
Supongo que el problema es que la anécdota no es demasiado potente. Pero, qué coño: la voy a colgar aprovechando las fiestas para que vosotros la juzguéis y la condenéis a muerte. De hecho, propongo una idea revolucionaria en internet: si el post os parece una idiotez, lo borraré y en su lugar colocaré un video de Vicisitud y mío cantando The Rime of the Ancient Mariner de Iron Maiden.
Lo cual no creo que mejore las cosas. Si acaso, hará que el mundo sea un lugar más aterrador.
Así que vamos allá.
La génesis de este artículo está en uno de mis profesores de instituto. Una época ¡¡¡¡ÉPICA!!!! para mí, si bien mi personalidad por aquellos entonces era un poco extraña. Por un motivo principal: si apareciera en una película adolescente americana, aparte de convertirme automáticamente en el tipo más feliz del mundo, sería difícil encajarme en algún arquetipo. Ni freak rolero, ni geek, ni deportista, ni gamberro… ni siquiera un in-betweener, porque, curiosamente, era bastante popular (la unidad de medida importante en la vida adolescente). Algo que, para mi desgracia, tampoco me servía para nada, pues no follaba. Mi cierta fama en el instituto hizo que me convirtiera en amigo de algunos profesores, mientras que para otros era un equivalente al anticristo. Cosa que puedo llegar a comprender, sobre todo si apruebas Física de 2º de BUP (estando en COU y con un 4 de nota) y tus amigos se dedican a llevarte a hombros por todo el edificio mientras escriben en las pizarras ‘Paco Fox ganó al instituto’ y cantan la Internacional y el himno del Barça. Esto último con un objetivo claro:
Por joder
Uno de los maestros con los que sí me hablaba ni siquiera me dio clases. Era el jran Pepe Juan Iborra, tipo interesante con el que aun hoy en día quedo cada vez que voy a Algeciras para reírnos un rato y, de paso, contarle cuánta gente del mundo de la televisión se rumoréa que es gay.
La cercanía con los profesores más interesantes me viene de familia, pues mi madre es maestra. Así que me gusta estar enterado de cómo va la educación en este país. Mi señora progenitora es bastante optimista: burros los ha habido siempre. Mi amigo Iborra, por el contrario, está más quemado que Darkman en un día de fallas. Fue él quien me contó una vez cómo una respuesta de examen de literatura de secundaria sobre Lorca contenía la frase:
‘Franco le dijo: Lorca, márchate. Y Lorca se fue’.
También quien me comentó que el día más desesperanzador de su vida fue aquel en el que le dijo a una alumna:
‘¿Pero tú no lees? ¿No vas al cine? ¿Y qué haces cuando llegas a casa?’
A lo que la chica respondió con todo su aplomo poligonero: ‘¿Yo? ¡Po jincá el shosho en el escay!’.
Sin embargo, hace varios años me contó una anécdota más interesante, pues no trataba de la estulticia púber, sino de gente a la que se le presupone inteligencia. Porque, claro: ¿cuál es el mayor enemigo de las personas listas? Efectivamente: lo políticamente correcto.
Generalmente, la corrección política es algo mucho peor todavía que sentirse ofendido por algo que te han dicho. Más bien se trata de sentiste ofendido por algo que le pueden decir a OTRA persona. Esto es, una actitud que oculta tanto paternalismo del tonto como gilipollez extrema.
El tema de la corrección política comenzó a asolarnos hace más de dos décadas y últimamente está alcanzando niveles que son más difíciles de soportar que un concierto de Ke$ha al frente de un grupo de pandereteiras. Mis primeros recuerdos de esta corriente de anti-pensamiento están unidos, cómo no, a Estados Unidos (¡forsale involuntario!) y aquella noticia sobre una Biblia en la que cambiaban todos los ‘Él’ por ‘Él/Ella’. Discusión inútil, pues dios no es ni él ni ella. Se trata del monstruo volante del espagueti, el cual es hermafrodita, pues las albóndigas actúan como ovarios y testículos.
También recuerdo especialmente la popularización del término ‘Afro-americano’, sobre todo en esos programas estilo ‘Cops’. Muy pronto me di cuenta de lo gilipollas profundo del palabro, pues trataba a los negros como si no fueran realmente americanos: son sólo mitad. Aunque hayan nacido en Wichita Falls. Por la misma regla de tres, muchos blancos deberían ser ‘anglo-americanos’. Y Bob Esponja ‘Oceano-americano’. Además, ¡qué manía con lo negro! ¡Pero si es un color cojonudo! A mí que queda muy bien, sobre todo desde que conseguí quitarme la caspa. Además, ¿de qué iba Luke Skywalker en ‘El retorno del Jedi’? Pues de negro. Que, a propósito, era originariamente el estilo de uniforme de los caballeros jedi. Sólo que, para ‘La amenaza fantasma’, Lucas cambió de opinión y acabó vistiéndolos como Obi Wan. ¡Ala! Ya tenéis un nuevo dato idiota de ‘La guerra de las galaxias’ en la cabeza. Mi misión como escritor de blogs ya tiene un poco de más sentido.
Y luego, la imbecilidad comenzó a extenderse. Hasta hoy en día, una época en la que no es posible decir nada sin temor a herir sensibilidades. Verán ustedes: yo creo que lo de ‘sentirte herido en tu sensibilidad’ es de mentes débiles. El que un tipo me insulte o se meta con mis gustos me parece más irrelevante el personaje del Meronvingio en Matrix.
Pero tampoco nos desviemos. Que de lo que se trata esto es del siguiente paso a la constante preocupación por la corrección política: llevar ideas interesantes y necesarias al más absoluto absurdo con tal de resultar ecuánime. Como suele hacer G.Sanz, pero con temas sociales en lugar de críticas culturetas.
Efectivamente: una vez que basas todo tu esquema de pensamiento en convertirte en Maestro de las Llaves y Guardián de la Puerta (hermafroditismo mental: como el monstruo volante del espagueti) de todas las causas que no han pedido tu ayuda, comienzas a discurrir de manera extraña.
Y ahí entra la anécdota de mi amigo Pepe Juan, acontecida durante un congreso de educación en Jerez de la Frontera al que acudieron todas las autoridades relacionadas con la materia (que no ‘expertas en’) de la Junta de Anladucía. Una de las mesas redondas versaba sobre la Co-educación, tema que, junto a las competencias, se había convertido en uno de los clichés más socorridos para camuflar otros deficits más perentorios del sistema. De lo que allí se hablaba es que la mayor parte de los problemas de la educación en Esppppaña no vienen de los planes de estudio, de las actitudes en el aula o de la situación en el hogar. No. El origen de todos los males es la mala educación del papel de hombres y mujeres. En el debate intervinieron las responsables del proyecto de la Co-educación y Ángeles Caso, entre otras feministas. Y allí atacaron con su propuesta principal: lo que hay que hacer para que todo funcione perfectamente en los colegios es… re-escribir la historia. Hay que darle mayor protagonismo a la mujer, ya que no hay apenas señoras físicos ni señoras matemáticos en los libros de texto. Y ya está bien de programar una historia de la literatura española donde solamente fueran objeto de estudio figuras masculinas.
Aterrado, algún profesor preguntó: ¿Y quién sugiere que expliquemos en lugar de Quevedo y Lope de Vega?’
Y alguien del panel (quizá la propia Caso, pero esto de esperar dos años para escribir un post hace que mi memoria me falle) contestó rápidamente: ‘Pues, por supuesto, HILDEGARDA VON BINGEN’. Así se podrá equiparar el déficit co-educativo.
Es obvio que llamarse Hildegarda Von Bingen es ser la versión femenina de Hans Magnus Enzensberger. Digas lo que digas, TIENES RAZÓN. De hecho, estoy trabajando en crear una máquina del tiempo con el único objetivo de que Hans Magnus viaje al pasado, se beneficie a Hildegarda, y de la unión salga el ser supremo Hipermegatrón Von Lahostia, dios de la dialéctica y la única persona capaz de hacer cambiar de opinión al contrario en una conversación online.
Pero que un profesor de literatura te pregunte que a quién quita para hacerle un espacio a una mujer y a ti sólo se te ocurre enta munhé… es ganas de mantener tu postura por tus santos cojones y no atender a lógica ni razón alguna. Que la historia es la que es, y las mujeres siempre han estado puteadas.
No es que la pobre Hildegarda fuera una matada. De hecho, hace cosa de un año, buscando mis carpetas de MP3 me encontré un par de piezas suyas. Yo que no tengo prácticamente nada de música clásica. Porque por lo que pasó a la historia esta monja fue por sus cojonudas composiciones musicales. En el terreno literario sus contribuciones fueron principalmente sobre teología, un género que me causa el mismo respeto que las marchas militares en relación con lo musical. Eliminar de un temario obras maestras de la sordidez como El Libro de Buen Amor y sustituirlas por Liber Vitae Meritorum (que en ningún momento habla de ser violado por serranas unicejas como el libro del Arcipreste) sólo por no enfadar a las feministas me parece una propuesta que no haría ni un ferengi hasta arriba de cerveza romulana.
Claro que, para ser una ídola de ente bloj no vale con haber compuesto setenta y ocho obras musicales, tener un nombre ¡¡¡¡ÉPICO!!!! y ser mi representación referencial de la idiotez de lo políticamente correcto. Lo más importante es que Hildegarda fue la primera persona que era tan freak como para crear su propio idioma artificial. Su Lingua Ignota se adelantó al élfico y al Klingon en varios siglos. Era el idioma que utilizaba para describir sus éxtasis místico-psicotrópicos-orgásmicos. Nadie sabe muy bien por qué. Algunos estudiosos de la época lo llamaban en varios cónclaves algo así como ‘la frikada de la puñetera esa, que se ve que no anda muy bien’, o, en el alemán medieval original ‘Monjenfuerandeollenz’. Nada más que por eso casi empata en nuestros corazones con nuestra amada Santa Teresa de Jesús. Hay que ser muy grande para dedicarte a hacer tu propio alfabeto. O vivir en un convento en la Edad Media y aburrirte mucho. Que también puede que fuera eso.
Ahora os dejo, que me voy a poner la película sobre Hildegarda que acaba de salir en DVD. Porque las navidades también son fechas para hacer penitencia.