Mis vicisitudes progresivas: Gentle Giant

Foto del autor

5
(1)
A decir verdad, la lista de los 100 discos con valores nos dejó el tema musical un poco agotado de cara a futuros posts. Gracias a San Feck que siempre podremos recurrir al rock progresivo. Mi estilo musical favorito que permite que, con sólo rebuscar un poco, salga algún grupo que cause vicisitud y alguna que otra sonrisa.

Su primer disco no estaba mal. En serio.

Otras formaciones que no tenían discos titulados ‘Two Two’ (¡forsale!), pero que ya aparecieron en la lista, parieron otras ovras no reseñadas en su momento que sería una pena no mencionar en ente bloj. Porque no seré yo el que le niegue a una gente como Caravan el derecho de dejarse caer varias veces por aquí. Por un motivo claro:

Pedos.

Sí. Ellos que hicieron una maravillosa oda al fornicio que fue debidamente loada aquí, también fueron capaces de meter en medio de su ‘The Battle of Hastings’ esta impresionante coda en la canción “Wendy quiere otro topo de seis pulgadas”.

Aquellos que no tienen criterio suelen quejarse de la presencia de esta maravilla gastrointestinal en un disco que, por otra parte, demuestra un gran nivel. Pero están equivocados: lo magggnífico es combinar coplas tan coreables como ‘Liar’ o ‘Travelling ways’ con estas ventosidades tan monas. Y que nadie me pregunte para qué quería Wendy otro topo. ¿Es que deseaba sus quince centímetros de gloria anal? ¿O todo es más inocente y sólo quería su propio topo al que se le habían cagado en la cabeza?:

Preguntas todas que se quedan en nada si expandes tu mente, las piensas seriamente y descubres que son una gilipollez.

Pero vayamos al grano. Los músicos que han hecho que me ponga a escribir un articulillo han sido otros. Unos que no entraron en la lista de discos con valores. Un grupo que se enmarca dentro de la corriente más artit-tica del género. Y todos sabemos lo que eso significa en el sinfónico: cuanto más en serio se tomaban entonces, más cachondeo provocan hoy.

Gentle Giant se formó cuando unos señores que hacían pop sicodélico con cometas, flores, chuches y otras cosas bonitas decidieron que lo suyo era practicar la chunguez musical y complicar las cosas porque sí. El resultado fue uno de los grupos más importantes del género y posiblemente el que más ha hecho gritar ‘¡Mi dinero!’ a neófitos en la época previa a las descargas masivas.

Yo fui uno de ellos. Cuando me metí en el mundo del progresivo, que es como la droga pero sin los efectos beneficiosos de ésta y añadiendo la completa anulación de tu capacidad para ligar con cualquiera hablando de música, lo primero que hice fue leerme enterita la Gibraltar Encyclopedia of Progressive Rock. Una obra mastodóntica de internet bastante clara de navegación en los tiempos en los que proliferaban los sitios de Alta Vista con fondos y animaciones gif capaces de dejarte ciego con un simple vistazo.

Rápidamente descubrí que, más allá de la combinación de primera división Yes-Genesis-ELP-King Crimson, existían varios grupos en puestos de UEFA en lo que se refiere a influencia en otras formaciones. Esto es, que cuando se describía a una banda nueva, eran referentes principales de su sonido. De todos estos, ya era fan de Oldfield, me hice admirador rendido de Camel y perdí la confianza en la raza humana con Magma. Pero Gentle Giant me llamó la atención. Decían que eran bien raros, pero que había grandes influencias medievales.

Y ahí voy yo a comprarme un disco sin haberlos escuchado antes. Que eran tiempos en los que sólo tenía internet en el curro y sin altavoces.

Pongamos un ejemplo de uno de los temas del CD adquirido:

¡Feck! O mejor: ¡Cristo cósmico! En una época en la que mi presupuesto me daba para un compact al mes y todavía no había Napster, yo me había comprado esto. Para todo el verano. Me sentí como si hubiera pillado hongos en un retrete público justo el día antes de las vacaciones con la novia. Pero añadiendo unas irrefrenables ganas de romper el reproductor de CDs a hachazos.

Sin embargo, lo que fue desengaño, pronto se convirtió en más o menos lo mismo, pero como si al desengaño le hubiesen crecido dos cojones revestidos de adamantium. Yo ese disco lo iba a disfrutar. Por mis mismísimos. Así que me tiré todo el verano escuchándolo. Y, sorprendentemente, acabé apreciando su chunguez. Porque esa es la magia del progresivo: el único género que consigue que te convenzas de que te gusta para que no te sientas mal por tirar el dinero o idiota por no apreciar la complejidad de un compás en 17’8/9 cantado en canon e interpretado por un sonido de sintetizador que se parece sospechosamente a los ruidos gastricointestinales del topo de seis pulgadas.


Esta extraña adicción a Gentle Giant me llevó a comprar más discos y, una vez llegada la época Audiogalaxy, a completar toda su discografía. Y siempre maravillado de lo extraordinariamente en serio que se tomaban estos tipos así mismos. En su disco ‘Aquiring the taste’ proclamaban: “It is our goal to expand the frontiers of contemporary popular music at the risk of being very unpopular. (…)It has taken every shred of our combined musical and technical knowledge to achieve this.”. O traducido al español: “Somos la hostia. Joer.”. Y luego van y ponen de portada del disco una lengua lamiendo un culo:

No, si después abrías el disco y resultaba ser una manzana. Pero para mí siempre será otra cosa.

Ian Anderson, en una entrevista, comentó que, estando de gira común, recordaba que siempre se estaban peleando entre ellos por cuestiones artit-ticas. Total, para hacer canciones que hoy en día nadie recuerda. O casi nadie:

Este es el tipo de gente a los que habría que darles un premio al valor y no los militares.

Los Giant (¡qué cool queda nombrar a un grupo sin decir su nombre entero!. Excepto si son Gentle Giant) hicieron disco extraño tras disco extraño que hacían que mi novia gritara «¿Pero qué les pasa a esos tíos?» hasta que, a eso de finales de los 70, lo de hacer música pretenciosa quedaba feo. Sacaron un recopilatorio llamado ‘Pretenciosos: ¡Porque sí!’, pero rápidamente se pasaron al pop. Haciendo un LP que, si le hacéis caso a sus fans más acérrimos es más o menos el séptimo sello del Apocalípsis y, si me hacéis caso a mí, es una cachondada simpaticona.

¡La portada era un recortable!

Tanto escrito y algunos pensarán que tampoco hay demasiada vicisitud en esta gente. Y tendrían razón. Pero por un lado pido que perdonéis la fascinación que producen en mí los grupos que han pasado en unas décadas de ser la cumbre del culturetismo a la peste musical de los gafapastas. Nadie quiere saber de ellos más allá del dato sórdido de que uno de sus miembros luego fue responsable de descubrir a Bon Jovi y -ejem- Cinderella. Por otra parte, soy incapaz de describir con palabras lo extraño que es escucharles y lo lamentable de que tenga toda su discografía. Pero es una depravación personal (como el hecho de que me ponga Judy Greer) que no puedo justificar ni ante otros amigos con gustos afines por el obvio terror que todos tenemos a que, como castigo, te obliguen a ver la película rodada en video por El Fary. Y precisamente de esas cosas escribo en este blog. Quizá algún día también de la peli de El Fary.

Claro que siempre puedo recurrir a You Tube en busca de un poquito más de cachondeo:

Aquí tenemos una canción interpretada por el que posiblemente sea el animal escénico más acojonante de la historia del rock. John Weathers, el batería que estuvo más tiempo con el grupo. En una actuación que el cachondo que ha subido el video ha subtitulado ‘Hottest Man Ever’. Mira que hay gente mala por ahí (la fiesta empieza en el 1:20):

Vota esta publicación

¡Haz click en una estrella para puntuarla!

Puntuación media 5 / 5. Recuento de votos: 1

No hay votos hasta ahora! Sé el primero en calificar esta publicación.