Las siete razones por las que ‘Holmes & Watson: Madrid Days’ es una ‘ovra’ maestra.

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NEWS FLASH! Este martes día 18, a partir de las 20:00
participaremos en el programa sobre cine de Radio 3 ‘El séptimo vicio’. Por
supuesto, para defender a Garci a capa y espada. En este link podrán seguir el despropósito.
«Yo fui al cine Palafox a ver la de Garci y, de pronto, entraron unos con barbas que pensé que eran de Al Qaeda. Estuve acojonada toda
la proyección». Eso es lo que dijo a una amiga nuestra su fisioterapeuta.
Era, por supuesto, desconocedora del magno evento que congregó a una legión de
finstros para ver la que, independientemente de lo que se estrene de aquí a
diciembre, será la película del año.
Tanto en cinecutre como en doctor somier se han escrito excelsos y documentados reportajes sobre el evento, así que
faltábamos los que lanzamos el guante (por no mencionar «la semana de José
Luis Garci). Y, para no repetirme con estos compañeros de fatiga fílmica y
talibanismo, voy a hacer algo diferente: decir que, a pesar de todo, la
película es… BUENA. Hala.

El principal problema a la hora de juzgar a Garci es que,
como autor sólido y consagrado que es, ha llegado al momento ‘Colonia Hugo
Boss’ – aunque todos sepamos que José Luis será más de Varón Dandy –  que se define en el slogan «Your
fragrance, Your rules». Garci ha creado lo que los críticos de festivales
llaman «su propio sistema de representación», que sirve para explicar
por qué, si te lees los fascículos, puedes aceptar como válidas las cosas que hacen
señores como Kaurismaki, Bela Tar o – sabíais que lo iba a decir – Apichatpong
(aprovecho para recordar que, si el señor Weeresethaul no nos gusta es culpa
NUESTRA, alguien que se llame Apichatpong es un escogido). Por supuesto, este
tipo de argumentos abren las puertas al «todo vale», pero no hay que
olvidar que los «sistemas de representación» oficialmente aceptados
son tan ridículos como que Christian Bale se cure la columna haciendo puenting
casero, que a nadie le manguen el coche después de no cerrarlo con llave, o que
los gráficos de ‘Avatar’ se parezcan remotamente a la realidad.
Así pues, los diez momentos de ‘Holmes & Watson: Madrid
Days’ a través de los cuales Garci ha penetrado en el tejido de la realidad y
lo ha convertido en un mantón de manila con bat-compartimentos para las
bat-shurikens y las bat-porrasconchocolate.
1. Gary Piquer… habla

Después de más de cien años de cine se supone que deberían
haberse inventado TODOS los mecanismos para lidiar con la existencia de
múltiples idiomas en una película. De todos ellos el peor, sin duda alguna, es
el policorrecto-comomolalaVO de respetar las lenguas extranjeras y subtitular.
¡Eso supone olvidar que las diferentes nacionalidades existen sólo para hacer
chistes sobre ellas! Hasta la fecha, la opción más feliz – por faltona y
vicisitúdica – era la que había perpetrado David Fincher en su versión de
‘Millenium’. En ella, ¡todos! los personajes hablaban inglés con acento sueco,
sonando felizmente como anormales profundos. Sólo se salvaba Daniel Craig por
la opción maravillosamente insultante de que «como era británico, a los
yankis ya nos vale con ese acento raruno. Sin embargo, Garci dinamita todas las
convenciones. Si, en un principio, parece que hay que pensar que estamos ante
la «convención» de que hablan inglés en Inglaterra, todo salta por
los aires en la mítica escena con Víctor Clavijo en la que se ponen con el chip
bilingüe. La mente hace un rebobinado a toda velocidad preguntándose.
«¿Pero es que entonces estaban, cual Aznar con el catalán, hablando un
español de la hostia porque les salía de los santos huevos? ¿Hasta con las
autoridades de Scotland Yard?

Por supuesto, como guinda del pastel, la sobrehumana
pronunciación de Gary Piquer en ambos idiomas: si contratas a Satriani, es para
que te haga un solo, si sacas a Gianna Michaels en ‘Piranha 3D’ es para que
enseñe las tetas… Negarle a Gary su virtuosismo sólo lo hubiesen hecho
directores MUY mediocres. Lo que equivale a decir prácticamente cualquier
director que no se llame José Luis Garci.

2. El mejor surtido de ibéricos ever
El romanticismo es algo muy trillado. Hasta el propio Garci,
en las escenas entre Watson – por favor, intenten pronunciarlo TAN
impecablemente como Gary – y Manuela Velasco, cae en ciertos toques formularios
que sólo salvan momentos de belleza brechtiana en los que Manuela se atraganta
con las frases mientras José Luis decide, con sabiduría, «Repetir toma…
¿pa qué?». PERO – siempre hay un pero – cuando parece que las correrías
amorosas de Watson iban a ser el punto débil de la peli, Garci nos sorprende
con la expresión máxima del AMOL cósmico. El doctor, regresado a Londres, le
monta a su mujer – una enamoradísima Leticia Dolera, que lo contempla con el
debido embeleso – toda una exhibición de productos ibéricos ¡en el dormitorio!
Ella los mira extasiada a su marido mientras éste le explica el proceso de
elaboración del caldo con las puntas del jamón (ya antes le había escrito en
una carta que «las porras son el fruto de la sartén»). Al final de
todo, Garci saca romanticismo de debajo de las piedras con una de las frases
más arrebatadas jamás escuchadas en una sala de cine:

«¿Harías un cocido para mí?».
Con dos cojones.
3. ¿Perros policía o gatos policía?
Ahora que ‘The Wire’ a convencido a la intelligentsia de
que, por fin, conocen como realmente opera la policía, está bien que el tito
Garci nos suma en debates históricos que dejarían sin palabras a McNulty y
compañía. Que Holmes le diga a nuestro actor ‘eye candy’ favorito que emplée a
mujeres como policías para poder vigilar mejor las correrías de Jack el
destripador encaja, más o menos, dentro de los parámetros de cierto tipo de
cine progre-histórico reivindicativo. Nada novedoso, pero es que el reino de
Garci no es de este mundo. En una pirueta que, cual F1 en estado puro, parpadee
y me perdí, la conversación deriva a los ¡perros policía! Y, para añadir
complejidad, a un debate entre perros policía y gatos policía. Las butacas del
cine se alteraron tanto que muchas señoras cardadas de la calle Fuencarral nos
hicieron callar. Con razón.
4. Satán es mi señor
En el mejor tebeo de Tintin – ‘Las joyas de la Castafiore’ –
un Hergé en plenitud nos regalaba 62 páginas sobre un misterio que no sólo no
era tal, sino que ya se nos había revelado desde la primera viñeta (una urraca
ladrona). Aquí, Holmes ya sabe desde el principio quién es Jack el Destripador
(¿tengo que poner SPOILER aquí si no le he hecho con Tintin?). Este no es otro
que… ¡el urban renewal asociado a la corrupción urbanística! En efecto, lo que
trataban los múltiples Jacks era de hacer asomar a la luz pública lo chungos
que eran algunos barrios – Whitechapel y Madrid Centro – para justificar que
los derribasen para construir satanes. ¡Garci rojo, reivindicativo y, en
palabras de Paco, 15-emero!
They touch my tra-la-la.
Así pues, no es de extrañar que Holmes no tenga ninguna
prisa, ni urgencia, ni pollas por resolver el misterio. Él a lo que ha venido
aquí es a disfrutar del vicio de un Madrid que está a punto de desaparecer («El
futuro no existe» dice Holmes/Piquer, sólo para decir unas secuencias más
adelante «En este nuevo siglo va a haber muchas guerras»). De ahí
escenas tan bellas como la de la sauna y de ahí el desconcierto de los que, a
la hora de película, no sabían a dónde carallo iba la historia. ¡Que Garci es
un vanguardista que hace pelis sin principio no final! Pero, claro, los que no
vieron ‘Tiovivo Circa 1950’ en su día, pues no lo sabían.
Estas vanguardias, ya saben, se las permiten a Thomas
Anderson o a Apichatpong, y no a Garci. Y es una pena, porque escenas como la
del mago en el cabaret son de puro genio que domina sus recursos. En esa
escena, un prestidigitador, armado de una tetera, le pide a la gente que elija
qué quiere beber. «Coñac», dice un señor sórdido. Y de la tetera,
para admiración del señor y la sórdida concurrencia, sale coñac.
«Champagne», dice una señora sórdida. Y sale champagne (no cava, por
favor). Y entonces, llega el momento que esperábamos. El mago se acerca a la
mesa de Holmes y Watson. Se crean expectativas. ¿Demostrará Holmes su genialidad
a costa del pobre mago? ¿Tiene el pobre mago, sin saberlo, la solución al caso
de ‘Juanito en charcutero’ (en sabias palabras de la policía española)?

Pues no. Watson pide «café». El mago comienza a
servirlo desde su tetera y, entonces, el doctor añade un «con leche».
El mago pausa y, cuando reanuda el servicio… ¡sale café con leche! ¡Y la escena
se encadena – como TODAS – con la siguiente! Y Garci demuestra que es un genio
mientras los espectadores nos quedamos boquiabiertos. ¡Eso es jugar con la
narrativa y lo demás es demagogia!
5. Dominio absoluto del empelote
Quien quiera tetas, que pague entrada.
En esa misma dinámica se halla la escena de amor entre
Víctor Clavijo y Macarena Gómez. En un larguísimo y lento travelling de
retroceso, Clavijo le cuenta la historia de su vida a su novia. Al minuto ocho
– sé que eran menos pero Garci es un gran autor que, al igual que Pyun, logra
una percepción extraña del tiempo – uno se pregunta cuándo terminará, se
pregunta para qué sirve. Y Paco me responde: «¿No te das cuenta que,
conforme la cámara retrocede, va deslizándose milímetro a milímetro la sábana
que tapa los pechos de Macarena Gómez?». Y todo cobra sentido, como pleno
sentido tiene también el plano de una chiquilla en pelotas al inicio de la ya
inmortal secuencia de Holmes y el constructor corrupto en la sauna.
Cultura ferroviaria esPPPañola
Ni que decir tiene, el empelote es sólo uno de los múltiples
recursos visuales que un ya consagrado Garci domina con tranquilidad. Por poner
otro ejemplo, tendríamos las secuencias en el vagón del tren. Lo que muchos no
saben es que, para ‘Holmes & Watson: Madrid Days’ (¿Lo he pronunciado bien,
Gary?) se diseñó un sistema específico para hacer el traqueteo del tren antiguo.
Sin embargo, al igual que Visconti cuando llenaba los armarios cerrados con
caros ropajes para nunca abrirlos, Garci deja, durante una larga secuencia, el
tren absolutamente parado. Cuando le preguntaron «¿Por qué no se mueve el
vagón en el viaje de ida?» José Luis respondió, con una seguridad y
sobriedad que le envidiaría hasta Clint Eastwood, «Es porque estaba
detenido en Venta de Baños».
Con dos cojones.
6. Haciendo amigos
Internet, en su conjunto, suele ser tan predecible como el
perro de Paulov. Genera ciertos estímulos – como hablar de la Ley Sinde o
sugerir que habría que usar la bandera española de la plaza de Colón para azotar
públicamente a Guardiola en la Puerta del Sol dándole un latigazo por cada vez
que fue internacional con la selección – y lograrás una repercusión gigante.
Una repercusión, eso sí, más nociva que una teta pixelizada de Leticia Sabater,
pero repercusión al fin y al cabo.

Por eso, admira y emociona que alguien que no conoce
Internet – ni falta que le hace – haya respondido con donaire y alegría al tipo
de gente que llena las portadas del menéame: toros e independentismo vasco (por
cierto, las postales del todo a 100 para narrar el viaje son toda una osadía
estética que deja a Mallick amarillo de envidia)
7. El mejor ‘planting’ ever
 En teoría del guion se denomina ‘planting’ a todos aquellos
elementos que son «plantados» durante la historia, como quien no quiere
la cosa y que, llegando al final, terminan siendo muy relevantes. Los buenos
guionistas logran que no se note nunca que están «plantando» datos.
Pero los geniales – como Garci ¿había que decirlo? – alcanzan dimensiones
desconocidas.
La escena más justamente celebrada de ‘Holmes & Watson:
Madrid Days’ (mi única razón para escribir un título tan largo y no H&MMD
es que me resulta imposible quitarme la voz de Gary Piquer de mi cabeza) es,
sin duda, la aparición de Gallardón en el papel de la barba de Albéniz. Y la
razón de que, en el estreno, llevásemos esas pintorras que tanta inquietud
crearon a los espectadores de bien en el cine Palafox. Por supuesto, todas las
alarmas saltaron cuando comenzamos a aplaudir en el crédito de «Con la
participación de Telemadrid». Nos chistaron con toda la razón y, más
avanzado el filme, una señora gritó «¡Ya está bien de tanta risita!».
De esta forma logró mantenerse el decoro hasta la escena de Gallardón. Su
primera aparición es en plano general, mientras le interpretan su composición
‘Asturias’. Pensando que eso es todo lo que quedaría de Gallardón en el
montaje, aprovechamos que, ya que en la película Albéniz era aplaudido, por qué
no íbamos a sumarnos nosotros. Lo que ocurría es que Garci jugaba al despiste,
porque, poco después, en bellísimo plano sostenido de perfiles enfrentados
¡Holmes hablaba con la barba de Gallardón! Ambos se profesaban admiración mutua
y deseaban, en un futuro, poder tocar juntos: Albéniz dirigiendo la orquesta y
Holmes al violín. La escena, ni que decir tiene, era la cumbre absoluta del
«Repetir toma… ¿pa qué?». Y con razón: puede que, con 20 años de
actors studio Don Alberto llegase al nivel de Leticia Sabater, pero… ¿Y la
frescura? ¿Y la magia? ¿Y la standing ovation que le dedicamos?

Una vez terminó la escena, todos pensamos que era otra
secuencia de «visitas turísticas» más, sin relevancia alguna en la
trama.
Little did we know…
«John Williams… ¡retírate!»
Justo AL FINAL de película – sí, después del surtido de
ibéricos de Watson – Holmes se encuentra con Irene Adler (una Irene a la que,
por cierto, no le importa lo más mínimo tener acento andaluz). En su apoteosis
romántica, Holmes coge el violín – que llevaba tanto tiempo sin tocar – y le
dice a Irene: «Escucha». Desde el Stradivarius de Holmes comienza a
sonar ‘Asturias’, las ¡castañuelas! se suman al sonido, entra toda la orquesta,
sube el volumen, el plano se encadena con un dibujo antiguo de Baker Street
coloreado con rotuladores Carioca a mala hostia. Esto es la…
¡¡¡ÉPICA!!!
Nunca la música elevó más el final de una película. Nunca un
planting generó más preguntas que respuestas. Especialmente la turbadora
«Cuando ahora te la folles… ¿Vas a pensar en Gallardón con barba
postiza?».
Estos son, en suma, los desafíos de un autor en plena
madurez como Garci. Una ovra maestra que nos regala para que nos la tomemos con
calma. Sí, su hora y media puede hacerse más larga que ‘El retorno del rey’,
pero no olviden que esta es una peli que siembra para luego recoger. Y joer que
si recoje.

Con esta reseña ponemos punto y final a enta experiencia
Garci 2012. El martes, en el programa de Radio 3 ‘El séptimo vicio’ podrán oírnos,
a partir de las 20:00, dar todo un señor epílogo a la par que declaración de
amol a este jrande del cine. Allí les esperamos.

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