Top 10: Grandes éxitos del radiocasete del coche paterno

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Vivimos en una edad muy difícil: de un tiempo a esta parte, se multiplican los mails y los estados de Facebook en los que las fotos de tus amigos, invariablemente, aparecen acompañadas de un bebé. Y nada vuelve a ser lo mismo.

Afortunadamente, nuestros amigos son buena gente – o, simplemente, no sabemos ser objetivos – lo cual implica que no intentan ser abducidos por la nueva situación. Por ello, siguen comprendiendo que hablar durante dos horas de la caca como elemento subyacente en el cine de Bruno Mattei tiene lógica, pero saben que la caca en los pañales de su bebé no da ni para un minuto de conversación. Igualmente, tampoco insisten a la hora de convencerte para “unirte al club”, cosa que sí tiende a hacer la gente con la que menos confianza tienes.

De todas formas, comprendo que ser progenitor es una situación más estresante que la de hacer fotomontajes de Paul Rodgers (aunque no tanto como la de hacer fotomontajes gay con Anthony Hamilton e hijo ante la atónita presencia del propio padre). Por ese motivo, desde ente vlog, queremos hacer nuestra particular aportación/consejo a los padres primerizos. No porque tengamos experiencia de padres, pero sí por tenerla como hijos. Y ese consejo es que, en según qué cosas, se relajen y hagan lo que les salga de los cojones, por mucho que eso escandalice a según qué pedagogos. Estamos hablando, obviamente, de que le hagan sufrir a su vástago, de forma indiscriminada, todo aquello que les gusta a ustedes, sin dejarle voz ni voto. Seriously. Si ser padre no te da derecho a ser paternalista, entonces apaga y vámonos.

Un niño pequeño es, en esencia, un indocumentado: un disco duro al que hay que ir rellenando (y todos sabemos que somos capaces de llenar 10 Teras en una semana, tirando de más cosas que Sasha Grey). Por ese motivo creo tanto que hay que machacarle en la escuela haciéndole aprender delirios como la diferencia entre angiospermas y gimnospermas (lo estudié con 8 años y sigo vivo) como en casa con la tele y la música. Ya tendrá tiempo después de ir ordenando todo lo que tenga dentro.

Lamentablemente, estas nuevas generaciones no tienen una inmensa ventaja que tenía la nuestra: dos únicos canales de televisión pública, un único televisor en la casa y la ausencia de vídeo. Hoy en día, con la TDT y los dvds de Disney, la tentación de ponerle a los enanos aquello “que pidan” (Clan TV y, a pesar del paso de los años, ‘El rey león’) con tal de que cierren la boca ha creado la generación de darnais con la que nos toca convivir. Porque… ¿Qué es un darnai sino un chaval imberbe al que, de pronto, no se le critican sus gustos y se termina creyendo la hostia? Una figura de autoridad que, durante la infancia y la adolescencia, te diga que todo lo que te mola es una puta mierda es lo que realmente ayuda a definir y perfeccionar el criterio.

Es cierto que la batalla audiovisual está perdida: estas nuevas generaciones ya no pasarán por experiencias traumáticas e iniciáticas como verse, un sábado por la tarde, la película ‘Caídos sobre un árbol’, en la que Louis de Funes con pelucón, Geraldine Chaplin y un chavalín están casi dos horas en un coche suspendido sobre un árbol en pleno barranco. ¡Y todos en el colegio nos tragamos aquello porque no había otra cosa que ver! Llámenme depravado pero creo que eso hace más por la personalidad que verse todo Disney.

Sin embargo, hay un territorio en el que los progenitores aún pueden ejercer su autoridad artít-tica. En efecto, se trata de la música que se puede poner en el coche. De momento, sigue siendo muy caro eso de tener un dvd de serie para que los niños se vean sus polleces en el asiento trasero, así que el cd (uséase, la casete contemporánea) sigue siendo la opción fundamental de ocio en el automóvil. Dado que saltar del coche en marcha sigue sin ser una opción para la chavalería, animamos a nuestros amigos progenitores a disfrutar de la última parcela de fascismo artístico que les queda en este mundo. Prohíban a su vástago el hacerse el autista con su reproductor de mp3 y macháquenlo vilmente con lo que les de a usarcedes la gana. ¡Y nada de ponerle al niño lo que pida! Porque la aspiración principal respecto a un hijo NUNCA puede ser que no dé por culo: para eso es más interesante la opción de NO tenerlos.

A continuación, en un post que quiere ser participativo – y joer que si lo va a ser, visto todos los recuerdos de viajes a Benidorm que incitó el monumental post sobre Perales -, paso a facer mi top ten de las canciones que, tanto en el radiocasete de mi padre como en el 8-track (¡no me digan que eso no es la apoteosis del cool!) de mi abuelo, me han marcado como persona, sórdido y onvre. Y por las que les estoy inmensamente agradecido. Luego vendrían esos momentos de adolescencia en los que intentar poner mi música – con alguna victoria, pero siempre se aprendía más del “quita esa mierda” – y a la madurez definitiva que, en mi caso, fue el momento en el que, tras poner los 60 minutos del cd de Santiago Rouco ‘Oye niña’ en un viaje Vigo-Madrid, mi señor padre me dijo, una vez acabó la experiencia: “Vuelve a ponerla” para, acto seguido, poder cantar estribillos tan bellos como “Me ligo a una negrita/ chiquitita y muy bonita/ para que me abanique y me toque la coliiiiiitaaaa”.

Vamos con ese top 10:

10. Pepe da Rosa – Sevillanas del mundial

Después de los pasodobles, las sevillanas fueron lo único que logró hermanar a toda Esp-p-p-paña. Aunque fuese por lo más bajo. En el caso de Pepe Da Rosa – protagonista de ‘Le llamaban JR’, película que marcó mi infancia, pues no era cosa sencilla el llamarse José Ramón en los 80 – se aplicaron las sevillanas a una de las definiciones más certeras de la miseria nacional. El ridículo del mundial 82 marcó a los finstros que, como un servidor, devorábamos los Mortadelos de los mundiales en los que Calvo Sotelo hacía un fallido saque de honor; coleccionábamos las fichas del Mundial 82 de los tebeos de Bruguera (incluyendo los bigotones de Grame Souness, Satrústegui o Zamora), y que no sólo almacenábamos las monedas conmemorativas de tan magno evento sino que hasta éramos capaces de hacer algo con las promociones de Naranjito que ofertaba la margarina Tulipán.

Después de ver caer a la selección, Pepe Da Rosa me convenció de que sólo a través de una picaresca TAN chunga como la que planteaba – y que hubiese avergonzado a Mariano Ozores – este país podría llegar a algo. Lo cual explica que, cuando el gol de Iniesta, la ruptura total de esquemas nos llevase a tajarnos con hooligans ingleses.

9. Ray Conniff – Mame

Si pueden decirme que, en este planeta, hay tres cosas mejores que el pelucón de Ray Conniff sólo podría decirles que tienen una escala de valores muy averiada. Si, además, tuviesen los genitales de espetarme que esos coros tan sórdidos – y de jran éxito, lógicamente, en Alemania – no mejoraban salvajemente las versiones originales, les diría que la lectura del Rock de Lux – o Mondo Brutto, lo mismo da – les ha aniquilado la zona del cerebro en la que residen los valores. Si me dijesen que, de entre todas las canciones versioneadas por Ray, el hecho de que elija una correspondiente a un musical me convierte en una maricona sólo puedo decirles: vean qué descomunal puta mierda de musical sesentero es ‘Mame’ y, por lo menos, me dirán “Vale, nunca podrás ser una maricona cursi de las de gustarle el musical clásico diciendo que es ‘lo bueno’. Más bien, eligiendo esa cosa, serías un mariconazo leather chungo de los de ‘La ostra azul’ o cualquier garito cutrongo de Hamburgo”.

Y, entonces, sí que tendrían razón.

8. Andrés Pajares – Gigi el amorosso

Y otra canción del 8-track de mi abuelo. En este caso, es otro de esos temas marca “no emigres, que como en casa no estás en ningún sitio” en la onda de ‘Vente a Alemania, Pepe’. Y me producía un tremendo mal rollo que un cómico capaz de obras maestras como ‘Yo hice a Roque III’ (que alquilábamos contumazmente en el videoclub del Corte Inglés) tuviese esas excursiones por terrenos que no eran, precisamente, de comedia. Gracias a esta canción – y al ascazo que me daba cuando Lina Morgan se ponía a llorar y, sobre todo, a películas como ‘El alegre divorciado’ de Paco Martínez Soria – desarrollé mi actual sarpullido hacia cualquier cosa que huela a “alivio dramático” en una comedia. Y, respecto al tema de la emigración, qué quieren que les diga un gallego como yo. Desde septiembre del año pasado ya llevo media vida viviendo en Madrid. Lo que se denomina, según la RAE, un “madrileiro”.

7. Modern Talking – Like a Hero

La discoteca de mi señor padre era un prodigio de eclecticismo: al lado de un maravilloso vinilo con interior ¡troquelado! del ‘Oceans of Fantasy’ de Boney M podía estar el ‘Más Zarzuela’ de Luis Cobos, una antología de los Beatles, el disco ‘James Last y… Olé!”… pero lo que más destacaba era una de esas piruetas musicales extrañas en las que, alguien en casa, regaló a mi padre el maggnífico ‘Romantic Warriors’. Sí, Modern Talking vendrían “del país de los anormales”, pero siempre he creído que mi señor padre haría una excepción respecto a todo aquello cercano al Schlager o, simplemente, al mullet. Para mucha gente, el grupo de Bollen y Anders eran una máquina de producir dos singles y ocho temas de infame rellenazo. Pero mi padre, lejos de hacer caso a esas “verdades comúnmente aceptadas”, decidió grabarse el lp entero y ponerlo en el coche. De esta forma, aprendimos a no disfrutar de lo obvio y ver que hay más cosas que los dos hits con lo que te machacaban. Y que unos titanes de lo sórdido NO hacen jamás relleno, sino que exploran facetas de su personalidad más enigmáticas aún que el “¿Quién carallo es esa Nora que sale en el colgante de Thomas Anders?” (y cuya respuesta más probable parece ser “él mismo cuando salía por los bares de ambiente”). En este contexto, me quedé con la canción ‘Like a Hero’: no sólo su tema más lento, sino también el de más épica contenida. Porque el ‘hard Casio’sirve para todo.

6. Joan Baptista Humet – Clara

Dentro de su hábito de copiarse lps de éxitos del momento a casete, mi padre rara vez se dedicó a cosas como pulsar el “pause” del tocadiscos para quitar uno u dos temas cojoneros. Gracias a esa noble práctica pude disfrutar, dentro de una cinta con temas tan joviales como el ‘Hola mi amor, soy yo tu lobo’ de la Orquesta Mondragón o el sublime ‘Pavo Real’ del Puma (cuya letra sigue fascinándome por críptica a día de hoy), de esta lírica y sentida crónica sobre la vida de una drogadicta. Un tema que entraba cual épica hostia dentro de la selección musical. De pequeño no notaba claramente ninguna referencia a chutarse, pero el mal cuerpo que me dejaban versos como “Clara, a la deriva/ No tuvo suerte al elegir/ La puerta de salida” me debió marcar de una forma inconsciente tal que, pese a trabajar en un mundo tan vicioso como el de la publicidad, decidí no meterme nunca nada. Por no darle todo el mérito a Joan Baptista, y por no salir del Peugeot 505 de esa época, que tanto regocijo nos producía cuando pasábamos por la calle Orillamar viendo a los travelos portuarios, he de decir que ver el silencio con el que mi normalmente locuaz progenitor veía a la gente que bajaba a picarse al río Lagares mientras yo estaba en el asiento del copiloto me marcó probablemente más.

5. Os Resentidos – Pensionismo ou barbarie

Una de las mejores formas de descubrir cosas es por compromiso familiar o de amistad (lo cual explica que, en ocasiones, mi madre tenga la feliz ocurrencia de ponerle mi cortometraje ‘Pederastia 96’ a las visitas, que tienen que ver cómo un onvre con barba vestido de niña logra, merced a la magia del montaje, comerle el rabo a Julio Anguita). En este caso, uno de los compañeros de trabajo de mi madre tenía un hijo que tocaba tanto en Siniestro Total como en Os Resentidos, lo cual dio pie a que le pasase un par de casetes. La primera de ellas, la sublime ‘Bailaré sobre tu tumba’ no necesita presentación. Pero fue la segunda, la demencial ‘Galicia Caníbal’, la que realmente nos marcó. Henchidos por el patrioterismo de ver que un tema como ‘Fai un sol de carallo’ triunfaba en toda Esp-p-p-paña, seguíamos navegando por un disco capaz de llegar tanto a hacer una versión del ‘Proud Mary’ diciendo ‘Lenin en Lalín’ como, por supuesto, a la sentencia que toda la familia coreaba a grito pelado en el Citroën GS de entonces: (traducido) “Una media chepa es la mitad de una chepa/ Pero un medio pensionista no es el 50% de un pensionista”. A día de hoy creo que todos seguiríamos siendo capaces de cantarla entera de memoria.

4. Sara Montiel – Fumando espero

Como buen vigués, mi padre tenía su contrabandista que le permitía fumar, a muy buen precio, cantidades masivas industriales de Winston (marca perennemente asociada a la onvría). Hasta que, un día, le falló. A las cuatro de la mañana, el contrabandista le llamó con un “Lorenzo, que ya tengo tu tabaco”. Ni que decir tiene, mi señor padre le mandó efusivamente al carallo por despertarle a esas horas y, acto seguido, se preguntó que cómo había llegado a esa situación tan absurda. ¿El resultado? Pasar de tres cajetillas al día a cero en menos tiempo del que Sergio Pérez tarda en decelerar en Mónaco.

Por ese motivo, tiene cojones que, recién abandonado el vicio, mi hermana instase a mi abuela a comprar, en un mercadillo de Ourense, la banda sonora de ‘El último cuplé’, con el que Sara Montiel entró con todo el imperium en nuestras vidas. De la misma forma que soy del espíritu de ‘Mame’ antes que del de ‘Cantando bajo la lluvia’, también tengo que decir que, el día que me rompí en brazo, iba a ver ‘Orígen’ y terminé escayolado en casa viendo ‘La violetera’. In retrospect, he de decir que, fílmicamente hablando, mi lesión fue toda una suerte. Y todo comenzó con esa casete de Sara en la que, además, había demenciales intentos por cantar en francés – que superaban, incluso, ese “Tumbada en la cheslón” – sembraron, en mi mente infantil, las semillas de lo que luego sería el idioma mundial.

3. Joan Baez – Te recuerdo, Amanda

La peor aportación de la bachata en los 90 y el reggaeton en los 2000 fue el hacernos olvidar los jrandísimos momentos que la música sudamericana aportó en nuestras vidas. La lista es interminable: desde el 8-track de Luis Mejía Godoy induciendo experiencias psicotrópicas con “Son tus perJúmenes mujer, los que me sulibellan” hasta Carlos Gardel cantando sobre la drogaína, entremedias cabía todo el drama de los boleros – sí, me gustan mucho ¿pasa algo? –o, mejor aún, el culebrón épico de mis idolatrados Pimpinela.

Pero, si hubo una casete que realmente me marcó, fue el disco ‘Gracias a la vida’ de Joan Baez. Le insto a que se lo descargen y disfruten cada uno de los temas, absolutamente épicos y desatados en su dramatismo – ‘Vengo con tres heridas/ La de la amor, la de la muerte, la de la vida’ – pero, por encima de todo, a mi impresionable mente infantil, lo que le marcó fue la versión del tema de Víctor Jara ‘Te recuerdo Amanda’. Rojerío, revuelta social, amor desatado y esa mujer, mirando a la fábrica donde trabajaba Manuel. Ya de pequeño entendía bien lo de las manifestaciones y las pelotas de goma por aquello de tener un padre trabajando, en plena reconversión industrial, en el sector naval (feck, si a veces me asomaba por la ventanilla del coche – Renault 5 naranja por aquel entonces, creo – para gritar “Oz de Azcón, non zomoz tedodiztaz, quedemoz zoluzión”). Así que, el final de la canción, con ese “Muchos no volvieron/ Tampoco Manuel” hizo que, junto a mi querencia por la sordidez y el erotismo festivo Marianozoril, haya otro amor igual por el grito de guerra “¡Drama y sufrimiento!”, que es lo que hizo que me lo pasase tan bien montando ‘Sin tetas no hay paraíso’ ¿O es que alguien se creía que yo no lloraba con las desventuras de la pobre Jessi, esa pelirroja bondadosa que arrastraba a sus amigas a la drogha y la prespitación? De hecho, son muchos los que, al verme montar, me dicen que lo llevo todo al drama desatado operístico. Y tienen razón. Pero sigo orgulloso de haber logrado que el departamento de guión de ‘Sin tetas…’, tras oirme repetir, día tras día, mi grito de guerra, pusiese ente cartel en su puerta:

2. Louis Clark – Hooked on Classics

Sé que queda cutre que un talibán de Luis Cobos como yo ponga este disco en vez del ‘Capricho ruso’. ¡Pero Louis Clark llegó primero a las tiendas y al coche de mi padre! Y, por mucho que me duela reconocerlo, es más que posible que su dominio del Hard Casio – y también del Grindcore Casio – sea todavía superior al de Luis. He aquí una muestra:

Cuando, después de esta experiencia extracorpórea, descubrí que la música clasica de verdad, seria y respetable, no contemplaba la utilización de los botones de ritmos del Casio sólo pude sentir pena por el pobre Mozart… ¡Lo feliz que hubiese sido naciendo en una época suficientemente desarrollada tecnológica y moralmente como para poder componer en un PT-1 en vez de en un cutrongo clavicordio! Ese contraste entre esta alegría de vivir y los hologramas que escuchan a Brahms – si alguien te dice que es fan de Brahms, bien no es una persona de verdad, bien es un agente de la CIA – fue lo que, en última instancia, me empujó a la sordidez militante. Pero con criterio. Ya de pequeño, sabía que el broche de oro que cerraba el disco de Louis Clark, el terroríficamente titulado ‘Hooked on Can-Can’, provocaba el que yo dijese “Hasta ahí no llego”:

(Mecagüenlahostia, sí que llego. Ha sido darle play al youtube y sentir el impulso de ponerme pololos. ¿Me acabará gustando el disco equivalente que grabó Werner Müller, en el que me parecía que lo que había hecho con el tema más sórdido jamás compuesto – la marcha Radeztky –superaba todos los límites de lo chungo? Es una posibilidad que me aterra…)

1. La Trinca – Quesquesésemerdé

Este disco sólo puedo mencionarlo en la misma frase que ovras maestras como ‘The Wall’, ‘Tommy’ o ‘Killroy Was Here’. La obra conceptual absoluta de la Trinca tradujo sus mejores temas del catalán, añadiendo algunos nuevos y, con ocho o nueve años, terminó por marcarme a fuego la visión actual que hoy en día tengo del mundo: las luchas sociales como una manera que tiene el proletariado de exigir su bidet para poder tomar baños de asiento sin perder la dignidad; la crítica a una falocracia que no llega ni a los diez centímetros; el votar como algo tan serio como desvirgarse (que aprendan algunos…); la desmitificación de la épica del 23-F y el bigotón de Tejero; la mitificación de quién sí lo merece: el papel higiénico (“en prueba de buena fe/ Te juro que nunca más usaré/ Las ásperas hojas del ABC”); la educación religiosa como épica pederasta; la teoría de la evolución como verdad innegable, sólo que provenimos de la patata; la zoofilia como una opción vital; los Apocalipsis del cambio climático explicados como “Y serán las tempestades una inmensa lavativa/ Y del cielo lloverá diarrea radiactiva”.

En suma, un disco que me blindó forever frente a actitudes como “Usted no sabe con quién está hablando” o “Me parece fatal que os riáis de alguien por llamarse Apichatpong”. Ahí es nada.

Ahora es cuando les toca a usarcedes compartir todo su acerbo. Y a todos aquellos que comiencen esa nueva fase en la vida, concienciarse que el cd-mp3 del coche es un espacio que implica un gran poder y una mayor responsabilidad. Ejerzan el paternalismo autoritario, es lo que toca. ¿Se imaginan qué mundo tan maravilloso podrá ser el de una generación marcada, en el asiento de atrás de un coche, por un “Ohhhhh, you Couch my tra-la-la. /Mmmmmmmm… mu ding-ding-dong…”?

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