Ayn Rand: Cómo convertir a los freaks en una cuadrilla de gilipollas.

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“YO deseé saber el significado de las cosas. YO soy el significado. YO deseé encontrar un motivo para existir. YO no necesito un motivo para existir ni una sanción para mi existencia. Son mis ojos que ven, y es la vista de mis ojos que otorga belleza a la tierra.

La palabra «nosotros» (…) es la palabra por medio de la cual los depravados roban la virtud a los buenos.
Por medio de la cual los débiles roban la fuerza a los fuertes.
Por medio de la cual los brutos roban el conocimiento a los sabios.
¿Qué es la felicidad si todas las manos incluso las impuras pueden alcanzarla? ¿Que es mi sabiduría si hasta los tontos pueden mandarme?
¿Qué es mi libertad sí todas las criaturas, incluso las deformes y las impotentes, son mis amos?
Pero YO he terminado con este credo de corrupción.
YO he terminado con el monstruo del «nosotros», la palabra de servidumbre, de pillaje, de miseria de falsedad y vergüenza.
Y ahora YO veo la faz de dios, y YO levanto este dios sobre la tierra,
Este dios que los hombres han buscado desde que los hombres comenzaron a existir, Este dios que le concederá felicidad paz y orgullo.
Este dios, esta palabra: YO.”Ayn Rand (‘Himno’)

Siéntanse libres de gritar “¡Hostias!”, “¡Megacristo!” o, simplemente, darse cuenta de que la enajenación humana y su afán hiphopero por pronunciar un “YO soy la hostia” puede no conocer límites. (Reconozco, eso sí, que el texto hubiese ganado mucho en una correcta traducción al catalán que terminase con un bello y equívoco “Aquesta paraula: JO, tú”)

El texto, ya lo he dicho, es de una de las novelas de la “escritora” y “filósofa” rusa Ayn Rand, no muy conocida en España – casi todo lo publicado aquí proviene de editoriales argentinas, donde el delirio del Peronismo logró hacerla popular – pero sí es una figura de culto y agriculto en los Estados Unidos, un país en el que Rand es el faro de la derecha más desaforadamente ultraliberal. No sólo eso; Ayn Rand es la mentora espiritual e ideológica del mayor responsable de la crisis que estamos viviendo: Alan Greenspan, el instigador de toda la barra libre financiera que ahora implica perder una parte sustancial de nuestros derechos y dinero a mayor gloria y rescate de la banca.

Toda esta histeria, con frases como “¿Qué es la felicidad si todas las manos incluso las impuras pueden alcanzarla?” deberían provocar una mezcla de risa y espanto, sin embargo me encuentro con que gente no precisamente ultraliberal como mi señor abuelo son capaces de decirme “Pues mi libro favorito es ‘El manantial’”. Y me quedo completamente a cuadros.

Evidentemente, mi abuelo – y mucha gente que no apoyaría el suprimir cosas como, por ejemplo el subsidio por desempleo o la sanidad pública – de ‘El manantial’ se han quedado con lo de “el individuo contra la sociedad opresiva” o “los principios a los que uno no debe renunciar” y se han olvidado del resto del pack. Por eso quedé orgulloso cuando le dije “Pepiño, pero tú no eres el prota del Manantial, que lucha para que le dejen edificar sus satanes como él quiere. Tú eres la persona que se va a tener que comer esos satanes de hormigonazo chorrentoso y sin terrazas. ¡Y que no se te ocurra protestar ante las mentes superiores, chusma!”… y mi abuelo, con una edad en la que ya no se está para cambiar de opinión o dar la razón al contrario, no supo qué responder. Luego continué con que Howard Roark – el prota de ‘El Manantial’ – molaba tanto que la mujer del libro no tenía más remedio que anhelar ser violada por ese ser superior. Y recrearse, ante el espejo en la mañana siguiente, en la belleza de los moratones que Howie le había producido. Mi madre no pudo menos que decir “¡Pepiño, eso de leer a esa tal Ayn Rand está muy mal!”.

Pero de lo que aquí vamos a hablar en este post – que, en su longitud, se anima a redefinir el significado de la palabra ÉPICO – es sobre cómo el pensamiento de Ayn Rand ha hallado formas de corromper la cultura del frikismo hasta lograr arrastrar aún más por el fango nuestro buen mal nombre.

Como freak – hasta que un colectivo tipo Anonymous decida que son los únicos con derecho para expedir carnets para pertenecer al club – siempre he tenido claro que lo peor que podría ocurrirme sería vivir en plena ley de la jungla. Que en el mundo de competición ultraliberal de Rand mis posibilidades de sobrevivir serían menores que las de ciertas personas para follar en el Skyrim. Sin embargo, para mi sopresa, al igual que veo que gente proclamada de izquierdas aplaude ‘El Manantial’, veo igualmente cómo varios pilares de la cultura freak rinden pleitesía a Ayn Rand. Y, asombrado ante cómo el frikismo ha dejado de significar alegría de vivir – o la sublimación bella, imaginativa y colorista de no follar – para convertirse en una forma de gilipollez violenta protonazi, creo necesario apuntar con el dedo y gritar “¡Ese frikismo no me representa!” o, sencillamente, “¡Me cago en tu puta madre!” o “¡Frank Miller es un imbécil!”.

Aunque eso último ya lo sabíamos todos.

First things first… ¿De qué carallo va eso de Ayn Rand?

Su nombre real era Alisa Zinovievna Rosenbaum: toda una profesional del resentimiento ruso. El hecho trascendental que cambió su vida fue que los malvados bolcheviques le quitaron la farmacia a su padre – sí, padre farmacéutico: no les digo ná y se lo digo tó – y, a raíz de ello, decidió emigrar a Estados Unidos para abrazar el capitalismo con todas las ganas posibles. Abrazar no: chuparle hasta la última gota y hacer estragos con su pene hasta que pidiese piedad DOS veces.

Como es de todos sabido, el capitalismo no suele cansarse ni pedir piedad sexual, así que Rand tuvo que aplicarse como nadie. Primero, se dedicó a escribir una serie de obras de ficción en las que de forma muy didáctica se cagaba en la revolución rusa – ‘Los que vivimos’, o el guión de cine ‘Red Pawn’ – pero fue con sus siguientes trabajos con los que el capitalismo laissez faire más ultraliberal no tuvo más remedio que decir “¡Déjame un par de minutos para recargar el rifle, nena!”. Esas obras fueron ‘Himno’, ‘El Manantial’ y, por encima de todas ellas, ‘La rebelión de Atlas’ (una reciente encuesta desveló que este último libro era considerada, por la población americana, como “”El libro más influyente en mi vida, sólo superado por la Biblia”).

Lo que de verdad hizo que esas obras arrasasen no fue su calidad literaria – Penguin Classics, durante años, se negó a publicarlas alegando que “aquello no tenía la calidad literaria mínima exigible”, mientras que la crítica literaria no conseguía dar crédito – ni el ser historias que atrapasen à la Dan Brown – aunque sus componentes melodramáticos enganchasen al marujón que todos llevamos dentro – sino que, conforme Rand llenaba cientos y cientos de páginas, iba creando una filosofía especialmente diseñada para triunfar en USA.

El objetivismo.

¡Quiero saber qué es el objetivismo! (No, realmente NO quieres saberlo…)

Existen muchas formas de canalizar el frikismo adolescente: pasarte la noche antes de un examen velando una espada en el monte, analizar concienzudamente – en la intimidad de tu cuarto – la filmografía de Tania Russof mientras estás vestido de Ryker, o – esta es mi favorita – mear en un urinario público usando una mano para agarrarte el carallo y la otra para comer una manzana (y ofrecer esa manzana a quien tiene la desgracia de orinar a tu lado). Todos estos son casos reales, como también lo es una de las opciones que eligió un servidor de ustedes: dedicarse a la lectura compulsiva de filosofía (qué carallo: de pequeño, en vez de jugar al fútbol, me dedicaba a sacar montañas de lombrices de la tierra, así que estaba claro que leer filosofía iba a ser un destino natural).

No es una opción muy original, la verdad: son muchos los freaks que buscan sentirse más sabios y con una mejor comprensión del mundo que la que tiene toda esa escoria que le rodea y le escupe. Aunque leer a David Hume no te explique por qué no te comes nada de nada. Sin embargo, pocos freaks pueden presumir de haberse creado, a golpe de escribir miles de páginas, todo un sistema filosófico propio que ríase usted de Aristóteles. Hats off to Ayn.

Ayn Rand planteó su obra literaria como la ilustración de un sistema filosófico, creado a su imagen y semejanza, llamado Objetivismo. La Jrandeza de esta filosofía es, en esencia, la misma que la de la religión mormona: tomando elementos extranjeros como punto de partida, vamos a organizar un pastiche delirante y mongólico que esté diseñado a medida para Estados Unidos. El Mormonismo fue una excelente y divertida adaptación del Cristianismo de la cual lo único que me sorprende es que NO lograse ser la religión hegemónica del país. El Objetivismo, por su parte consistía en elaborar, partiendo principalmente de Aristóteles, Nietzsche y… oh sorpresa, Marx, algo que sonase a “gran filosofía” – ya saben, usando de cuando en vez palabras como ontología, epistemología y similares – pero que, en el fondo, dijese cosas muy elementales fácilmente asumibles por el americano medio: un ser intelectualmente limitado pero que no quiere renunciar al goce tan francés de sentarse refinadamente en una cafetería mientras dice “si la existencia precede a la esencia…”.

El resultado fue perfecto. Mientras, a día de hoy, en Europa sólo dos o tres depravados han sido capaces de leerse ‘La virtud del egoísmo’ sin reírse, en América, incapaces de pasar de la tercera frase de un ensayo de Baudrillard, sin embargo, se ciclaron con obras como ‘Capitalismo. El ideal desconocido’.

Y ahora toca explicar, de una vez, el “Objetivismo”. ¿Se acuerdan de cuando, al estudiar filosofía en BUP – feck, esas siglas delantan lo viejuno que soy – mentes como Kant o Descartes intentaban demostrar la existencia del mundo que percibíamos? Bueno, pues esta señora lo resolvió de una forma radical, con un axioma que entró de lleno en las grandes antologías del mongolismo: “La existencia existe”. Con dos… bueno, con el tipo de genitales que este ser tuviese.

Evidentemente, Rand, que no era tonta, sabía que para triunfar tienes que acuñar una frase que pueda estamparse en una camiseta. O ser dicha en una conferencia de Steve Jobs: el nivel intelectual de los discursos visionarios del exmandamás de Apple no es superior al de “Mi hermano se fue de vacaciones a Amsterdam y lo único que me trajo fue esta puta camiseta”. Lógicamente, “La existencia existe” era una frase mongólica, sí, pero que, una vez estampada en una camiseta sólo podría producir un atchonburike similar lleva una sudadera con “Nihil est in intellectum quad prius nen fuerit in sensu” (lema que, en su versión reducida “Nihil est in intellectum” fue uno de mis gritos de guerra: así me va). Por ello, Ayn Rand tuvo que refinarla para poder competir con “Pienso, luego existo”, “Sólo sé que no sé nada” o “La razón crítica es una puta mierda”. Tras semanas de reflexión, Ayn se dispuso a conquistar el mundo con esta sentencia:


“A es A” era más fácil de entender que frases con las que yo, en mi etapa Sartriana, intentaba conducirme en la vida, tipo “La conciencia es un ser que es, en su ser, conciencia de la nada de su ser”. Con el “A es A” Ayn Rand decidía que las cosas son como son y que todos, utilizando la razón, podemos entender el mundo. Por supuesto, cada sentencia que esta señora se inventaba era un disparate cuajado de tal grado de falacias lógicas que Paco tendría que escribir un post sólo para ella. Me gusta mucho cuando, tras afirmar que “La existencia existe” llega a que “la nada no existe” sólo para decir, una párrafo más adelante que “Un sensación es la sensación de algo, distinguiéndose de la NADA anterior y posterior”. A eso se le llama dejar la portería vacía. En este blog se cachondean de todo el delirio filosófico que Rand intentaba mantener en pie.


Pero lo fundamental del Objetivismo, lo que cautivó a tantos y tantos lectores de ‘El Manantial’ era algo terriblemente simple y atractivo: el egoísmo era el valor supremo a través del cual toda persona podría realizarse como ser humano. El altruismo, preocuparse por el prójimo y demás lindezas, eran el mayor mal al que la humanidad enfrentarse pudiera. Toda forma de control gubernamental era la manera en la que la masa “saqueadores” se aprovechaban de los logros individuo genial. Sólo el capitalismo laissez faire radical – también llamado capitalismo libertario o anarcocapitalismo – era el único sistema en el que se respetase la dignidad humana. En una frase, el Objetivismo podría resumirse así:

Evidentemente, era fácil entender por qué triunfó esta “filosofía”: sencillamente, se trata de apelar a lo más esencial de la condición humana. Cuando somos pequeños, somos unos capullos egoístas, de un narcisismo tan desbocado que pensamos que todo gira a nuestro alrededor. Los primeros traumas de la civilización son que tus padres te digan “NO” o, peor aún, descubrir que existen otras personas con sus propias necesidades diferentes a las tuyas. Y que llega un momento en el que tienes que aprender a cagar y limpiarte el culo… ¡Con lo cómodo que era el cambio de pañales! De pronto, llegas a la mayoría de edad y Ayn Rand, cruzándose en tu camino, te confirma que… ¡todo aquello que pensabas de pequeño era lo correcto! Con tal de que seas “lógico” entendiendo la realidad, tus ideas serán las correctas. “A” será “A” y no tendrás que comprometer, para nada, tu punto de vista con la chusma que te rodea. Y, quién sabe, tan vez puedas hacerte caca encima y lograr que Amaia Salamanca o Jaime Alguersuari te cambien la ropa interior previa una limpieza de tus genitales con toallitas húmedas. En resumidas cuentas, Rand te dice lo que más deseas oír: ERES LA HOSTIA. O, en otras palabras:


Les ruego que se tomen su tiempo para leer estas páginas del cómic ‘Action Philosophers’, en el cual se explica con más detalle de qué va eso del Objetivismo. Si aguantan hasta el final, tendrán un desenlace que haría las delicias de Jorge Javier Vázquez. ¡Léanlo!

Ahora ¡POR FIN! lo que toca es ver cómo el “mal frikismo” ha ido asimilando las tesis del Objetivismo.

“Yo, en realidad soy un marginado por ser superior. Los mediocres a mi alrededor me hunden porque no pueden superar mi brillantez”

En una película con valores morales como es ‘La red social’, la novia del prota le espeta, en la primera escena: “No ligas por ser un freak. Simplemente, no ligas porque eres gilipollas”. Una frase magnífica, cargada de verdad, y que sacude la autocomplacencia friki. Posteriormente, la actuación de Jesse Eisenberg – tanto en la peli como el el programa de Conan O’Brien – le dará la razón. Sin embargo, las ganas de cierto tipo de freak por agarrarse a un clavo ardiendo ha hecho que más de uno diga que ‘La red social’, en vez de ser la historia de un gilipollas deficiente social que acaba como se merece – *SPOILER* dándole patéticamente a F5 a ver si su ex se hace amiga de él en Facebook *FIN DEL SPOILER* – es, en realidad, la epopeya de un genio que tiene que ver cómo los necios se conjuran contra él. Si es que a los superiores no hay quién nos aguante…

Sobre estos delirios de grandeza, grupo que muchos han considerado “la banda geek definitiva” compusieron una canción memorable. Memorable porque el grupo y el tema son la hostia – lo reconozco: viajé un día a Londres sólo para verles – no porque lo que la canción cuenta sea algo más que basura:

La maravillosa voz de Geddy Lee – definida por algunos como “Este chaval tiene la voz del que ha jugado treinta años, día y noche sin parar, a ‘Dragones y Mazmorras’ y por otros como “¡Geddy Lee, quita ya esa polla de mi culo!” – nos cuenta una parábola en la que los arces (símbolo de Canadá, que esa época tenía un gobierno izquierdoso que escandalizaba al batería del grupo) están molestos con los robles porque la altura y frondosidad de estos últimos les quita toda la luz. Cabreados, montan un sindicato e inician una revolución social cuyo resultado es que… ¡se acaba la opresión y se logra la igualdad entre los árboles gracias a que TODOS han sido talados! Ya ven: los mediocres que aspiran a la igualdad de derechos frente a los seres superiores lo único que conseguirán es la destrucción de la sociedad.

El responsable de esta fábula era el batería del grupo: el bigotón Neil Peart, un devoto seguidor de Ayn Rand, a la cual dedicó el disco ‘2112’, ovra que nos lleva a otra de los temas fundamentales del frikismo…

“Vivimos en una mierda de mundo distópico, pero ya estoy yo aquí para arreglar eso”

Un dos tres responda otra vez: por veinticinco pesetas cada una dígannos pelis/novelas/tebeos frikis que respondan a esa definición. Creo que muchos nos haríamos ricos respondiendo eso. Casi más ricos que si nos preguntasen por historias freaks que NO respondiesen a esa definición.

A esas historias distópicas canónicas pueden sumar dos novelas de Rand: ‘La rebelión de Atlas’ y ‘Anthem’ (a la cual, big fucking surprise, el grupo Rush dedicó una canción). En ‘Anthem’ tenemos un mundo en el que han triunfado las ideas colectivista-socialistas, así que se prohíben los pronombres en primera persona mientras un grupo de poder – que educa estatalmente a los niños que son arrebatados de sus padres – vigila que las personas no tengan ideas individualistas. Lógicamente, la novela nos contará la historia del héroe que, separándose del camino y exponiéndose a la muerte, descubre cosas como… ¡la electricidad!

Esta historia es lo que, en esencia, el grupo Rush – ¡otra vez! – cuenta en su canción de 20 minutazos ‘2112’ – cambiando la bombilla por la guitarra eléctrica – y lo que está presente en treinta mil fantasías frikis desde que Luke Skywalker se cargó la Estrella de la Muerte. Menos mal que Lucas, años después, nos regaló el ‘Episodio III’, con el que resarcirnos de aquella odisea en el que se explicaba como una panda de fanáticos religiosos se lo pasan pipa destruyendo propiedad gubernamental. En ‘La venganza de los Sith’ Lucas explica lo que ya sabíamos: que los Jedi son una pandilla de mierdas meapilas a los que nadie ha votado y que bastante poca mano dura ha tenido el bueno de Anakin. Hostias.

Cierto: como freak es complicado tenerle amor a una sociedad en la que es tan difícil follar. Pero también, si uno lo piensa, es fácil tenerle amor a una sociedad en la que gente físicamente tan poco preparada como nosotros – y capaz de cosas TAN productivas como saberse la cronología de los viajes en el tiempo de Rachel Summers en X-Men – puede lograr sobrevivir. Y hasta disfrutar de la sanidad pública. Una sociedad capaz de acogernos… ¡eso es un logro mayor que inventar la electricidad! Afortunadamente, los sueños de liderar la revolución del individuo contra la sociedad masificada se acaban el día que se consigue follar.

Pero… ¿Y los que no lo consiguen?

“Yo puedo ser un superhéroe”

Como nos dijo el amigho y compañeiro Viruete una vez: “El punto de corte, aquel en el que se pasa a una nueva dimensión del frikismo, es leer cómics de DC”. O sea, que partimos de Marvel como la normalidad freak, pero en ningún momento nos planteamos otro tipo de tebeos que no sean los de superhéroes como esencia del geekismo exacerbado (demostrado en que la comunidad freak ni se enteró del estreno de ese peliculón ‘Adèle y la momia’, ya que era un álbum gabacho).

Y superhombres inverosímiles era lo que planteaba Rand en sus novelas. Por ello, no es de extrañar que toda una institución como Steve Ditko abrazase los principios del objetivismo mientras estaba dibujando Spiderman. Aunque es en dos obras más personales como ‘The Question’ y ‘Mr. A’ en las que decide dedicarse, en vez de a contar historias, a cascar panfletos objetivistas a los pobres lectores.


Gocen con Mr. A explicando las bondades del dinero ganado honradamente frente a la chusma que espera que el estado subvencione su vagancia:

Extasíense con el propio Mr. A explicando la tesis Randiana de que todo es blanco o negro (“Ayn escribe muy claro: si no la entiendes es porque eres anormal o niegas la realidad”, decían los discípulos de la secta Objetivista) : pocas veces el maniqueísmo infantil de los superhéroes había estado tan justificado por la “alta filosofía”.

Años después, un genio del cómic – pero con cerebro, algo que le faltaba al talentoso Ditko – como Alan Moore aplaudió que Steve intentase “abordar temas profundos” pero lamentaba que se hubiese apuntado, para ello, a una filosofía “que era la fantasía infantil de una nazi. Totalmente risible”. En homenaje a Ditko, Moore creó el personaje de Rorschach:

Lo alucinante fue el grado de aceptación acrítica que un personaje absolutamente taladrado tuvo entre más de un freak. Era algo así como cuando el anormal de Simon Bisley se puso a dibujar Judge Dredd y se quejó de que los guiones de Alan Grant eran “muy intelectuales”. Joer, el jebilongo de Simon quería disfrutar de un fascista como Peich manda, y no sufrir a un guionista rojeras que creó a Judge Dredd para cachondearse del vigilantismo: y es que el friki que ve las cosas en blanco y negro Randiano no está para cachondeos y sutilezas.

Sobre todo si, siguiendo las doctrinas de Ayn Rand, usamos nuestro libre albedrío para hacer lo que nos venga en gana y ser superhéroes. Sí, amiguitos, como en el mejor capitalismo del sueño americano, si eres un fracasado es porque quieres (o si estás en paro es porque quieres, o si…). Hey, sobre eso hicieron una canción llamada ‘Freewill’ un grupo que… Sabéis de que grupo hablo ¿verdad? Así pues, no es de extrañar que la fantasía del niño pequeño al que zurraban fuese agenciarse un traje de Spiderman con lanzarredes con el que practicar su temible venganza (cuéntenme en ese colectivo).

Y no olvidemos otro aspecto maravilloso del superhéroe de inspiración randiana: en muchas ocasiones, la sociedad reacciona rabiosamente ante ellos (como lo hacían, en la novela de Rand ‘El manantial’ con las creaciones de arquitectura satánica de Howard Roark). Quizá la primera reacción – y la más memorable – sea la del bigotón J. Jonah Jameson contra Spiderman (¡Steve Ditko! ¡Qué coincidencia!) pero, desde entonces, y con la apoteosis en X-Men – ¡toma sublimación del victimismo del freak agredido! – es una tradición que hermana, y mucho, a Rand con los superhéroes.

Pero hablar de Rand y de superhéroes es hablar de… John Galt. Es hablar de LA obra Randiana que ha inspirado las apoteosis más abyectas que el frikismo ha llegado a producir. Antes de llegar a la Gran Iluminación de “¡Anda que si hubiese follado en mi adolescencia los cojones me iba a ver yo el maratón de Pesadilla en Elm Street en los cines Fantasio!”, muchos freaks han (hemos) caído, sin saberlo, en el consumo de diferentes remakes inconfesos de la obra cumbre de Rand: ‘La rebelión de Atlas’ (‘Atlas Shrugged’). Y tal obra capital de la histeria y el malfolladismo merece íntegra la segunda parte de este megapost. Agárrese, porque lo que viene es MUCHO peor.

‘La rebelión de Atlas’

“Hay dos novelas que pueden cambiar la vida de un chaval de catorce años que se dedique a devorar libros: ‘El señor de los anillos’ y ‘La rebelión de Atlas’. Una es una fantasía infantil que, normalmente, suele engendrar una obsesión enfermiza con héroes increíbles que termina degenerando en una madurez emocionalmente dañada y socialmente inválida, creando un ser incapaz de relacionarse con el mundo real. En la otra novela, por supuesto, hay orcos.”
Esta cita del Premio Nobel de economía Paul Krugman – para mí, una de las personas que ha reflexionado más y mejor sobre la crisis actual – resume a la perfección el argumento de ‘La rebelión de Atlas’, pero, por no faltarle todavía más al respeto a la buena de Ayn, reconozco que el resumen “canónico” de su Magnum Opus es TODAVÍA más divertido.

En esencia, de lo que va ‘Atlas Shrugged’ es sobre – again – un mundo distópico en el cual se han impuesto los ideales del colectivismo comunista en todos los países del orbe. ¿El resultado? ¡La quiebra mundial! La protagonista, Dagny Taggart, es una mujer que, oponiéndose al corrupto intervencionismo estatal, intenta hacer negocios de acero y ferrocarriles con las pocas mentes brillantes que quedan en el mundo. Un mundo en el que los “saqueadores” intentan hacerse con las ideas de los pocos genios creativos. Ante este estado de cosas comienzan, de pronto, a desaparecer todas esas personas. Bajo la apariencia de un secuestro, lo único que queda de ellas es la frase repetida por la multitud “¿Quién es John Galt?”. Avanzada la obra, lo descubriremos: John Galt es el gran héroe del Capitalismo que, oculto en un rincón recóndito, ha reunido a todas las grandes mentes del orbe para hacer “LA huelga”. Privando a la sociedad de sus geniales ideas, han logrado “detener el motor del mundo”. Con su credo I SWEAR BY MY LIFE AND MY LOVE OF IT THAT I WILL NEVER LIVE FOR THE SAKE OF ANOTHER MAN, NOR ASK ANOTHER MAN TO LIVE FOR MINE (traducirlo me produce repelús, compréndanme) contemplan cómo se derrumba la sociedad hasta que, al final, salen de su escondite para arreglarlo todo, una vez se ha ido al carallo. La frase final es para enmarcalla: “John Galt alzó su mano y sobre la tierra desolada trazó en el aire el signo del dólar”.

Recientemente, han hecho una película que también ha generado sus buenas dosis de cachondeo. Pasan los años y el argumento de ‘Atlas Shrugged’ sigue siendo una cumbre de la comedia:

Por supuesto, el mejor gag de la película fue que una glorificación del libre mercado como ‘Atlas Shrugged’ se convirtió en un desastre en taquilla: el propio libre mercado llevó a la ruina a sus productores. Eso sí, no faltó quien sugiriese una forma de completar la TRILOGÍA fílmica:

Cualquier persona con cerebro podría hallar huecos importantes en la argumentación de Rand en esta novela – y eso que dura más de MIL páginas y John Galt se marca un discurso final de casi SETENTA folios – como, por ejemplo, lo siguiente:


Pero ello no supone mayor impedimento a la hora de que peña multimillonaria quiera usar su dinero para construir la utopía de John Galt. Por ejemplo, el dueño de Paypal está dispuesto a edificar, sobre el mar, esta sordidez de satán: un estado independiente sin impuestos ni salario mínimo, ni restricciones sobre el uso de armas y sin demás tontunas rojeras. Un paraíso, vaya.


Y es que hay matices que pierde Rand como que, en su furor individualista, el Capitalismo no puede prescindir de algo que nace de un gigantesco pacto colectivo: el dinero. Por poner sólo un ejemplo. Si a los liberales les hiciesen renunciar a todo aquello que provenga de lo público en su vida se encontrarían con que, por ejemplo, ni siquiera podrían usar carreteras para conducir sus Porsche Cayenne. ¡Pero eso no le interesa al lector del ‘Atlas Shrugged’! Que les recuerden cosas como que “no vivir para otro hombre” implicaría el, por ejemplo, no hacer el esfuerzo de llamar por teléfono a la policía si presencias una violación, supondría un inconveniente muy grande en tu afán desmedido por SER LA HOSTIA. O que suele ser poco recomendable ir a la consulta de un médico que, en vez de haber hecho el juramente hipocrático, haya hecho el juramento de John Galt. Así que mejor no tocar las narices.


El caso es que la parábola de ‘La rebelión de Atlas’ ha sido la base de incontables obras de ficción devoradas por el frikismo. Allá vamos con algunas de ellas.

Pixar y ‘Los increíbles’

Los habitualmente geniales Pixar han conseguido el culto más exacerbado posible en base a un excelso tridente: 1) Que la mayoría de sus películas son, en efecto, excelentes, 2) Que los fans de la animación lo son con saña, 3) Uno de los nombres detrás del tinglado era Steve Jobs, maestro de la comunicación y, con permiso de Rand, líder de secta definitivo.


Cuando, además, Pixar decidió jugar la carta de los superhéroes, el culto y el agriculto estaba garantizado. Lamentablemente, NO optaron por el camino de la obra maestra, sino por el del homenaje Randiano. Analicemos la trama porque es de traca: en una sociedad distópica se prohíbe que los superhéroes utilicen sus superpoderes. ¡Claro que sí, la sociedad mediocre no puede verse amenazada por seres superiores que les recuerden sus limitaciones! En un diálogo glorioso de la peli, se dice “Todo el mundo es especial”, a lo cual se responde con un Randiano “Entonces nadie lo es”.


Por supuesto, ‘Los increíbles’, también calca el argumento de Ayn Rand (sí, este señor…a, al igual que Mazinger Z o el Equipo A, sólo sabía contar una historia) Si en ‘La rebelión de Atlas’ un empresario visionario llamado John Galt decide reunir a las mentes más preclaras del planeta – esto es, a los grandes empresarios capitalistas – para hacer una huelga y así demostrar a la chusma que, sin ser guiados por seres superiores, todo se derrumba, en ‘Los Increíbles’, unos superhéroes forzados a no ejercer por una sociedad mediocre terminan haciendo acto de presencia cuando los planes de un supervillano se tornan sumamente destructivos para la sociedad. Ellos son Atlas: los que sostienen al planeta, y la mediocridad comunista de ese mundo les había llevado a rebelarse y mandarlo todo al carallo.

‘Los increíbles’ sí que aporta, sin embargo, una valiosa novedad al discurso Randiano. Para Ayn Rand, la familia, con lo que implica de sacrificio, era algo que se enfrentaba a las bondades del egoísmo y de buscar el propio beneficio. Por ello, una de las grandes cuestiones que la Secta Objetivista tuvo que afrontar fue “¿Cómo pollas resolvemos el problema de la progenie? ¿Toca cantar el ‘Pueblos del mundo, extinguíos’ de Siniestro Total’?”. Era difícil ¡Y eso que el Objetivismo había logrado convertir las ganas de follar en algo racional! Para Rand y su secta, el sexo era la expresión de la atracción intelectual entre iguales: dos personas que compartían valores elevados podían copular para manifestar físicamente esa identidad metafísica. (Curiosamente, el primer gran cisma de la secta, entre Ayn Rand y Nathaniel Branden se produjo porque estos dos eran pareja y Nathaniel terminó… ¡follándose a una mucho más joven que Rand! Si Ayn y Nathaniel hubiesen terminado tirándose los trastos en ‘La Noria’, me hubiese hecho objetivista ipso facto).

La solución de Pixar al dilema de la progenie objetivista fue simple y brillante: llegaba con diseñar, inspirándose en los lamentables ‘Spy Kids’ de Robert Rodríguez, una familia rancia y ultraconservadora hasta para el foro de la familia: ¡Aprende tu lugar servil al lado de tu marido, mujer, de la misma forma que la moza del Manantial gozaba con los golpes, sodomías y testículos de Howard Roark! (¿He mencionado que Rand era una notoria machista y mayor homófoba – odiaba a muerte a las lesbianas – aún?). Pixar terminaba de crear un Neo-objetivismo del bueno, sí señor. Posiblemente, algún día el Tea Party – fans acérrimos de ‘Atlas Shrugged’ – les termine encargando una película que lime las dos cosillas que en esa facción ultraderechista del Partido Republicano molestan de Rand: su ateísmo y su defensa del matrimonio homosexual. Seguro que en Pixar serán capaces. Lo que no sé ya es si, muerto el amado líder cuya biografía decora copiosamente las Apple Stores, en Apple tendrán la energía de ponerse con esos menesteres.

Desde luego, Steve Jobs era una excelsa encarnación de John Galt: no sólo veía el mundo en absolutos blanco/negro randianos – para Steve sólo había “gente brillante” e “imbéciles” donde para Rand sólo había “gente brillante” y “saqueadores” – sino que su celebrado discurso de Stanford, en su momento más gozosamente individualista- “No viváis la vida de otros” – sonaba muy parecido al juramento de John Galt cuando proclamaba que “No viviré para otro hombre”.

Y que luego me pregunten por qué ‘Los increíbles’ me parece una caca aún mayor que ‘Cars’ (¡Por lo menos allí salía Schumacher!, claro que, en la 2…).

“Los videojuegos sí que tienen buenas historias”

El complejo de inferioridad clásico del freak – y exacerbadísimo en su vertiente ‘darnai’ – encuentra una de sus mejores manifestaciones en la reivindicación de los videojuegos, frente al caduco establishment cultural, como “el más grande de todos los artes”. Personalmente, estoy bastante de acuerdo, pero, como en todas las tontunas de la web 2.0, en la que muchos memos reunidos creen que su opinión, por cantidad, llega a la calidad, se escuchan a disparates como decir que las sinopsis de los videojuegos son, incluso, mejores que las de las películas. Y, en la apoteosis del delirio, se llega a pedir la cabeza de Uwe Boll… ¡por haber estropeado la profunda historia de ‘House of the Dead’!

La realidad es que, trasladados al cine, el 99,9% de los argumentos de videojuego no lograrían vencer un duelo con los títulos de ‘Videofobia’ (pongan ‘Moneky Island’ en las excepciones, pero ‘Piratas del Caribe’ es mucho mejor). Sin embargo, mucha gente insistía en recomendarme un videojuego como una muestra de que hasta un shooter podía tener ideas profundas en su trasfondo…

Bioshock.

Veo la historia: un hombre que se llama Andrew Ryan, harto del control colectivista del mundo exterior, se refugia en un mundo submarino en el que crea la ciudad utópica de Rapture. Su utopía se ve amenazada por la entrada de no-productores y místicos de la superficie. Una de las personas que te ayuda en ese mundo se llama… Atlas. Y… ¡un momento! ¿Andrew Ryan? ¿A qué me suena ese nombre? ¿A Ayn Rand? Puede ser, ante discursos como “¿Es qué un hombre no tiene derecho al sudor de su propia frente? NO, dice el hombre de Washington: pertenece al gobierno, NO, dice el hombre del Vaticano: pertenece a dios, NO dice el hombre de Moscú: pertenece a todos. Yo rechacé todas esas ideas, elegí algo distinto, elegí lo imposible, yo elegí… RAPTURE. Una ciudad donde los grandes no están constreñidos por los pequeños. Y con el sudor de tu frente, esta puede ser tu ciudad.” no cabe la menor duda de dónde han sacado la inspiración los creadores del juego.


(UPDATE: Después de varios acertados comentarios, me veo obligado a reconocer que, en efecto, ‘Bioshock’ no es, en absoluto, una aceptación acrítica de la filosofía Randiana. De hecho, hay algo MUY curioso en Rand que es que, pese a haber aparecido copiosamente en la TV yanki con toda la intención de ejercer su influencia en el «mundo real», su literatura siempre se desarrollaba en una especie extraña de universo paralelo, intemporal, en absoluto «real». Por ese motivo, tanto ‘Bioshock’ como ‘Mad Men’, en una acertada pirueta narrativa, juegan al conflicto de poner la «pureza» Randiana a prueba en un mundo mucho más jodido que el de las novelas originales. Andrew Ryan es, en efecto, una persona que, de puro ser la hostia y no cuestionarse, termina perdiendo la cabeza. Es una crítica a ciertos aspectos de ‘Atlas Shrugged’ pero no al Objetivismo en su conjunto, tal como han reconocido tanto el programador – Ken Levine – como los foros Objetivistas).

¿De verdad es un shooter basado en ‘Atlas Shrugged’ es una aspiración lícita del frikismo para entrar en el mundo de la alta cultura? ¿Qué será lo próximo? ¿Decir que el remake de ‘La rebelión de atlas’ más notorio de la historia del cómic – ‘Martha Washington Goes to War’ – es la obra cumbre de Frank Miller?

¡Un momento! Acabamos de pronunciar dos palabras mágicas…

“Batman es mi Señor, Frank Miller su profeta y a Christopher Nolan no lo echaría de mi cama”

No se puede superar a Steve Ditko: un Randiano de pro y hasta miembro de la secta (se apuntó al ‘Institute for Reason’), pero Frank Miller hizo un buen trabajo a la hora de no ser, precisamente, trigo limpio.


El enajenado de Frank reconoció el ‘Romantic Manifesto’ de Rand como su principal inspiración a la hora de definir cómo debían ser sus héroes. Asimismo, reconoció que la evolución del personaje de Marta Washington debía mucho a la novela ‘La rebelión de Atlas’ .


Pero, sin duda, es con el personaje de Batman con el que las filias Randianas de Miller terminan de dispararse: un multimillonario – que ha usado su “libre albedrío” para poder realizar el sueño americano – que lucha por el crimen por una venganza ESTRICTAMENTE PERSONAL. Una vez más, el perseguir “el propio egoísmo” es lo perfecto para la sociedad.

Afortunadamente para todos, la obra más delirantemente Randiana de Miller es una puta mierda que no cuenta con excesivos defensores. Me refiero al DK2, con momentos brillantes como éste, donde el comunistoide Flecha Verde es recriminado por The Question (Ditko, siempre Ditko…)

O frases memorables – por lo infames – como ésta: “Never an inch of compromise for Bruce Wayne. You with no powers but your paltry human skills and your bottomless egotism. Your relentless, unforgiving hatred for that which is not utterly perfect. You’ll be the death of us all. We who live in the world of men, must consider the greater good and come to terms with the way things are. The way…things…are”. De puro mala, podría estar en ‘El manantial’, cambiando “Bruce Wayne” por “Howard Roark”.

Además, Batman tienen una característica muy del gusto de Ayn Rand: carece de superpoderes.

En efecto, como “A es A”, las tesis Randianas niegan la fantasía o la existencia de “Realidades alternativas” (el sector freak Lovecraftiano puede respirar tranquilo: están a salvo del miasma Randiano, aunque no por ello dejen de ser unos finstros de primera). De hecho, Steve Ditko se peleaba continuamente con Stan Lee, porque le parecía “poco Objetivista” dar explicaciones sobrenaturales a las cosas (que luego Ditko tuviese entre sus cumbres ‘Doctor Strange’ es una muestra de que el universo tiene catorce dimensiones espaciales y dos temporales). El realismo siempre era algo preferible. Lo cual, una vez más, nos lleva a…

Sí, los darnáis.

Cuando a alguno de esos pobres sectarios se les llene la boca llamando “serio”, “realista” o “adulto” a lo que hizo Nolan con el caballero oscuro, ya pueden pensar que no hacen otra cosa que compartir el infantilismo de Ditko cuando se puso a hacer cosas “serias de verdad” con los tebeos.

Aunque el Randiano sea un putero… Randiano queda: Iron Man 2

Una de las películas de superhéroes recientes que más y mejor ha cosechado el aplauso del frikismo es la saga de Iron Man. Si bien el tiempo ha demostrado una de mis eternas reivindicaciones – que EL verdadero cool putero para hacer el papel de Tony Stark hubiese sido Charlie Sheen, en vez del igualmente drogadicto Robert Downey Jr. –pocos se pararon a pensar que, detrás de unos cuantos chistes afortundados y un puterío digno de aplauso, lo que había era un guión de mierda. En la primera parte, pasada la belleza del prólogo, lo que nos quedaba era ver a Tony Stark en un hipertrofiado capítulo de MTV tuning. Y no de los mejores. ¿Acaso decía, como esos mecánicos de extrarradio, “una armadura PFM?” forzándome a mí a exclamar “¿PFM? ¿Premiata Forneria Marconi? ¡¿Rock progresivo italiano en un programa calorro?! ¿una señal del advenimiento del apocalipsis?”, sólo para luego bajarme de mi nube con un forsálico “PFM: para fardar mucho”.

Sin embargo, el guión verdaderamente tóxico se lo estaban guardando para la segunda parte. Sí, ya lo habéis adivinado: estamos hablando de OTRO remake de ‘La rebelión de Atlas’.

Muchos pillaron lo evidente: que Tony Stark, con sus productos chachipirulis presentados en grandes saraos, era un trasunto de Steve Jobs (la versión del héroe Randiano travestida en jerseys de cuello y religión budista, para facilitar la digestión de la píldora a los retrasados que plantan una pegatina de Creative Commons sobre la manzanita de un portátil que niega esa ideología). Sin embargo, el Randianismo de la peli va más allá:

Uno de los protas de ‘Atlas Shrugged’, Francisco D’Anconia es un hombre de negocios que ha heredado el imperio de su padre. Para evitar que el gobierno izquierdoso sospeche de él y le pueda intervenir la compañía, decide… ¡llevar una vida de playboy degenerado! Tony Stark hace exactamente lo mismo con su empresa familiar, aunque lo de ser playboy es para evitar que descubran su identidad secreta superheroíca.

Otro prota de ‘Atlas Shrugged’, Hank Rearden, es el inventor de ese acero-marca-te-cagas-por-las-bragas que el gobierno rojo de “saqueadores” quiere arrebatarle en nombre del “bien social”. Exactamente lo mismo que la aleación derivada del titanio de la armadura de Iron Man… ¡que el gobierno quiere arrebatarle en nombre de la seguridad nacional! Todo ello deriva, tanto en la novela como en la peli, en que el gobierno lleva a Rearden/Stark a juicio. Y los dos personajes consiguen ganarse a las masas con un discurso sobre que nadie tiene derecho a arrebatarles su propiedad y que ellos sólo trabajan en su propio beneficio, que es lo correcto. Eso sí, Tony Stark lo hace con más gracia, aunque la conclusión de “Serviré a esta gran nación sólo por mi propio placer” produzca el mismo miedo que fiar la defensa del territorio español a una decisión del la junta de accionistas del Banco de Santander.

Como guinda del pastel, los malos de la novela/película son, en esencia, lo mismo: gentuza que, con la ayuda del gobierno, trata de arrebatar a Rearden/Stark sus derechos. Qué carallo, el gran pecado del malo de ‘Iron Man 2’ no es ser la encarnación de Bill Gates y Microsoft, sino… ¡que quiere que la defensa de los USA no dependa de un empresario privado! Para rematarlo, no debería extrañarnos que, en un nuevo homenaje a Rand, el otro malo – Mickey Rourke – recupere esos años 80 donde todo villano que se precie tenía que ser… ruso.

Visto el aplauso que ‘Iron Man 2’ logró, hay que concederle a sus creadores que, en plena época de Guantánamo y crisis financieras, lograron algo tan difícil como lo que Stan Lee hizo en plena década de los 60: empaquetar debidamente a un fascista que diera bien por saco a todos los izquierdosos para, en plena cultura hippoide, conseguir un éxito. Y es que hay que admitir una cosa: con buenos chistes, y con el bigotón de Tony Stark, estamos dispuestos a admitir que nos la metan doblada como quieran.

Para que no me llamen conspiranoico por meterme con “una peliculilla inocua de risas”, aquí les dejo un encendido aplauso desde una página Randiana.

El wannafrikismo: las series de televisión “de culto”

El peor fenómeno cultural de este principio de siglo es ver cómo se intenta formar “una gran crítica” de las series de televisión, llegándose a extremos más disparatados aún que en la “gran crítica” de videojuegos. Con una diferencia: si bien todo aquel que pase treinta horas seguidas torturando el mando de su Pleisteichon me merece amor y hermandad, el consumidor medio de “series de calidad” desata todo mi furor homicida, por su mamoneo, pose, y falta, en general, de cultura audiovisual. Que dos de los grandes “gurús” de este movimiento sean gente como Casciari o Costa (bueno, Costa lo intenta) lo dice todo.

De entre las series reverenciadas, una de ellas me pone particularmente de los nervios: ‘Mad Men’. No tanto porque sea un rollazo – que lo es – como por el hecho de que el culto a Don Draper lo único que oculta es, entre otras cosas, un machismo delirante consistente en que un traje y un peinado con “clase” justifican el llevar a la mujer de la cama a la cocina y por el pasillo a hostias. Mientras fumas, claro. Que los 60 eran esa década en la que poder acostarte con todas las tías que quisieras sin que luego te dieran el coñazo (nota mental: ¿En qué momento logramos los frikis acostarnos con todas las tías que quisiéramos? ¿Y cuando aspiramos a que, una vez follados, dejasen de darnos el coñazo? Ah… que estamos hablando de los wannafreaks…)

Este post imprescindible pone a Draper y a sus acólitos en su sitio, pero, para que no me acusen de ver Randianismo y ‘Atlas Shrugged’ donde sólo hay molinos:

Produce, eso sí, cierto amor ir a foros objetivistas en los que los miembros de la secta, cual buenos freaks de la escuela «Lostie», manifiestan su pasión por ‘Mad Men’ discutiendo qué personajes de ‘Atlas Shrugged’ encarnaría cada personaje en la serie. La manifestación definitiva de que el Randianismo es uno de los peores vicios en los que puede caer el frikismo. Y no te digo si se apuntan a la «Legion» de fans del grupo cutrongo Galt Aureus.

Y ahora, una donde de verdad duele: ahí está mi admirado Sawyer – todos y todas os lo cepillaríais, que nadie me mienta – leyendo disciplinadamente ‘El manantial’. El héroe individual que recela de que la gente se organice para poder sobrevivir. Eso sí, le concedo a la serie que hasta Karl Marx hubiese preferido tomarse unas cañas con Ayn Rand mientras jodía a los representantes sindicales de The Dharma Initiative antes que pasar un minuto con el moñas de Jack.

“Pero, entonces… ¿Puedo ser un freak y estar a salvo de Ayn Rand?”

¡Por supuesto! El frikismo tiene muchas opciones que provocarían tremendo sarpullido a un buen Objetivista. La principal es un monumento como Star Trek: un universo en el que no existe el dinero – ¡anatema! – y que, frente a la clásica falacia lógica Randiana – que le ganó muchos adeptos – de negar el término medio (frente al estado ultrarrepresor estalinista, no queda otra opción que el anarcocapitalismo salvaxe) nos propone un socialismo libertario en el que se provee a cada individuo de los medios para su máximo desarrollo. El egoísmo no existe y los malos son la gente atrasada que sigue creyéndose un Howard Roark de la vida.


La frase crucial antirandiana la pronunciaron Spock y Kirk en ‘La ira de Kahn’:

¡Patada en los huevos… ovarios de Ayn mientras mis pelos quedan como escarpias! Y antes de que me digan, otra vez, que veo Randianismos donde no los hay, les recuerdo que el señor Roddenberry, en su cutreserie ‘Andromeda’ nos mostraba al grupo – más bien chungo – de los Nietzscheanos que vivían en una base llamada… ¡Ayn Rand! No sólo eso, el mundo de esta gentuza se llamaba… Fountainhead (‘El manantial’). Los Randianos – incapaces de aceptar que su filosofía era sólo un pastiche no muy afortunado de varias cosas, entre las que estaba el bigotón de Nietzsche – se cabrearon otra vez con Roddeberry.

El caso es que, en estos tiempos convulsos en los que vivimos, la frase de Spock debería ser la ÚNICA máxima que se plantease cualquier propuesta política: de lo que se trata es de maximizar el bienestar de la mayoría, siempre superior al bienestar de uno solo.

En el terreno de los cómics las opciones no Randianas son más que variadas: si bien los superhéroes son un género peligroso en sí mismo, no dejan de tener ejemplos antirrandianos, como esa frase de Superman “No me dé las gracias: todos formamos un equipo” de tan poco sabor individualista, o ver a Charles Xavier decir a sus niños que, a pesar de todo lo que os puteen, tenéis que joderos y ayudarles (aunque me suena que lo decía como que más fino). De todos modos, también fuera del género superheroico hay autores cuyas neuronas han patinado salvajemente. Notorio es el caso de Peter Bagge – una triste sombra de lo que fue, ahora en el partido libertario – y su colaboración con webs objetivistas y utracapitalistas (‘Free Markets, Free Minds’ es su lema). Con la excusa de cachondearse un poquito de Ayn Rand, al final, termina haciendo panfletos objetivistas de no mucha gracia o, lo que es peor, críticas al izquierdismo que se basan en caricaturas tan burdas que hasta Fedeggggico le diría “Peter, un poco más de finura”.


En cualquier caso, lo más seguro es alejarse de América: tamañas chorradas no han logrado prender en el cómic europeo. Y no veo a Esperanza Aguirre haciéndole un guión a Moebius. Sobre todo porque, ahora que Jean Giraud no se endroga, no es tan fácil metérsela doblada.

En conclusión…

Un amigo me dice “Te has puesto a escribir este post ÉPICO… ¡dedicándote a leer a una pensadora ultraderechista!”. Acto seguido, decide sacarme de juerga etílica para que me dedique a cosas mejores en esta vida.

A la mañana siguiente, en plena resaca, veo mis estanterías: cuento 20 cds originales de Rush, 18 tebeos de Frank Miller (y varios se quedaron en mi casa en Vigo), algunos números del Spiderman de Ditko, la serie The Question (que me compré de joven porque me gustaba el dibujo de aquel muñón-man llamado Denys Cowan), algún Peter Bagge post-Odio… La frase de lanavajaenelojo “Si, a día de hoy, tuvieses 15 años, serías el peor de los darnáis” resuena en mi cerebro más fuerte que la canción de Rush ‘Subdivisions’ (una coplilla sobre que la sociedad estructurada va a matar tus maravillosa creatividad y sueños de friki individualista).

Finalmente, me doy cuenta de que, puestos a ser un freak que leyó filosofía hice bien en elegir, en un arrebato del absurdo a un chungo pro estalinista como Sartre: podría haber caído en mis manos un manual de autoayuda disfrazado de “gran epistemología” de Ayn Rand que me dijese “ereslahostiaereslahostia”. Y ya hemos visto que, a esas edades, y sin follar, convencer a la peña no es tan difícil.

Recordad: el buen frikismo es compartir, formar comunidad, dar a conocer bazofias cinematográficas y que te las den a conocer a ti… Las demás personas son necesarias hasta para Sheldon Cooper: ya sea para jugar al rol o para que, el día que decidan follar contigo, darte cuenta de que sólo la caridad humana te ha permitido sobrevivir alimentándote de Nocilla del Día, tebeos de Batman y canciones de Rush.

(PD: Muchas gracias a Milgrom y SuperSantiego por su colaboración a la hora de destaparme referentes Randianos. Y al excelso escritor Juan Bonilla por facilitarme una copia de su ensayo ‘Los superhéroes de Ayn Rand’: magnífico texto que te impulsa a ser algo más que un mamporrero del teclado a la hora de llenar tantas páginas de Word con estulticias.)

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