
El colaborador en cuestión ya fue anunciado hace unos artículos: se trata de Clayder-Man. Dentro de sus hitos personales se encuentran:
– Haber descubierto a G.Sanz.
– Tocar el piano en un bar sórdido que, nada más entrar, da una curiosa sensación en el escroto de unión ultraterrena entre David Lynch, Almodóvar y los doctores Alquitrán y Pluma.
– Llevar dos años resistiéndose a protagonizar un video de él tocando versiones de todo tipo de canciones al estilo Richard Clayderman con la excusa de no tener esmoquin blanco con pajarita. Lo cual es deplorable. Sobre todo en alguien que va a la ópera. Un tipo que está todo el día en el Teatro Real DEBERÍA de ir siempre con traje blanco y pajarita a juego con el objetivo claro de hacer foto-bombing a cualquier adalid del buen gusto que se le pusiera por delante.
– Haber descubierto a G.Sanz. Lo digo otra vez porque me parece más importante que el descubrimiento de la radiación. E igual de peligroso para la salud.
Así que aquí tenéis a esta rareza de internet: un tipo escribiendo de música que, en realidad, SÍ que sabe de música. Y yo que creía que eso era más improbable que la existencia de un dios con la forma de un urinario, cuyo culto se demuestre bebiendo pippermint y que habite en una de dimensión paralela en la que la gente sólo sabe decir la palabra ‘churrigueresco’ (true fact again)…
Con todos ustedes:
¡CLAYDER-MAN!
Soy un gran melómano.
Después de asistir puntualmente a todas las óperas que se estrenan en el Teatro Real durante los últimos 10 años he llegado a varias conclusiones:
– El 90% del total de la audiencia no tiene ni puta idea de música.
– De ese 90%, el 45% son forraos que se dedican a hacer negocios al estilo de los que se hacen en el Palco del Santiago Bernabeu y el otro 45% son las mujeres/queridas que sólo piensan en lucir el visón (el 90% de éstas, también sus operaciones de estética) y tomarse la copa de cava (malo) en los descansos. Todavía recuerdo la conversación con un par de petardas al terminar ‘De la casa de los muertos’ de Leoš Janáček, una ópera moderadamente sórdida (todo lo cantado en checo es sórdido) que dura una hora y media sin descansos. La cosa fue así: “Pero, ¿no hay descanso?”. “No, señoras, esto se ha acabado ya”. “Pues vaya, ¿y no nos podemos tomar la copita de champagne (sic)?”. Y por si esto fuera poco, la gran mayoría de este grupo cumple el ritual llamado comúnmente “Ofrenda del caramelo”, que consiste en abrir un Respiral (importante: muy lentamente) a los tres minutos exactos de empezar la función.
– Del 10% restante a los que de verdad les gusta la ópera y en el que, como os habréis imaginado, me incluyo, el 8% son gays. Yo soy más del 2% restante en los días buenos. En los malos, me dedico a lamentarme por las eventuales sesiones de sexo anal salvaje a ritmo de Liszt perdidas por las posibilidades de ligoteo masculino desaprovechadas. Que han acontecido. Oh, sí.
Así que soy un 2%.
Y os preguntaréis, ¿por qué cuento esto?
Pues porque desde la llegada a la dirección del Teatro Real de Gerard Mortier, un moen-no de libro que odia a Puccini y del que ya piden su cabeza, el 90% de los que van a la ópera a negociar o lucir visón quieren, por lo menos, escuchar algo que les suene mínimamente, y creen que la programación actual es un mojón de Cuenca porque, según ellos, son jóperas muy moen-nas.
Hay que reconocer que algo de razón sí que tienen. Además de habernos metido doblada ‘Pelleas et Melisande’ de Debussy, un rollo infumable con un montaje en el que los personajes se movían a cámara lenta, y un “coso” cantado en español que mezclaba ‘Matrix’ y El Bosco encargado a un guapa munhé llamada Pilar Jurado, buena cantante pero que compone con el orto, el verano pasado tuvimos que sufrir las 6 horazas del ‘San Francisco de Asís’ de Messiaen, un jrande del órgano. A este suplicio hay que añadir que, como el montaje era una cúpula gigante de dos moen-nos de unos 100 años cada uno, se tuvo que representar en el incomodísimo Teléfonica Arena. Cada vez que me acuerdo de la caminata desde el coche aparcado en la Casa de Campo a la puerta del recinto, en pleno julio y a las cuatro de la tarde, me entran sudores.
El caso es que estas ovras, aunque tengan algo de moen-nidad, no alcanzan las cotas de algunas joyas perpretadas a lo largo de la historia de la música.
Hagamos un top, que eso siempre queda bonito, pulcro y blogueable.
3.- ‘El viaje a Simorg’
Un coso de Sanchez-Verdú, autor de esa tortura llamada ‘Elogio del tránsito’ (pinchen, pinchen si tienen cojones y descubrirán lo que sintió Dumbo a la mañana siguiente tras la borrachera aquella y sin alka seltzer a mano). El compositor nos tangó en 2007 al más puro estilo Urdangarín con una jópera en la que sonaba un violín electrónico, los crantrantres parecían que iban a potar en cualquier momento y Paola Dominguín salía vestida de Muerte al estilo de ‘El sentido de la vida’ en un sauna gay repleta de onvres enculándose y en la que señalaba con el dedo a los que tenían que morir en ese momento. Como dato informativo, el libreto está basado en la novela ‘Las virtudes del pájaro solitario’ de Juan Goytisolo, poemas y textos de San Juan de la Cruz, Ibn al Farid, Fariduddin al-Attar, el Cantar de los cantares y Leonardo Da Vinci. ¿Por qué no añadir, ya puestos, a Hans Magnus Enzensberger o al Tito MC?. Tócate los cojones, Mariloles.
2.- ‘Faust-bal’
Un auténtico delirio salido de la unión “creativa” del músico ¡experimental! Leonardo Balada y un jrande entre los jrandes como Fernando Arrabal. Su argumento contaba las luchas cósmicas del bien y del mal, y cómo buscaba cada parte llevarse para su lado a Faust-bal. Las fuerzas maléficas estaban representadas por un ejército de esqueletos que se arrastraban y bailaban a las órdenes de Mefistófeles. Además había un ejército de amazonas con un teta fuera (bonito detalle para escandalizar un poco a las señoras del Respiral y despertar de paso al resto) que bailaban y defendían a Faust-bal de los onvres indeseables. Y a todo esto, Dios observando desde arriba.
Y, ahora, la traca final.
1.- Licht: Die sieben Tage der Woche (Luz: Los siete días de la semana).
Un ciclo de siete jóperas del más jrande de todos los sórdidos: Stockhausen, autor de una ovra maentra admirada por este blog llamada ‘Helicopter String Quartet’. A escojonarse todo el mundo:
Tampoco hay que olvidarse de ‘Stimmung’, un despelote al-tlítico en el que seis voces “exploran” (según sus palabras) las diversas posibilidades de un solo acorde… ¡durante una hora! Battiato al menos tuvo la decencia de hacerlo durante 14 minutos, y me consta que algún comprador que gastó 18 euros en el cd de importación perdió automáticamente las ganas de vivir y la fe en la humanidad.
Licht es la ópera más larga de la Historia de la Humanidad. Sí, más que las de Wagner.
¿Saben ustedes lo que duraba la Tetralogía del Anillo?
16 horas.
¡De 28 horas! Más de un día de ¿música?
La heptalogía stockhauseniana responde a la clara tendencia del autor a alargar paulatinamente las duraciones de sus obras, como si se tratara de una espiral infinita. De descenso a las Montañas de la Locura, obviamente.
Licht es el claro ejemplo de la esquizofrenia y moennismo en el que se ha sumergido la música contemporánea. Aunque la melodía murió con Puccini, todavía nos quedaba el ritmo de Stravinsky y la armonía de Britten. Cuando éste último palmó en 1976, llegó la travesía del desierto en la que, con alguna reconfortante excepción dedicada a un icono de Vicisitud y Sordidez, aún seguimos. Lo bueno es que, siempre que continúe esta tendencia, podré escribir sobre alguna bosta de jópera para ente bloj. Y todos tan contentos.
Espero que os haya complacido este derroche de iluminadores enlaces y nuevos palabros de nuestro amigo Clayder-Man. ¡Ofrézcanle las muestras de amor que se merece! ¡Sobre todo por parte de cierto 8% de fans de la ópera!