Vicisitud y yo seguimos de vacaciones probablemente no muy bien merecidas. Así que, mientras me pienso si relatar mis experiencias por el norte de Espppaña con la sana intención de hacer un post vago veraniego, ha llegado nuestro colaborador Marlow precisamente con lo mismo. Así que él tiene prioridad por dos motivos: el primero, porque es escocés. El segundo, que se ha leído un tocho de libro analizando la obra de Emerson, Lake and Palmer desde el punto de vista de teoría musical, lo cual lo convierte en un titán de la autoflagelación.
Se trata del primer post de Marlow más centrado en nuestras tierras que en esas del norte que no sé muy bien si nadie querría como suyas. Sus dos anteriores ovras maentras se pueden leer aquí y aquí.
Os dejo con la primera parte de ‘Mi verano sórdido: Aquópolis Now’…
Como todos los veranos, y acosados por nuestros hijos, mi mujer y yo aceptamos llevar a los tres matones al gran parque acuático de la Sierra de Madrid. Si no conocéis tal templo de diversión, os advierto: la primera vez que vas con niños es muy divertida, pero después de 10 años es un purgatorio: un calor agobiante. Los obligatorios chillidos constantes que siempre acompañan a los jóvenes españoles “pasándolo bien,” aún cuando es obvio que lo hacen simplemente por instinto de rebaño. Y, por supuesto, una “oferta gastronómica variada” que consiste en:
1) Perritos calientes. Y, para el colmo, los anuncian como “de Oscar Mayer.” Es decir, los muy sinvergüenzas presumen de que los van a sacar directamente del congelador al microondas unos pocos segundos después de tu pedido.
2) Porciones de pizzas. Es ley infalible que cuando un local vende trozos de pizza los muy sinvergüenzas presumen de que las van a sacar directamente del congelador al microondas unos poco segundos después de tu pedido.
3) Hamburguesas. Sin más apodo. Es decir, unas hamburguesas tan atroces que ni los responsables de marketing pueden ponerles apellidos. Desde hace nueve años, mi mujer y yo llevamos merienda cuando vamos a Aquopolis. Me gusta, una vez dentro, leer y apreciar a mujeres ligeras de ropa. Dicho así, ir a Aquopolis no suena tan mal, pero, créanme, lo es.
Pero mi gran afición es observar a los demás hombres y especular quienes son los muy guarros que sólo van al agua a mear. Son los hombres feos, de mediana edad, mucho pelo (sobre sus espaldas) que dicen a sus mujeres: “Cariño, me voy a refrescar los pies un poco” para luego meterse hasta la cintura y salir, con cara de alivio, un minuto después.
La comida en si sería más que suficiente para matar al pobre Paco Fox, pero las bebidas podrían fácilmente causar una hecatombe mundial.
Me explico: está a la venta un brebaje granizado llamado “Happy Puppy”. Es un poco como la versión de las tiendas “Gran Bazar” Chinas (que antes eran tiendas de “todo por un Euro” que antes eran tiendas de “todo por 20 duros”) de los norteamericanos “Slush Puppies”. Una diferencia es que los Happy Puppies no tienen el simpático perrito barrigudo con cara entre lascivo y colgado como reclamo publicitario:
(Eso sí, los Happy Puppy tampoco tienen la falta de ortografía en inglés.)
Otra diferencia es que los Happy Puppy no tiene la inmensa gama de sabores de sus rivales yankees. Entre mis favoritos está, principalmente, el Root Beer. ¿Qué qué coño es esto? Ni mis amigos de EEUU tienen idea.
Y por supuesto, sus legendarias frutas azules: frambuesa, fresa y naranja. WTF?
Para un escocés que vive en España, no puede haber cosas más exóticas. ¿De dónde provienen? ¿Otro planeta?
Frambuesa
Fresa
Naranja
Pero las grandes diferencias son que los Happy Puppy vienen en unas pajitas raras y caras (es que soy escocés y hay que lucir mi tacañería). De hecho, la primera vez vi a mis hijos con unas pensé: «¡Joder – han encontrado unos juguetes sexuales francamente depravados por el suelo!» Mi segunda reacción fue: “No. Sólo es parafernalia de drogas” (frase únicamente utilizada por policías veteranos ó ministros de gobiernos del PP).
Es la cosa multicolor a la derecha de la foto.
Los Happy Puppy tienen dos propiedades.
1) Atraen a las avispas. Hace falta unos héroes como Garth Marenghi, Dean Lerner y Sanchez para salvarte en estos casos:
2) Saben aún más repelentes que los Slush Puppies, a pesar de no usar sabores extraterrestres en sus dos únicas variedades: fresa y limón. (Después de probarlos, sospecho sin embargo que ni usan limones ni fresas terrícolas en sus recetas). Y allí reside el peligro de provocar el Armagedón que da título a mi post. Dado que los Happy Puppy saben y huelen como armas químicas; que su propio nombre tiene connotaciones del bestialismo; que su mera existencia quita beneficios de una jran empresa norteamericana; y que sus pajitas existen, es solo cuestión de tiempo antes de que EEUU tenga otro presidente de ultraderechas buscando armas de destrucción masiva en un país fácil de vencer ligado al sexo y drogas y con gente más guapa que sus votantes. Y vendrá a por nosotros.
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