Los lectores del blog saben que considero que existen tres tipos de películas-colonoscopia: las cutreces hechas sin dinero, las producciones solventes desastrosas y las bazofias culturetas que nadie se atreve a denunciar a pesar de que el emperador no sólo está desnudo, sino que además el carajo no le cuelga por debajo del escroto.
El primer grupo es el más inabarcable y el que, paradójicamente, está cada vez más estudiado porque, qué coño: internet. El último es territorio virgen sobre el que debería plantar mi semilla en lugar de desperdiciarla en la taza del váter. El segundo, sin embargo es el más conocido, porque, a fin de cuentas, cuando una gran película se la mete, se queda como referente vital de muchas personas. Esto es: como trauma.
Pero incluso en el terreno que vio nacer a criaturas lovecraftianas como ‘Campo de Batalla: La Tierra’ o ‘Pearl Harbour’ existen películas olvidadas. Títulos que en su momento fueron el hazmerreir de todo el mundo del cine, de la sociedad en general e incluso de los habitantes de Algete. Pero de los que hoy casi nadie habla. Porque lo normal es referirse al último gran truño estrenado o reciente en la memoria. A cosas como ‘Resident Evil 5: Dios mío no me puedo creer que sólo sea un pasapantallas que no va a avanzar en nada la trama de la saga’ o a grandes tótems como ‘Batman y Robin’.
Obviamente, muchos de estos grandes fiascos luego han pasado continuamente por televisión, y siempre se encontrará gente que los rescate por nostalgia. O que los defienda con pasión. Si hay personas que se ponen con el porno prolapso, por qué no puede existir un fan fatal de ‘Catwoman’.
Y, no: NO queréis saber qué es el porno prolapso.
NO.
Así que es difícil enumerar una…
QUE NO.
A lo que iba: Así que es difícil enumerar una buena lista de películas que pocos recuerdan. Pero una vez hecha (y la he hecho), surge la pregunta: ¿Qué pasó? ¿Por qué no se habla de ellas? ¿Acaso no eran tan malas y sólo fueron condenadas por la coyuntura del momento? ¿Acaso no eran lo suficientemente ridículas para que un puñado de perturbados las consideren ‘de culto’ (de culto a Gozer el Gozeriano como mínimo)? Pues a eso vamos. Hoy someto a juicio a la muy olvidada… ‘Shanghai Surprise’
Y al perturbado que buscó lo que era ‘Porno prolapso’: Espero que al vomitar apretaras los dientes para al menos quedarte con los cachos más gordos.
Hechos del caso:
George Harrison, oficialmente el pagafantas del rock desde que Eric Clapton le robó la novia y siguieron siendo colegas, decidió un día tonto que para qué utilizar los billetes de 100 libras en hacerse con ellos canutos con el fin de alcanzar el nirvana. Que para eso, mejor se lo daba todo a los Monty Python. Así, por fin, saldría algo bueno de los royalties de ese plagio coñazo y repetitivo que es ‘My Sweet Lord’. Y, por supuesto, fue lo mejor que hizo en toda su vida. Eso y tener la gracia de responder a la pregunta ‘¿Por qué produjo la película’ con un cándido ‘Porque quería verla’. Es lo que tiene cagar dinero. Que te gastas unos cuantos millones en una entrada de cine.
Así nacieron el Frente Popular de Judea, Always Looking At The Bright Side of Life, la mejor sátira de la historia del cine y la productora Hand Made Films. Y el mundo fue un lugar mejor por ello.
Hasta que, después de varios títulos pequeños (‘Mona Lisa’, ‘Los Héroes del Tiempo’…), a Harrison le dio por hacer su primer título de alto presupuesto con miras a romper taquillas. Entonces, el mundo fue un lugar más indignado.
Se pilló una novela de intriga y aventuras exóticas ambientada en Shanghai en los años 30 porque, qué coño: un clon de combate más de Indiana Jones nunca viene mal. Por las críticas que he leído, el libro, llamado ‘Faraday’s Flowers’ no es precisamente el momento cumbre de su autor, pero de peores novelas se han sacado películas solventes. ¡A la espera estoy de una adaptación de Las Crónicas de Thomas Covenant al cine que no haga que me quiera cortar las venas con cada página!
Con el dinero reunido y las localizaciones exóticas acordadas, faltaban las estrellas protagonistas que enviar al culo del mundo a pillar una disentería en el mejor estilo de ‘La Reina de África’ o la propia ‘En busca del arca perdida’. Y ahí es donde realmente empieza la leyenda de la película. En lugar de arriesgar (y probablemente haber metido también la pata) con Tom Hanks, tuvieron la maravillosa idea de contratar a la pareja del momento: Sean Penn y Madonna. El que estuvieran recién casados y que ella fuera la cantante de moda garantizaba prensa. Claro que no calcularon que ese mismo exceso de publicidad podría dañar a la película. Pero eso lo veremos más adelante.
La cosa presenta a Penn como nuestro Harrison Ford / Michael Douglas. A este tío:
Como todos sabemos, esa cara lo que clama no es “nenas, venid a mí, que de la emoción absorberéis vuestras bragas dentro del útero mientras yo digo frases ingeniosas con mi media sonrisa seductora”. Penn es más bien del tipo “Soy el quinto hijo de Satán encarnado en un pandillero de El Pico y no quieres quedarte a solas conmigo en un sótano”. Añadamos otro dato importante: cuando Harrison Ford o Vijjo Mortensen están sudados y con barba de tres días, tienen ese agreste-look que vuelve locas a las señoras. Sean Penn con esa misma pinta lo que evoca es otra sensación: LA OLOR. Y el asco.
Pero bueno: Penn venía de haber interpretado comedia con éxito en ‘Aquel excitante curso’, así que todavía no sabían que la carrera posterior del actor demostró que lo de hacer reír no era lo suyo. Porque en estas películas de aventuras exóticas, el humor y el carisma son tan importantes como las escenas de acción.
Uy, las escenas de acción. A eso iremos luego.
Porque antes, vamos con su pareja. Como casting hecho en el 2X1 de Carrefour, lo de poner a Madonna tampoco puede parecer TAN mala idea. En ‘Buscando a Susan Desesperadamente’ había hecho con bastante desparpajo de guarrilla adolescente. Así que la opción de casting estaba clara: Interpretaría a una misionera.
Es como pillar a Sacha Grey para hacer un remake de ‘Historia de una monja’.
Unamos a eso que la chica todavía estaba un poco verde en esto de la interpretación y tenemos ya una pareja protagonista de mierda. Pero una película puede sobrevivir a eso. Con los actores no podían conseguir su objetivo de hacer una ‘La Reina de África’ para los 80. Pero quizá con los otros elementos, sí.
Que desde luego no iba a ser el guión. Ni la dirección. Ni la música. Ni siquiera la marca del café del catering.
La parte más curiosa de la anterior enumeración está en la banda sonora. Porque, ya que te pones y contratas a la mayor estrella femenina pop del momento, lo lógico es dejar que las canciones corran a cargo de un ex beatle que no había sacado un disco en un lustro. Porque era su película y él se la follaba como quisiera. Cierto es que alguna de las tonadas que sonaban de fondo acabarían en su éxito sorpresa ‘Cloud 9’, un disco que merece nuestro respeto. Pero no ocurrió lo mismo con la canción original ni la banda sonora, que ni siquiera llegó a comercializarse más allá de un single.
Este tema principal, a todo esto, que acabó como bonus track en la edición más reciente de ‘Cloud 9’, es la mar de simpático y tiene una particularidad: presenta coros de una voz femenina. Que no es Madonna. Ese sí que es un misterio que querría averiguar sobre cómo funcionaba la mente de Harrison, y no el metraje de chorradas espirituales de baratillo que nos ofreció Scorsese en su desastroso documental. Desastroso por el simple hecho de que se negó a poner ni un poquito de ‘I’ve Got My Mind Set on You’, que es una de las canciones referentes de mi infancia.
Pero vamos, que lo que convierte a la película en un viacrucis no es la ausencia de temas de Madonna. Eso tampoco salvó a ‘Who’s that Girl’ de hostiarse (en mucha menor medida, todo sea dicho) en taquilla. El problema estaba en el guión. Porque si nos prometen un clon de combate de Indiana Jones, más les vale hacer un clon de combate de Indiana Jones. Joder: si el primer plano de la película está protagonizado por Paul Freeman, el cual (spoiler alert), resulta ser el malo-sorpresa al final y, (vicisitud alert), era el antagonista de ‘Power Rangers: La pinícula’. ¡Contrataron al mismísimo Belloq! ¡No hay vergüenza!
*Nota de haberse leído la IMBD antes de escribir esto: realmente sustituyó en el último momento a Bernard Theoden Hill. Pero vamos: que la actitud pperística sigue presente en la elección.
Pero no: lo más relevante de esta película de aventuras es que… no hay ni una escena de acción. Ni una. Eso sí, a la media hora del comienzo hay una persecución… ¡en carritos rickshaws!
Need for Speed
Y luego… bueno… hay un par de explosiones en todo el metraje. Concretamente, de ‘La Sorpresa de Shanghai’, que es un cinturón con una trampa explosiva.
El resto son diálogos aburridos que no tienen gracia, Sean Penn solucionando un problema porque puede enseñar un lanzamiento de baseball especial a un chino (en serio) y un par de polvos de conveniencia que tampoco contienen demasiada acción. Por lo de ser para todos los públicos y el detalle de que Madonna interprete a la misionera con cierto acierto. Esto es: tiene pinta de que, para poder internarse en sus labios menores y mayores, hay que echarles sal. Parece que las ladillas hacen patinaje en sus bajos. Tiene pinta de que mea cubitos de hielo… Bueno. You get my point.
En la trama no me meto porque tampoco es que tenga mucho sentido: es de esas en las que todo el mundo tima a todo el mundo… pero sin ninguna sensación de sorpresa o peligro. O eso creo: me quedé dormido durante 10 minutos y cuando retomé el visionado por donde lo había dejado, estaba más concentrado en temas más excitantes como el té con galletas que tenía delante.
¿Qué pasó en su estreno?
Pues que la tiraron a finales de agosto en Estados Unidos, una fecha no muy propicia. Quizá porque la distribuidora americana (Metro) ya sabía lo que tenía entre manos. Debutó en una lamentable posición 18 de un ranking dominado por ‘Cuenta conmigo’ y ‘Top Gun’, esta última… ¡en su decimosexta semana!
¡No es culpa míaaaa!
Claro que la primera semana no es indicativa de la calidad de la película. Es probable que la sobredosis de atención sobre la pareja protagonista y los rumores sobre lo terrible de sus interpretaciones le quitaran las ganas a la gente de pasar por taquilla. Lo cual, en la era pre-internet y sin los fanboys gritando con sólo ver un par de planos ‘WORST MOVIE EVAAAR!!!’ es todo un logro.
¿Por qué tanto odio?
Pues, como acabo de decir, el odio a la película comenzó por la excesiva y cansina publicidad que atrajo la pareja protagonista. Y, por lo tanto, no sé por qué vuelvo a escribirlo. ¡Ah, sí! Porque los posts de Vicisitud y Sordidez tienen más relleno que un trabajo de Semiótica de la Comunicación.
El corto matrimonio entre Madonna y Sean Penn fue lo que suele describirse como una ‘turbulenta relación’, lo que traducido a román paladino viene a ser algo así como ‘El complejo Rihanna’ o ‘Se lían a hostias cada dos por tres’. Por mucho que Madonna dijera en con posterioridad que “Sean Penn’ fue el amor de mi vida”, esos dos iban juntos igual de bien que mojar un tigretón en fabada litoral.
El rodaje, como era de esperar, estuvo llenito de periodistas del corazón y polémica. Tanta que se llevaron parte de la grabación a Londres para controlar la situación (y las cagaleras inherentes a rodar en el tercer mundo). En cierta rueda de prensa tras el tumulto, Harrison se erigió como protector de Madonna, y el conocido como ‘el Beatle más relajado’ (esto es, aburrido) llegó a insultar a todos los reporteros allí reunidos en uno de sus raros ataques de hinchamiento de cojones. Algo que llevó años después a muchos a interpretar que Harrison andaba caliente porque tuvo una relación con la guarrilla italoamericana. Lo cual sí que tendría gracia, pero esto no es un blog del corazón. Todavía.
Claro que, tras la hostia en taquilla, George cambió su actitud y acabó diciendo que Penn era un coñazo y que Madonna “Tiene que darse cuenta de que se puede ser fabulosa y humilde al mismo tiempo”. Si además hubiera añadido “… Y que no grabe dentro de un par de décadas esa mierda de disco llamado MDNA”, habría convertido al Beatle en alguien más sabio que los gurús místicos de mierda que seguía.
Así que está claro que lo que ocurrió es que la prensa del cine se cebó con una pareja mediática que había hecho un fracaso. O lo que es lo mismo: que tuvo seis nominaciones a los abominables premios Razzie, esa odiosa institución que trata el cine-colonoscopia como una niña pija que no para de decir ‘es que soy tan friki, jotía, bazinga’, pero que en su puta vida ha leído un tebeo y sólo juega a lo que viene en el móvil. Impostura por moda y falta de amor.
¿Por qué está olvidada?
Porque se lo merece. No hay duda: la película es un coñazo. Se ganó esas nominaciones a los Razzies que antes he denunciado con tanta vehemencia. No es que sea mala: los planos casan los unos con los otros, Paul Freeman se lo pasa bien desorbitando los ojos y se nota más o menos el dinero invertido. Y la cancioncilla está decente. Pero, madre mía. Cómo aburre. Tanto por ser una película de acción sin acción como por ser una película de tensión romántica sin tensión romántica. Es de esas cintas malas que no sirven ni para divertirse con lo ridículas que son. El peor tipo de cine-colonoscopia: el simplemente mediocre.
¿Nos ofrecerán lo mismo los próximos clásicos? ¿Qué esconderá en su metraje, por ejemplo, ‘The Pirate Movie’? Se admiten sugerencias y prometo no dormirme viendo la próxima.
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