Los alemanes, que sí que saben lo que es ser sórdidos, ya lo tuvieron claro desde el principio. Vieron a un wookie enano con un falo deforme con verrugas por nariz y concluyeron que ESE era SU personaje predilecto de los 80. Y le dedicaron una canción:
Doce semanas en las listas de éxitos alemanas. Doce.
‘Alf’ es a la historia de las comedias de situación como ‘We Built This City’ o ‘Mr Roboto’ a la historia del rock: un éxito masivo del que todo el mundo se cachondea. Pero a sus fans les da igual. Ellos viven tranquilos en sus psiquiátricos o en sus universidades. Porque la terrible realidad es ésta: ‘Alf’ es el personaje preferido de uno de los máximos iconos de ente bloj: mi hermano, El Ciudadano Soberano. ¿Qué atrae a uno de los principales pensadores políticos de este país (y eso no lo digo yo; ni siquiera Hans Magnus Enzensberger: lo dice mi madre) hacia lo que claramente es el producto de una mutación genética cagada por Don Pinpón después de un atracón de ganchitos de queso?
Que me crucifiquen como en una peli de Albert Pyun si lo sé.
El bicho era un pesado. Los chistes, siempre los mismos. Pero por algún motivo inexplicable tenía personalidad. Mucha. Tanta que su creador, marionetista y voz se comportaba en el plató como si el muñeco fuera una persona. Este señor respondía al armamentístico nombre de Paul Fusco, e imagino que tuvo la idea que lo sacó de la pobreza el día en el que se dio cuenta de que E.T. demostró que no hacía falta crear un bicho mono para hacerse rico. Él haría su propia versión de la peli de Spielberg pero sustituyendo la personalidad de retrasado borracho del bicho de Rambaldi por la de un vendedor de coches usados. Y, como era para televisión, no habría problemas de efectos. Sólo necesitaba hacer una marioneta, según dicen, basada en un antílope que hoy por hoy está como los fans de las series sórdidas de los 80: en peligro de extinción por la mano del hombre. Generalmente, amigos y familiares hartos de tus camisetas con el logo de ‘El gran héroe americano’ o, pero aun, David Hasselhoff. Porque toda la cara de The Hoff es un logo en sí misma.
Claro que Fusco calculó mal la complejidad del proyecto. Una cosa es hacer los teleñecos y otra era rodar una comedia de situación con varios actores y calendarios de rodaje más ajustados que los sujetadores de Katy Perry.
El resultado fue una pesadilla.
Imaginaos que la oveja que todos tenéis en vuestra casa para ponerle ligueros en las noches de sexo, se va cagando por todo el salón. Sería un coñazo tener que ir cada día andando sin poder mirar al suelo y memorizando dónde puso el bicho su último regalo para no pisarlo. Ahora, sustituid ‘pisarlo’ por ‘caer por una trampilla de un metro’ y veréis como la grabación de ‘Alf’ implicaba más paramédicos que todas las representaciones de ‘Spiderman: Turn off the dark’ (Esto no tiene nada que ver, pero… ¡Por fin Broadway tiene un verdadero mito del musical-colonoscopia!)
Además del pequeño problema de que la logística para esconder a los marionetistas durante el rodaje era una tortura, los actores tenían que lidiar con un hecho que les jodía enormemente: los muñecos eran ellos. El que llevaba la voz cantante en la serie era Alf. El resto de intérpretes estaban para darle la réplica. Algo que, para un actor (trabajo que, como ya hemos dicho, se resume en la frase ‘Hazme caso, hazme caso’) es una tragedia. Los dos hijos hacían el papel de percheros, mientras que la presencia de la madre se explicaba únicamente para que comenzara mi personal obsesión por las pelirrojas que son sorprendidas en la ducha por un enano vestido de oso. Y no hablemos de personajes poochies como el olvidable sobrino de los vecinos Armonía, un niñato introducido en la segunda temporada que no recordaba hasta que vi un par de fotos antes de escribir este post.
Pero había una excepción. Max Wright (Willie), único actor de la sitcom con una carrera posterior de cierto recorrido y clave para el éxito de la serie. Al igual que ‘Star Trek’ se basa en la interacción entre Kirk-Spock-McCoy y ‘Garfield’ en la relación entre Jon Arburkle y sus propias idiosincrasias (el gato sólo está ahí para rellenar viñetas mientras que su dueño intenta ligar con señoras en la cola de la frutería), el eje de Alf es un tira y afloja entre el bicho y Willy. Bueno, más bien un tira, tira, tira, que ya el humano demostrará una paciencia que haría que Job y Ned Flanders le dijeran que de vez en cuando hay que rebelarse.
Y se rebeló.
Sólo un poquito. Que en el fondo era Willy. En principio, él y el resto de la familia querían seguir estando traumatizados por muchos años. La cuarta temporada terminó con un final abierto a la espera de retomarlo en la siguiente edición. Cosa que no ocurrió. La cadena decidió tirar de la ídem y cancelar la serie. Momento que todos los actores empezaron a recapacitar. Ellos seguían en su trabajo porque no todas las veces puedes estar en una de las series más vistas del mundo. Pero, como ñordo que sale tras cuatro días establecido en tu interior, la liberación fue tal que empezaron a soltar por sus boquitas el horror por el que pasaron y lo agotador del rodaje. Y es que el proceso de poner y quitar trampillas era tan complejo, que las grabaciones eran eternas.
Podrían haber recurrido más a menudo al enano disfrazado de Alf que se utilizaba en algunos planos de la primera temporada y en la secuencia de créditos. Pero eso suponía dos problemas. El primero, obvio: que la careta del traje se parecía más a un goblin de ‘Troll 2’ que a la propia cara de la marioneta. El segundo, que sólo es una hipótesis gilipollas, que Fusco quería controlar todo lo relativo al personaje. Él era Alf. Y no podía admitir que enano con cara de chino (todavía recuerdo la entrevista que le hicieron en Tele Indiscreta) le usurpara el puesto.
Cuando Fusco hizo un Joss Whedon y consiguió que le dejaran terminar la trama en una película para televisión, el reparto completo lo mandó a tomar por culo. ‘Proyecto: ALF’, la culminación seis años más tarde del cliffhanger de la serie en el que el gobierno capturaba al extraterrestre, tendría un elenco actoral totalmente distinto. Tendría a Martin Sheen.
No, en serio. Martin Sheen. El de ‘Apocalypse Now’. El de ‘Badlands’. El actor que más veces ha hecho de presidente. Y, sobre todo, el tipo que otorgó su herencia genética a esa bestia de la sordidez que es Charlie Sheen.
‘Poryecto: ALF’, es una cosa tristona y fallida debido a la ausencia de Willy. Y eso que tiene un cameo de Michael Berryman, el tío más feo del mundo e icono de todo fan de las pelis de bárbaros ochenteras. Durante la primera mitad de la cosa, Alf es sometido a pruebas y consigue que los médicos acaben locos. Luego se escapa con la ayuda de dos ficus de interior (algunos dicen que eran personajes humanos: yo no podría asegurarlo) y es perseguido en plan ‘El equipo A’ por Martin Sheen. Se refugia en la casa de un brillante científico con la improbable cara de Miguel Ferrer. Y luego me fui a dar un paseo y seguir con mi vida porque, a tomar por culo. Que encima la estaba viendo en una copia de DVD comprada en Méjico por mi hermano y doblada en neutro. Me debo al bloj, pero no tanto.
Por lo que he leído, al final los buenos ganan, los malos pierden y Alf se convierte en embajador de la tierra. Pues mire usted qué bien. También he tenido que recurrir a internet para obtener más información sobre el otro proyecto paralelo que protagonizó el bicho en la cima de su popularidad: ‘Alf, la serie de animación’. Una cosa que no recuerdo haberla visto nunca en España. Claro que probablemente esté equivocado, porque la popularidad del bicho aquí era tan alta como en Alemania. El proyecto duró dos temporadas. Según los expertos infantiles consultados, eso fueron dos temporadas de más. Porque observen la cara que resultó al intentar animar la marioneta tridimensional:
Antonio Garisa lo denunciaría por plagiarle el ser la cosa más grimosa del universo.
La trama era, sin embargo, bastante lógica: la alegre vida en plan ‘Grease’ de Gordon Shumway (verdadero y acertado nombre real de Alf) en su planeta Melmac. Supongo que el saber que todo lo que se veía estaba a punto de estallar y que la mayor parte de secundarios iba a fallecer agónicamente le quitaba su punto diversión al asunto. Así que hicieron otra serie que la acompañaba en la que, por fin, mandaron la lógica a la mierda: ‘Los cuentos de Alf’.
Ésta sí que la veía religiosamente. Se trataba de poner al impresentable Gordon (repito: el mejor nombre de extraterrestre de la historia) protagonizando famosos cuentos de hadas que, mire usted por dónde, eran iguales en Melmac que en la tierra. Pero da igual. Lo importante era ser niño y ver cómo Alf rapeaba ‘Rapunzel, Rapunzel, suelta tu cabellera/ para que yo pueda subir/ como una escalera/ Rapun-rapun’ sin meterte a emo suicida en ese mismo momento. De hecho, creo que mi desprecio por el rap en general viene de ese episodio. O de Millán Salcedo cantando rap. O de escuchar rap. Sí, creo que de esto último.
Esta segunda serie animada, que recuerdo bastante divertida, tampoco pasó de la segunda temporada. En el 89 se llegó a comercializar un videojuego para la Master System hecho con prisas que generalmente es considerado como uno de los peores del sistema. Y, con esto, Alf desapareció de nuestras vidas.
Pero no de la de los americanos.
A principios de los 2000, por aquello de la nostalgia, Alf comienza a aparecer en una serie de anuncios, lo cual condujo a un nuevo intento de resucitar al bicho. Esta vez en un talk show. Algo que sólo podría ocurrir en los Estados Unidos. Básicamente porque en España ya hay un programa así con una marioneta. Y me refiero a Pablo Motos. El experimento se llamó ‘Alf’s Hit Talk Show’, y duró lo que tenía que durar: siete episodios. Según Wikipedia, hay indicios para pensar que nunca se realizó con vistas a tener varias temporadas. O, traducido al español, que fue un ‘por si acaso cuela’. Yo no me lo creo, y estoy más del lado de los que reclaman para el programa su verdadero lugar en la anales de la televisión como uno de los mayores fracasos de la historia de los talk-shows, justo por encima del programa nocturno de Francis Lorenzo.
Hoy en día, muchos claman por el regreso de Gordon Shumway. Otros por el regreso de Cthulhu. Cada cual con sus aficiones. De todas maneras ese plagiador profesional que es Seth McFarlane ya casi ha hecho su propio ‘Alf’ en ‘American Dad’. A mí no me importaría una resurrección del concepto, siempre que no sea hecho por ordenador, con la voz de Jorge Sanz y música de Paco Arango.
Ah, no. Que eso ya existió. Me quedo con Cthulhu, entonces. O con una de las criaturas de R’lyeh cuya visión te hace enloquecer. Como ésta:
Internet: nunca dejarás de sorprenderme. Y de acojonarme.
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