artículo de nuestro “Mes Tocapelotas” que puede conseguir la desaparición del
blog y el fin del universo tal y como lo conocemos (aunque el efecto quizá se
circunscriba sólo a nuestra galaxia). Sin embargo, en una conversación ayer por
Feckbook se me lanzó un reto: hacer una
performance escrita sofista. Un experimento rapidito destinado a demostrar cómo
todo es relativo en esta vida excepto el hecho de que no se ha de besar con
lengua a alguien que acabe de potar.
hostia. Yo no estoy de acuerdo. Puedo a llegar a ser un sofista de mierda. Pero
es cierto que siempre me han fascinado este tipo de ejercicios como el que
muestra esa ovra maentra sórdida que es ‘Ridicule’. (*El clip que pongo a
continuación está en francés, pero sus jodéis. No saber ese idioma está mal. Yo
voy a intentar retomar el aprendizaje por dos motivos: para leer tebeos de Blake y Mortimer antes de que los saque Norma y para hacerme el gracioso con
las guapas vendedoras francesas de películas en los mercados. Efectivamente: ninguno objetivo
especialmente loable. Sobre todo por el bien de las francesas. Y de mi futuro
laboral)
rápidas de la pinícula ‘El Llanero Solitario’. Como hoy en día, a la hora de
juzgar blockbusters, todo es o lo mejor o una puta mierda, me imbuiré de ese zeitsgeist
y una será orgásmica y la otra destructiva. Lo importante es que en ningún
momento voy a decir lo que realmente me pareció de verdad. Tampoco voy a
intentar escribir como yo mismo, sino que estarán redactadas como cualquier
crítico de Film Affinity con el fin de crear la ilusión adecuada (posturas de
superioridad o de fanboy incluídas).
creadores de Piratas del Caribe se embarcan en la empresa de aplicar al western
la maniobra de resurrección que tan buenos réditos les reportó con el cine de
aventuras marítimas. El resultado se ha encontrado con el rechazo de una audiencia que simplemente sigue reacia a quitarle el estigma que arrastra el cine del
oeste para el gran público (obviando éxitos más puntuales como ‘Valor de Ley’ o
‘Sin Perdón’ que se enmarcan más bien en el terreno del cine de autor). El Llanero Solitario es, sin embargo, una
gran película que, como ha dicho el propio productor (el mítico Jerry
Bruckheimer), será reivindicada en el futuro como le ocurrió a su propia ‘Flashdance’
o ya está pasando con el otro fracaso comparable (en el sentido de alto
presupuesto y recuperación del espíritu pulp) como fue ‘John Carter’.
entretenimiento dentro de un panorama general hostil para el escapismo puro. En una situación general el que tanto la crítica como ciertos sectores
del público muy vociferantes en internet reclaman el cinismo como único valor
de interés, ‘El Llanero Solitario’ no pide disculpas por ser pura diversión. De
hecho, a través del inteligente uso de la figura del narrador, el propio guión
de Ted Elliot y Terry Rossio (con Justin Haythe) denuncia la corriente habitual
de gran parte de los creadores de opinión obsesionados más por buscar supuestas
incongruencias de guión que en suspender su desconfianza y disfrutar del
espectáculo. Un anciano Tonto (Johnny Depp), compañero del protagonista, es quien cuenta la historia a un niño en el arranque de la película. En
un momento importantísimo a nivel metalingüístico, al ser cuestionado por eventos dudosos fuera de pantalla, el indio deja claro
que los detalles dan igual, y que, si tiene que inventarse algo para que la
historia sea más divertida, pues mejor. Hay que relajarse y disfrutar.
alejado de su icónico Jack Sparrow en manierismos, pero muy parecido en
esencia: mucho humor, algo de ambigüedad en sus acciones y momentos que revelan
su verdadero yo debajo de sus excentricidades. Para ello toma como modelo al
mítico Buster Keaton, en una maravillosa lección de comicidad contenida que
habría apreciado el propio genio. Sobre todo en las dos escenas de acción que
abren y cierran la película, claros homenajes a ‘El maquinista de la general’.
referencia. Como ya había demostrado en su excepcional ‘Rango’, Gore Verbinski
puebla la película de citas a lo mejor del western, desde ‘La muerte
tenía un precio’ en todo lo relativo a la trama principal, hasta John Ford en las localizaciones. La
labor del realizador vuelve a ser inmaculada, muy dotada para la comedia en la parte media de la película y con acento especial en una secuencia de
acción final que es la que destila mejor hacer cinematográfico de todas las vistas este verano plagado de blockbusters de ciencia ficción. Menos mal que alguien
decidió a regalarnos a algunos una muestra de cierto tipo de cine alegre,
divertido e inocente (como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta los orígenes del personaje) que tanto echamos de menos a veces.
creadores de Piratas del Caribe se embarcan en la empresa de aplicar al western
la maniobra de resurrección que tan buenos réditos les reportó con el cine de
aventuras marítimas. El resultado, empero, es un marasmo hipertrofiado que los
ha conducido al fracaso.
tendencia actual que dicta que una película «importante” no puede durar menos
de dos horas, la cinta acaba resultando aburrida, pues presenta apenas tres
escenas de acción a lo largo de sus dos horas y media de duración. El resto se
ancla en una historia predecible, en la que al malvado principal sólo le falta
retorcerse el bigote en la primera escena que aparece, siendo su supuesta
revelación una de las no-sorpresas más patéticas de la cartelera veraniega.
sorprenderían hoy en día ni a un escolar, la película trata de anclarse
únicamente en la supuesta interpretación humorística de Johnny Depp, en una
especie de variación sobre Jack Sparrow si éste se hubiera tomado un Valium. Su
intención de tomar como modelo a Buster Keaton es obvia. Sin embargo, Depp no
puede dejar escapar gestos mucho más contemporáneos que rompen la magia. Por no
hablar de las numerosas veces en las que el personaje cae en el ridículo más bufonesco, cosa
que nunca le ocurría a la estrella del cine mudo. Especialmente dolorosa es la
escena en el despacho de una Helena Bonham Carter (que apenas vemos en dos
secuencias y cuyo personaje no tiene ningún sentido en la trama). En ella, Depp
se dedica a jugar con varios artilugios que decoran las instalaciones en un
claro intento de hacer humor visual para sazonar el metraje. Todo ello alcanza su cénit de desesperación
cuando mete la cabeza dentro de una jaula, que podría parecer humor surrealista
(incompatible con la trama) o infantil (incompatible con el personaje), pero
que deja un poso de humor desesperado.
que avanza a trompicones mediante diálogos interminables que salta sin parar
por abismos de lógica. Problemas de guión obvios que Terry Rossio y Ted Elliot
(más en sintonía aquí con el infantilismo de ‘La máscara de El Zorro’ que con
la sofisticación de ‘Piratas del Caribe’) intentan justificar haciendo pasar
todo por invenciones del narrador. Una salida facilona, cínica y tramposa que
no deja de ocultar la realidad: todo pasa en la película porque sí, y cualquier
espectador de más de tres años se sentirá molesto por la cantidad de agujeros
de guión que ha de sufrir. Admitir el crimen ni lo borra ni te exculpa. No cuela, señores.
absoluto ni estos problemas, ni la ausencia de interés del personaje principal
(ese que debería ser El Llanero, pero que ve secuestrado su protagonismo por la
estrella de turno porque el mercado manda más que la historia que hay que contar).
Si ya en ‘Rango’ demostró que lo que único que le importan son escenas
determinadas (en aquel caso, todo el primer acto), en esta película sólo le
mueve el interés por sus escasas dos set-pieces que, encima, se desarrollan
exactamente en el mismo contexto de trenes desbocados. Todo ello ambientado con
la famosa obertura de Guillermo Tell que se antojará ridícula para muchos.
Porque los tiempos han cambiado y no estamos para grandes fanfarrias y
pistoleros blancos que no disparan a nadie (Disney y los motivos económicos
vuelven a mandar más que una historia interesante)
Piratas porque aquella cinta era memorable, divertida y con una duración ajustada. ‘El llanero solitario’ no ha vuelto a encandilarnos con el
western por un motivo simple: es mala. Y lo que es peor: aburrida.