Cine colonoscopia: Rayos X

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Cual reflujo gástrico traidor tras empacho de salmorejo, hay cosas que siempre vuelven. En el caso de este blog, principalmente el tema de la gaycidad de sus autores.

Hoy no vamos a hablar de ello. Porque ya está bien de cachondearnos de nosotros mismos. ¡Que mi madre lee esto! Así que retomaremos otro tema que llevaba un tiempo desaparecido en combate. Muchos lo habréis acertado. Otros no sólo lo habrán averiguado, sino que, a continuación, habrán pinchado en favoritos para ver una página menos peligrosa para la salud (esto es, en el 72’6% de los casos, pornotube) Ciertos lectores, como nuestra amiga Araceli, incluso se habrán planteado volver a coger los libros de la oposición antes que someter a su cerebro a más cine-colonoscopia. Porque, efectivamente, hoy hablaré de una peli de la Cannon.

Algunos recordaréis el post ¡¡¡¡ÉPICO!!!! en dos partes que le dediqué a tan simpática compañía cinematográfica. En él glosaba las aventuras de Menahem Golan y Yoram Globus, dos primos israelíes enamorados del cine, pero prácticamente incapaces de producir una película decente pues, casi como la medusa, convertían todo proyecto que llamaba su atención en estatuas con forma de boñiga.

A lo largo de sus breves años en la retaguardia (concretamente, en el orto) de los grandes estudios de Jolibú, Cannon produjo todo tipo de películas: comedias juveniles, dramas, cine de artes marciales, fantasía, aventuras, thrillers, bazofia indiscriminada, atentados contra la salud pública… pero, extrañamente, el género más popular dentro del cine de bajo presupuesto quedó casi inmaculado. Menahem sólo lanzó cuatro películas puramente de terror. Las tres primeras fueron producidas durante su primer año en Estados Unidos: un clon de combate tardío de ‘La profecía’ titulado ‘The Godsend’y un par de slashers de difuso recuerdo. Lo cual quiere decir que nadie quiere acordarse de ellos. Una afirmación que, en el contexto de los fans del género y teniendo en cuenta sus bajas expectativas, da una idea certera del pozo de aburrimiento que tienen que ser.

Se puede inferir que Menahem no era especial fan del terror, pues tardó dos años en sacar una nueva película. Esta vez, fue un proyecto más cercano a la maquinaria de la compañía, pues estaba dirigido por Boaz Davidson, realizador importado por los primos directamente de Israel y que hoy es director de esa especie de versión corregida de la Cannon llamada Nu Image. Es, por lo tanto, responsable de ‘John Rambo’ o ‘The Expendables’ y decididamente culpable y digno de ser desterrado al planeta prisión Rura Penthe por cosas como ‘Shark Attack 3’

En mi costoso empeño por verme la mayor parte de las películas de la Cannon, había ido dejando apartado este título. Su escaso renombre, incluso entre los aficionados al cine casposo, y la total ausencia de la barba de Chuck Norris, habían conseguido que casi no le prestara atención.

Pero estaba equivocado. No era consciente de lo que me esperaba la otra noche cuando Snowymary bajó a la reunión de la comunidad y yo, que me niego a acudir a esos encuentros por miedo a que empiece a llamar gilipollas oligofrénicos a la mitad de los asistentes, conecté el disco duro para ver esta cosa. Era la película que consiguió que la Cannon diera por imposible el género de terror. Un título que es posible que Menahem considerara que tan chungo que no valía la pena seguir intentándolo con un estilo que, de todas maneras, tampoco le gustaba.

Paremos un rato, queridos hermanos, para considerar el peso específico de esas palabras.

Sí: es como contemplar la inmensidad del universo y darte cuenta de que, además, llevas todo el día con la bragueta abierta.

La película se llama ‘Hospital Massacre’, aunque fue estrenada en otros lugares (España figura en esta lista de damnificados) en una versión recortada llamada ‘X-Rays’. Gracias a internet he conseguido ver una copia en la que se puede comprobar claramente cuáles son las escenas eliminadas mediante el curioso proceso de apuntar aquellas que están en alemán. ¡Qué maravilla el mundo de aquellos que se dedican a montar copias foráneas con audios de un VHS patrio! El que pilló un original en alemán para esto permitió que una película mala de terror mutara cada diez minutos en un pornoazo germano. Porque yo veo tetas, enfermeras y bigotes hablando en ese idioma e inmediatamente pienso en porno. Pues, como su nombre indica, la película se desarrolla en un hospital. Y, como su productora, año de producción y género indican, hay tetas.

El flim se abre con la usual escena del slasher ochentero de trauma infantil. Todo preparado para ser explicado cuando se revele la identidad del asesino. Un niño y una niña rubitos están jugando cuando la chica recibe una carta de San Valentín (un título alternativo del título alternativo de la película era ‘Be My Valentine Or Else’). Como es del freak moreno del colegio, se descojonan de él. Error. Al pobre rubito le cuelgan de la percha por el ojo, algo que ha tenido que suponer un esfuerzo tremendo para el chaval moreno y, por qué no decirlo, muy buena puntería. Antes de eso, sin embargo, hemos asistido a la primera muestra de la aguda técnica que utiliza Boaz Davidson para sugerir terror:

Todo. Se. Hace. Muy. Lentamente.

Esto es, la chica corta un pastel con la misma velocidad de un Luca Badoer conduciendo un triciclo hasta arriba de maría. Ese será el método básico de interpretación de todos los secundarios durante toda la película. Tarkovsky estaría orgulloso.

Flashfordward varios años después y la niña, ahora milagrosamente morena y sin pinta de que haya sido con la ayuda de L’Oreal, entra en un hospital para recoger unas pruebas. Allí presenciamos la segunda técnica Davidson para las películas de miedo:

Todos los señores actúan como si fueran el doctor maligno. En este caso, un limpiador que, de todas formas, será el segundo en caer. ¡Qué genio del cine de terror!

Los primero intentos de ¡HUMOR! aparecen a continuación. Un tipo que parece dormido en el ascensor está apoyado en la pared opuesta a la prota con lo que parece sangre en la boca, la cual se derrama en los zapatos de la chica no se sabe muy bien gracias a qué ley física. Naturalmente, es ketchup, pues el tipo sólo estaba echando una cabezadita mientras se comía una hamburguesa. Lógicamente. Lo normal.

El malo detiene el ascensor, dejando a la protagonista atrapada. Su plan es hacerse con el fichero de la buena mujer simplemente cargándose a su doctora de cabecera. Para ello, llama a esta última por los altavoces más descontrolados a este lado de ‘Los locos del bisturí’ a una planta que están fumigando. Lo cual permite a Davidson hacer los planos más terroríficos y atmosféricos de la película. Esto es, la señora va por un sitio nebuloso y se asusta con… un esqueleto de clase de ciencias. Y yo que creía que eso ya era se tomaba como un chiste en las comedias de Abbot y Costello. Pero qué sabré yo. A lo mejor era… ¡HUMOR! La doctora es despachada con saña y comienza más o menos la trama, pues el malandrín ha aprovechado para cambiar las radiografías de la protagonista y poner otras de un tipo con menos futuro que Vicisitud decidiendo caprichosamente arrancarle a Chuck Norris un pelo del escroto.

Sí, he hecho un chiquitismo. Acaba de empezar la película y ya estoy desesperado por buscarle un poco de humor.

Así que aligeremos la cosa. Como ya decía, el malo, que siempre va vestido con máscara y gorro de quirófano, se carga al limpiador al ritmo de una música de coros en plan ‘La Profecía’ que va de perlas con la ambientación de hospital. A partir de aquí, pasamos por varias escenas de supuesto ambiente ominoso que intentan ser David Lynch, pero que se quedan en evocar al asilo de Los Simpson. Planos que, a propósito, son los primeros que veo que no aparecían en la versión corta de la película.

Pero no se preocupen: no me dedicaré a glosar todas las diferencias entre ambos montajes. Por un motivo claro: tengo que hacer la tortilla para cenar y quiero acabar esto pronto. Que si no, tampoco lo haría. Ni de coña.

A esta altura, la película presenta a tres médicos. Un calvo con bigotón que casi no sale y que está empeñado en internar a la mushasha, uno más joven que parece preocupado por ella y que presentan como su aliado y otro que actúa siempre de manera sospechosa. Eso lo sabemos porque, efectivamente, lo hace. Todo. Muy. Lento. Y porque es un borde. Pero todos los que somos habituales en los hospitales sabemos que esto último no es ninguna novedad.

Así que… ¡momento del concurso! ¿Quién es el asesino?

El que no lo haya acertado se lleva una galleta y diez puntos de estilo por ser el lector de este blog que más folla, pues su ignorancia significa que NO ha visto sienes y sienes de flims de terror ochenteros como yo.

El doctor ominoso pide a la chica que se desnude para hacerle el examen físico más lento y lascivo de la historia del cine. Para ello, la mujer pasa detrás de un biombo que, como todos los que se suelen encontrar en los hospitales, tiene un foco justo detrás. Así, la escena se convierte en una especie de strip tease blandiporni de los momentos más cutres (por pretendidamente elegantes) del Un, Dos, Tres tardío. Claro que, a continuación, pasa al terreno Ángel Casas con la muestra de los pezones 3D (de esos con la corona en relieve) de la protagonista. Y no es que yo sea un salido que sólo se fija en las tetas. Es que soy un salido que se aburrió mucho y no le quedó más entretenimiento que mirar tetas mientras el. Médico. La. Examinaba. Con, Tremenda. Y.

Excesiva.

Lentitud.

El asesino se dedica durante los siguientes minutos simplemente a pasearse por ahí siendo un cabrón. Esto es, a cargarse a gente para que no sepan que la chica 3D está en realidad sana. Uno de los asesinatos, curiosamente, no estaba en la versión corta.

Vale. No lo haré más. Es la última. Que se me hace tarde y de verdad que tengo que hacer la cena. Pero es un dato relevante no por lo extraño de quitar violencia en un slasher de la época, sino porque el que entra luego en el lugar del crimen, ahora vacío, preguntando sin que nadie le escuche por la muerta es precisamente (spoiler, claro) el asesino. ¿Doble personalidad? ¿Esquizofrenia? Me temo que se trata más bien un caso típico de guionista con poca vergüenza unido a remontador con un poco de orgullo.

El novio de 3D (creo que, ahora que la hemos visto en pelota picada, ya podemos tomarnos las confianzas de llamarla por un mote) va a verla y a sacarla de allí. Naturalmente pasa por la planta en fumigación en la que, en otro momento de David Lynch de mercadillo, se encuentra con un grupo de viejas paseando no se sabe muy bien por qué. Tras caminar un rato con una lentitud humanamente imposible, es convenientemente eliminado tras un biombo con foco detrás. Ya os dije que la iluminación de este hospital era de lo más imaginativa. Instalaciones que, además, son las más vacías que nunca he visto. Cuando estuve en planta tras mi operación gástrica aquello parecía más bien Malasaña un fin de semana: misma cantidad de gente, mismo número de vomitonas.

Tras el usual “te voy a poner la cabeza de tu novio en una caja y luego la cambio por un pastel para que todo el mundo piense que estás loca”, la cosa se acelera un poco. Lo cual significa que viene un festival de videos. No sólo tenemos este gran momento de idiotez con tres vendados que parecen sacados de una película del Inspector Clouseau:

Además, el malo demuestra en esta escena su total incompetencia sensorial al no ver a la chica a diez centímetros de distancia:

Pero claro, es porque ese biombo no tenía un foco detrás. Que así no hay manera.

Pero lo mejor ocurre a continuación. La escena de terror más fascinante (esto es, vicisitúdica) que he visto en mi vida. Sé que es mucho decir. Pero hay algo de atchonburikismo que hizo que superase a grandes clásicos de la ridiculez como el ‘Thery’re going to eat ME. Nooooo!’ de Troll 2 o al momento de ‘Il Bosco’ (AKA Evil Clutch) en el que una bruja saca una garra mortal de su entrepierna y le arranca los cataplines al chaval con el que se estaba enrollando.

En este caso… Vale, sé que queréis ver esta última escena. Está aquí.

Volviendo a Rayos-X, que es de lo que se trata, os ofrezco a continuación lo más grande jamás filmado en un slasher:

¿Por qué lleva la sábana, si de todas maneras sigue disfrazado con la máscara?
¿Por qué la doctora corre como su tuviera artritis (y, ya puestos, parálisis cerebral)?
¿Por qué es necesario enrollar a una víctima con una sábana para inyectarle alquitrán en el cuello?
¿Por qué el director pensó que una tipa con una sábana en la cabeza tambaleándose como un Chiquito de la Calzada borracho por el pasillo era un momento que perduraría en la mente de los espectadores? Muy sencillo: porque tenía razón. Yo nunca voy a olvidarlo.

Una vez eliminado al Doctor Bigotón y al Doctor Ominoso, el malo (que ya prácticamente sólo puede ser una persona) se lleva a nuestra amiga 3D a la planta de la fumigación para arrancarle el corazón. Es que, en el fondo, es un romántico.

Al final (Spoiler! Spoiler! Spoiler!) la película resulta ser una puta mierda. Da un poco que igual si la chica se salva o no. A esa altura sólo podía pensar en la magggggnífica escena de la sábana y en cómo iba a romper una vez más mi regla de no analizar en el blog una película suelta. Porque, además, ya iba siendo hora de que retomara el proyecto Cannon. Grandes sorpresas esperan en algún momento del futuro.

(*Nota: Jracias a Carlitos por el jodido trabajo de sacar los videos)

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