(Toca otro post de encargo. Esta vez, para el blog del Festival de Series de Canal+. ¿Demasiado idiosincrático para otra página, pero demasiado ligero para ente blog? Vosotros juzgaréis. Lo que sí es verdad es que este texto es el director’s cut, con ciertas frases que he tenido que eliminar en la versión oficial. Por bestias.)
Hay una máxima en internet que dicta que cualquier entrada de un blog sobre Charlie Sheen ha de empezar recordando su verdadero e hispano nombre. Pero eso sería necesario sólo si habláramos de Sheen, el hombre. El hijo de actores con problemas. El intérprete televisivo de éxito. Sin embargo, aquí estamos tratando otra cosa totalmente distinta. Aquí vamos a escribir de Charlie Sheen, la leyenda.
Quien sea en realidad este señor y lo que piense sobre medicare, la situación de Oriente Próximo o la carrera de sus hermanos me da concretamente que igual. Lo importante es analizar por qué Charlie es un mito para todo aquel que se considere un hombre. O, mejor dicho, un onvre. Que quienes suelan seguir el blog en el que escribo saben que no es lo mismo. Es mejor.
El Charlie Sheen que conocemos hoy en día nació más o menos a principios de los noventa. Sólo que por aquel entonces era una estrella que no acababa de arrancar y con problemas personales. De esas que los guardianes de la moral disfrutan crucificando.
Ese chaval que no sabía que hacer con su vida y que, tras dejar su afición por el baseball, acabó en el cine gracias a los contactos de papuchi Martin, había sido una estrella emergente del Hollywood ochentero. En su gran oportunidad, “Wall Street”, había visto cómo la Academia había pasado de él y había nominado al Oscar al mejor actor a la ingente cantidad de gomina que utilizaba Michael Douglas, verdadera protagonista de la película de Oliver Stone. A partir de ahí, su carrera fue dando más tumbos que él mismo tras una noche de juerga. Lo intentó como héroe de acción en cosas como ‘Navy Seals’ y grandes cachondeos como ‘El principiante’. Pero ese, al igual que el baseball, tampoco era su verdadero destino.
En ese momento, entraron en juego dos hechos que forjaron la leyenda.
Primero, en 1991, Jim Abrahams descubrió por fin para lo que realmente valía el chaval: para hacer cine de cachondeo extremo. Para reírse de sí mismo y protagonizar una de las mejores parodias de todos los tiempos: ‘Hot Shots’. Por fin su vida tenía medio sentido. El otro medio lo empezó a descubrir gracias a la pasta ganada haciendo el tonto como absolutamente nadie más es capaz.
De esta manera, el verano de 1993 dio a conocer al mundo la otra vocación de Sheen: ser un inmenso putero. Claro que, dentro del hipócrita Hollywood, él era uno de los buenos. Ir de putas está feo, pero Charlie reconoce sus debilidades sin reservas. No como el mierda de Robert Downey Jr, que ahora se cabrea con Ricky Gervais si le recuerda que ha sido toda su vida un politoxicómano.
Cuando explotó el escándalo de Heidi Fleiss, la famosa proxeneta de Hollywood con demasiadas ganas de fama, Sheen fue el único famoso que no sólo reconoció abiertamente que era su cliente. Es que además admitió hermosos detalles como su gusto porque las pilinguis se disfrazaran de animadoras. Algo que hasta me parece inocentón, sobre todo teniendo en España guardianes de la moral directores de periódicos que no tienen cojones para reconocer con total naturalidad que le guste que se le meen encima. ¡Hay que llevar con orgullo las depravaciones! Si quieres tu bonita lluvia dorada, dilo con la cabeza bien alta. Si eres feliz, a mí me da igual lo que hagas con las sábanas. A menos que obligues a otra persona a lavar a mano la guarrería resultante, claro.
Por supuesto que la opinión pública no supo apreciar a un juerguista putero sincero y cachondo en su momento. Primero, tenía que condenarle al escarnio general. Y pasó una década desastrosa en la que cayó tan bajo no sólo como para trabajar con Albert Pyun, sino sobre todo para intentar dar imagen de señor serio acreditándose como ‘Charles’ Sheen. No. ‘Charles‘ es el imbécil ese heredero del trono de Inglaterra que cree en la homeopatía y otras estupideces. Un putero estilo rock’n roll ha de llamarse Charlie. Entre película y película, nuestro héroe se dedicó a esa curiosa afición de liarse con actrices porno que le granjeó la reprobación de todo el mundo que nunca se liará con una actriz porno. La envidia, al igual que la burocracia o la posibilidad de que una bolsa de gas te reviente el recto durante una colonoscopia, es una constante mundial.
Menos mal que, con la llegada de los 2000, tocaba por fin que el mundo rescatara a esta inmensa figura. Tuvo que ser la televisión, esa que sí es capaz de dar segundas oportunidades a actores con un pasado que no gusta a la gente de bien. Sustituyendo a Michael J. Fox en Spin City, Charlie demostró que era un gran actor de comedia. Pero fue Chuck Lorre en ‘Dos hombres y medio’ el que se dio cuenta de que no sólo se trataba de un buen intérprete. El verdadero interés no estaba en que Charlie creara personajes. ¿Para qué, si él mismo es uno de los grandes personajes de la cultura popular de los últimos tiempos? El resultado: ocho temporadas fabricadas a su medida desembocando en convertirse en la estrella mejor pagada de la televisión. Y pudiendo así mantener lo que a todos nos preocupa de verdad: su capacidad para acostarse con actrices porno. Porque Charlie ha estado con Ginger Lynn y TÚ NO. Charlie se ha revolcado con Bree Olson mientras tú la llamabas ‘choni’ en un foro con una mano y tenías la otra en donde no debías. Feck: incluso se ha liado con Denise Richards, que no es actriz porno, pero que tiene las tetas exactamente igual de falsas que las profesionales del género.
No disfrutar de ‘Dos hombres y medio’ porque no te hace gracia es una opción vital que no comparto, pero que respeto. No disfrutarla porque te parece mal la figura de Sheen no sólo es de mojigato, sino de estar desactualizado. Sheen ya es parte de la historia del audiovisual. Es el más jrande. Y ahora tiene serie nueva. Se llama ‘Anger Management’ y la veré en el Festival de Series de Canal+. A pesar de su éxito en EEUU, cabe la posibilidad de que, sin el genio de Chuck Lorre detrás, sea mala. Pero qué puñetas importa. Nadie va a ver una bailarina de striptease para evaluar la calidad de la coreografía. Nosotros queremos a Charlie dando la nota. Siendo un tío chungo que exhibe con alegría su puterío y decadencia. Su mera presencia hace que cualquier producto audiovisual sea un 50% mejor. Por eso, Sheen es el ídolo de todos.
¿Estará mientras tanto su padre Martin orgulloso de a lo que ha llegado su hijo descarriado? Me importa un carajo. Él se hizo grande aguantando el rodaje de ‘Apocalypse Now’. Charlie, drogándose, yéndose de putas de lujo y molando más que todos nosotros juntos. Es un anatema para muchos, un nuevo héroe que invade la fortaleza del tiempo. Es leyenda.
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