…O más bien ‘ejecutivos sórdidos’. Pero por darle continuidad a un post anterior, dejaré este título. Porque el producto en sí no es especialmente risible. Sólo se trataba de unos caramelos de efecto saciante muy vendidos entre los 70 hasta principios de los 80. Vamos: como el Biomanan o ver una foto de Montoro desnudo comiendo albóndigas.
La gracia estaba en el nombre: Ayds. Así, con la y griega. El porqué es algo que desconozco, pero que especulo que se trataba de molar buscando palabras absurdamente escritas como ‘Tinky Winky’ ‘Kit Kat’ o ‘Yomvi’.
(Ahora es cuando me despiden del Plus por cachondearme de una de sus marcas)
El caso es que las ventas de Ayds en todos sus sabores eran la hostia porque, qué puñetas: estamos hablando de Estados Unidos, y eso de adelgazar allí es tan esencial como una bomba en una grabación de Intereconomía. Claro que llegaron los ochenta y cierta enfermedad que sonaba exactamente igual: el SIDA. Esto es, AIDS en inglés. Esto es, PUTADA en cualquier idioma.
Ante tal amenaza, los ejecutivos decidieron lo normal: que esto del SIDA era una moda pasajera, que ya se curaría, que su marca era la hosta y que sus pedos no olían. Por supuesto, a eso de del 88 las ventas habían caído un 50%. Y lo peor es que todavía no había la distancia histórica para que anuncios como este dieran gran risa en lugar de inmensa incomodidad:
“¡Estoy perdiendo peso con la ayuda del SIDA!” es uno de los mejores eslóganes de la historia de la publicidad. Y eso de que “El plan SIDA de adelgazamiento realmente funciona” es, desde luego, cualquier cosa menos publicidad engañosa. Y por ‘cualquier cosa’ me estoy refiriendo a ‘visión comercial de mierda’.
¡Funciona! (Hijos de puta)
Por supuesto, el público, sin el beneficio de la perspectiva histórica y la mala leche inherente a internet de hoy en día, no le vio la gracia. Así que propusieron cambiar el nombre de la marca.
Algo muy habitual en el mundo empresarial. A menudo para peor. Porque anda que no molaba ‘Mr. Proper’ y lo que perdió el producto cuando se cambió a ‘Don Limpio’, según creo, porque la gente no sabe inglés. Una idiotez, sobre todo porque en el Cádiz de los 80 casi nadie sabía qué coño significaba ‘Proper’, pero a Dertycia todo el mundo le llama así.
¿Cuál fue el nuevo nombre sugerido por los directivos para paliar la relación de su nombre de marca con la peor enfermedad de finales de siglo?
¿Qué innovadora idea surgió tras largas reuniones para levantar la empresa?
Le pusieron “Diet Ayds”.
DIET AYDS.
En serio.
Problema solucionado
La compañía comunicó que quería “suavizar el nombre sin cambiarlo completamente y perder la identificación”. La identificación, recordémoslo, con la enfermedad que se llevó a Freddie Mercury. Es como decir llamar a tu hijo ‘Capullo’ y luego, consciente de tu error, cambiárselo por ‘Capullito de alhelí’.
Obviamente, esta jugada maestra sólo pudo acabar de una manera: con la marca desapareciendo. El SIDA, por su parte, sigue por ahí rondando y dando la oportunidad a mucha gente de perder peso sin hacer dietas. Lo de morirse es una putada, pero ningún remedio es perfecto. Ni ninguna mente de un directivo de empresa.
Como demuestra la existencia de este otro maravilloso producto.
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