Guías turísticas para sórdidos satánicos (2): El gran derby londinense, Robin Hood Gardens vs. Balfron Tower

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«La pesadilla comenzaba a los pocos segundos de entrar
en el vestíbulo… El olor a orina, cerveza y sudor rancio emergía de entre
las sombras, las luces habían vuelto a ser destrozadas y el pasillo, destruido,
estaba totalmente a oscuras. El silencio reinante no significaba que no hubiese
nadie allí. Caminar era escuchar botellas rotas y jeringuillas crujir bajo tus
pies. Con suerte, uno de los tres ascensores de la torre podía no estar estropeado.
Graffiti fresco, condones usados o un vagabundo desmayado era lo que solía
esperar en su interior cuando las puertas se abrían.»

El inicio de ese maggggnífico artículo de The Guardian se
refiere a la auténtica torre de los horrores de Londres. No esa gilipollez que
están pensando, con los Beefeaters, cuervos y las joyas de la corona, sino a
una de las ovras cumbre del arquitecto Ermo Goldfinger: la Trellick Tower.

Pero en este guía no voy a hablar de la Trellick, sino de su
hermana fea – o guapa, cuando se trata de arquitectura satánica uno ya no sabe
que pensar – la Balfron Tower. Y, gracias a que está a cinco minutos de
distancia de otra creación mefistofélica del mejor satanismo – los Robin Hood
Gardens
– esta pequeña guía turística puede ser definida como «el Gran
Derby Londinense»: dos pesos pesados frente a frente. Al final del post,
tendrán que elegir usarcedes al vencedor.
Tenía previsto que la segunda ruta – tras el estreno con la
Mairie d’Ivry – fuese española, por aquello de ser «satanes que el dinero
puede comprar» y también por ser más accesible para la mayoría. Thing is, escribo este
post tras visitar múltiples satanes en mi último día de curro en Londres, y la
emoción por adorar a nuestro señor me embriaga. I just can´t help it. Y, feck,
¿de verdad que Londres les parece un destino turístico raro e infrecuente?
Mapa de la ruta
As usual, éste es el link de descarga  de la ruta en Wikiloc y éstas son las aplicaciones de Wikiloc para Android y para iPhone para quien quiera seguirla en su teléfono móvil. Es un trayecto corto –
contando transporte y todo no debería ocuparles más de hora y media – y es mil
veces más recomendable que un paseo por la anodina Oxford Street. Eso sí, la ruta exige contemplación y una buena dosis de jeta (amén de falta de respeto por la
propia integridad física, but you knew that already).
Cómo llegar

Si van a viajar a Londres, nuestra primera recomendación
sería que, de cara a elegir el hotel, opten por ese maravilloso sitio en el que
nuestro amigo Abad pasó una de las mejores noches de su vida: en un post memorable nos explicaba cómo su cama estaba cubierta por una sustancia indescriptible,
cómo las ventanas estaban rotas, cómo en el suelo había una paloma muerta y
cómo termino pasando la noche de bar en bar invitando a copas a las putas del
barrio. ¡Eso sí que es ponerse en situación para visitar satanes la mañana
siguiente!
Sin embargo, por algún motivo nos da por pensar que la
mayoría de las personas – incluso las que se plantean visitar satanes –
prefieren dormir en un hotel más céntrico y normal: uno en el que tolerar la
biodiversidad de las moquetas de baño inglesas pero en el que, por lo menos, se
note algo la diferencia entre dormir en una cama o debajo de un puente. Así
pues, para todos ustedes, la indicación es que se cojan un metro hasta la
estación de Bank y, una vez allí, tomen la línea DLR hasta la parada de
Blackwell.
El trayecto del DLR es corto y al aire libre. Gracias a ello,
la profusa cantidad de streets in the sky – perdón, estritsindaskai – que verán
les irá preparando para la maravilla que les aguarda. O no. Nadie está
suficientemente preparado.
Robin Hood Gardens
Nada más llegar a la parada de Blackwell, uno presencia esta
maravilla:
Ante esto, lo normal NO es bajarse
¡Los Robin Hood Gardens con la Balfron Tower al fondo!
¿Puede alguna parada de metro en el mundo presumir de algo así? ¿Le interesa a
alguna parada de metro en el mundo presumir de algo así? No sé la respuesta,
pero salí escopetado cantando «Que alegríiiiiiiiia cuaaaando me
dijeeeeeroooon vamoooos aaaal encueeeentrooo de Sa-tááááááááááán»
Lo bueno de esta visita es que no hay que complicarse mucho
dando indicaciones de calles u hostias así. Llega con decir «¿Ve usted al
adifisio? ¡Pues vaya to recto, si hay huevos!».
¿Que no hay huevos?
La primera impresión es de absoluto cutrerío y pésimo estado
de conservación: los proyectos para derribarlo son muchos, y escandalizan a
bastantes arquitectos.
Un gatito acaba de morir
Pero en una cosa estoy de acuerdo con ellos: lo que quieren
construir en su lugar es una puta mierda sin gracia satánica alguna. Tanto, que
hasta tienen que… ¡hacer cuadros puntillistas homenajeando a Seurat para
vendernos su ponzoña!
Los impresionistas se revuelcan en su fosa común
Obviamente, toca meterse en el jardín interior, abierto al
público – con toda la sordidez que ello implica. El efecto de ver un bloque
frente al otro es de arrobamiento místico. Como cuando a Santa Teresa le penetra un ángel bellísimo con un dardo dorado. O así.
Hasta Santa Teresa hubiese cambiado de «Señor»
Si se sube a la colina que hay en el centro del jardín se
tiene una vista inigualable, que incluye la Balfron al fondo. Si Satán quisiese
instalar su trono en la tierra, éste no sería un mal lugar (gocen, aquí debajo, del despliegue tecnológico que es la primera foto panorámica exhibida en ente vlog: Satán todo lo merece).
En el jardín hay también objetos para intentar crear un
entorno más «amigable», pero es un empeño vano.
Demasiado lenta para huir
De pronto, me di cuenta de que hacer fotos poniendo sólo la
mano en primer término no me satisfacía, así que decidí desafiar todas las
normas del decoro y pedirle a un pobre transeúnte que me hiciese la «foto
clásica». Había quién me preguntaba «¿Pero la gente no se acojona
cuando le pides que te haga una foto y, acto seguido, te ciclas gritando
Sa-tááááááán cuernos al aire?». La respuesta – ahora por fin puedo darla –
es que la gente se acojona cuando les pido que me hagan una foto con esos
espantos al fondo, lo que pase luego ya como que parece hasta normal. Por eso, cuando pido la foto, pongo una cara sonriente del tipo «Soy un
guarro y lo sé, pero tu vida no corre peligro a mi lado. Creo». La misma cara que
ponía aquel doctor que, en el congreso de ecografía del escroto, nos explicaba el apasionante mundo del divertículo testicular.
«No, si la foto es para un amigo…»
 Para rematarlo, la foto no me gustó y le pedí al pobre onvre
– un empleado de la limpieza de la zona de Tower Hamlets – que me hiciese otra
en la que se viese más el edificio. Un cartero comercial de color – negro – que
pasaba por allí le dijo al amable señor que me estaba haciendo la foto
«¿Qué, currando horas extra para que te paguen la priva?».
Algo mejor, pero no para pagarle unas cañas.
 Quedé más contento teniendo la foto, pero yo sabía que, en
este adifisio, me estaba faltando algo. Y estaba claro qué era: la obra cumbre
del matrimonio Smithson suponía la presentación en sociedad del término…
ESTRITSINDASKAI.
Los Smithson inventan… la corrala
Es de todos sabido – y si no lo saben, se lo digo –que todo
satanista de pro tiene que hacer, al menos una vez en la vida, una
peregrinación de rodillas por una estritindaskai. Cualquiera vale pero, joer,
en el caso de los Robin Hood Gardens, estamos hablando de LA MADRE de todas las
estritsindaskai. Ergo… ¡tenía que subir!
La original: rechace imitaciones
La técnica básica suele ser esperar a que algún vecino entre
o salga para poder meterse, acto seguido, por la puerta. Me encaminé, pues, a
través del parking, a uno de los portales.
«Mamá… ¿Quién es ese freak que nos está acechando?»
Una vez allí, tuve el cuajo de preguntarle a un amable señor
con chilaba y bigotón, que acabada de meter a su hijo en el centro infantil/mezquita de
la planta baja, si era residente en el edificio y si podría permitirme subir a
la segunda planta a ver la estritindaskai. Enfebrecido, tuve los cojones de largarle
que era un arquitecto español. Worst thing is, me dejó entrar. Y esto fue el
resultado.
No hay palabras para describir la sensación, pero escribo
unas palabras porque las fotos quedan así mejor maquetadas.
Residentes africanos = puertas de colores
Mi trayecto terminó cuando, al final de la estritindaskai, un
guarda de seguridad me largó por vía de apremio. No existen muchos edificios
que tengan seguratas de ese tipo, y menos aún con la diligencia del «ya te
vi merodear por abajo». Todo un síntoma de que algo no debía funcionar en
el maravilloso estate de los Smithson.
¡A hacer el pijo a la calle (pero no la del cielo)!
De todas formas, la lección que me dio no era mala: hay una
entrada principal en la que solicitar la visita. Deben estar acostumbrados a
algún fan fatal de los Smithson que otro…
Cumbre del diseño
Saliendo del edificio, cogí Cotton Street camino a la
Balfron: una calle en la que pude disfrutar de este sublime «aislamiento
acústico».
Michael Scoffield was here
Una caca que sólo sirve para exacerbar el aspecto más
satánico de los Robin Hood Gardens: desconectarlo, con la excusa del
«ruido circundante», de todo su animado vecindario. Y terminar
convirtiéndolo en un ÉPICO pozo de inmundicia: una familia normal no tiene por
qué estar viviendo la «utopía» día a día.
Balfron Tower

Again, no doy indicaciones. Si ven el adifisio – que lo van
a ver – caminen hacia él. Si hay indigentes tirados por el suelo, joer, pues
esquívenlos, que hay que decirlo todo.
This is England
La Balfron es una de los mejores diseños satánicos de Ermo
Goldfinger. Como más de uno ha podido sospechar, Ian Fleming – el autor de las
novelas de James Bond – era vecino suyo. Y se llevaban como el culo, de ahí el
nombre del villano Bondiano más memorable. Curiosamente, pese este background,
en la Balfron no hay precisamente Martinis y tías buenas, pero sí licencia para
matar. Más que licencia, obligatoriedad.
Jaaaaa me maaaaaateeen
La «foto clásica», en esta ocasión, me la hizo una
amable señora hindú. Mientras se reía, la mujer hacía un esfuerzo para intentar
justificarme. «It’s a very big tower», me dijo. Le sonreí y di las
gracias – feck, la foto es muy buena, y hasta se tomó el esfuerzo de
arrodillarse para sacar a ese Satán que es la Balfron en toda su gloria – así
que no le expliqué en que consiste el «satanismo». Nadie se merece
eso.
To er mundo é güeno
A diferencia del rollo desproporcionado y delgaducho de la
Trellick Tower, la Balfron es más ancha y forma parte de un complejo más amplio
de bloques (unidos entre sí por pasadizos in the sky, faltaría más). Ni que decir tiene, el espacio público que definen es absolutamente lamentable,
lleno de recovecos de hormigón chorrentoso de utilidad absolutamente
incomprensible (aunque me da que los de siempre ya le habrán buscado las utilidades de toda la vida).
¿Urinario?
WTF?
WTF?????!!!!!!
De entre los delirios me quedo, de calle, con «el
tobogán de Satán». Es el único uso que se me ocurre para este despiporre,
y toda una oda a la paternidad irresponsable.
Lijando las almorranas
Pero ahora tocaba, embriagado por mi semiéxito en las
estritsindaskai de los Robin Hood Gardens, encaminarme a la entrada principal.
Que luego no digan que no te han avisado…
Las ovras de Goldfinger destacaban por esas maravillosas
torres de escaleras/ascensores, que sólo se conectaban con el bloque principal
en los pisos impares. Evidentemente, me dije ¡quiero subir ahí! ¡Aunque,
históricamente, los ascensores de la Trellick y la Balfron hayan sido famosos
picódromos y sus escaleras cobijo habitual de camellos y violadores! ¡El culto
a Satán es el culto a Satán!
Era un tubo
Así que esperé pacientemente a que una anciana señora – que,
asín a bote pronto, tenía poca pinta de violadora – entrase para poder colarme
con ella.
El chungo del barrio… ¡Era yo!
Acto seguido, caté las escaleras, en las que se manifestaba
el gusto de Goldfinger por «mimar hasta el último detalle del
diseño». Básicamente, una hilera de gresite blanco en el hormigón
chorrentoso.
Localización para el próximo anuncio de Cilit Bang
Al llegar a la tercera planta, tuve la suerte de ver a un
padre de familia salir del ascensor. Gracias a ello, pude colarme en los
pasadizos (tienen, al igual que la puerta, código de acceso: la seguridad tuvo
que evolucionar MUCHO desde los diseños originales de Ermo). Y,  feck santo, valió la pena.
Sin cheats, no pasas este nivel
Desde el pasadizo in the sky se pueden contemplar los otros
bloques del estate. Lamentablemente, varios de ellos estaban en obras, con la
doble desgracia que ello implica: no poder ver la Balfron adecuadamente y que
futuros visitantes dejarán de disfrutar de chorretones con solera.
Vistas inmejorables
Finalmente, salí de la torre y me encaminé al metro
Blackwall – pasando, again por supuesto, por los Robin Hood Gardens – con esa
pregunta que todos los fans de las Spice Girls TENEMOS que hacernos: «Si
pudiera tirarme a una, y sólo a una… ¿A cuál elegiría?». Pues eso,
ayúdenme – no, no tirándose a las Spice restantes por mí – y participen en la
siguiente encuesta:
Nos vemos en la próxima guía satánica, que, esta vez sí,
será en ESP-P-P-PAÑA.

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