprar VHS por moda es tan lamentable como hacerse con la colección de Los Romeros de la Puebla en casette. Este diabólico formato que tantos recuerdos nos trae era, reconozcámoslo ya, una puta mierda. Se veía como el culo, se degradaba más que un parque infantil en Las Barranquillas y a menudo era devorado sin piedad por cabezales caníbales de los reproductores. De hecho, cuando empezaron a aparecer películas para compra directa sin pasar por el videoclub yo, a pesar de tener una vida que sólo giraba en torno al cine y al Spectrum, apenas compré ninguna. Por supuesto que grababa. Pero lo de tener original un formato que ya sabía que caducaba más rápido que un meme de forocoches me parecía un gasto idiota. Mis únicas excepciones fueron un puñado de películas que adquirí para ver algo en inglés y mejorar mi habilidad con el idioma (los títulos fueron ‘La Guerra de las Galaxias’, ‘Un Pez Llamado Wanda’, ‘Willow’, ‘Cita a Ciegas’ y ‘Están Vivos’), la versión de ‘Metrópolis’ de Moroder (o sea: LA BUENA), unos videoclips de Mike Oldfield y Dire Straits (¡Que no había Youtube en esa época y mis amigos estaban ocupados comprando VHSs de Depeche Mode!) y ‘Nunca había hecho esto antes’, estrepitoso truño con Nina Hartley que os aseguro que fue amortizado. O sí. Mucho. Demasiado incluso. Todavía me sé los diálogos. Eso es triste.
Pero, so capullo (diréis): ¿y qué pasa con las películas que nunca se editaron en DVD?
Pues a ello vamos.
Por lo que sé, el coleccionismo hipster no está especialmente preocupado de eso. Porque lo de las películas raras es dominio de depravados. Gente como mi queridísimo acosador Garringo, obsesionado por encontrar el doblaje español de todos los spaguetti westerns del mundo, o, peor aún, José Viruete y las estanterías de su casa a las que las cintas de vídeo le otorgan un acogedor aspecto de síndrome de Diógenes. O incluso el idiota que escribe esto y habla de sí mismo en tercera persona. Cierto es que sólo lo he hecho dos veces, pero que sepáis que por una buena causa: sin el mercado de segunda mano de VHS no tendríais el Videofobia Z de ‘Bárbara la Bárbara’.
¿Y todo esto a qué viene? Pues a que hay ahora un buen puñado de documentales sobre el fenómeno del VHS. Sobre cómo cambió la forma de consumir cine. Cómo hizo ricos a los reparadores de cabezales destrozados. Cómo hoy en día hay gente capaz de pagar mucho dinero por algo que se ve como el culo y que sabes que tarde o temprano acabará en un torrent o, peor todavía, editado en DVD.
Y es que en uno de esos documentales me enteré que se llegó a pagar 700 dólares por una película.
Setecientos dólares.
DCC dólares.
Así que, si era tan rara como para alcanzar esos precios en EBay, ya os podéis ir haciendo una idea del tipo de persona capaz de soltar tanta guita. ¿Acaso esperáis que un fan de Angelopoulos o Manoel De Oliveira (¡único director del mudo en activo!) haga tal desembolso por una obra artít-tica perdida? No, joer. Estamos hablando de un coleccionista de caspa de la chunga.
Pero chunga, chunga.
Pero chunga, chunga, chunga.
Vamos a ver: si la hubiera visto hace más de dos meses, habría pensado que es lo peor de la historia. O al menos parte de un panteón de empate técnico con cosas como ‘A Night To Dismember’. Pero claro: recientemente me tragué junto con Viruete, Oso y una mujer cuyo nombre no revelaré para no joder sus oportunidades futuras de un empleo decente, la ovra gitana ‘Una familia con mucha marcha’, cosa que sólo se puede considerar película porque el director lo dice a cámara antes de empezar y porque su abuela no para de hablar refiriéndose a las imágenes del averno que estábamos viendo como tal. De hecho, cuenta la leyenda que el perturbado extremo del director llevó a una distribuidora este vídeo casero plagado de congelados y zooms al camel toe de su hermana adolescentes (no preguntéis: es tan incómodo como suena). Allí dijo que “Sus véis la película pa ponel-la en sines, que yo vuervo la semana que viene y si no me disís nada, sus quemo el chiringuito”. Nunca volvió, pero el DVD acabó recientemente en mis manos.
Abuela from vídeo casero hell
Y NO queréis una copia. En serio. Cuando digo que Viruete, Oso y yo atestiguamos que es la cutrez más insoportable que hemos visto, tenéis que escucharnos. Que pensamos en ponerla en una Monstrua o una Cutrecon, pero nos da miedo que haya gente entre el público que comience una agradable masacre o se empiece a convertirse en demonios a lo Lamberto Bava.
Así que olvidad este paréntesis de dos párrafos (que a veces divago más que Cospedal explicando la teoría de supercuerdas) y volved a la mierda amateur que nos ocupa. La de 700 dólares. Que, con tanta tontería, todavía no he dicho cómo se llama.

Se trata de ‘Tales from the Quadead Zone’. O sea, ‘Historias de la Zona Cuamuerta’. ¿Que qué cojones significa ‘Cuamuerta’? Pues se trata de un palabro inventado por el visionario director, que se adelantó en varios lustros a los ejecutivos drogadictos de Hollywood que decidieron que eso de ‘TETRAlogía’ era muy culto y que molaba más decir que ‘Alien’ era una ‘Quadrilogía’. Personalmente, lo del prefijo ‘quad’ me recuerda más bien a canis del Campo de Gibraltar y Barbate conduciendo estos inventos motorizados sólo ligeramente más ridículos que el Sinclair C5 para ir a buscar fardos de contrabando a la playa.
El responsable de esta y muchas otras ideas que sólo pueden entenderse como producto de una intoxicación con Pato WC fue un tal Chester N. Turner, conocido en su barrio de algún lugar de Illinois como Chester ‘Negado’ Turner, Chester ‘Nerd’ Turner o Chester ‘Métete la cámara por el culo’ Turner.

O, como en todas las pandillas, El Negro.

El paquete de Chester…

… es más conocido por su película ‘Black Devil Doll From Hell’. Se trata de uno de los primeros clásicos de la hilaridad rodado en, como no, VHS. Con el micro de la cámara, claro. Una experiencia que ya relataron en Cine Cutre en este post. Resumiendo: sonido espantoso. Actores a la altura. Sexo entre un muñeco y una señora con pelos infames. Y música de Casio VLTone tocado por un parapléjico. Por un parapléjico manco. Todo lo que hace que se quiera ver una película.
Su siguiente y última ovra colonoscópica fue este ‘Tales From the Quadead Zone’. ¿Aprendió algo de técnica cinematográfica en el interim? Estáis en este blog. Sabéis la respuesta.
La película comienza con una dedicatoria de Chester a su padre. Lo cual indica la sinceridad del empeño. Y esto, en la época en la que el ‘cine jajamiraquerisaquemalo’ está personificado sobre todo en cosas como ‘Sharknado’, es de agradecer. Porque la mierda sincera es la que mola. Por eso ‘The Room’, ‘After Last Season’ y ‘Birdemic’ son tan jrandes.
No es el caso de ‘Tales from the Quadead Zone’. Porque esto es muy aburrido. Hay cierto entretenimiento en la total estupefacción que causa pensar cómo alguien ha podido cometer semejante crimen audiovisual. Pero, a pesar de apenas pasar los 60 minutos, se hace muy cuesta arriba.
Tras la dedicatoria, comprobamos rápidamente si Chester ha mejorado sus capacidades como músico. Y me alegra decir que esta vez no parece estar todo interpretado y compuesto por un parapléjico manco, sino por un parapléjico manco psicópata coleccionista de cadáveres:

La película es, como era de esperar, una antología de historias que le lee la protagonista (que también era la actriz principal de ‘Black Devil Doll From Hell) a su hijo fantasma. Al niño no lo vemos ni lo escuchamos, pero de vez en cuando le mete un resoplido a la madre que le mueve el flequillo mientras ella pone cara de orgasmo, lo cual, si lo piensas bien, es muy turbador y, si lo ves, muy turbador y grimoso gracias a las gafas cockblocker King size que lleva la buena munhé.

La primera historia es sobre una familia que se sienta a la mesa. El patriarca toca una campanita y los hijos se lanzan a por un bocata de pan bimbo. El más lento, se queda sin comer. Así que un día el hijo más gordo, que se ve que tiene el mismo desequilibrio hormonal que Hurley en Perdidos, se harta de pasar hambre, coge un trabuco y mata a varios hermanos. Repite la operación otra vez. Sobre la imagen congelada de las caras de los personajes, nos dicen que unos murieron y otros están en el sistema de protección de testigos. Lo cual, si lo piensas bien, no tiene demasiado sentido. Y, si lo piensas un poquito más, se te sale el cerebro por la uretra.
Y fin. Esa es la primera apasionante historia. La segunda narra las aventuras de unos señores que roban un cadáver de la morgue. Hablan un rato, no entiendo nada porque sólo se escucha el sonido del ventilador de la cámara y uno se queda solo con el muerto. A continuación, el tío se marca un Cinco Horas con Mario contando su vida al cadáver. Desde luego, parecían cinco horas. Feck: me pasé tres niveles del Candy Crush mientras el señor no paraba de hablar y descojonarse y sólo saqué la conclusión de que a lo mejor era su hermano. Pero no estoy seguro. En algún momento entre el nivel 236 y el 237, el prota viste al muerto de payaso antes de irse a cavar su tumba. Por supuesto, se levanta zombi y empieza a hablar como si se hubiera tragado una recreativa de Space Invaders estropeada al tiempo que lucha por mantenerse enfocado.
Mata al hermano y fin.
La tercera historia que le cuenta la madre al niño… ¡No existe! Lo cual es a nivel conceptual lo mejor de la peli: estas antologías de relatos suelen tener un número determinado de cuentos y una historia que sirve de prólogo y epílogo. El Chester pasa de todo: convierte a la madre y el niño fantasma en los protagonistas de la tercera narración. ¿Cuál es entonces el cuarto cuento que anuncia el título, preguntaréis estupefactos?
¡NINGUNO! Era el cachondo del Chester, troleándonos antes de que se inventara el troleo. Por segunda vez, un visionario.
La historia de la madre alcanza los mismos niveles de complejidad que las anteriores. Llega su marido para tomarse las lentejas. Le mete dos hostias. Ella se lo carga y le da por hacer un perturbador baile que sin duda arrasaría en las fiestas de Arkham Asylum:
Luego, se suicida cuando llega la policía y 21 horas después se reúne como espíritu con su hijo. ¿Por qué precisamente 21? Porque… yo qué sé. Porque lo dice Hans Magnus Enzensberger. Por eso.
Un final feliz que se queda empañado por una última nota de terror: los créditos, en el estilo de ‘Cromwell Rey de los Bárbaros’ o ‘Bookaroo Banzai’, amenazaban una secuela que nunca se hizo. Pero, misteriosamente, este desastre condenado al olvido ha tenido una segunda vida. Tras el éxito entre perturbados de ‘Black Devil Doll From Hell’ y el hecho de haberse convertido en el video más caro (haciendo raccord, de una película rodada precisamente en vídeo), una editora estadounidense ha rastreado al director y va a editar su filmografía en DVD este octubre.
Así que ahora hay un señor que tiene una película espantosa, con una portada espantosa, en un formato espantoso por 700 dólares. Y ya ni siquiera puede vacilar a sus tres conocidos por internet que también son coleccionistas de ser el único que la posee, porque ya hasta estará en DVD y pronto fácilmente disponible en todo tipo de torrents y con mejor calidad. Pero claro: también es verdad que si este pobre perturbado no hubiera cascado ese dinero, la película no habría sido legendaria y quizá no se habría editado en formato digital. Se podría decir que tenemos eso que agradecerle. Se podría.
Se PODRÍA.

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