
Ello explica que no haya sido capaz de encontrar absolutamente nada sobre los cocos en Abisinia por internet. Nada. Hasta dudé que hubiera cocoteros allí. Pero no nos adelantemos. Primero, lo prometido: Tenía que utilizar en el post, además de ‘caca’, ‘tetas’, ‘procrastinar’ (¡hecho!) y ‘épico’, la primera palabra que me saliera en la página aleatoria de Wikipedia. Y ha sido:
El universo me odia. Pero qué le vamos a hacer. A ello:
Para desentrañar este misterio sólo puedo empezar por buscar el consejo de un sabio. Y como no tengo a mano a Neil Patrick Harris para decirme qué haría él, me contentaré con Franco Battiato, que no sólo tiene textos de gran interés, sino que además una vez dijo en una canción ‘Hacerlo contigo / no debe ser cómodo / eres gorda como tres’, lo cual encierra toda la sabiduría del planeta. Toda.
Y lo que tiene que decir Battiato sobre Abisinia es (traduciendo en mi perfecto italiañol que se basa, principalmente, en las canciones del mismo Battiato y las pelis de Mario Salieri):
Había un conductor en Abisinia / conducía el camión hasta el fin de la tarde / y por la noche descansaba y se reunía / En aquel tiempo en Europa había otra guerra / y por canciones / sólo sirenas de alarma.
Perfecto. Estas palabras han sido de la misma ayuda que un enema justo después de una colonoscopia. Pero, mirándolo por el lado bueno, me han servido para rellenar un párrafo más.
Así que ahora indaguemos un poco más por la red en busca de la conspiración en sí. El primer dato está en el hecho de que hubiera un sorprendente vuelco en las votaciones cuando lo de los gitanos llevaba una buena ventaja. Claramente, había un grupo de hackers subversivos con el mismo poder y peligro que un chaval con la careta de V de Vendetta manifestándose a la puerta de los Goya. Esto es, con ninguno. Pero hay algo importante relacionado con los cocos y con Abisinia. Porque hay cosas que son como las tetas de Gianna Michaels: hay que sacarlas a la luz.
Abisinia es el nombre antiguo de Etiopía. Antiguo y que suena mucho más molón, si bien etimológicamente, ambos nombres son muy aburridos. El primero se refiere a la mezcla de tribus que había (lo cual, como vimos aquí, es algo bueno: de la unión de culturas salen cosas altamente estéticas). Lo segundo viene del griego y significa ‘Caras morenas’, lo cual, como cualquiera que haya estado en Etiopía puede atestiguar, es bastante cierto. No yo, claro. Que no me acerco a un país del tercer mundo ni aunque me esperen allí un grupo de actrices porno jugando al rol y rogándome que les deje practicar sexo oral conmigo mientras me echo una partida al Mass Effect 2. Porque estoy completamente seguro de que en el mismo momento en que pise un sitio como Etiopía con la punta del dedo gordo de mi pie, me dará un ataque de caca que no acabará hasta que vuelva al avión.
Por otra parte tenemos los cocos. Que no es que sean muy abundantes en Etiopía. De hecho, según he podido investigar con una rápida visita a la Wikipedia, básicamente hay una pequeña zona al Este con cocoteros, los cuales también parecen crecer en la vecina Eritrea, un país absurdo cuyo nombre parece inventado por R. A. Salvatore para colocar algunos elfos con túnicas y cinco cimitarras. Así de cateto soy. Que es uno de esos países estilo Palencia: como nunca están en las noticias, ni te enteras de que existen.
Quizá, del mismo modo que las dryadorchis de Nueva Guinea no son iguales que otras orquídeas, los cocos africanos sean distintos a los del resto del mundo. Sea por esto o por otros motivos que no traigo a colación porque no tienen que ver con la palabra que me salió aleatoriamente en la wikipedia, los cocos no forman parte esencial de la economía etíope. Además, no saben ustedes lo difícil que me está siendo contenerme para no hacer chistes relacionados con la hambruna en esa zona de África. Pero no es necesario. ¿Para qué recurrir a humor de mal gusto cuando puedes, simplemente, hablar de pechos?
Efectivamente, los cocos son como tetas. Unas tetas duras, muy feas y con tres pezones hundidos. No en vano, una vez un amigo me comentó que se había enrollado con una chica que tenía las tetas duras como cocos. Y, por algún motivo que no he podido todavía asimilar, lo decía en positivo. Así que no sólo ha sido mi calenturienta imaginación la que me ha llevado a esa conclusión. Mucho peor está la mente de Vicisitud, que me comentó cuando le hablé de la relación cocos-pechos, con total convicción, que los granos de café parecían vaginas. Eso tiene un nombre: se llama capacidad de observación. Y de abstracción. Y, por supuesto, problemas serios neurológicos.
El caso es que el café es el mayor producto de exportación de Etiopía. ¿Por qué sí se cultivan pequeñas vaginas, no hay más duras tetas? ¿Quizá tenga la respuesta a todo esto Paul Rodgers? ¿Lo sabrá Apitchapong? ¿O ambos?
Todo comienza a cobrar sentido. Existe una conspiración anti-tetas que hace que la exportación de cocos de la Abisinia no sea una industria más floreciente. Los cocos son un producto muy valioso. Sirven para hacer bikinis acorazados y para pincharles un palo y hablar con ellos. No en vano, lo de ‘coco’ se lo pusieron los portugueses porque, básicamente, les parecía la cara de eso: del coco. La imaginación hace maravillas después de unos cuantos meses de viajes marítimos. El porqué no le pusieron, por ejemplo, ‘Joao’, se explica en el hecho de que en la cara de la fruta se ven ojos y boca, pero no un buen bigotón. No les trasmitía familiaridad portuguesa.
Pero no podemos obviar que lo más importante de todo son las grandes cualidades como bebida isotónica del agua de coco. Por no hablar del efecto laxante de una buena cantidad de este líquido ¡Imaginen las posibilidades para millones de mujeres deportistas y estreñidas! Y de hombres. Pero sobre todo mujeres. Que tiene que haber un motivo por el que todos los anuncios de ‘escarrúciese usted a gusto con estos yogures/cereales/complementos/material radiactivo’ estén dirigidos a las señoras.
Pero claro, volvemos siempre a la misma pregunta: ¿por qué la recogida de cocos en la Abisinia no es una práctica tan popular allí como, por ejemplo, morirse de hambre?
Porque voy a ir al infierno por esa última frase. Es un hecho.
Y ya que hablamos del infierno, me llama la atención el hecho de que Etiopía sea un bastión cristiano en África. Concretamente ortodoxo, pero comprenderán ustedes que cómo se disfracen para hablar a los fieles y qué partes de la biblia interpreten distinto es algo que me preocupa menos que los últimos avances en astrología. Lo que sí sé sobre las religiones monoteístas es que suelen estar de acuerdo en una cosa: las tetas hay que guardarlas. Una opinión que me parece tan reprobable que no merece ni llamarse ‘opinión’. Por lo tanto, hemos llegado al meollo de la cuestión:
Los lectores querían que habláramos de los cocos en Abisinia para llamar la atención sobre la represión que tienen que soportar las tetas en ese país. Porque seamos sinceros: si pensamos en magreb y señoras, se nos vienen a la cabeza desagradables imágenes de mujeres hasta arriba de ropa incluso con cincuenta grados a la sombra, con la consiguiente olor. Pero si alguien te dice ‘África negra’, automáticamente piensas en señoras con los pechos alegremente al aire. No digo yo que sea una imagen muy erótica, pero recordemos que el protagonista de Kick Ass se la machacaba con fotos de documentales.
Por lo tanto, todo se reduce a una épica conspiración de la iglesia ortodoxa para tapar a las mujeres. Eso significa que lo natural sería que yo ahora me pusiera a rajar de lo malas que son las religiones y el daño que hacen. Pero, curiosamente, llegados a este punto, el artículo VA Y SE ACABA.