
Las secuelas no sólo existen en el cine y en lo que ocurre en mi estómago después de beber medio litro de Irn Bru. También en los artículos para blogs. Así que he decidido escribir una segunda parte de
un post pasado. No porque fuera un éxito de crítica y público. Sino, cual
continuación directa a dvd, por pura desidia creativa.
Así que allá vamos. Saquemos provecho de las horas que me paso escuchando podcasts sobre escepticismo, ya que es algo que no sirve ni siquiera para ganar al Trivial Pursuit. Y mucho menos para hacerte popular entre tus compañeros de trabajo, que no dudan en recomendarte homeopatía, reikis o cualquier otra chorrada. Momentos en los que tengo que ensayar mi más forzada sonrisa y morderme la lengua por aquello de no hacerme el listillo y que todos me odien. Más.
1.- Los ciclos menstruales de las mujeres no se sincronizan cuando viven juntas.
Una de esas tontadas que gusta decir por un motivo claro: para insultar al género femenino y sugerir que son una especie de ente uniforme que, como la Amenaza Amarilla de principios del siglo XX, los illuminati o los fans de Christopher Nolan, quiere subyugar a la humanidad.
Pues no: esta creencia que muchas féminas dirán que es cierta, jotía, que a ellas les pasa, es lo que se conoce en ciencia como ‘Sesgo de Confirmación’. Esto es, el mismo concepto que hay detrás de la Ley de Murphy o tu amigo que se queja de que siempre que consigue quedar con una chica, ella tiene la regla. No, chaval: te pasó un par de veces de diez y tú ya lo aplicas al resto porque recordamos los aciertos y olvidamos los errores. Y que sepas que el resto de las ocasiones en las que alegaron tomatazo era por otro motivo: que no querían follar contigo. Que el shawarma con su salsaza de ajo estará muy molón si se lo comen Los Vengadores, pero para meter la lengua a una señorita luego es un Gastronomic Choice Fail a la altura de zampar fabada antes de una sesión de sexo anal.
Por otra parte, creo que todos debéis saber que folgar durante la menstruación no es malo en sí. De hecho, los orgasmos son un remedio cojonudo para aliviar los dolores asociados. Sólo hay que esperar que el rojo oscuro sea vuestro color favorito. Así que mi recomendación: sábanas carmesí para todas las chicas y ambientador en la habitación. Para que no huela todo como el sótano de Leatherface.
(*EDITADO:
Normalmente no hago esto, pero creo que este caso vale la pena. Mucha gente está diciendo que este punto es erróneo refiriéndose a los estudios McClintock, algo que han llegado a aprender en facultades. Tal estudio data de 1971. Análisis recientes más rigurosos de los datos han demostrado que no hay evidencias para sostener sus afirmaciones. Más información, incluso en la Wikipedia)
2.- No existe el lado oscuro de la Luna.
Todo esto es culpa, como tantos otros desastres de la civilización, de Pink Floyd. Los ingleses no sólo son responsables de que exista el post rock y de que haya personas que te den la tabarra con que Syd Barret era un genio, sino que además popularizaron esta expresión en este país. En esppppañol siempre se ha dicho ‘La cara oculta de la Luna’, lo cual es perfectamente correcto. Pero lo de ‘oscura’ lleva a mucha gente a pensar que hay un sitio del satélite que, como tetas de supernumeraria del Opus, nunca toca el sol. Y, como eso es misterioso, ya sabemos los que pasa: que originó un efecto mucho peor que la simple confusión astronómica en el saber popular. Esto es, películas malas sobre monstruos, nazis o satán controlando el triángulo de las Bermudas desde ese sitio temible.
Pero no. Hay un lado de la Luna que no se ve básicamente porque el astro tarda en rotar sobre sí mismo lo mismo que su movimiento de traslación alrededor de la Tierra. Por eso vemos siempre los mismos cráteres. Esos que recuerdan a conejos, pero que a mí me hacen pensar en Edward James Olmos.
3.- Los golpes en la cabeza no son un recurso de guión.
El protagonista está apuntando al malo y echándole un discurso tan aburrido que haría que Hugo Chávez se tirara de los pelos.
Si los tuviera
O, mejor, si viviera.
Entonces, uno de los esbirros se acerca por detrás y le endiña con la culata de la pistola en todo lo que es concretamente el cráneo. El héroe cae sin sentido. Luego se despierta atado a una silla, se levanta, desarma a todos los que hay en la habitación, mata al malo, salta de una explosión, se folla a la chica, se va a hacer puenting y, para rematarlo, se corre la San Silvestre.
Pero la realidad sería otra cosa. Lo normal si te dan una amable hostia en la cabeza no es caer desmayado, sino volverte al que te lo ha hecho y gritar algo así como ‘¡Íoputamecagontusmuertos!’. Un golpe en la cabeza duele. Mucho. Pero no quiere decir necesariamente que vayas a quedar sin sentido hasta que el villano te despierte con un cubo de agua. Lo más normal es que estés desorientado unos segundos y acabes mareado y/o con visión borrosa.
Claro que sí que puede ocurrir que te desmayes si el zambombazo está correctamente aplicado. Entonces también es probable que te despiertes pasado un rato largo, desarmes a los malos, salves a la chica, te de un derrame cerebral y te mueras y eso.
4.- Los silenciadores de las pistolas no suenan a pedo silencioso.
Los que hayan escuchado un arma de fuego alguna vez a menos de 2 metros de distancia, sabrán que no suena a ‘¡Pium, pium!’, sino a ‘Voy a ver si puedo recoger el tímpano que ha salido despedido por el lacrimal mientras me desangro por el conducto auditivo’. Es uno de esos tipos de sonidos que sólo disfrutan los belicistas extremos y gente con problemas mentales como cualquier valenciano aficionado a las fallas.
Así que se inventaron los silenciadores. Nombre que podría considerarse como publicidad engañosa si no viviéramos en un mundo en el que, de todas formas, existen anticatarrales que no quitan el catarro, quitamanchas que dejan una extraña marca descolorida y cantantes que consideran al autotune su mejor amigo y amante por encima de su propia mano. Los silenciadores no silencian. Más bien atenúan bastante. Pero nunca suenan como en las pelis. Lo cual me entristece, porque en el cine siempre me han recordado a un pedo. Uno de esos de echar mucho aire y, a continuación, mirar al de al lado tuyo en el metro poniendo cara de ‘¡Menudo tío guarro!’.
En realidad, lo que hacen es que el disparo sea tolerable y más o menos haga el ruido de un petardito de esos que se tiran con fuerza al suelo. Que es bastante probable que se escuche desde la habitación de al lado de la que está James Bond matando a terroristas.
Y al que, por haber dicho la palabra ‘terroristas’, se le ocurra hacer un chiste con el puto Harlem Shake, le endiño una hostia con la culata y le remato metiéndole el silenciador por el culo.
5.- Los fechas del zodiaco no se corresponden con sus constelaciones

La astrología es una de las pseudociencias que más han caído en desgracia en los últimos tiempos, quizá por el auge de otras más de moda como la homeopatía o los análisis de la actualidad 13 TV, quizá porque se ha generalizado en los periódicos lo de contratar a becarios. No para hacer los horóscopos, sino para hacerlo todo. Como ya nadie los lee, pues mirar qué tontada se ha inventado un pobre desgraciado para lo que le pueda pasar a los Tauro hoy ya no es una diversión a la que se recurra diariamente.
Con todo, siempre habrá alguien que te diga que ‘algo de verdad tendrá’. Que, como es un conocimiento antiguo, pues será bueno. Ante este tipo de afirmaciones, lo mejor no es contestar burlándote de tu interlocutor. No sólo porque, para convencer a otra persona, lo peor que puedes hacer es cachondearte de ella, sino porque el “¿Tú de qué signo eres?” sigue misteriosamente siendo un buen tema de conversación estúpida con una chica para hacer tiempo antes del inevitable: “Disculpa, pero me encantaría cogerte una teta si no te parece mal”.
Yo he dicho esa frase.
Y puede que no me sirviera para cogiera teta, pero no veas la risa.
El caso es que es mucho mejor responder dando datos de la propia pseudociencia. Y el definitivo en lo que se refiere a la astrología es el siguiente:
Las constelaciones no están en el mismo sitio que cuando se crearon los signos del zodiaco.
Aunque creyéramos que realmente la posición de otros soles y planetas en el momento de nuestro nacimiento tiene que ver con el hecho de que te gusten o no las alcaparras, lo divertido es que, realmente, el cambio en el eje de la tierra desde los tiempos de Ptolomeo en 33º ha hecho que las constelaciones no aparezcan en el cielo en los mismos días del año que en las fechas establecidas en el siglo I.
Lo cual no quita que, como buen Tauro, sea cabezota, hogareño y me gusten las pelirrojas. Aunque creo que esto último no lo decían de los Tauro. Quizá de mi ascendente. Esa maravilla que se inventaron para doblar la posibilidad de acertar con sus predicciones inventadas. Así, cualquiera.
6.- No hay que beber ocho vasos de agua al día.
Las creencias médicas chorra de ‘recomendaciones para una vida saludable’ se han extendido tanto hoy en día que hasta Coca Cola las ha parodiado en un anuncio. Y cuando algo es objeto de cachondeo en la publicidad, es como cuando un deportista hacía un videojuego de
Spectrum: el inicio de la decadencia.
Pero, si bien muchos se han dado cuenta de que si comes toda la variedad diaria que te recomiendan en las revistas o supuestos dietistas en Yahoo Answers puedes acabar como Val Kilmer, el dato de beber ocho vasos de agua al día parece tan concreto que DEBE ser verdad. ¿No? ¿No?
Pues claro que no.
La clave aquí es que sí que está bien ingerir dos litros de líquido al día. Pero el punto de todo esto es que no tiene que ser necesariamente bebiendo. También nos aportan líquidos las comidas, tanto de alimentos como de…
(Joder, Paco: esa bastedad era muy fácil. Estás por encima de esas obviedades)
… de coño y polla.
(No, no lo estoy)
De hecho, beber demasiado líquido sin necesitarlo incluso puede conllevar problemas de salud. Así que la regla normal es: bebe si tienes sed o sudas mucho. Y que sea líquido de por lo menos 10º si necesitas acercarte a una chica y preguntarle: “Perdona, pero me encantaría cogerte teta si no te parece mal”.
7.- Las comidas picantes no causan úlceras.

Siempre me ha hecho una gracia tremenda la gente que va a restaurantes mejicanos y se preocupa por los efectos nocivos en su estómago de un buen chili con carne, pero luego se pide un salmorejo y unos chorizacos en la tasca espppañola de la esquina. Porque hay esa creencia de que comer picante de cocinas exóticas es como ingerir baba de alien.
No seré yo quien diga lo contrario. Sólo estoy poniendo ambas salvajadas a la misma altura.
Eso sí, existe la certeza de que el exceso de picante puede acabar abriéndote un agujero en el estómago. Porque todos pillamos nuestros conocimientos científicos de los dibujos de los Loony Tunes cuando Bugs Bunny coge tabasco para derretir los barrotes de la cárcel.
La realidad es que las comidas muy especiadas no crean úlceras. Indigestión, rebutreos y reflujo volcánico sí. Pero sólo irritan la úlcera si ya tienes una. Probablemente causada por el estrés derivado de acercarte a una chica y decirle: “Perdona, pero me encantaría cogerte una teta si no te parece mal”.
8.- La comida orgánica no es más saludable.
Por esto me van a caer más hostias que si entrara en la Capilla Sixtina, pene en mano, con un tatuaje en él que pusiera ‘Déjense de hostias y voten a Papa Pitufo’. Claro que eso sólo ocurriría si fuera Solid Snake y pasara los controles de seguridad. Y si me cupiera esa frase en la pisha.
Pero, qué cojones… a inmolarse:

La comida orgánica es genéticamente idéntica a la comida normal. Por lo tanto, a nivel alimenticio es el mismo. Te aporta los mismos nutrientes. La única diferencia es que se cultiva con una serie de prohibiciones. Y el Dogma de Lars Von Trier nos enseñó que las prohibiciones arbitrarias sólo conducen a pagar dinero por el producto y sentir que un nazi alemán te ha violado analmente. Los orgánicos no perpetran cosas tan graves para la salud como estrenar en cines ‘Los idiotas’. Lo que hacen es prohibir el uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos modernos para las plantas y obligar a que los animales no hayan sido criados con antibióticos (entre otras cosas, que ya veo los comentarios soltando la letanía del credo orgánico, que me la suda: yo soy más del credo orgásmico, gracias)
Vamos todo muy natural. Y como ya vimos en el
post de las falacias lógicas, lo natural es lo más. Es mejor que tener a Falete en un reality show. Es más chachipiruli que ser fan de
Rodríguez después de ver ‘Searching for the Sugar Man’.
(Incidentalmente, he de confesar que me he apuntado a la moda y me he comprado los dos discos… soy débil)

Pero la clave es que si pillas la misma planta y la cultivas de diferentes maneras, sus propiedades químicas son idénticas, porque su contenido bioquímico se define por sus genes y no por su cultivo. Yo habría sido bajito y con hernia de hiato independientemente de si mis padres me hubieran vestido con polos o con camisetas heavys o de si hubiera visto películas de Pajares o de Truffaut. En mi caso, ambas.
Sin embargo, alguien leerá esto y dirá: “¡Ajá! ¡Pero los productos normales tienen residuos de pesticidas!”.
A ellos les puedo decir dos cosas: 1) que hablar solo mientras lees un blog está bien según algunos psicólogos, pero que a mí me da miedo y 2) que eso es otra gilipollez. Los pesticidas orgánicos son menos eficaces. Luego hay que echar más. Y, una vez más: el que un producto sea ‘natural’ (no me digan, por favor, ‘sin productos químicos’ porque TODO está compuesto por productos químicos, incluídos tus esputos y las pelotillas que te sacas de la nariz) no quiere decir que sea bueno para ser ingerido. El mercurio, por ejemplo, no mola en tu estómago. Como comprobó mi profesor de química cuando se intentó suicidar jincándose una botellita de este elemento. Pero eso es otra historia que no contaré aquí, porque si no, me quedo sin anécdotas para las reuniones sociales. Que yo juego a los Sims y sé que es importante hablar con gente por medios que no sean internet.

¿Entonces, por qué habría que comprar productos orgánicos? A mí no me preguntéis. Yo me compro un cacao de ese tipo en una tienda cerca de Sol básicamente porque está más rico que el Colacao y el Nesquick. Y porque es de comercio justo.Y, qué coño: porque la dueña de la tienda es una belga muy mona. Comprad lo que creáis que vale el precio extra porque realmente os mola el sabor de la marca o por conciencia social. Pero no caigáis en justificaciones chorras y sin base científica.
9.- Los quiroprácticos no son fisioterapeutas.

Generalmente, los términos ‘quiropráctico’ y ‘fisioterapeuta’ se utilizan como sinónimos. Pero la realidad es que es como utilizar indistintamente ‘astrónomo’ y ‘astrólogo’ o ‘análisis rectal’ y ‘sexo anal’.
La fisioterapia es una rama muy extensa de la medicina. Resumiendo: Entre otras miles de cosas, es el tipo que te da los masajes cuando tienes esa contractura causada por intentar la séptima postura del Kama Sutra.
La quiropráctica es medicina alternativa de risa. Porque ya lo dijo Tim Minchin: ¿Sabes cómo se llama la medicina alternativa que se ha probado que funciona? MEDICINA.

El origen es muy parecido al de la homeopatía: un tipo se la sacó del culo en el siglo XIX, esa época en la que ‘ir al médico’ era más arriesgado que ‘ir de vacaciones a Afganistán vestido de transexual’. Un tal Daniel Palmer se inventó que los imanes podían manejar una esencia espiritual que hay en el cuerpo, a la que llamó ‘Inteligencia Innata’, en lugar del más razonable y simple nombre de ‘Paco’. Toda tontería se debería llamar ‘Paco’. Tu Furby se debería llamar Paco. Tu perro: Paco. Tus calzoncillos favoritos: Paco. Tu hijo ilegítimo: Paco. Y yo a mi pene lo llamo, efectivamente, ‘Amparo’.
Así que esta ‘Inteligencia Innata’ o ‘Paco’, fluye por el cuerpo y se bloquea por el sistema nervioso yo qué sé por qué. Estrés o falta de onanismo, por ejemplo. Así que, manipulando la espina dorsal, se podría quitar el tapón y curar cualquier enfermedad.
O lo que se conoce en términos científicos como ‘¡Pfffff… jajajajaja!’.
La cosa se complica con el tiempo y tampoco me voy a meter en profundidad. Sólo hay que saber que muchos quiroprácticos han acabado aprendiendo y aceptando técnicas y conceptos de la fisioterapia, complicando las cosas y haciendo que sea más difícil diferenciar unos de los otros, pues existen escuelas distintas de quiropráctica más o menos fieles a la idiotez original.
Vamos, como todos los católicos que pasan de las partes comprometidas de la Biblia e intentan adaptarla a los nuevos tiempos. La gente inteligente es la hostia a la hora de racionalizar creencias que han llegado a albergar por razones estúpidas.
10.- Llevar ropa interior ajustada no causa esterilidad.
En principio, esta última entrada iba a versar sobre cómo el 666 NO es el número de la bestia. Ni su nombre. Ni su talla de camiseta imperio. Es otro número distinto. Pero, para ser sincero, me niego siquiera a leer la entrada de la Wikipedia sobre la cifra en cuestión, porque los desvaríos de un imbécil claramente bajo la influencia de psicotrópicos me dan mucha pereza.
Así que voy a terminar hablando de cojones, que es algo que me es más cercano. Y querido. Y magreado. Y peinado y lavado con champú. Champú de uso frecuente. De farmacia.
Así los quiero.
La idea extendida no es que, de tanto apretarlos con
una cojonera ajustada, los espermatozoides acaben asfixiados o con miedo escénico. La hipótesis partió del hecho bastante similar de que una alta temperatura en el escroto podría resultar en niveles anormales de espermatozoides y, quizá, esterilidad. Así que muchos dedujeron que mejor andar tolón tolón que tener el paquete bien apretadito y sudado.
Pero varios estudios (como
éste del que he sacado las conclusiones) han probado que no hay diferencia significativa de temperatura escrotal entre los distintos tipos de ropa interior. Lo que sí afecta es si se te pone todo el cuerpo a 40º de calentura cuando una persona erótica te lleva enardeciendo más de 3 horas seguidas y te ha respondido que ‘quizá’ a la pregunta: «Perdona, pero me encantaría cogerte una teta si no te parece mal». Claro que eso se soluciona con una descarga de semen en los pantalones que, al secarse, te lo dejan todo fresquito y pringoso…
Coño, Paco: Qué guarro eres.
Así que ya sabéis. Yo soy más de llevar las campanas tañendo con alegría, pero si queréis emular a Ian Anderson o a Barry Bostwick en Megaforce, sois libres de ir con el paquetins bien estrujado y marcado. Sólo si tenéis el tamaño de Michael Fassbender o Brandon Routh. Que si no es así, tampoco vale la pena.
Y así acabo esta primera secuela. Que, como es la moda desde tiempos de ‘Regreso al futuro 2 y 3’, es probable que tenga una tercera parte ya en fase de postproducción con diez chorraditas más para que os hagáis los listillos repelentes en cualquier conversación, para hacer tiempo antes de acercarte a esa chica que tanto te gusta y decirle: “Disculpa, pero me encantaría cogerte una teta si no te parece mal”.